Marcha contra la homofobia y la transfobia en La Habana
La comunidad LGBT cubana ha visto disminuir el apoyo a su causa
SANTIAGO DE CUBA
Mario Alonso desde pequeño se sentía atraído por otros adolescentes que jugaban con él en su comunidad de Santa Úrsula, en las cercanías del centro histórico de la ciudad de Santiago de Cuba; pero recuerda que desde que falleció su padre, un militar retirado, la cosa fue cambiando. “Mi papá siempre me habló fuerte porque me veía amanerado. ‘¡No puedes ser maricón!’, me gritaba casi todos los días cuando me veía jugando con otras niñas de por mi casa”.
Cuenta que pudo ser quien es ahora, desde que murió su padre debido a un cáncer fulminante que le acabó con los pulmones. “No quise que la transición fuera tan brusca, aunque mi madre sabía lo de mi orientación sexual. Poco a poco comencé a vestirme con ropas apretadas hasta que decidí vestirme por completo de mujer. Ahora soy Yadira, Yadira Alonso”, recalcó, para que supiera que el apellido de su padre se mantenía vigente, aunque él siempre se mantuvo negativo ante su homosexualidad.
Desde que el fallecido Fidel Castro ocupó el poder con su llamada, “revolución cubana”, la comunidad homosexual vivió la dureza y la indiferencia de quienes intentaban construir un nuevo país, como así lo dejó por sentado en su discurso del 13 de marzo de 1963: “Nuestra sociedad no puede dar cabida a esa degeneración”, remató el exmandatario. El régimen los enviaba, sin juicio y sin ninguna justificación, a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, (UMAP), donde fueron obligados a trabajos forzosos, maltratos y vejaciones, junto a otras personas que fueron consideradas como desviados, extravagantes, inadaptados sociales y contrarrevolucionarios.
Muchos, como el padre de Yadira Alonso, creía que el trabajo fuerte y la mano dura sería una forma de rehabilitación ante esa actitud que creían inadecuada, pero que solo encerró en el closet a una comunidad que quería libertad. “Por eso muchos nos casamos y tuvimos hijos, como si fueras heterosexual, y ahora nos miran mal porque decidimos ser quienes ya éramos, sin limitaciones, y pese a las malas críticas de la sociedad”.
Otros como Raumel sintieron que desde pequeños no pertenecían a ese cuerpo que lo albergaba. Salió para la calle desde los 14 años para buscar dinero. En su casa se vivía como en el infierno, no se llevaba con su padrastro y su mamá lo desatendió por completo. Una vez me comentó que cuando llegó ese hombre a su casa, todo cambió. “Ya no podía hacer nada en la casa, él se creía dueño de todo, por lo que tuve que irme para la Habana y comenzar desde cero. Me dedicaba a la prostitución que me daba dinero por el cuerpazo que tengo, pero también me dio el Sida”, lamentó.
Hace dos años, después de ser diagnosticado con la enfermedad, su vida se convirtió un fiasco. Desesperado, quiso buscar consuelo en la religión y bajo la excusa de que su enfermedad era obra demoniaca, sus prendas femeninas fueron quemadas en una improvisada hoguera por varios miembros de la iglesia a la que asistía, frente al edificio que vivía en el reparto Altamira.
Con el bochorno a cuestas y la constante hospitalización que sufrió por el desgaste que presentaba su cuerpo por el rápido avance de la enfermedad, volvió a las calles para prostituirse y solventarse económicamente, ya que sufría también del abandono familiar agudizado en su vida, como persona con VIH.
Después de varios meses viviendo como seropositivo y tras muchas consultas con psicólogos y médicos que atienden la patología en la ciudad, este joven transexual no supera el “proceso de duelo” que, según especialista en la materia, “es cuando una persona no se adapta a convivir con la enfermedad”.
A finales de 2015, Raumel o Samantha, como se hacía llamar entre los miembros de su propia comunidad, desapareció por unos días, para luego ser encontrado muerto y su cadáver en estado de putrefacción a la altura del reparto Ateneo, en la localidad de Vista Hermosa, un lugar abandonado y ruinoso en las canchas del Ateneo Deportivo Armando Mestre.
Familiares cercanos entrevistados por CubaNet lamentan que no se pudo realizar la autopsia por la avanzada descomposición del cuerpo, “un hecho más que se queda sin investigar, los médicos forenses no quisieron ni tocar el cadáver, solo pudimos llegar unos pocos familiares a la morgue, y de ahí para el cementerio, después de la seis de la tarde, cuando ya estaba cerrado”.
Manuel Lescay Céspedes, psicólogo infanto-juvenil y coordinador de Red Social Comunitaria Humanidad por la Diversidad (HxD) de Santiago de Cuba, conversó con este diario a raíz del Día Internacional de la Memoria Transexual: “Nuestra red trabaja en defensa, el reconocimiento y garantía de los derechos sexuales como Derechos Humanos de la población LGBTI de Santiago de Cuba, pero nuestras actividades son independientes y autónomas a pesar que estamos subordinados al Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX)”.
Tras la interrogante de la existencia de datos estadísticos que reflejen la cuantía de personas transexuales que han sido asesinadas en el país por crímenes de odio, su respuesta fue categórica: “No se conoce, Pero sí conocemos todo lo que pasa en el mundo y nos pronunciamos a partir de ello. Sabemos que no existen datos y no podemos acudir a un lugar estadístico a conocer, para realizar denuncias o trabajos a partir de este tema”.
“Sin embargo, estamos en contra de toda discriminación a las personas transexuales, y sabemos que pueden ocurrir en Cuba. Además, no se registran como tal y por eso no se conoce que existan crímenes de odio. Quizás el proceso de denuncias y tratamientos lo presentan a partir de otros hechos delictivos, pero sí pueden existir crímenes de odio por estos casos lamentables en nuestro país”, enfatizó.
Según Lescay Céspedes, las mayores problemáticas que afronta la comunidad LGBTI cubana son en torno al cambio de sexo, nombre y cambio de identidad. “En la isla desde el 2013 se aceptan emitir el cambio de foto en el documento de identidad de la persona transexual, de acuerdo a su identidad de género, pero no se recogen legalmente los cambios de sexo y nombre de las personas transexuales que no se hayan sometido a una cirugía de adecuación genital”.
Un especialista del Registro Civil de la ciudad que prefirió mantenerse en el anonimato por el carácter militar de la entidad, reveló a este diario que no existen leyes actualmente que protejan a las personas transexuales en el país. “La ley 51 recoge que todo ciudadano cubano puede comparecer antes un notario con los testigos y documentos correspondientes, que testifiquen que esa persona llamada María nació con nombre de Marcos, y que demuestren que Marcos y María son la misma persona, pero no sucede así”.
Explicó después que las personas transexuales tienen que realizar un procedimiento ante un tribunal municipal y comparecer ante un juez para someterse a un proceso que dura de cuatro a seis meses, y entonces dictarán si procede o no. Aunque hace unos años se logró que se cambiaran 16 nombres, “pero este proceso actualmente está paralizado”.
Casos conmovedores en Cuba como el de Diosvany Muñoz Robaina, “La Eterna”, joven transexual asesinado a consecuencia de una andanada de piedras que lanzaron jóvenes mientras el trans de 24 años se encontraba en el parque Roberto Amarán de Pinar del Río, han quedado para ejemplificar los ataques atroz que siguen padeciendo la comunidad LGBTI cubana. También recientemente, José Enrique Morales Besada fue atacado brutalmente por dos hombres en Morón, provincia de Ciego de Ávila, quedando con la mandíbula fracturada, parte de la encía destrozada y la pérdida de varios dientes.
ACERCA DEL AUTOR
YOSMANY MAYETA LABRADA
Licenciado en Comunicación Social de la Universidad de Oriente en el año 2013. Nacido en Santiago de Cuba.
Artículo publicado en la web Cubanet