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De: CUBA ETERNA (Mensaje original) |
Enviado: 27/11/2017 16:42 |
Monumento a los Ocho Estudiantes de Medicina, se ubica dentro de un parque situado en la Plaza de La Punta, cruzando la avenida del Malecón habanero, a poca distancia del acceso oeste del túnel de La Habana, en la Habana Vieja. Es una obra diseñada por el escultor José Vilalta Saavedra, las obras de construcción del monumento las realizó un arquitecto norteamericano de apellido Barden.
EL FUSILAMIENTO DE LOS OCHO ESTUDIANTES DE MEDICINA
Este 27 de noviembre se cumplen 146 años del fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina de la Universidad de La Habana, por la supuesta profanación de la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón. Años más tarde, la inocencia de los jóvenes estudiantes fue demostrada cuando un hijo del propio periodista declaró después que el nicho de su padre no tenía señales de haber sido dañado.
José Martí, el Apóstol de la independencia de Cuba, que se encontraba entonces desterrado en España, al enterarse de la triste noticia hizo un juramento solemne de dedicar su vida entera a la lucha contra el imperio colonial español en Cuba. Años después, en un discurso conmemorativo del 27 de Noviembre en el Liceo Cubano de Tampa, pronunció un discurso famoso que comenzaba con estas palabras: “No graba cincel alguno como la muerte los dolores en el alma, ni ha de olvidar jamás nuestro espíritu oprimido, aquel día terrible, aquella mañana triste cuando el cielo robó ocho hijos a la tierra y todo un pueblo lloró sobre la tumba de ocho mártires”.
Alonso Álvarez de la Campa, José de Marcos Medina, Carlos Augusto de la Torre, Eladio González de Toledo, Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde y Carlos Verdugo fueron ejecutados por el delito de ser cubanos, de ser jóvenes y de ser estudiantes y por lo tanto despreciados por el cuerpo de voluntarios del ejército español, compuesto en su mayoría por analfabetos y enemigos de la población civil criolla. La inmolación de los ocho inocentes fue instigada por esa turba que exigió un segundo juicio porque en el primero no se condenó a los estudiantes con la dureza exigida por los feroces voluntarios. Esa atrocidad jurídica hizo patente que la colonia española en Cuba, al igual que el presente régimen comunista, solamente podía mantenerse en el poder por el terror y la injusticia.
El fusilamiento de los estudiantes convenció a los cubanos que solamente “la guerra justa y necesaria” que preconizó José Martí era el único camino a seguir para lograr la libertad de Cuba de la tiranía colonial. Esa horrenda verdad convenció a muchos cubanos autonomistas de esa época que trataban de lograr un cambio pacífico con la metrópoli española. Aquellos autonomistas de ayer se asemejan a los que hoy ingenuamente piensan que puedan lograr cambios mediante diálogos con el régimen comunista que oprime a nuestro pueblo.
El capitán español Federico Capdevila, defensor de los estudiantes en el juicio militar en que fueron condenados, hizo una presentación brillante tratando de salvar el honor de España de la mácula creada por la desvergonzada acción del Cuerpo de Voluntarios de La Habana, precursores de las despreciables turbas procastristas que hoy atropellan y abusan a los disidentes y las dignas Damas de Blanco. Pero a pesar de esa honesta excepción, la colonia española salió de Cuba deshonrada y manchada por el lodo y la sangre del infame crimen del 27 de noviembre de 1871.
Este infortunado hecho histórico sirvió para robustecer el deseo de los patriotas criollos de expulsar de Cuba la dominación española, que solo podía brindarles opresión e injusticia. Los campos de Cuba se llenaron de patriotas dispuestos a entregar sus vidas en aras de la libertad y la guerra que había comenzado tres años atrás se extendió por siete años más. Aunque terminó en 1878 con la Paz del Zanjón, se reanudó en 1895 bajo la guía heroica de José Martí, hasta que el 20 de Mayo de 1902 la bandera de la estrella solitaria se izó en la Fortaleza del Morro de La Habana, proclamando al mundo el nacimiento de la nueva república libre y soberana. Desdichadamente, esa república duró solamente 57 años y en 1959 cayó en las redes del oprobioso comunismo internacional, que hoy mancilla y oprime a Cuba con una horrible y sangrienta tiranía.
DANIEL F. CALDERÍN
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Parque de Bejucal, Cuba
Recordando el 27 de noviembre
Los monumentos en Cuba que conmemoran el funesto acontecimiento
No vamos a entrar al análisis, tantas veces realizado, sobre la inocencia de los estudiantes en cuanto a desacralizar la tumba de Gonzalo Castañón, ni tampoco sobre la culpabilidad de los mismos, también múltiples veces reiterada, en cuanto a jóvenes amante de su patria. Vamos a referirnos a los monumentos que recuerdan esos funestos hechos.
Descontemos de entrada el parque “27 de noviembre”, que, con sus bloques de concreto en las inmediaciones de San Lázaro e Infanta, no podemos considerar propiamente un monumento y empecemos por el primero que fue erigido en la fosa común que originalmente existió en el Cementerio de Colón[1], este pequeño y simple monumento, hoy desaparecido, dio paso con el traslado de los restos a un lugar más adecuado a uno de los ejemplos escultóricos de interés en el camposanto de 12 y Zapata.
La primera obra escultóricaEn 1889 por cuestación pública se erigió la tumba definitiva, esta tarea la llevó a cabo, con el fervor que lo caracterizaba, Fermín Valdés Domínguez, quien pagó de su peculio el lote de terreno donde se erigió el panteón. La obra escultórica fue realizada en mármol de Carrara, por el escultor cubano José Vilalta Saavedra.
Este escultor mulato, radicado en Roma, dejó entre otras obras, el grupo escultórico que preside la entrada al cementerio y que representa las tres virtudes teologales, creado en 1904; el Martí del Parque Central en 1905 [con su errónea representación del escudo nacional y el conjunto escultórico conocido como el panteón de ‘La Milagrosa’. Estas son sus obras más conocidas, todas ellas reflejando cierto espíritu romántico con reminiscencias del clasicismo greco-romano.
La segunda obra escultóricaLa segunda obra en rememoración de los estudiantes de medicina se la debemos también a Fermín Valdés Domínguez, aunque de manera indirecta. A mediados de 1901 el gobernador norteamericano Leonardo Wood dio la orden de demoler el antiguo edificio conocido como “Barracón de los Ingenieros” en los terrenos del Castillo de La Punta, uno de los paños del mismo había sido utilizado como paredón de fusilamiento. Valdés Domínguez se personó antes el general y solicitó mantener un fragmento del muro a lo cual Wood accedió y felicitó el interés de salvaguardar la historia del país.
En 1908 el Ayuntamiento habanero decide levantar un monumento en ese lugar y se enfrenta a la Havana Electric Railway Co. que poseía para esos momentos los terrenos y se opuso tenazmente a cederlos. Pero la controversia se solucionó, gracias a la presión popular, y se erigió un templete que rodea y cubre el paño del muro. El mismo consiste de una planta octogonal sobre la que se alzan ocho columnas dóricas, además se añadió una placa en mármol en recordación de los caídos.
Una obra en el poblado de Colón, MatanzasConsiderada como la única obra dedicada a los estudiantes en el interior del país, la misma fue realizada a finales de los años 40 por el escultor Fernando Taboada quien dejó una extensa obra de retratos y pequeños grupos escultóricos, [murió en 1980 ciego y olvidado en su taller del Cotorro] entre ellas se destaca el grupo que creó en la tumba de Ms. Ryder y su perro Rinti, ella fue la fundadora del Bando de Piedad en Cuba, y su perro se negó a abandonar la tumba hasta morir de inanición. Decenas de bustos, incluyendo, entre otros a Maceo, Hemingway, Finlay, dejan constancia de sus excelencias como retratista.
La obra de Taboada la podemos considerar dentro del estilo art-deco y se caracteriza por las formas redondeadas y ondulantes; la dedicada a los estudiantes refleja un hada, o similar, que con sus cabellos flotando solo deja visible los rostros de los ocho estudiantes a los cuales intenta proteger con sus brazos extendidos alrededor. Es una bella representación, aunque en un modesto emplazamiento.
El tributo secretoEntre los estudiantes acusados se encontraba el bejucaleño Isidro Zertucha Ojeda, para su suerte en el ‘justiciero’ sorteo sólo le tocaron 4 años de prisión, y recibió indulto, a regañadientes, el 10 de mayo 1872, junto con el resto de los supervivientes, gracias a la reacción del pueblo madrileño ante la injusticia cometida. Su hermano Máximo pudo huir y no ser encausado terminando sus estudios en México; en 1896 se unió a las tropas mambisas llegando a ser el médico de Antonio Maceo, redactando el acta de defunción del mismo.
Isidro Zertucha también terminó sus estudios convirtiéndose en un respetado y querido médico en su Bejucal natal. A finales de 1880 pasó a ser regidor del ayuntamiento, ocupando posteriormente el cargo de alcalde, en 1887 estuvo entre los firmantes de la carta de agradecimiento a Fermín Valdés Domínguez por toda su labor reclamando justicia para los estudiantes asesinados.
En su breve estadía como alcalde dispuso la remodelación de la Plaza de Armas y para ello destinó parte de los fondos de la municipalidad, más los suyos, a erigir una estatua que sería la figura central del parque.
La escultura la realizó José Vilalta Saavedra, de quien ya hemos hablado, y representa a una diosa de la justicia sin venda, sosteniendo una balanza inclinada a la izquierda, ¡qué casualidad! Los bejucaleños la llaman afectuosa y jocosamente: la bodeguera.
A esta escultura la rodean ocho palmas y ocho grandes florones en bronce el mismo material empleado en la balanza, aunque la estatua es de mármol de Carrara blanco. El significado de este monumento es evidente, aunque Zertucha nunca lo admitió... ni lo desmintió.
Zertucha fue depuesto de su cargo en 1896 por su apoyo a las fuerzas de Máximo Gómez cuando se produjo el intento de toma de Bejucal por el ejército mambí. Recuperó el cargo de alcalde en 1899 por la Orden 91 del gobierno militar y en ese mismo año formó parte del grupo de exhumación de los restos de Maceo y Panchito Gómez Toro que encabezaba el generalísimo Máximo Gómez.
Isidro Zertucha se mantuvo vinculado a las ideas autonomistas, a diferencia de su hermano Máximo que era independentista, ambos eran patriotas devotos y de probada dedicación y desarrollaron, uno en Bejucal y el otro en Melena del Sur, una extensa labor sanitaria y cultural.
Pero Isidro, como ya mencionamos, jamás dio su brazo a torcer en relación al monumento, que de él aceptar lo que es evidente le quitaría al pueblo de Colón la primacía por la posesión del único monumento a los estudiantes en el interior del país, ya que Bejucal tiene uno y desde el siglo XIX.
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