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General: Otro aliado de la Dinastía Castro que cae: el cerco contra Robert Mugabe
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 19/11/2017 17:35


Camaradas de ruta autoritaria
Otro aliado que cae: el cerco contra Robert Mugabe
               Por Yoani Sánchez, La Habana
Hace un año, Mugabe asistió al funeral de Fidel Castro, camarada de ruta autoritario, quizás como quien participa en sus propias exequias

Nadie que lleve cuatro décadas en el poder es inocente y Robert Mugabe no será la excepción. Esta semana sus tropelías le están pasando la cuenta al caudillo africano de 93 años, el dictador más longevo del mundo. El hombre que mantuvo a Zimbabue en un puño desde 1980, cuando se convirtió en jefe de Gobierno, ha sido confinado en su casa por el ejército y su salida de la jefatura de Estado que ocupa desde 1987 parece inminente.

Enfermo, debilitado y convertido en un estorbo hasta para su partido, el ZANU-PF (Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico), Mugabe lleva 37 años al frente del país y su prontuario de violaciones de derechos humanos es tan extenso como los días que ha pasado sentado en la silla presidencial.

Al igual que la mayoría de los revolucionarios que llegan al poder, Mugabe se encargó de destruir su propio prestigio. El primer presidente de Zimbabue, después de que el país se sacudiera el yugo colonial, ha negado con su accionar aquel aura de libertad y emancipación que alguna vez lo acompañó.

Como un caballo solo en la pista de carreras ganó una tras otra las elecciones presidenciales que orquestó para validarse ante la opinión pública internacional, echando mano del fraude y la represión contra la disidencia. Hizo que se le venerara como a un Dios y recientemente anunció su obstinada candidatura para los comicios de 2018.

En los últimos años, Mugabe llevó al país a una de las mayores crisis económicas de su historia, con un desabastecimiento de alimentos cada vez más marcado, una inflación por la nubes y un desempleo del 80%, unos males que atribuyó a una conspiración internacional, como es práctica común en este tipo de regímenes.

Mugabe ha controlado cada detalle de la vida de la nación que una vez fue conocida como "el granero de África" por sus fértiles tierras y su elevada producción agrícola, pero lastrada por la expoliación y los abismo sociales. Dónde reside cada ciudadano, de qué se alimenta, con quién se reúne o qué orientación sexual prefiere no son opciones a elegir en el Zimbabue del viejo patriarca.

A su régimen le encaja la palabra "totalitarismo" con una exactitud de diccionario. Un sistema político al que trató de cubrir con los ropajes de la justicia social y las oportunidades para todos, pero que en la práctica solo proveyó de posibilidades al círculo más cercano al presidente, a sus aliados ideológicos.

Su política de privilegiar a los locales ofreciéndoles las acciones de empresas extranjeras no trajo como consecuencia una mejor vida para el hombre común, sino que terminó por abultar el bolsillo de sus compañeros políticos, familiares y funcionarios fieles. El clan Mugabe echó raíces profundas y tan devastadoras en la economía nacional como una vez lo hizo el colonialismo.

Discípulo aventajado de la escuela de los dictadores, como gobernante también ha sido vengativo e intolerante ante las voces discordantes. El líder político, nacido en la colonia británica de Rodesia del Sur, se presentó inicialmente como un "salvador" de pueblos pero devino en factor de odio y polarización para la sociedad que prometió representar.

El pasado año cargó la mano con la represión y las miles de personas que protestaron pacíficamente por las violaciones de los derechos humanos o el deterioro de la situación económica recibieron como respuesta golpes, arrestos y amenazas. El otrora revolucionario se tapó los oídos ante las quejas de los organismos internacionales, a fin de cuentas Zimbabue era su reino.

Sin embargo, desde ese momento sus días estaban contados pero no lo sabía o tenía la arrogancia de no quererlo ver. La gota que llenó la copa fue la defenestración la pasada semana de su vicepresidente Emmerson Mnangagwa y las evidencias -cada vez más marcadas- de que el sátrapa apostaba por transferir el poder a su esposa, Grace Mugabe, de 53 años.

Con la caída en picado de la salud del presidente las pugnas por el poder se han desatado y cada parte, los seguidores de Grace o los que apuestan por Mnangagwa, solo busca un fin: hacerse con el control de Zimbabue, un apetitoso trozo del pastel africano.

El miedo al otro hace que estos caudillos se refugien en su núcleo familiar, vuelvan a la confianza de su círculo más estrecho para pasar el bastón. Sucesores que les garanticen continuidad, protección e impunidad para siempre.

Como todo final de un régimen autoritario, el de Mugabe está lleno de contradicciones. Mientras algunos medios de comunicación informan de que el mandatario estaría preparando su dimisión y negociando la salida de su esposa, otros aseguran que la situación está controlada en aras de salvar la soberanía nacional junto a un proyecto de país.

"Queremos dejar muy claro que esto no es una toma de poder militar del gobierno. Lo que las fuerzas de defensa de Zimbabue están haciendo es pacificar una situación política, social y económica degenerativa en nuestro país, que si no se aborda puede dar lugar a un conflicto violento", agregó un comunicado castrense.

Un documento hecho público el jueves 16 de noviembre y firmado por 115 organizaciones de la sociedad civil de Zimbabue pide a Mugabe que dimita y a los militares que restauren el orden constitucional para finalmente lograr la añorada transición democrática. Es parte del grito desesperado de una nación agotada por el excesivo protagonismo de un hombre.

Hace un año, Mugabe asistió al funeral de Fidel Castro, camarada de ruta autoritario, quizás como quien participa en sus propias exequias. Un dinosaurio decía adiós a otro fósil del siglo XX.

Cada vez que Mugabe fue condenado por los organismos internacionales por adulterar las elecciones y eliminar las voces críticas, La Habana siempre estuvo de su lado. El sátrapa africano ha mantenido por décadas un intercambio de favores con la Isla que ahora empieza a tambalearse.

La Plaza de la Revolución se muestra hoy cautelosa en declaraciones sobre lo que ocurre en Zimbabue. Los noticiarios de la Isla aún no condenan a los perpetradores de la prisión domiciliaria de Robert Mugabe. Están al acecho de que un nuevo caudillo emerja, para tenderle la mano solícita y cómplice.

AUTORA YOANI SÁNCHEZ
Fuente:14yMedio


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 22/11/2017 16:41

Dimite Mugabe, dictador de Zimbabue durante 37 años
Lo ha anunciado el presidente de la cámara baja de este país
El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, ha dimitido, tras 37 años al poder. Así lo ha anunciado el presidente del Parlamento, Jacob Mudenda, que ha interrumpido la sesión en la que se estaba iniciando su proceso de destitución, al recibir una carta. Tras leer las palabras “Yo, Robert Gabriel Mugabe, presento formalmente mi renuncia, con efecto inmediato”, los diputados han estallado en celebraciones y aplausos.

Hace una semana que el Ejército había tomado el control del país y tenía al presidente, de 93 años, retenido en su domicilio presidencial, el llamado “Tejado Azul”. Desde entonces, la presión política le estaba acorralando, sobre todo después que su propio partido, el ZANU-PF, le suspendiera de sus funciones en la dirección del partido y que lanzara, este martes por la mañana, el proceso de destitución en la Asamblea Nacional. Mugabe, de 93 años y el presidente más anciano del mundo, se ha estado resistiendo y el domingo por la noche desafió a todas las coacciones anunciando en directo en la televisión pública que se quedaba, al menos, hasta diciembre.

En la carta, que Mudenda ha recibido del Ministro de Justicia cuando estaban en plena sesión, Mugabe dice que su decisión es “por el bienestar de los zimbabueses y por la necesidad de una transferencia pacífica de poderes”.

El ZANU-PF había iniciado el impeachment para destituirle y el partido histórico de la oposición, el MDC, secundaba la moción. El proceso podía durar semanas, pero Mugabe, ha vuelto a sorprender. Esta vez, cediendo.

Centenares de personas celebraron en las calles de Harare, la capital, el fin de reino del único presidente que ha conocido Zimbabue desde la Independencia.

En estas circunstancias, la Constitución contempla que debería ser el actual vicepresidente, Phelekezela Mphoko, que es de la facción de la primera dama, Grace Mugabe, quien debería asumir el poder. Pero ha sido precisamente una disputa interna del partido en el Gobierno, el ZANU-PF, por la sucesión de Mugabe la que desató hace dos semanas la crisis actual con la destitución del exvicepresidente Emmerson Mnangagwa, impulsada por Grace Mugabe, según los analistas, que aspiraba a suceder a su marido. Pero la facción de Mnangagwa, la de los veteranos de la guerra de independencia, ha acabado protagonizando la intervención militar y ha forzado la salida de Mugabe. Según anunció este martes el secretario general del partido gobernante, Patrick Chinamasa, será el exvicepresidente Mnangagwa quien tome posesión formalmente de la jefatura de Estado y que seguirá al frente del país en lo que restaba de mandato de Mugabe, hasta septiembre de 2018.

Pero la crisis actual, que ha acabado barriendo al propio Mugabe, es el fruto de una disputa interna del partido en el gobierno, el ZANU-PF, que estalló cuando el exvicepresidente Emmerson Mnangagwa fue destituido hace dos semanas. Su facción, la de los veteranos de guerra, es la que protagonizó la intervención militar y la que ha estado presionando a Robert Mugabe. Y sus rivales son la Generación 40, a la que pertenecen Grace Mugabe y Mphoko, por eso se espera que el pulso siga, ahora sí, en pugna por la presidencia, ya vacante.

Héroe y opresor
Robert Mugabe deja este martes de noviembre un país en profunda crisis económica, con un 90% de desempleo y con la tercera parte de la población viviendo fuera del país —sobre todo en la vecina Sudáfrica— debido a las dificultades para sobrevivir y al acceso a los víveres y a la moneda. La moneda local, el dólar zimbabuense, despareció aplastado por la hiperinflación y, después de tener que recurrir al Rand sudafricano y el dólar norteamericano como moneda oficial, la escasez de divisa ha llevado ahora al sistema de bonos, desde 2016.

Hijo de un carpintero y una catequista, Mugabe se formó como profesor, pero cuando estaba estudiando en Sudáfrica se implicó en los movimientos políticos y de liberación. En 1963, participa en la fundación del ZANU, que nace como movimiento de liberación contra el régimen racista colonial, y que, en 1980, lograda la Independencia, se convierte en el partido político que ha gobernado al poder, bajo la batuta de Mugabe, durante 37 años. El mismo que ahora le ha empujado fuera de juego.

Encarcelado durante 10 años por su activismo contra la colonia, Mugabe estudia en la cárcel y se erige como héroe para los zimbabuenses. Sus discursos directos, atrevidos e anti imperialistas le valieron un amplio apoyo popular, pero la matanza de casi 20.000 personas de la minoría Ndebele, ya en el año 1983, y sus métodos autoritarios, agudizados en la última década y media de su reinado, mudaron su imagen y se convirtió en enemigo número uno para muchos ciudadanos.

Cuando Mugabe realizó la reforma agraria del año 2000, en la que expropió las granjas de los zimbabuenses blancos, la vistió bajo la explicación de un reparto más justo de las tierras, pero resultó ser una estrategia populista para enfrentar una crisis de popularidad y, al final, solo se beneficiaron una minoría, de la élite y próximos al régimen.

Pero su verdadero declive empezó en 2008, con el país sumido en una dura crisis económica, se vio cuestionado por la oposición en las urnas. Y la respuesta fue una oleada de torturas, detenciones y represión.

A sus 93 años, Mugabe no tenía intención de dejar el poder, pero con la destitución de Mnangagwa, hace dos semanas, la guerra de sucesión que se había estado fraguando desde hacía meses, en la sombra, estalló a primera línea y ha acabado forzando el final, muy poco épico, de su era.

                           Fuente: El País
 AUTOR: GEMMA PARELLADA, DESDE JOHANESBURGO




 
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