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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 24/09/2017 17:02
 joseph_is_sold_by_his_brothers.jpg (909×700)
                                                                                                                                                                                                                                         José es vendido por sus hermanos
ENVIDIA
La envidia es mil veces más terrible, porque es hambre del alma (Miguel de Unamuno)
      Por Vicente Martínez - Fe adulta 
¿O no puedo yo disponer de mis medios como me parezca? ¿Por qué tomas a mal que yo sea generoso?

El Génesis 4, 8 dice: “Caín dijo a su hermano Abel: -Vamos al campo. Cuando estaban en el campo se echó Caín sobre su hermano Abel y lo mató”. Rubens ilustró la escena en cuadro, hoy en el museo del Prado. Es el primer asesinato humano, donde la protagonista es la envidia.

Reiterativos son los textos bíblicos a este respecto. En Job 5, 2 leemos: “Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia”. El Eclesiastés advierte en 4, 4: “He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo.

Algunos autores dicen que la envidia es el pecado humano por antonomasia, y que hace al hombre diferente de los animales. Éstos son capaces de cometer todo pecado humano –gula, asesinato, robo, etc. – excepto la envidia. Se insiste mucho en ella, aunque en el Evangelio apenas hay tres citas, todas referidas al hecho de la condena de Jesús por el pueblo, ante la propuesta de Pilatos, que sabía que le habían entregado por envidia, de si Barrabás o Jesús: Mt cap. 27; Mc cap. 15; y Lc cap. 15.

En los otros escritos, el tema es abundante. En los Hechos de los Apóstoles 7, 9 se recuerda que “los patriarcas, envidiosos de José, lo vendieron para que lo llevaran a Egipto”. Pablo dice en 13, 4 de su primera Carta a los Corintios que “El amor es paciente, es amable, no es envidioso ni fanfarrón, no es orgulloso ni destemplado”. Y en los Gálatas 5, 26: “No seamos vanidosos, provocadores, envidiosos”. Pedro, por su parte, en su primera Epístola a la dispersión 2, 1, aconseja despojarse de dicha envidia: “Ahora, pues, despojados de toda maldad, fraude e hipocresía, toda envidia y difamación”.

Los griegos la divinizaron en la figura de Némesis, un verdadero escollo para el desarrollo y el cambio social. Para los romanos era la diosa que personificaba la venganza y los celos, y la nombraron hija de la noche. El filósofo inglés Bertrand Russell sostenía que la envidia es una de las más potentes causas de infelicidad del ser humano. Brueghel el Viejo, el Bosco, Botticelli, Rubens, Poussin… etc, la hicieron objeto de sus pinceles.

Miguel de Unamuno dijo que “La envidia es mil veces más terrible, porque es hambre del alma”. Quizás la misma que el evangelista nos relata en la parábola de los jornaleros de la viña. Dijo el dueño: “¿Acaso no puedo yo disponer de mis medios como me parezca? ¿Por qué tomas a mal que yo sea generoso?” (Mt 20, 15).
 
ENVIDIA
Invidia: “la de los ojos verdes” –color de la esperanza–
en altares romanos.
 
“Mirar con malos ojos”, para griegos.

Dante, a los envidiosos
en un ilusionado Purgatorio dio cobijo.
 
Caín envidió a Abel porque era bueno,
y Narciso se ahogó al enamorarse.
 
Los dioses le premiaron transformándole en flor:
él sea bendito.

Hay santa envidia también, y yo la tengo
del narciso amarillo, del que se enamoraban
las doncellas.
 
De tantas cosas bellas
que ellas tienen,
y que yo no tengo.

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)
 


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