El autonombrado “Santa oficial” en Rovaniemi, Finland (Credit Ilvy Njiokiktjien para The New York Times)
En Finlandia, la mercadotecnia de Santa vence a la geografía
Por Rod Norland – Finlandia
Aquí en la villa de Santa Claus, cerca del círculo polar ártico, vive el autodenominado “Santa oficial”, un finlandés que se rehúsa a dar su nombre real e insiste en que de verdad es Santa Claus.
Más o menos a doscientos metros de distancia en un establecimiento de la competencia está el Segundo Santa Claus, cuyo nombre verdadero es Kari Eskeli, de 65 años, también finlandés. Tan pronto como termina la Navidad, regresa a su casa al cálido clima de las islas Canarias de España. “Muero por volver”, se ríe al final de un largo día de recibir peticiones. “Jo, jo, jo”.
Y después está el Santa malvado, como se autonombra: un cuentacuentos que resguarda la tienda de recuerdos abarrotada justo en el piso inferior de la gruta del Santa oficial.
“Este lugar está a reventar, de verdad está levantándose”, dijo Wolfgang Kassik, un consultor de negocios austriaco de barba larga y gris natural, casado con una finlandesa. “Aunque en lo personal, no me gustan los niños”. Eso puede ser un problema.
En esta época del año aterrizan en la capital de la Laponia finlandesa cerca de veinte aviones de líneas comerciales al día, tanto de alquiler como de vuelos programados, que descargan familias provenientes de varios países y traen niños asombrados a un lugar donde la nieve nunca falta y que es, al menos para los más pequeños, una recreación convincente del Polo Norte (el cual en realidad se ubica 2575 kilómetros más al norte), con todo y los trineos jalados por renos, empleados vestidos como elfos y una “oficina postal de Santa” oficial administrada por el gobierno finlandés.
El código postal 96930 dedicado a Santa atrae medio millón de cartas al año.
Aunque no es más real que las barbas de los imitadores de Santa, la afirmación de Rovaniemi de ser la base del único y verdadero Santa no es nada más que una victoria de la mercadotecnia, tanto así que el pueblo ha registrado como marca su lema “El pueblo natal oficial de Santa Claus”.
Y para aquellos que se preocupan por la creciente secularización de la Navidad —que cada año que pasa se trata más del aspecto comercial y menos sobre el nacimiento de Cristo—, solo necesitan visitar el lugar para confirmar algunos de sus más profundos miedos.
Se dice que hay un belén o nacimiento en algún lugar de la villa de Santa Claus, pero es un reto encontrarlo.
A pesar de las temperaturas bajo cero —y noches que duran veintidós horas—, según las cifras recientes, 330.000 personas de 180 países vienen a visitar a Santa, pagan 50 euros (60 dólares) para tomarse una foto con él y hacen compras en las docenas de tiendas de chucherías navideñas.
Eso casi equivale al total de renos (200.000) y personas (180.000) en Laponia; el crecimiento del turismo este año en Rovaniemi (de 50.000 habitantes) es de 25 por ciento, dijo Sanna Karkkainen, la directora general de Visit Rovaniemi, la junta de turismo. “Añadimos mil habitaciones solo para esta temporada navideña”, dijo.
Muchos de los turistas no son cristianos ni de países donde se celebra la Navidad. El grupo más grande de visitantes proviene de China, quienes normalmente acuden sin sus hijos porque no hay vacaciones durante esta época en su país.
Hace cincuenta años, los agentes de viajes tuvieron la idea de atraer al turismo a la remota Laponia y se establecieron en Rovaniemi para aprovechar su estación de trenes y aeropuerto. Aunque durante muchos años la atracción de Santa Claus se ofrecía para visitantes que querían ver las auroras boreales o ir a safaris con renos, la mayoría provenían de países con una fuerte tradición navideña y traían a los niños para disfrutar de la máxima experiencia en la gruta de Santa.
Barry y Leanne Smyth, de Irlanda, trajeron a sus hijas Lauren, de 9 años, y Jodie, de 4, la semana pasada, después de que una caja de regalo llegara a su casa con una nota dentro de parte de Santy (como lo conocen en Irlanda) en la que las invitaba a visitarlo en persona. Encontraron un vuelo a Helsinki, después los cuatro se amontonaron en un camarote con dos camas en el tren nocturno hacia Rovaniemi, 800 kilómetros al norte de la capital finlandesa.
“No pudimos pegar el ojo”, dijo Smyth, de profesión contador. “Pero las niñas estaban encantadas”. Las niñas agradecieron a Santa por la invitación (los padres intercambiaron miradas rápidas) y le pidieron, como casi todos los niños en estos días, una fábrica de slime, o moco viscoso, de colores.
En 2010, Xi Jinping, entonces vicepresidente de China, hizo una visita oficial a Finlandia, se desvió hasta acá y posó para fotografiarse con el Santa Claus oficial.
Tian Zhang estaba aquí en ese entonces, estudiando una maestría, y rara vez veía a otro chino. Nunca imaginó lo que sucedería después.
“Xi Jinping se convirtió en presidente y ahora todos en China dicen que Finlandia es la tierra de la suerte”, dijo.
El turismo chino crece constantemente, ayudado por visitas oficiales finlandesas que comercializaron Laponia como la casa de Santa en la tundra.
“Ahora, muchos chinos creen que el Polo Norte está aquí”, dijo Zhang. “Esto crece y crece”.
Kari Eskeli, quien es conocido como el Segundo Santa (The New York Times)
En años recientes, el Santaturismo ha crecido de manera tan radical que “parece que todos estuvieran construyendo un hotel”, dijo. La ahora empresaria —y casada con una finlandés— está a cargo de uno de los nuevos hoteles, el primero financiado por chinos. Abrió sus puertas hace cinco meses y ya tiene lleno total, dijo.
Tres mujeres macaenses en sus treintas no supieron cómo explicar por qué habían venido, mientras esperaban a que sus retratos con Santa se imprimieran.
“Solo quiero poder decir que vi a Santa Claus”, Sukie Wong dijo. “No le pedimos nada”.
Santa confesó que una de las mujeres le pidió un novio, lo cual, según dijo, es una petición común entre las mujeres solteras asiáticas.
En la iglesia luterana de Rovaniemi, donde trabajan los pastores locales Topi Litendahl y Elina Rask-Litendahlthey, los servicios religiosos de Nochebuena se dan en varias lenguas, como inglés, hebreo y árabe, en caso de que los turistas quieran entrar a oírlos. Cada año, solo una veintena lo hace, lo que representa el único aspecto religioso del gigante turístico.
“El turismo de Santa Claus y la Navidad de la fe cristiana pueden coexistir en paz”, dijo Rask-Litendahl.
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