La falta de planificación del Ministerio de Agricultura ha sido el principal detonante para que centenares de granjas de gallinas ponedoras hayan generado la crisis que hoy padecen los cubanos por la ausencia y el encarecimiento de un alimento tan socorrido. Para "suplir las necesidades del pueblo", el régimen de la isla anunció recientemente que venderá "más de un millón de huevos" a un precio de 1,10 pesos por unidad, pero solo serán cinco huevos por cada persona.
Los cubanos se alimentan con los huevos más caros del mundo
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La baja producción de huevos, ocasionada porque las gallinas padecen estrés postraumático, así como la necesidad de importar clandestinamente este alimento esencial desde el balneario de Cancún, en México hasta La Habana, podría parecer el argumento inventado por cualquier cineasta para el guion de una película de ficción, pero no, se trata de noticias reales, llegadas desde la isla.
Resulta, que mientras el noticiero nacional de la televisión cubana y los informativos provinciales, exhiben reiteradas imágenes donde algunos productores en asamblea debaten los pasos a seguir para rescatar la producción de huevos, y atribuyen la escasez del producto a la indisposición de las aves, además de a la rotura de más de 615 naves avícolas tras el paso de Irma; la falta de planificación del Ministerio de Agricultura de Cuba, continúa siendo el principal detonante para que centenares de granjas de gallinas ponedoras hayan generado la crisis que hoy padecen los cubanos por la inexistencia de ese alimento tan socorrido en la mesa de los de a pie.
Una nota publicada el pasado 1 de octubre en el periódico Juventud Rebelde (vocero oficial de la juventud comunista cubana) anuncia que como medida de emergencia para suplir las necesidades del pueblo, el gobierno venderá “más de un millón de huevos, a cinco por consumidor, a un precio de 1,10 pesos por unidad”.
Desconozco la psicología de las aves; pero resulta disparatado que dentro de la fauna cubana, las gallinas del Estado sean las únicas estresadas. Los campesinos privados están, según el refranero español, “haciendo su agosto”, al vender pequeñas producciones de huevo a 4 pesos la postura.
El origen de esta crisis que, no es la primera y sospecho tampoco será la última, no se encuentra en la tensión, la angustia o la depresión aviar, sino en otros elementos que afectan la producción del más popular de todos los alimentos que conforman la dieta esencial y la canasta básica cubana.
El ciclón no es el culpable, la industria avícola en Cuba ha tenido un desarrollo continuo y aceptable, cuenta con buen pie de cría, fundamentalmente en ponedoras, y ha logrado una producción por ave de 280 huevos por año, con una conversión de 1.45 Kg. por decena de huevos producidos; pero al no respetar el espacio vital de estos animales, más la poca disponibilidad y calidad del agua, provocan la incidencia de prolapsos; y la falta de alimentación adecuada hace que las ponedoras adquieran el vicio de picarse las plumas unas a otras, molestando a sus compañeras de gallineros especialmente en ocasión de encontrarse en los nidales. Todo esto repercute de forma muy negativa en el resultado productivo.
La crisis de huevo en la isla no es de pronta solución, y afecta también a los trabajadores por cuenta propia del gremio de los restaurantes que viven entre el afán de ocultación, la necesidad de transar y el frenesí del mercado.
“Tenemos un socio dulcero que nos abastece de flan, natilla, pudín, tartas y otros postres que ofertamos en el restaurante; pero no vende porque si la policía lo agarra en la calle con cualquier producto que en su receta contenga huevo, lo detienen y le abren un proceso por receptación”, explica el propietario de un pequeño paladar (restaurant) de iniciativa privada.
Pero ese reducido grupo de dueños de restaurantes que cautos y sagaces, han sabido escalar de clase y romper, a ojos vista, aunque de manera invisible, la estética igualitaria impuesta por la Revolución, se las arreglan buscando armonía en la contradicción, idearon la solución (bastante cara, por cierto) de viajar en grupo e importar, sin permiso de importación, cartones de huevos que van como carga acompañante de Cancún a La Habana. No hay dudas, a André Breton (autor del Manifiesto del Surrealismo), le faltó imaginación.
JUAN JUAN ALMEIDA GARCÍA