BARRIO CHINO EN LA HABANA
El ‘arte’ de estafar en Cuba
“Esto no es asaltar a nadie ni matar, es vivir del bobo. Todo el mundo lo hace”
Es un día de trabajo como otro cualquiera. Sin ningún tipo de nervios, Michel se ubica donde mismo lo ha hecho durante los últimos dos meses, a unos diez metros de la CADECA (establecimientos para el cambio de moneda), y espera por que aparezca su objetivo.
El negocio de Michel es complicado y por tanto él lo considera todo un arte que requiere de dotes especiales, casi al mismo nivel que la prestidigitación, de la cual ha debido extraer algunas técnicas, según él mismo reconoce entre bromas y alardes de habilidad.
Michel, con 48 años de edad, no le tiembla la voz para reconocerse como un estafador “profesional” y ha vivido del engaño casi toda su vida. Incluso, como reincidente en el delito, ha guardado prisión en varias ocasiones.
En el barrio de Centro Habana donde vive, muchos saben quién es Michel y lo que hace, sin embargo, lo respetan porque “jamás ha estafado a un cubano, lo de él son los extranjeros y ese tipo de gente”, según afirma Ofelia, su actual esposa, quien a veces le hace “la pala” (cómplice) en “trabajos dificultosos”.
“Esto no es asaltar a nadie ni matar, es vivir del bobo. Todo el mundo lo hace. De una manera o de otra pero todo el mundo lo hace, lo que pasa es que cuando te lo hacen a ti es cuando duele. Claro que a mí me duele, me duele no, me molesta que me estafen pero ¿qué tengo que hacer? Estar a la viva, si me mareo un poco ya tú sabes”, considera Ofelia.
Una dinámica cotidiana
Aunque la estafa es un delito universal, sabemos que adquiere diversas formas de acuerdo con el contexto socioeconómico y que quienes la practican, en ocasiones se aprovechan no solo de la ingenuidad de las personas –más que del desconocimiento de la realidad donde interactúan–, sino, además, de la fragilidad del sistema legal y la incapacidad de las instituciones para rellenar esas grietas donde se instalan y reproducen los malhechores.
En Cuba estafar y ser estafado se ha convertido en una dinámica cotidiana en la medida que se agudiza la crisis económica, se resquebraja el control por parte de las instituciones estatales y el ciudadano es arrojado a una encrucijada de sobrevivencia o muerte, no importa si física o social.
El fenómeno ha alcanzado niveles preocupantes en tanto para una buena parte de la población algunas formas de la estafa no son consideradas como tal, sino más bien como estrategias circunstanciales para ganarse el sustento e incluso como actitudes “chistosas” a las que todos estamos expuestos.
El malo a la tienda, el bueno al mercado negro
Eduardo, que no es su nombre real, trabaja en un almacén de productos averiados perteneciente a una conocida red de tiendas estatales. Desde hace varios años, según él mismo afirma, su negocio consiste en trocar como nuevos, en el mercado regular, aquellos electrodomésticos que son descartados por problemas técnicos.
Entre él y el mecánico de la empresa, se dedican a reparar los equipos para más tarde intercambiarlos por aquellos otros en buen estado técnico, que finalmente terminan por ser vendidos en el mercado negro.
“Yo vendo los buenos, y en la tienda venden el reparado, como si fuera nuevo”, dice Eduardo entre risas: “Así que no te fíes de comprar en la tienda, ni en la garantía ni nada de eso, a no ser que abran la caja delante de ti, pero si das media vuelta nada más, ahí mismo te van a dar el golpe. Es comprar y llevártelo. Conmigo puedes estar seguro de que es nuevo nuevo, con garantía y todo”, asegura Eduardo.
Un día nos toca ganar y otro, perder
“Un día nos toca ganar y otro, perder”, así lo resume Noel, un joven santiaguero de 24 años, que llegó a La Habana para vivir de la estafa, aunque no se reconozca como un estafador y hasta confunda las fronteras entre el ladrón y el timador.
“Eso es una palabra demasiado fuerte. Yo no soy un estafador, mira, tu puedes dejar tu cartera ahí que nada se te va a perder. A mí nadie me conoce por ladrón, yo no tengo nada que ver con eso”, asegura Noel quien además abunda en detalles de su habitual aventura.
“Mi objetivo son los extranjeros, que se me caiga la mano si yo estafo a un cubano, en primer lugar tendrían que ser imbéciles y segundo, no me gusta abusar pero con los extranjeros es distinto, todos son unos camajanes y piensan que son unos vivos y que se las saben todas. Yo no te digo que a veces caiga un cubano pero ya tú sabes de qué cubanos yo hablo, ese que viene haciéndose, especulando. Tú siempre me vas a ver por aquí (La Rampa), tranquilo, sin caerles arriba, ellos solos vienen y a veces me piden chicas, chicos, yerba (cannabis), a veces es que los lleve a una paladar, a una ripiera (prostíbulo), a un alquiler discreto entonces yo voy haciendo amistad y los llevo a donde yo sé. No sé, por ejemplo, si la jeva (prostituta) dice 30, yo le cobro 50 al yuma (extranjero); si el gramo de azúcar (cocaína) está en 50, yo se los doy en 70, hasta en 100, la cosa es trabajarlos con la mente, esto lleva mucha mente. Mira, en las paladares siempre hay tres, cuatro cartas (menú), si te ven cara de bobo, te ponen los precios por las nubes, si ven que estás dudoso, entonces te ponen la que es, pero ahí vengo yo para convencerlos de que son buenos precios”, asegura Noel.
¿Estafados por ETECSA?
Más allá de las que pudieran ser consideradas las variantes “más nobles” de la estafa en Cuba, por estar dirigidas a individuos que rebasan los estándares de vida en la isla, existen otras que resultan mucho más dañinas en la vida de los cubanos de a pie.
En ese grupo pudieran ser incluidos los delitos, constantemente denunciados en la prensa independiente, de robo de saldo telefónico en los puntos wifi. Una realidad que pareciera no importar ni a la única empresa telefónica autorizada a operar en Cuba, ETECSA, quien continúa ofreciendo a sus clientes una red no segura, ni a la prensa oficialista, a juzgar por la ausencia de reportajes al respecto.
“No es un robo, es una estafa. Si no autorizada, al menos propiciada y hasta cierto punto tolerada”, afirma Lidia Coronado, una víctima de esta forma de ¿estafa?: “¿Por qué no lo considero un robo? Porque si el acto de robar mi saldo fue un robo por parte de alguien que ni conozco, el modo en que lo hace esta persona es amparado en los servicios deficientes de ETECSA, deficientes a consciencia. Ellos (ETECSA) saben que te están ofreciendo una red insegura, expuesta no solo a que te expíen sino a que te pirateen constantemente, a que te roben y no se pronuncian al respecto, no hay una forma para demandarlos por exponerte al peligro. En Cuba, que te roben un CUC de saldo debería ser considerado un delito grave cuando eso equivale al pago por una jornada de trabajo completa”, considera Lidia.
Aprender a estafar
Kevin es graduado de la Universidad de Ciencias Informáticas de La Habana (UCI). Durante un tiempo, incluso mientras fue estudiante, vivió de ese mismo delito denunciado como estafa por Lidia. Según este joven de 28 años de edad y que actualmente trabaja en el sector del turismo, el robo de saldo es una práctica muy común entre los estudiantes de la UCI.
“Es una de las primeras cosas que uno aprende porque es muy fácil hacerlo”, afirma Kevin: “La de ETECSA es una red que prácticamente está hecha para ese tipo de cosas, no hay grandes dificultades ni se necesita de demasiados conocimientos. Hay robo, eso es verdad, pero en todo caso el mayor problema lo tiene ETECSA al no advertir a los clientes que pueden ser robados, precisamente por un problema que no quieren resolver, que no les conviene resolver”, explica Kevin, para quien las habilidades adquiridas en su etapa de estudiante le han llevado a explorar otros caminos de la estafa en Cuba.
“En el turismo, por ejemplo, se ha visto que se alteran las cuentas en los hoteles, que se extrae más dinero del debido de las tarjetas de crédito. No, no siempre tiene que existir un acuerdo entre el informático y el carpetero, por ejemplo, depende del nivel de independencia que tenga el sistema que usen, pero un informático puede sin ningún problema desviar pequeñas sumas, casi indetectables, hacia una cuenta en el exterior. No pasa nada, sobre todo en temporada alta. Un dólar que le quites a este y otro a aquel, nadie se da cuenta. Está el caso de hace ya algunos años de un carpeta del (hotel) Habana Libre, lo que sacaba eran centavos de las tarjetas, y así estuvo años en eso. Lo cogieron porque eran otros tiempos, ahora hay formas de hacerlo sin que nadie sospeche, te lo digo yo”, asegura Kevin.
Al no existir una política de trasparencia por parte del gobierno ni una ley de acceso a la información que permita al ciudadano conocer el estado real de la situación, se torna muy difícil asegurar, sin el amparado en datos policiales y judiciales, si en los últimos tiempos ha existido en la isla un incremento de los casos de estafa, no obstante, una mirada rápida al entorno permitirá percatarnos de cuán alarmante es la situación y, lo que es peor aún, cuán adaptados estamos los cubanos a ella.
La cartomántica que, sin habilidades, consulta en medio de un parque; el prestamista que nos enreda en una deuda interminable, el fabricante de habanos falsos, el contrabandista que nos da gato por liebre, el abogado de vivienda que nos tiende una trampa, el reparador de celulares que nos infecta el móvil con aplicaciones “raras”, así hasta llegara el sistema político-económico que fabrica dos realidades muy diferentes en base a dos monedas que pretende equiparar al dólar.
Desde aquellos que con unas chapas y una esfera de papel hacen juegos de azar en cualquier esquina, en un bar de mala muerte o en el transporte público, solo para atrapar al incauto, hasta aquellos otros que se inventan un personaje o hasta se escudan en su condición de funcionarios públicos para obtener beneficios extras, todos son expresión de una crisis que se agrava cada día, más en un entorno como el cubano donde mercado negro, instituciones estatales, funcionarios y estafadores van de la mano, dependiendo unos de los otros.
DESDE LA HABANA PARA EL MUNDO 'ERNESTO PÉREZ CHANG'
ACERCA DEL AUTOR
Ernesto Pérez Chang (El Cerro, La Habana, 15 de junio de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana. Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de Compostela. Ha publicado las novelas: Tus ojos frente a la nada están (2006) y Alicia bajo su propia sombra (2012). Es autor, además, de los libros de relatos: Últimas fotos de mamá desnuda (2000); Los fantasmas de Sade (2002); Historias de seda (2003); Variaciones para ágrafos (2007), El arte de morir a solas (2011) y Cien cuentos letales (2014). Su obra narrativa ha sido reconocida con los premios: David de Cuento, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en 1999; Premio de Cuento de La Gaceta de Cuba, en dos ocasiones, 1998 y 2008; Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, en su primera convocatoria en 2002; Premio Nacional de la Crítica, en 2007; Premio Alejo Carpentier de Cuento 2011, entre otros. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales cubanas como la Casa de las Américas (1997-2008), Editorial Arte y Literatura, el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de Redacción de la revista Unión (2008-2011).