En una dictadura se impone la censura a la libertad de expresión y a la prensa porque el gobierno del caso quiere impedir que se digan ciertas cosas. En cambio un gobierno totalitario va mucho más allá: necesita que se piense y se diga una sola cosa sobre cualquier cosa.
'La verdadera prensa de Cuba'
Los Ángeles - Desde sus orígenes en el imperio romano, con las cartas-crónicas de Plinio el Joven, luego con la imprenta de Gutenberg y las hojas volantes que daban noticias, y a partir del siglo XVI con los periódicos impresos hasta nuestros digitales días, los medios han sido cronistas de cada época.
Pero en Cuba, al haberse suprimido la propiedad privada, la prensa es estatal y encima totalitaria. No es cronista de nada. Ese rol de veedor de la realidad lo tiene la emergente y reprimida prensa privada.
Los medios oficiales difunden la falsa realidad que fabrica la dictadura. Son promotores de propaganda ideológica y política. El régimen los utiliza según el principio nazi que hizo famoso a Goebbels: una mentira repetida constantemente se convierte en verdad.
Si algo no me conviene, es mentira, aunque sea verdad, y si me conviene, es verdad, aunque sea mentira. Esa esa es la lógica, leninista y filosóficamente cínica (William James) que aplica el Partido Comunista de Cuba.
Los cubanos menores de 67 o 68 años no tienen idea de que Cuba era una potencia mediática de América Latina. Toda privada e independiente. Con 58 periódicos, la Isla era el tercer país en ejemplares impresos con 129 por cada 1.000 habitantes, solamente detrás de Argentina y Uruguay (180).
Con un millón de radiorreceptores, Cuba ocupaba el primer lugar per cápita en Latinoamérica y el octavo mundialmente, según la ONU. Era pionera continental de la TV. Tenía 126 revistas semanales y 160 radioemisoras. El 6 de febrero de 1958 la revista Bohemia tiró 503.000 ejemplares. Ningún otro medio impreso en Latinoamérica alcanzó tal cifra.
Pero llegó el Comandante y en vez de cumplir su promesa de restablecer la libertad de prensa y de expresión, las suprimió de cuajo. Estatizó todos los medios, que desde entonces distorsionan la realidad y desinforman para mantener en la ignorancia al obediente "hombre-masa" del que hablaba Ortega y Gasset.
Fue roto el monopolio de la mentira
Los futuros historiadores que intenten conocer las entrañas del castrismo no encontrarán nada en los medios oficiales. Sí contarán, en cambio, con la información y los testimonios de pueblo acumulados por periodistas independientes de dentro y de fuera de Cuba.
Y es que el monopolio interno de la mentira fue roto gracias a la valentía y el patriotismo de profesionales del periodismo, con el concurso de las nuevas tecnologías. Hoy, con los "paquetes" de TV, los teléfonos celulares, los memory flash y las redes clandestinas de wifi, son cada vez más los cubanos que conocen mejor la realidad del país y del mundo.
Una muestra se vio con el huracán Irma. Hubo tardanza oficial en informar y ocultamiento inicial de daños. Fueron los medios privados los que describieron los destrozos e informaron de protestas callejeras y la indignación de la población ante el abandono oficial. La prensa estatal reportaba algunos daños aislados, pero convoyados con loas al régimen y repitiendo "que la revolución no dejará a nadie desamparado".
Casi todas las imágenes con detalles de la destrucción fueron tomadas por periodistas independientes o simples ciudadanos teléfono en mano. Fueron los que informaron sobre la falta de agua y de electricidad, y que Raúl Castro increíblemente no dio la cara en ningún momento. Porque es la prensa independiente la que escucha en las calles las quejas de la gente.
Pese al lento avance de internet, han proliferado blogs y medios digitales independientes y críticos de la dictadura, con una variada orientación editorial. Se financian lo mismo con dinero privado enviado por emigrados cubanos, que con ayudas de instituciones internacionales. El régimen se ensaña con ellos porque ya no puede engañar a todos todo el tiempo.
¿Ética en el periodismo castrista?
El colmo es que el Artículo 7 del llamado Código de Ética de la oficialista Unión de Periodistas de Cuba, dice: "No es ético en el ejercicio de la profesión el triunfalismo, el hipercriticismo y la manipulación de la información."
¿No es "triunfalismo" publicar loas a un Gobierno que convirtió al país en una gigantesca cárcel y que ya suelta los pedazos totalmente en ruinas? ¿Es o no "manipulación" silenciar lo que no conviene a la dictadura, o culpar al "bloqueo" del desastre socialista?
De qué "hipercriticismo" habla la UPEC si la prensa estatal es la más aduladora de gobierno alguno en la historia de las Américas. ¿Es "ético" acusar de propaganda enemiga y meter en la cárcel a un periodista, o confiscarle sus medios de trabajo, por criticar al Gobierno, cosa que hacen diariamente todos los periodistas en el mundo normal?
El gremio periodístico oficial debiera avergonzarse de ser cómplice, como entidad colegiada de más de 2.100 profesionales, de someterse a una tiranía que viola el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión."
La prensa que cuenta es la privada
A fines de los años 80 y principio de los 90, cuando no había celulares, Twitter, Facebook, o computadoras en Cuba, renació la prensa privada. Sin tener todas las herramientas técnicas a mano, un pequeño grupo de hombres y mujeres se desgajaron del imperio mediático comunista e iniciaron el periodismo independiente, que se fue nutriendo con comunicadores de alto nivel profesional.
Luego se disparó con las nuevas tecnologías y se sumaron incluso recién graduados de la universidad que rechazan ser esclavos mediáticos del PCC. Hoy ese periodismo libre lo integran más de 200 profesionales que viven bajo acoso. Con arrojo admirable desafían la represión y plasman la dramática realidad del país.
Hoy las noticias de Cuba que afectan al cubano de a pie, o revelan la crisis permanente de la sociedad, la represión y la desesperanza de la gente, son conocidas por lo que informan los periodistas independientes. Ellos son la verdadera prensa cubana. Sus investigaciones, fotos, videos y denuncias recorren digitalmente los cinco continentes.
Eso no lo perdona la tiranía. Los persigue, los apalea o encarcela, les quita sus medios de trabajo, les prohíbe viajar al extranjero. Pero su valor y tenacidad se imponen, y gracias a esa prensa independiente las entrañas del castrismo son hoy mejor conocidas que nunca antes. Eso ya no lo para nadie.
Cuando pase el tiempo, los periodistas hoy rechazados por la UPEC serán los que habrán trascendido como un admirable activo histórico y patriótico de Cuba.
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ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES