Fruto de la intervención no divina, sino ‘revolucionaria’
El cristianismo anárquico que reina en Cuba Por Luis Cino Álvarez | La Habana, CubaHace varios días conversaba en una cafetería del Vedado con el pastor Manuel Morejón cuando una mujer de unos 50 años que compartía la mesa con nosotros, al escuchar que hablábamos de religión, intervino abruptamente en la conversación para patentizarnos su decepción con las iglesias. Con todas, sin excepción.
Dijo que todas mienten, malinterpretan y pervierten la palabra de Dios. Para ella, que se mostraba más apegada al judaísmo que Abraham y Moisés juntos, Dios no es Jehová, ni siquiera Yahvé, sino el nombre impronunciable. Y su hijo Jesús para ella es Joshua, nada de Cristo. En vano le explicamos que toda esa confusión de nombres se debía a las traducciones del hebreo al griego y al arameo en que aparecieron los primeros textos bíblicos. Mientras más tratábamos de explicarle, más se enardecía.
Nos dijo que, empezando por la Iglesia Católica —que considera “es la peor, la más falsa y manipuladora, la Gran Ramera”—, ha pasado por todas las iglesias cristianas, y ha quedado defraudada porque, según afirmó, “están llenas de mentirosos e hipócritas” y en ninguna ha hallado respuestas que la satisfagan.
“Te dominan, te utilizan. Pertenecer a una iglesia es como estar en el Partido Comunista”, aseguró.
Habló horrores de los testigos de Jehová, del Vaticano, de los pastores que pertenecen al Consejo de Iglesias como Raúl Suárez, Ricardo Pereira y Odén Marichal, que asegura están solo interesados en recibir prebendas del Gobierno, donaciones de iglesias norteamericanas y en viajar al exterior.
Ahora es una especie de cristiana por cuenta propia, totalmente independiente, que se nutre directamente —no explicó cómo lo consigue— de las fuentes originales, “para que no le distorsionen las cosas”. Solo que eso la convierte prácticamente en una feroz fundamentalista. Tan furibunda parecía estar la señora en la mesa de aquella cafetería.
He conocido a varias personas así. Mi amigo el pastor Morejón atribuye su existencia a lo que llama “el cristianismo anárquico” que reina en Cuba, debido a la carencia de pastores con una formación adecuada.
Recordemos que en los primeros años del régimen revolucionario, muchos sacerdotes y pastores fueron obligados a marcharse del país. Sus puestos al frente de las iglesias los ocuparon personajes que por entonces eran seminaristas y que fueron domados en las UMAP, como Jaime Ortega y Raúl Suárez, que resultaron ser mejores servidores del régimen que de Dios.
En las tres últimas décadas, luego de que el régimen se decidiera a permitir las creencias religiosas, ha aumentado el número de santeros, católicos y evangélicos. Es lógico: en tiempos de crisis y desesperanza, los humanos, en busca de ayuda, se vuelcan a la religión.
La religiosidad de los cubanos, que durante décadas tuvo que esconderse o camuflarse debido al ateísmo de Estado, ahora se exhibe multiplicada. Cada vez se ven más iyabós y personas con collares y la mano de Orula, hay colas para consultarse con los babalaos, se han vuelto a llenar las iglesias católicas, los niños se bautizan, las bodas por la Iglesia son más frecuentes, y la gente no se oculta para decir, incluso en la TV, “gracias a Dios” o “si Dios quiere”.
Más que la Iglesia Católica, han crecido las distintas denominaciones evangélicas: Bautistas, Pentecostales, Metodistas, Adventistas del Séptimo Día, Nazarenos, etc. Desde hace más de un cuarto de siglo, sus templos brotan por doquier y se abarrotan, especialmente los domingos.
En muchos de esos templos suelen usar prácticas carismáticas de tipo efectista. Hay quienes aseguran poseen el don de sanar con las manos y algunos caen en trance, se retuercen y hablan en lenguas, dicen que poseídos por el Espíritu Santo. Es la versión cristiana de los muertos montados en los toques de santo: un particular aporte del evangelismo cubano postrevolucionario.
Los fieles de estas iglesias, mayoritariamente, son personas pobres, de poca escolaridad y provenientes de zonas rurales. En manos de pastores con una pobre capacitación, y a veces improvisados, que no pasan más allá del recitado de algunas citas bíblicas mal aprendidas, esas personas se fanatizan y se llenan de confusiones, aterrados por la proximidad del fin de los tiempos. Muchos, si no consiguen la solución de sus problemas, terminan por desencantarse y emigrar a otras iglesias.
También pueden convertirse en francotiradores de la fe, como la mujer de la cafetería y otros tantos exaltados místicos que andan por ahí, listos para el siquiatra.
ACERCA DEL AUTORLuis Cino Álvarez (La Habana, 1956). Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Es subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.
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