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General: Otro aniversario del fallecimiento de Reinaldo Arenas, escritor cubano
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: SOY LIBRE  (Mensaje original) Enviado: 07/12/2017 15:08

'CUBA SERÁ LIBRE, YO YA LO SOY'
Las últimas palabras del escritor cubano Reinaldo Arenas

VIDA, PASIÓN Y MUERTE EN DOS APARTAMENTOS 
Han pasado 27 años de que el escritor cubano anticastrista Reinaldo Arenas (julio, 1943 – diciembre, 1990), falleció por propia mano en Nueva York. Arenas, que padecía sida, se escapó del hospital donde se encontraba internado a causa de su dolencia y se encerró en su domicilio, donde cortó toda comunicación con el exterior y donde le encontró muerto su asistenta, junto con instrucciones sobre a quién debía llamar y sus disposiciones últimas.

El acto para escribir fue su principal herramienta de protesta contra los abusos cometidos por el régimen castrista y que sus constantes denuncias en torno al maltrato de los homosexuales en Cuba, la falta de libertad y la presión con la que el régimen silenció u obligo a los escritores a que escribieran a su favor, fueron los temas recurrentes en toda su obra, que abarcó la novela, el cuento, los géneros autobiográficos, el ensayo, la poesía y el teatro.

Reinaldo (como le gustaba que escribieran su nombre y al acortarlo lo convertía en rey) no sólo fue uno de los más reconocidos escritores cubanos, sino uno de los más importantes escritores hispanoamericanos del siglo XX, así como unos de los pocos escritores que manifestó sin tapujos su homosexualidad y que incluso militó con ella.

Aquel 7 de diciembre de 1990, terminó la vida de aquel escritor, que en 1980 optó por salir de Cuba durante el Éxodo de Mariel para vivir en el exilio gran parte de su vida, ya como un escritor reconocido internacionalmente, residiendo primero en Miami, a donde llegó ese mismo año, y más tarde a la ciudad de Nueva York, permaneciendo ahí hasta su muerte.

“En Nueva York he podido casi terminar un ciclo narrativo que desde que tenía 18 años en Cuba soñaba con realizar”, se lee al principio de una entrevista concedida en 1991 a la doctora cubana en filosofía, Perla Rozencvaig, y publicada días después de la muerte del escritor cubano en la revista Vuelta, dirigida y fundada por el poeta mexicano Octavio Paz.

En aquel encuentro de valor histórico, Rozencvaig y Arenas, rememoran su obra y el exilio que le permitió al escritor cubano la construcción narrativa de un sujeto que, a pesar de su incesante lucha, nunca encontró lugar en su propio tierra. Él asevera –en la entrevista- que su estancia en la isla, se había convertido en una lucha interminable contra la censura de su obra, al grado de ser imposible encontrar un lugar donde guardaría sus manuscritos.

“Cuando salí de Cuba sólo había publicado tres libros, El palacio de las blanquísimas mofetas, cuya publicación coincidió con mi salida del país, Celestino antes del alba, el único publicado en Cuba y El mundo alucinante que se publicó en México”.

Para Reinaldo su llegada a Nueva York -relata en el texto- fue su principal afán literario, pues pisar tierras estadunidenses fue terminar un ciclo de cinco novelas que abarcaba la realidad cubana desde una época anterior a la revolución hasta el final del castrismo, “ya en un mundo verdaderamente alucinante donde la represión y la lucha por la libertad se entrelazan”.

El color del verano fue la novela póstuma en la que Reinaldo no solo constituye una de las muestras más complejas y turbadoras de la narrativa cubana del exilio, sino además constituye una venganza literaria y política, un sarcasmo contra quienes figuran en el actual mundo literario o político cubano, una provocación homosexual elaborada con elementos autobiográficos, parodias, relatos, ejercicios de estilo, donde la Tétrica Mofeta -uno de los personajes de la obra- es su propio apelativo, que se transforma o se prolonga en varios personajes, aseguró en la entrevista Reynaldo Arenas, al preguntarle su similitud con aquel personaje.

“La Tétrica Mofeta es un homosexual que vive en Cuba y es víctima de todo tipo de persecuciones; no obstante, intenta escribir una novela que el gobierno confisca para destruir”.

En el diálogo, el también autor de Con los ojos Cerrados y Antes que anochezca, considera que toda obra es un acto de complicidad entre uno y el lector. Que son los mismos lectores lo que deben asimilar lo que pueden o quieren; por lo tanto el libro es un objeto cambiante.

“Es lo interesante, lo que hace que una obra de arte sea inagotable. Cada lector inventa su propia novela. Uno le da una serie de símbolos, señales, penas, esperanzas y terrores que después organiza según su sensibilidad”.

A final de la entrevista, el escritor cubano, le aseguraba a la Rozencvaig sentirse feliz, dejando su figura, sus personajes en cada una de sus obras, que para él fueron, sencillamente el sentido de su vida.

“Me siento muy feliz de haber podido terminar, o casi terminar, porque uno nunca termina, ni siquiera con la muerte, el ciclo literario que había trazado. Tal vez un probable lector de mi obra diga: Cuánto sufrió esta gente Qué mundo tuvieron que vivir. Cuánta piedad sentimos por ellos”.

JACQUELIN RAMO                           



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 07/12/2017 15:24
Medio siglo después del alba
CUBA SERÁ LIBRE, YO YA LO SOY

Reinaldo Arenas no era un bicho raro, ni un monstruo descomunal que aterrizó en un paracaídas rosado, en el verano de 1943, en Aguas Claras, en el oriente de Cuba y se envenenó después, enfermo y solo, en una Nueva York helada y ajena, bajo las nieves de diciembre de 1990. No. Él era nada más que un muchacho talentoso, hijo de una familia de campesinos muy pobres, un tipo irreverente y sin miedo que amaba la libertad, la literatura y los hombres.

Arenas fue un escritor extraordinario, un inventor de sueños desbordado de imaginación y un testigo sincero de la realidad de su país, que escribía en un idioma español que dominaba, a su manera, y que aprendió, en los años 60, mientras trabajaba como limpiador de pisos y escribidor clandestino de cuentos con faltas de ortografía en la Biblioteca Nacional en La Habana.

Entre esos relatos que pergeñaba detrás de sus escobas comenzó a surgir una novela. Le puso Celestino antes del alba, la envió a un concurso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en 1967 y se ganó el primer premio. Poco después la publicaron. El autor no sabía que ese sería el único libro que publicaría en el país donde nació porque tampoco sabía que su obra se convertiría en el tiro al blanco de la censura oficial a lo largo del siglo XX. Ahora se cumple medio siglo de aquella publicación.

Todavía con sus escobillones y los cubos de agua con detergente a cuestas, Arenas escribió El mundo alucinante. El libro recibió otra mención en el concurso de la asociación de escritores, pero esta vez no tuvo premio.

El éxito de Celestino antes del alba entre los lectores y la crítica en Cuba hizo que su figura pasara de repente a los primeros planos del mundo cultural y a su ubicación definitiva como enemigo del régimen porque la novela se publicó sin autorización oficial en Francia y por otros dos graves asuntos pecaminosos: su amistad incondicional con escritores que no apoyaban al régimen como José Lezama Lima y Virgilio Piñera y las preferencias sexuales que Arenas defendía y ostentaba en público bajo un sistema machista.

La obra de Arenas desapareció de las imprentas en Cuba. El escritor no existía para el Gobierno. El que existía era el ser humano, el guajiro rebelde que hacía una intensa vida en el perseguido universo de la homosexualidad criolla. Por ese motivo fue arrestado muchas veces y cumplió una condena de dos años en la fortaleza de El Morro, en la capital cubana, y tuvo que trabajar por unos meses en la construcción de viviendas para los técnicos soviéticos que empezaban a llegar Cuba.

Arenas salió de la Isla, por fin, en 1980, por el puerto de El Mariel, con una identidad falsa. Esta vez su homosexualismo le sirvió de pasaporte porque el régimen permitió la salida directa en barcos a Norteamérica a los grupos humanos que consideraba parte de la escoria de la sociedad. El escritor estuvo un tiempo en Miami y luego se mudó a Nueva York. En Estados Unidos vivió los últimos diez años de su existencia.

Los críticos y la academia han inscrito su literatura en la parentela cercana del neobarroquismo. Lo cierto es que una de las características fundamentales de su manera de escribir es que Arenas parte de episodios de la vida real y los transforma con su fantasía, los convierte en sucesos, diferentes, en un nuevo retrato de la realidad.

El escritor cubano Jacobo Machover ha señalado la importancia de esa estancia de Arenas fuera de Cuba porque la mayor parte de su obra fue escrita en condiciones difíciles de acosos y urgencias y porque muchos de sus textos fueron confiscados o destruidos por la policía. Por ello, dice, los volvió a reescribir en el exilio muchas veces "confiriéndoles de paso otra voz, otras palabras o imprecaciones más libres pero con menos matices".

En su afán de ofrecer su visión personal del proceso político que se desarrollaba en su país, Arenas escribió, además de Celestino antes del alba, El palacio de las blanquísimas mofetas, Otra vez el mar, El asalto y El color del verano. En 1987 escribió Antes que anochezca, su autobiografía, llevada al cine por Julian Schnabel. El español Javier Bardem hizo una interpretación de Arenas por la que lo nominaron al premio Oscar al mejor actor.

Arenas publicó once novelas, cuatro libros de cuento, tres cuadernos de poemas y escribió también ensayos y una obra de teatro.
Me hubiera gustado terminar esta nota con unos versos suyos, pero creo que se sentiría mejor si comparto con los lectores las líneas finales de su última carta, firmada en Nueva York, en diciembre de 1990, en la que destaca que de la decisión de suicidarse hay un solo responsable: Fidel Castro.

La misiva termina así: "Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla le exhorto a que siga luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza. Cuba será libre. Yo ya lo soy".

Su leyenda es y será para siempre, ya es eterna.

Este artículo apareció originalmente en el diario español El Mundo.
RAÚL RIVERO


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 07/12/2017 15:47

Reinaldo Arenas: vida, pasión y muerte en dos apartamentos
"Yo pensaba morir en el invierno de 1987", son las primeras palabras del prólogo de su autobiografía. Hablaba del invierno en que una crisis de su enfermedad lo obligó a ingresar en un hospital de Nueva York.


Cuando Reinaldo Arenas interrumpió los devastadores estragos del sarcoma kaposi atracándose con medicamentos y whiskey el 7 de diciembre de 1990 en su apartamento en el centro de Manhattan, no hacía más que dar fin a una escena interrumpida tres años antes.

"Yo pensaba morir en el invierno de 1987", son las primeras palabras del prólogo de su autobiografía. Hablaba del invierno en que una crisis de su enfermedad lo obligó a ingresar en un hospital de Nueva York. Al ser dado de alta regresó al apartamento con pocas intenciones de seguir viviendo. Pero de pronto tropieza con una revelación en forma de un matarratas: "Ya en casa, comencé a sacudir el polvo. De pronto sobre la mesa de noche me tropecé con un sobre que contenía un veneno para ratas llamado Troquemichel. Aquello me llenó de coraje, pues obviamente alguien había puesto aquel veneno para que yo me lo tomara. Allí mismo decidí que el suicidio que yo en silencio había planificado tenía que ser aplazado por el momento. No podía darle el gusto al que me había dejado en el cuarto aquel sobre".

Pero se trataba de algo más que de llevarle la contraria a un enemigo anónimo. La meta antes de que la muerte llegara era concluir con los proyectos que habían obsedido su carrera literaria: concluir el ciclo de cinco novelas que llamaba pentagonía y escribir su autobiografía. Según su recuento, ese mismo día "como no tenía fuerzas para sentarme en la máquina, comencé a dictar en una grabadora la historia de mi propia vida".

Al año siguiente, luego de otra recaída y otro ingreso de vuelta a su apartamento de la vez anterior, (también el de su muerte) tiene lugar la escena con la que cierra su dramático prólogo de Antes que anochezca: "Cuando yo llegué del hospital a mi apartamento, me arrastré hasta una foto que tengo en la pared de Virgilio Piñera, muerto en 1979, y le hablé de este modo: 'Óyeme lo que te voy a decir, necesito tres años más de vida para terminar mi obra, que es mi venganza contra casi todo el género humano'".

Menos de dos años bastaron para arribar a la meta que él mismo se había impuesto.

La ciudad prometida
Al salir de Cuba durante el éxodo del Mariel, Arenas había vivido en Miami poco más de tres meses. Fue entonces que, en agosto de 1980, recibió una invitación para asistir al Segundo Encuentro de Intelectuales Cubanos Disidentes en la Universidad de Columbia.

Al parecer la ciudad lo fascinó al punto de trocar una visita breve en el lugar que viviría el resto de su vida. "Y de pronto, yo que había llegado solamente por tres días a Nueva York, me vi con un pequeño apartamento en la calle 43 entre la Octava y la Novena Avenida, a tres cuadras de Times Square, en el centro más populoso del mundo".

El dramaturgo Iván Acosta escribe que cuando Arenas "llegó a Nueva York vivió 21 dias en mi apartamento del Manhattan Plaza. Luego mi mamá, que era amiga del súper del edificio 333 West calle 43, le consiguió un apartamento en el cuarto piso".

En su autobiografía, ya desencantado de la ciudad, Arenas explica aquella decisión como una mezcla de enamoramiento y autoengaño: "El desterrado es ese tipo de persona que ha perdido a su amante y busca en cada rostro nuevo el rostro querido y, siempre autoengañándose, piensa que lo ha encontrado. Ese rostro pensé hallarlo en Nueva York, cuando llegué aquí en 1980; la ciudad me envolvió. Pensé que había llegado a una Habana en todo su esplendor, con grandes aceras, con fabulosos teatros, con un sistema de transporte que funcionaba a las mil maravillas, con gente de todo tipo, con la mentalidad de un pueblo que vivía en la calle, que hablaba todos los idiomas; no me sentí un extranjero al llegar a Nueva York".

Al año siguiente de su llegada, Arenas seguía insistiendo en las virtudes de la ciudad: "Es una ciudad auténtica. Su autenticidad radica precisamente en el desinterés por esa palabra". Y en 1983 en Mariel, la revista que había fundado junto a otros compañeros de generación, define la relación con la ciudad en términos de tolerancia: "¿Qué otra ciudad fuera de Nueva York podría tolerarnos, podríamos tolerar?".

Seis años más tarde esa tolerancia mutua pasa de ser ―a través de la inminencia de muerte que le trae la enfermedad que ha exterminado a decenas de amigos y conocidos― de Tierra Prometida a terreno baldío y hostil: "Manhattan es una de las pocas ciudades del mundo donde resulta imposible arraigarse a un recuerdo o tener un pasado. En un sitio donde todo está en constante derrumbe y remodelación, ¿qué se puede recordar?"

Dos apartamentos
Aparte de la estancia de las tres semanas iniciales en el apartamento del dramaturgo Iván Acosta, a Reinaldo Arenas se le conocen solo dos lugares de residencia en Nueva York: aquel inicial de 333 W 43rd Street, cuarto piso, donde vivió entre 1980 y 1983, y el del 328 W 44th Street, situado a una cuadra de distancia del anterior, "en un sexto piso sin ascensor", según describe el propio Arenas.

En esos lugares debió producir la mayor parte de su obra. Desde reescribir libros que le habían sido incautados por la Seguridad del Estado, como es el caso de Otra vez el mar, hasta producir la mayor parte de sus narraciones. A su estancia en el apartamento de la calle 43 corresponden la aparición de las novelas Cantando en el pozo (versión revisada de su ópera prima Celestino antes del alba), y Otra vez el mar y la colección de cuentos Termina el desfile. A su estancia en el apartamento de la calle 44 le corresponde la escritura de las novelas El portero, El asalto, La Loma del Ángel y El color del verano, además de colecciones de poemas, cuentos, artículos y su famosa autobiografía.

En esa autobiografía deja constar, entre tantas cosas, las causas de su salida del apartamento de la calle 43. "[E]n 1983 el dueño el edificio en que vivía decidió echarnos del apartamento; quería recuperar el edificio y necesitaba tenerlo vacío, para repararlo y alquilarlo por una mensualidad mayor a la que nosotros pagábamos". El dueño, según Arenas "se las arregló para rompernos el techo de la casa y el agua y la nieve entraban en mi cuarto", de manera que "no me quedó más remedio que cargar mis bártulos y mudarme para el nuevo tugurio", el apartamento de la 44.

Entre el mar y la buhardilla
"El mar es nuestra selva y nuestra esperanza". Tal fue el título de la primera conferencia pronunciada por Arenas en EEUU. El mar, presencia constante en su obra, lo describe allí como algo que "nos hechiza, exalta y conmina". Se sobreentiende que a la búsqueda de la libertad.

Mucho se ha hablado del significado del mar para Arenas. Menos de esos recintos cerrados que le opuso en vida y obra: el "cuarto de criados de mi tía Orfelina", las múltiples celdas de fray Servando Teresa de Mier, el cuarto del hotel Monserrate, sus apartamentos neoyorquinos. Eran estos reductos la contraparte y punto de partida hacia esa infinitud que podía identificar con el mar o con la creación. Uno de los ejes de su vida que a su vez le servía de baluarte de resistencia frente a la corrupción de las palabras. "El escritor debe preferir la buhardilla al tráfico con las palabras", dijo en aquella misma conferencia en Florida International University (FIU). Allí también afirmó que "en última instancia la verdadera patria del escritor es la hoja en blanco". En los alrededores de su máquina de escribir, pudo añadir.

Todas las descripciones de su último apartamento en Nueva York coinciden en su aspecto austero, casi monástico, en contraste con alguien con tan poco de monje. Lugar de trabajo y refugio antes que de vida social.

El estudioso Enrico Mario Santí cuenta en una entrevista de próxima aparición: "Vivía en pleno Hell's Kitchen, en una época en que Times Square no era la sucursal de Disneylandia que es hoy… Su apartamento era un walkup, en un arduo quinto o sexto piso. Si años después se hablaría de la guarida en La Habana Vieja para el Diego de Fresa y chocolate, te aseguro que mucho antes Reinaldo Arenas ya tenía la suya en el exilio de Manhattan. Nunca, que yo recuerde, coincidí allí con nadie más, salvo con Lázaro Carriles, que según me dijo Reinaldo transitaba esporádicamente. El apartamento era pequeño, no recuerdo muebles ni cuadros; solo libros que, amontonados con papeles y prensa, forzaron a Arenas a alquilar el apartamento de enfrente, que funcionaba como archivo, o almacén".

El escritor colombiano Jaime Manrique cuenta de su única visita al apartamento de Arenas, un par de días antes de su suicidio: "Junto a una cadena de sonido anticuada y un televisor recuerdo un cuadro primitivo del campo cubano. Una mesa, dos sillas y un sofá gastado completaban la decoración".

Ese último Arenas que describe Manrique aparece además de destruido físicamente por la enfermedad, receloso y reclusivo: "Llamé a la puerta. Oí lo que me parecía un torpe accionar de cerraduras y cadenas, lo cual incluso en Times Square parecía excesivo".

Santí coincide en el recelo y da cuenta de su causa: "Uno de esos días que quedamos en vernos para comer y fui a recogerlo, toqué y noté que se demoraba mucho. Por fin abrió, y al entrar me di cuenta que la puerta ahora ostentaba varias cerraduras y una de esas enormes trancas de hierro que hacen presión entre puerta y suelo. Con angustia, me contó que habían entrado en el apartamento a robar, pero que extrañamente solo se habían llevado papeles. Había tenido que dejar el almacén de enfrente. Que yo sepa, nunca se aclararon esas circunstancias. Era señal que las cosas estaban cambiando. La guarida ya no era tal".

Agonía en la guarida
La sensación de indefensión que le provocó tal incidente reforzaría la paranoia que Manrique había notado desde sus primeros encuentros con Arenas tras su llegada a Nueva York y que vio como "una extensión de la paranoia que existe en el mundo de la emigración cubana. En la Cuba de Castro los disidentes tenían que diseñar unos elaborados sistemas de comunicación para evitar que los espiaran. Habían transplantado esas actitudes a este país, como si aquí también se sintieran bajo vigilancia constantemente".

Pero ni la enfermedad ni esa sensación de vulnerabilidad le impidieron enfrascarse en esa vorágine rabiosa de creación que debieron ser sus últimos años en aquel apartamento. De aquella visita que le hiciera Manrique observó: "Sobre la mesa descansaban montones de manuscritos, miles ymiles de hojas y Reinaldo parecía un naufragio en medio de un mar de papeles. Cuando pregunté si eran copias de un manuscrito que hubiera terminado recientemente, me contó que los tres manuscritos que había sobre la mesa eran una novela, un libro de poemas y su autobiografía, Antes que anochezca".

Manrique cuenta cómo en aquella visita Arenas fantaseó con la posibilidad de morir junto al mar. "Me gustaría irme de aquí antes de que venga el invierno. Mi sueño es ir a Puerto Rico y encontrar un sitio en la playa para morir cerca del mar".

Dos días después de la visita de Manrique el agente literario de Arenas, Thomas Colchie, lo "llamó para decir que Reinaldo se había suicidado la noche anterior, que había tomado pastillas tragándoselas con sorbos de Chivas Regal".

Iván Acosta rememora que la "primera persona que lo vio muerto fue una vecina de él, colombiana, que a veces le colaba café y le hacía sopas de pollo. Ella vio la puerta entrejunta y lo vio tendido sobre el sofá en la sala".

De momento el apartamento donde vivió, creó y murió Reinaldo Arenas ha sobrevivido a la furia de demoliciones y reconstrucciones que parece ser la naturaleza de la ciudad. Ya Arenas hablaba, en su desengañado "Adios a Manhattan", de los "viejos y acogedores edificios del West Side" que "son demolidos rápidamente para dar paso a moles deshumanizadas e incosteables para quien no esté en las condiciones de desembolsillar cientos de miles de dólares". Y dicho proceso en la última década no ha hecho más que intensificarse.

De puro milagro el edificio todavía se yergue el 328 W 44th Street, a unos 200 metros de la frenética Times Square, justo en la cuadra del famoso club de jazz Birdland. Es de temer que el raro milagro de su subsistencia no se prolongue mucho más tiempo.

Este artículo apareció en el blog Academia de la Historia de Cuba en el Exilio y se reprodujo en Diario de Cuba con autorización del autor.
El autor agradece el aporte para elaborar este artículo de los mencionados Iván Acosta, Enrico Mario Santí, Jaime Manrique y de Perla Rozencvaig y Miguel Correa.

FUENTE: DIARIO DE CUBA/ENRIQUE DEL RISCO


Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: SOY LIBRE Enviado: 07/12/2017 15:48


Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 08/12/2017 15:27

 EL ETERNO VIAJERO 
A Reinaldo Arenas lo enfermó la libertad que antes no tuvo
Cuba.- Son varias las veces en las que me he encontrado y conversado con el poeta cubano Delfín Prats, pero ahora recuerdo una de manera muy especial, y que sucedió hace unos cuantos años. Bien que recuerdo su pregunta, “¿qué estás leyendo ahora?”, y de mi mochila saqué los dos tomos enormes del “Orlando Furioso”, aquel poema épico escrito, en el siglo XV, por el italiano Ludovico Ariosto, y noté el brillo en sus ojos mientras acariciaba los tomazos, y el silencio que hizo por un rato.

Entonces mencionó, muy conmovido, a su amigo Reinaldo Arenas. Lo describió sentado, y cubierto únicamente por una trusa, leyendo con grandísima atención las aventuras de Orlando, de Angélica, y de aquel tocayo de mi interlocutor. Según Delfín no eran aquellos los peores días para Reinaldo, esos no habían llegado aún, ni tampoco muchas de esas grandes peripecias que vivió más tarde, pero siempre que pienso en sus momentos peores lo miro sentado y leyendo en aquel muelle.

Hoy resulta difícil pensarlo tan silencioso y leyendo, y es que de él se cuentan muchas cosas, y casi siempre están en el centro sus desafueros sexuales, aunque él era mucho más. Reinaldo está entre nuestros más grandes escritores, y aunque se le niegue con insistencia el derecho, está definitivamente en el Panteón de los grandes, de los imprescindibles.

Hoy, cuando ya pasaron 27 años de que se marchara, pienso en todos sus viajes sin regreso; el primero fue aquel que lo puso en la Tierra tras abandonar el útero materno. Arenas pasó su vida dejando cosas atrás, alguna vez se marchó de la casa para unirse, siendo un jovenzuelo, a los guerrilleros que pretendieron, consiguieron, sacar a Batista del poder, aunque hoy no se mencione la vocación revolucionaria del escritor, ni su entusiasmo primero, quizá para no tener que buscar las causas del desencanto. Reinaldo abandonó también el Oriente y vino a La Habana cuando todavía creía en los rebeldes que tomaron el poder, hasta que descubrió que aquello no era lo que él había creído, y que lo llevó a escribir: “Todo lo que pudo ser, aunque haya sido, jamás ha sido como fue soñado”.

Reinaldo no fue un desquiciado trashumante, más bien lo fueron obligando a abandonar los lugares que más amó, y a escurrirse, a esconderse, como aquella vez que tuvo como “techo el cielo” cuando andaba huyendo de quienes lo acusaban de seducir a los más jóvenes. Y en aquel sitio hizo una y mil cosas para que no lo atraparan, pero lo consiguieron, y otra vez abandonó la frondosidad de aquel parque, y lo llevaron a la cárcel de la que alguna vez también salió.

Entonces vino otro desplazamiento que lo llevó por mar a Florida, a la que tampoco se acostumbró, y decidió emprender camino nuevamente, esta vez a Nueva York. De la Gran Manzana disfrutó la libertad, esa que tanto añoró en la isla. No sé si allí fue feliz, pero al menos nadie lo acusó de pederasta. Reinaldo era un eterno viajero, un inconforme, y hasta se enfermó, lo enfermó la libertad que antes no tuvo, como tantos que no supieron qué hacer con tanta libertad, con tantos cuerpos jóvenes y hermosos, con cuerpos de todo tipo, y después de tantas prohibiciones y castigos. Reinaldo cumplió con sus deseos, y enfermó.

Arenas enfermó porque un bicho inmundo invadió su cuerpo, de la misma manera en que invadiera el cuerpo y la sangre de muchos en el mundo, entre ellos de un montón de soldados cubanos que hacían guerras ajenas en la muy lejana África, y que trajeron a Cuba el mal. Reinaldo enfermó y tuvo miedo, tanto miedo que abandonó su casa de Manhattan y fue recluido en un hospital, del que finalmente huyó, para volver al apartamento que antes abandonara, quizá al único sitio al que volvió, con la certeza de que allí se encontraría con el retrato de Virgilio Piñera colgado en la pared, y a Virgilio, su figura tutelar, le estuvo pidiendo, exigiendo casi, un milagro. “Óyeme lo que te voy a decir, necesito tres años más de vida para terminar mi obra, que es mi venganza contra casi todo el género humano”. Así le pidió al escritor que tanto quiso.

Solo entonces, y después de revisar la escritura pendiente, como podía un hombre tan enfermo y desesperado, abandonó la vida, que era la única manera que tenía de abandonar su apartamento, de abandonar la tierra, todo. Reinaldo dejó cada lugar en el que estuvo, abandonó una realidad que tan adversa le resultaba. Arenas no quería “mendigar la vida”, por eso se la quitó o se marchó, como antes lo hizo de Aguas Claras y de la casa materna, y de La Habana, y de… Fue un 7 de diciembre cuando decidió hacer su último viaje…, esta vez, ¿sin regreso? No estoy tan seguro, porque al menos yo lo imagino, muchas veces, sobre un muelle, que saliendo de la tierra entra en el mar, y se detiene.

Y ahí está él, sentado en el borde del muelle, cubierto por una trusa minúscula, con los ojos puestos en las páginas del Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, y también descubro cuando abandona discretamente la lectura sin cerrar el libro, que permanece delante de su cara. Entonces mira, de soslayo, el cuerpo de hermosos jóvenes que se lanzan desde el muelle, que lo abandonan para entrar en la inmensidad de las aguas, mientras él espera a que vuelvan.
A Reinaldo lo enfermó la libertad que antes no tuvo

AUTOR;  JORGE ÁNGEL PÉREZ                
                Fuente: Cubanet

Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: BuscandoLibertad Enviado: 08/12/2017 16:44



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