“La objetividad es un mito de la civilización”
Cómo destruyó Fidel Castro a la prensa libre en Cuba
Cuando era obrero no había socialismo, pero había patatas. Ahora que hemos construido el socialismo no hay patatas
—Nikita Jruschov, 20 Congreso del PC, 1956
Hay una relación directa entre el desarrollo intelectual de la población y la libertad de prensa. No es el único factor para ese desarrollo, por supuesto, pero relacionadas la falta de libertad de prensa con otros factores, como la anulación de la libertad de cátedra, por ejemplo, el proceso de deterioro general es inevitable. Si a ello le sumamos la persecución políticael resultado se llama desastre. Esto es lo que ha sucedido en Cuba desde 1959 y es lo que nos proponemos revisar, aunque únicamente en lo que se refiere a la destrucción de la prensa libre, si bien de manera sucinta.
¿Puede alguien nombrar a un arquitecto, un economista, un poeta, un científico, un intelectual cubano, que viva en la isla, que se pueda parar en cualquier foro mundial, Davos, OCDE, UNESCO, y ofrecer alternativas para mejorar la calidad de vida de la humanidad? Países como Colombia, Estados Unidos, India, España, México, Costa Rica, Brasil, Perú o Suiza tienen personajes de talla mundial en diversas disciplinas que participan en foros multinacionales y ofrecen sus conocimientos y talento para hacerlo. Esos científicos, políticos, intelectuales, se saben y sienten parte de la comunidad internacional y en las sociedades libres es natural que las personas destacadas, y también las que no tanto, encuentren la posibilidad de desarrollar sus habilidades mayores. Éste no es el caso de Cuba durante el último medio siglo.
En una dictadura se impone la censura a la libertad de expresión y a la prensa porque el gobierno del caso quiere impedir que se digan ciertas cosas. En cambio un gobierno totalitario va mucho más allá: necesita que se piense y se diga una sola cosa sobre cualquier cosa. En una dictadura (se puede documentar) pueden convivir diferentes visiones para distintos asuntos. El arte y la religión, por ejemplo. Lo que no la hace mejor ni preferible, por supuesto. En contraposición, un gobierno totalitario sólo admite una sola visión para todas las cosas. Empezando con el arte y la religión. En los totalitarismos sólo existe una fuente ideológica, de información y dirección: el Caudillo-Estado. El peor ejemplo, aunque modélico en su nefasta especie, es Stalin. Una dictadura no necesariamente se adueña de toda la prensa, aunque hace todo lo posible para controlar la información y la libertad de expresión. Un gobierno totalitario lo tiene que hacer y la manera más eficaz de hacerlo es apropiarse totalmente de la prensa. Huelga reiterarlo: ambos sistemas de gobierno son a cual más de infames.
En los países que viven o vivieron bajo un gobierno totalitario, Cuba, Corea del Norte, la Alemania nazi, la URSS, a menudo se habla de los ciudadanos como “no-personas”, porque al cancelarse la capacidad de pensar para la población (el Caudillo-Estado se encarga de hacerlo) el principio cartesiano de cogito ergo sum desaparece y su lugar lo ocupa el “no pienso luego no existo”. Y la gente termina por no pensar por sí misma y dejar de ser. Su único producto legítimamente personal es la proyección de su propia sombra. Los totalitarismos ignoran que la sociedad sólo es la suma de las individualidades y el concepto “sociedad” es más un recurso metodológico para pensar en los asuntos generales que una entidad en sí misma. Como tal, la “sociedad” no existe: existen los individuos. Por ello es un despropósito pensar en “la sociedad” como un cuerpo único, con vida propia, susceptible de ser “moldeado”.
El lamentable caso de la Cuba contemporánea es una más de las nefastas consecuencias del totalitarismo comunista, términos históricamente redundantes. La política, la educación y la vida diaria, convertidas en doctrina fundamentalista desde 1959, destruyeron la posibilidad de que los ciudadanos se desarrollaran en el campo intelectual o material de su preferencia. Cubanos de extraordinario talento en diferentes áreas de la actividad humana existieron antes de 1959, no obstante que entonces era un país de seis millones de habitantes: Finlay, Carpentier, Capablanca, Lecuona, Bacardí, Cabrera Infante, Martí, Lam, Goizueta, Lezama. De Beny Moré a Pérez Prado y Arturo Sandoval, la música popular y el jazz merecerían capítulo aparte. A partir de 1959 bajo el régimen castrista no ha surgido una persona de talla mundial que viva en la isla. Los dos o tres buenos hospitales cubanos que existen son exclusivamente para la cúpula castrista y el turismo revolucionario chic, también minoritario. Los dirigentes cubanos viajan al extranjero, tienen el refrigerador lleno de alimentos, automóvil, papel sanitario y duermen a veintiún grados centígrados. La libreta de racionamiento y la pobreza es para los demás. Bajo las suelas de la cúpula castrista hay una auténtica sociedad sin clases: todos son pobres. Parece que por miserable que sea un país los gobiernos totalitarios siempre tienen dinero suficiente para el bienestar material de la cúpula gobernante. La educación es un fracaso porque desde 1959 está al servicio de la ideología comunista, no del desarrollo general.
En Cuba, en 1958, junto a periódicos y revistas gobiernistas, existía una dinámica y moderna prensa libre. Fulgencio Batista encabezaba un gobierno de facto desde 1952. Dos años después simuló unas elecciones de las que resultó “electo” presidente de la república. La prensa libre y la sociedad cubana de entonces no le perdonó nunca que hubiera violentado la Constitución para llegar al poder. Durante las primeras horas de la madrugada del 1 de enero de 1959, semanas antes de terminar su gestión, Fulgencio Batista escapó del país. Más que a los tiros y los muertos —que afortunada y relativamente fueron pocos—, los atentados terroristas, el incendio ocasional de los cañaverales y la guerrilla inclusive, el triunfo de la Revolución se le debía a la prensa libre cubana que apoyó abiertamente a Fidel Castro, le ganó la simpatía popular y socavó por completo la posición y la figura pública de Batista.
Operación Verdad
Dos semanas después de haber tomado el poder en 1959 Fidel Castro lanzó la llamada Operación Verdad. Se organizó en La Habana en el entonces espléndido Hotel Riviera una reunión internacional de periodistas. Así surgió Prensa Latina y su director, el argentino Ricardo Masetti, a quien trajo de su país el Ché Guevara. Prensa Latina es desde entonces el aparato de propaganda internacional de Fidel Castro. Es la versión tropical de la Agitprop soviética. A la reunión internacional de La Habana acudieron cerca de cuatrocientos periodistas del continente, entre los que estaban Gabriel García Márquez, Fernando Benítez (1910-2000) y Carlos Fuentes. Todos fueron atendidos a cuerpo de rey en unas instalaciones lujosísimas que también para los anfitriones resultaron gratuitas. El día 22 de enero Fidel Castro “sostuvo un largo encuentro con los periodistas extranjeros en el Copa Room”, dicen las páginas castristas en internet. Aquel VTP demostró más eficiencia que los viejos cañonazos obregonistas de cincuenta mil pesos: Fernando Benítez, en todos los suplementos culturales que dirigió sólo publicó elogios para Castro; nunca permitió que se publicara la menor crítica a la Revolución cubana. García Márquez y Fuentes jamás han publicado ni el más tímido apunte a los abusos de Fidel Castro y su asalto contra la prensa libre cubana, que ya ocurría cuando ellos se tomaban los mojitos con el dictador en el Copa Room. Han callado siempre las agresiones y los asesinatos (por decenas de miles) contra la población. En otras partes del continente y en Europa ha sucedido lo mismo con muchos de aquellos periodistas invitados a Cuba. There is not such a thing as a free lunch, dicen los estadounidenses.
CONTINUARÁ