«White Christmas», una historia
LA CARRERA DE ESTA PIEZA MUSICAL ES SORPRENDENTE, NO SOLO POR SU
MUSICALIDAD Y CAPACIDAD DE QUEDAR PARA SIEMPRE EN EL OÍDO HUMANO, SINO POR SU PERSISTENCIA
Por Félix J. Fojo, Puerto Rico
El 3 de abril de 1975, alrededor de las seis de la mañana, la estación de radio del comando conjunto de las fuerzas militares norteamericano-vietnamitas en Saigón, capital de Viet Nam del Sur, emitió al aire, y sin aviso previo, una canción. La pieza musical, cantada cálida y suavemente por el famoso crooner norteamericano Bing Crosby, se percibió, para los no prevenidos, como algo anacrónico teniendo en cuenta la época del año, pero el tema tenía la virtud, por eso mismo fue escogido, de ser conocido por todo el mundo, incluyendo los asiáticos a la escucha.
Se trataba del hermoso villancico norteamericano «White Christmas» y la canción era la señal convenida para desencadenar inmediatamente la movilización táctica y operativa de la denominada Operación Babylift. Consistía Babylift en un gran despliegue de fuerzas destinado a sacar del país, ya casi a punto de caer en manos del ejército de Viet Nam del norte y el VietCong, utilizando aviones civiles, aeronaves militares y helicópteros de la Séptima Flota del Pacífico fondeada en el golfo, y aprovechando al máximo las pocas pistas aéreas todavía en manos del gobierno, la mayor cantidad de huérfanos de guerra e hijos de militares survietnamitas que fuera posible.
Una especie de Operación Pedro Pan (los cubanos saben muy bien de que hablo) pero ejecutada a toda velocidad y a la fuerza, si esta fuera necesaria. Se unirían al éxodo, además de los niños, los remanentes del personal militar norteamericano, el pequeño grupo de diplomáticos y cooperantes civiles de la misma nacionalidad que aún quedaban y algún alto oficial rezagado —muchos de ellos deberían quedar en sus puestos, así lo hicieron, para proteger en lo posible la retirada y aguardar estoicamente la prisión y/o la muerte— del ejército de Viet Nam del Sur.
Babylift tiene una historia complicada, larga, a veces heroica y a veces muy trágica, como la pérdida, el 4 de abril, al día siguiente del inicio de la operación, de un Lockheed C5 A Galaxy de la USAF (una aeronave inmensa y muy nueva en ese momento pues había comenzado a volar en 1970) incendiada y partida en pedazos en el aeropuerto de Tan Son Nhut que costó la vida de 153 personas, la mayoría de ellos recién nacidos y niños pequeños. Pero todo eso, que merece la pena narrarse, lo contaremos otro día.
Volvamos pues a nuestra canción.
«White Christmas» (“Blanca Navidad” en español) había nacido con apuro, 34 años antes, en 1941, de las necesidades de otra guerra aún más terrible, si es que todas no lo son: la Segunda Guerra Mundial.
Fue escrita y musicalizada, que ambas cosas sabía hacer el autor, aunque no leía música, en solo una noche y con fines propagandísticos y de apoyo a las todavía novatas tropas norteamericanas en el frente del Pacífico. La compuso un hombre que debido a su religión no creía en la Navidad ni practicaba sus ritos. Ese hombre, ese artista de la composición, fue el inmigrante judío bieloruso (su posible lugar de nacimiento, Tiumén, o quizás Mogilev, nunca ha sido definitivamente aclarado), nacionalizado norteamericano, Israel Isidore Baline (1888-1989), conocido mundialmente, por un error en la oficina de inscripción que sus padres, y luego él mismo, prefirieron no corregir, como Irving Berlin.
El disco sencillo original de White Christmas, grabado en 78 rpm por Bing Crosby (como la habían estrenado antes en el programa radial The Kraft Music Hall, Crosby y sus acompañantes hicieron la grabación en solo 18 minutos) con el grupo musical John Scott Trotter Orchestra y las Ken Darby Singers como coro, vendió —se regalaron algunos con el fin de obtener donaciones de fondos para las fuerzas armadas— unas cincuenta millones de copias en los primeros cinco años, un éxito que lo catapultó al libro de records Guinnes y del que no fue destronado (solo para pasar a ocupar el segundo puesto en el que permanece hoy) hasta 1997
Tanto se grabó y regrabó —los pedidos no daban tregua— la placa inicial (no olvidemos que eran tiempos analógicos) que literalmente se gastó. En 1947 Crosby la volvió a grabar con la misma orquesta y el mismo coro, y esa es la canción que escuchamos habitualmente hoy, tanto en las numerosísimas recopilaciones de música navideña como en YouTube. Pero vale aclarar ahora que la cifra de 50 millones de ejemplares se refiere solo al disco sencillo, muy al uso en aquellos tiempos, y no a las decenas y decenas de LPs navideños que la incluían y a la avalancha de nuevos intérpretes, tanto vocalistas como grupos instrumentales, que la incorporaron, y la siguen incorporando hoy, a sus repertorios. Las cifras totales varían constantemente —se sigue cantando y vendiendo casi como el primer día— pero superan ampliamente los 150-200 millones de ejemplares
La canción fue llevada al cine por primera vez —después ha sido un tema recurrente en muchas bandas sonoras hollywoodenses— en la cinta Holiday Inn de 1942, una película clase B sin mayores pretensiones, y así y todo, ganó el Oscar a la mejor canción de 1943. En la cinta, White Christmas fue interpretada por el propio Bing Crosby y Marjorie Reynolds, pero la voz de esta última fue doblada por la cantante Martha Mears.
En el año 1954 la compañía Paramount llevó a la pantalla nuevamente una historia basada en la canción, pero esta vez bajo el título de la misma: WhiteChristmas y con un elenco más reconocido: Bing Crosby otra vez, que era el intérprete de excelencia, Danny Kaye, Rosemare Clooney y Vera Ellen. La dirección corrió a cargo de Michael Curtiz, uno de los grandes. Del argumento de esta película surgió la idea del musical de Broadway, dirigido ahora por David Ives y Paul Blake, que sigue aún, esporádicamente, en cartelera.
En el año 1999, muy cerca del fin del milenio, la National Public Radio de Estados Unidos llevó a cabo una encuesta sobre las piezas musicales más influyentes del siglo XX (Songs of the Century) y las dos primeras escogidas por el público, y no fue una sorpresa, fueron «White Christmas» y «Over the Rainbow».
La carrera de esta pieza musical es sorprendente, no solamente por su musicalidad y capacidad de quedar para siempre en el oído humano, sino por su persistencia. Se graba y se vuelve a grabar y siempre parece nueva.
Entre las interpretaciones, tanto vocales como instrumentales, más famosas, y por supuesto, más vendidas, de «White Christmas» —y aquí solo estamos mostrando la punta del iceberg— en las décadas del 40 al 60 se encuentran las de Frank Sinatra (en 1944, fue la primera y de aquí en adelante la grabó, solo o acompañado, muchas veces más, incluso con el propio Bing Crosby), Perry Como (1947), la orquesta de Harry James (1947, antológica), The Ravens (1949, que vale la pena escuchar), Eddie Fisher con la orquesta de Hugo Winterhalter (1952), el anglo-italiano Paolo Mantovani y su orquesta (1952), la más que clásica de Elvis Presley (1957 y varias veces más, tanto en solitario como en diversos duetos), el un poco empalagoso Johnny Mathis (1958), The Ray Conniff Singers (1959, para mí, y es mi opinión, espectacular) y Dean Martin (1959), otro clásico, sobre todo por su toque poco convencional.
Para las décadas del 60, 70 y hasta los 80, Ella Fitzgerald (1960), todo calidez y perfección, Andy Williams (1963), Patti Labelle & The Bluebelles (1963), The Beach Boys (1964), Doris Day (1964), un éxito entre la juventud de entonces, Bob Marley (1965), una rareza, The Supremes (1965), Eydie Gormé y el Trío Los Panchos (1966), Barbra Streisand (1967), Tony Bennett (1968), que luego repetiría con varios duetos, Otis Redding (1968), Tennessee Ernie Ford (1968), al estilo country, John Denver (1975), Karen Carpenter (1978) y Willie Nelson (1979).
De los años 80 al final del milenio la incluyeron en sus programas el sorprendente grupo Boney M (1981), el dúo de Kenny Rogers y Dolly Parton (1984), dos grandes de la música country, The Canadian Brass (1985), Michael Bolton (1992), Neil Diamond (1992), Julio Iglesias (1993), con su acento dulzón, Kenny G (1994) con su saxofón soprano, Los Tres Tenores (1997), el grupo Chicago (1998) y Martina McBride (1998)
El nuevo milenio lo comienza la latina Linda Rondstad (2000), el sofisticado grupo new age pop norteamericano Mannheim Steamroller (2001), el canadiense y heredero de los grandes crooners Michael Bublé (2003), la formidable Bette Midler (2003), Dionne Warwick (2004), Diana Krall (2005), Aimee Mann (2006), el mexicano Luis Miguel (2007), que, y es mi opinión, la interpreta admirablemente bien, Taylor Swift (2007), Al Jarreu (2008), la polaca Edyta Gómiak (2008), la italiana Irene Grandi (2008), el también italiano e ícono de la ópera pop internacional Andrea Bocelli (2009), la todavía niña Jackie Evancho (2011), Lady Gaga (2011), Sheryl Crow (2011), el rockero Rod Stewart (2012), Blake Shelton (2012), otro country de calidad, Kelly Clarkson (2013), Leona Lewis (2013), Hayden Panettiere (2014), Johnny Ruffo (2015), los sorprendentes vocalistas Pentatonix (2016), la italiana Laura Pausini (2016), Amy Grant (2016), Sarah McLachlan (2016) y Gwen Stefani en este 2017 que concluye. Pero habrá más, por supuesto.
El corazón de aquel inmigrante judío de apellido Baline, ahora conocido mundialmente como Irving Berlin, se detuvo a causa de un infarto, o quizás una arritmia cardiaca, que a los 101 años de fructífera vida casi todo es posible. Murió, sin aspavientos, en su amada ciudad de Nueva York.
Se le preguntó en una ocasión al músico y compositor Jerome Kern que cuál era el lugar de Irving Berlin en la música norteamericana. No tiene lugar, respondió, porque Berlin «Es la música norteamericana». Y no olvidemos que, entre muchas otras piezas, Berlin es el autor de «God Bless America», la que muchos han propuesto como himno —de hecho, en muchos aspectos lo es— oficial de los Estados Unidos.
Berlin fue un hombre que gracias a sus padres que huían de los pogromos y la incierta vida de la vieja Europa, encontró en América la fama, la fortuna y la admiración de todo el planeta con una canción, en realidad con muchas, que nos habla de una blanca Navidad que debiera ser, para siempre, como aquellas que solemos recordar con nostalgia.
Y no lo dude, Navidad tras Navidad, lo seguiremos escuchando.
I’m dreaming of a White Christmas,
just like the ones I used to know…
Irving Berlin
ACERCA DEL ESCRITOR
Félix J. Fojo nació en La Habana, Cuba, y vive desde hace mucho tiempo entre San Juan de Puerto Rico y La Florida. Es médico, divulgador científico y un apasionado de la Historia y la política de los Estados Unidos. Publica habitualmente columnas de opinión en varios periódicos y revistas. Ha escrito novelas, libros infantiles y libros de divulgación científica y ha ganado varios premios internacionales. Es editor de la Revista Galenus, una de las revistas médicas más importantes de habla hispana.