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De: cubanet201 (Mensaje original) |
Enviado: 30/12/2017 15:28 |
El comercio de cannabis para uso de ocio comienza el lunes en un estado con impacto global y 39 millones de habitantes. Uno de cada cinco estadounidenses tendrá acceso a marihuana legal en California.
LADY GAGA EN HALLOWEEN 2012
California estrena el 1 de enero el mayor mercado de marihuana legal recreativa del mundo
Los Ángeles - Uno de cada cinco estadounidenses tendrá acceso a marihuana legal a partir del lunes, cuando California se incorpore a la lista de estados que permiten el comercio y consumo de marihuana para uso recreativo. Con las campanadas de Nochevieja, California, el estado más poblado de EE UU, se convierte en el mayor mercado de marihuana legal del mundo. El momento es considerado por los defensores de la marihuana como el punto de no retorno en el camino hacia la despenalización.
California aprobó en referéndum la legalización de la marihuana recreativa en noviembre de 2016, en las mismas elecciones que ganó Donald Trump. Las reglas básicas del comercio de marihuana en California desde el 1 de enero son estas. Los mayores de 21 años pueden comprar hasta una onza (28,5 gramos) por persona cada vez, en tiendas autorizadas. Solo se puede tener una onza, por lo tanto para comprar más hay que usar el producto o dárselo a alguien (los particulares no pueden vender). No se puede fumar en público ni a menos de 300 metros de un colegio o parque infantil, de acuerdo con las ya de por sí leoninas leyes californianas sobre el tabaco. Tampoco conduciendo. Se pueden cultivar hasta seis plantas en casa. El producto no puede salir del estado, ni siquiera por las fronteras con Oregón y Nevada, donde también es legal.
El estado cobrará un 15% de impuestos sobre la venta. Los municipios pueden añadir sus propios impuestos (10%). Cada planta de marihuana legal estará identificada. La autorización a los dispensarios de marihuana depende de las autoridades locales. Mientras ciudades como San Francisco o San Diego ya han autorizado decenas de comercios, Los Ángeles no empezará a hacerlo hasta enero, lo que retrasará la puesta en marcha real.
Hasta que pase al menos un año no se tendrán claras las cifras del negocio. La estimación más baja es que el mercado legal ascenderá a 5.800 millones de dólares en 2016, según la consultora especializada en marihuana Arcview. Otras estimaciones lo elevan a 11.000 millones al año. En cualquier caso, desde hace unos dos años el estado vive una verdadera fiebre del oro verde en torno al nuevo mercado. “Este es el momento de meterse, es una vez en la vida”, decía a EL PAÍS Dan Humiston, organizador de la feria cannabis World Congress, en Los Ángeles el año pasado. “Hay una industria que está emergiendo y necesita gente, necesita negocios”.
Con la apertura del mercado en California se agudizarán además las contradicciones legales en torno a la marihuana en Estados Unidos. La planta es considerada una sustancia ilegal al mismo nivel que la heroína por el Gobierno federal. Es decir, que es ilegal en Estados Unidos pero legal en ocho estados, y a su vez alegal en algunas ciudades de esos estados, donde los políticos locales se niegan a facilitar su comercio. Formalmente, el FBI puede detener a cualquiera que compre o venda marihuana que es perfectamente legal en su estado, con el tique de compra en la mano y al corriente de impuestos.
La actitud del Departamento de Justicia con los estados donde es legal la marihuana era la de una especie de pacto entre caballeros durante el Gobierno de Barack Obama. Mientras se mantenga el orden, solo se persigue a los que aprovechan el mercado para convertirse en grandes narcotraficantes. Pero con el nuevo fiscal general, Jeff Sessions, eso puede cambiar. A finales de noviembre, Sessions dejó claro que la ley está para aplicarla y que él personalmente considera la marihuana una sustancia perjudicial que no se debe normalizar. No hay una directriz definitiva aún, pero la actitud de Sessions mantendrá sobre el mercado de marihuana, al menos los primeros meses, una inquietante espada de Damocles para los comerciantes.
California fue el primer estado en aprobar el uso medicinal de la marihuana, en 1996. Desde entonces, 28 estados han hecho lo mismo. En California existen más de 200 dispensarios, regulados por los municipios, donde básicamente se puede comprar legalmente con un carnet de paciente y una receta médica. La ley es un coladero y esa receta se obtiene sin problemas. Pero ese sigue siendo un submercado que nunca ha salido de las sombras y está sujeto a cierta arbitrariedad de la fiscalía.
Cuando llegó el momento de la legalización total, los californianos lo rechazaron en las urnas en 2010. Fue Colorado, en 2012, el primero en aprobar la legalización y convertirse en un laboratorio de lo que pasaría, sobre todo en dos frentes, el sanitario y el fiscal. En el primero, Colorado no ha visto un aumento en sobredosis de otro tipo de drogas ni del crimen asociado a las drogas, pero hay preocupación de la policía por otros efectos, por ejemplo, la dificultad de detectar a los conductores bajo los efectos de la marihuana.
En el aspecto fiscal, que es el principal incentivo de los gobiernos para plantearse la legalización, Colorado presumió de unos envidiables 135 millones de dólares en impuestos a la marihuana en 2015, un 77% más que en 2014 y el doble de la recaudación por el alcohol. El Gobierno de California estima que los ingresos fiscales pueden llegar a los 1.000 millones al año en un estado cuyas cuentas públicas son siempre anémicas. El secretario del Tesoro ha llegado a plantear crear un banco para poder gestionar los ingresos del cannabis.
Desde entonces, otros seis estados han aprobado el comercio y consumo de marihuana recreativa: Washington, Oregón, Nevada, Alaska, Washington DC, Massachusetts y Maine (estos dos comienzan en 2018). Pero el más grande de ellos, el estado de Washington, tiene 7,2 millones de habitantes. California tiene 39 millones de habitantes, una economía del tamaño de Francia, 270 millones de turistas al año, frontera terrestre con México y los puertos de entrada del comercio con China. A partir del lunes, este pequeño experimento se vuelve global.
Fuente: Pablo Ximénez de Sandovar - El País
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"Ven a California, en solo tres meses y cambiarás tu vida". El trabajo de temporada mejor pagado de todos los tiempos tiene una migración masiva encabezada por españoles, los llamados 'trimmigrants'..,
LADY GAGA
Cosechar marihuana en California:
Así gané 15.000 dólares en dos meses y medio
"Ven a California. Son tres meses y cambiarás tu vida", me dijo mi amiga Saray y así lo hice. Compré un billete de ida con mis últimos ahorros y sin apenas saber inglés llegué a San Francisco con cien dólares en el bolsillo. Varias personas me habían contado que se dedicaban a trabajar tres meses cortando marihuana en Estados Unidos y que con lo que sacaban vivían todo el año. Pero no fue hasta que recibí la llamada de una conocida cuando me empecé a creer el cuento. "Este ya va a ser mi segundo año, yo ahora estoy haciendo la cereza en Canadá pero según termine bajo a California y voy a cortar marihuana. El año pasado me saqué poco, solo ocho mil dólares en un mes. Al principio es difícil, eres lento pero luego ya le coges el truco a las tijeras", me dijo Saray. Ella era mi contacto y eso era lo importante, tener un intermediario porque sino es difícil que un 'farmer' (granjero) confíe en llevarte a su plantación ilegal de marihuana.
Al trabajo en cuestión lo llaman 'trimming' y antes de llegar allí solo sabía que consistía en recortar con unas tijeras las hojas del cogollo de cannabis. El 'trimmer' limpia la marihuana y cobra por el peso que limpie. Se pagan unos doscientos dólares por libra (454 gramos) como máximo y la jornada laboral, algo que me sorprendió, dura lo que uno quiere.
San Francisco está a unos cuatrocientos kilómetros del llamado Triángulo Esmeralda, que es la región productora de cannabis más grande de Estados Unidos. El Triángulo está ubicado en el norte de California donde todas las carreteras huelen a marihuana. Allí se lleva cultivando cannabis desde la década de los sesenta y vivió un gran apogeo a partir del Summer of Love de San Francisco en 1967. Los billetes de autobús son muy caros así que crucé el puente Golden Gate, saqué mi dedo e hice autostop durante cuatro semanas
A veces ya lo hacía por hacer, sin sentido, solo por lograr contacto individual y privado con algún posible 'farmer', ya que cuando tienes una plantación ilegal de miles de plantas de cannabis, la privacidad es importante. Por eso mi insistencia en el autostop. Dentro de un coche se dicen cosas que no se dirían en la calle. De esto tardé en darme cuenta y tuve que pasarme muchas horas en parkings de supermercados, jardinerías y bares de los pueblos del Triángulo Esmeralda.
Un 'trimmer' mexicano me dijo en la puerta de un bar: "Es tu primer año, te va a ser muy difícil si no tienes ningún contacto. A los 'farmers' les da inseguridad meter a hombres en sus plantaciones. El año pasado al 'farmer' de la granja de al lado de la mía, unos 'trimmers' le ataron a una silla y le robaron una camioneta llena de marihuana. Los 'farmers' prefieren estar rodeados de mujeres y la seguridad es una de las razones. Quizás la más importante, también hay algunos que después de medio año creciendo cannabis en la montaña quieren alegrarse un poco la vista, bajan al parking del supermarket y dan trabajo a las chicas más guapas que están allí buscando chamba. Hay algunos que hasta les ofrecen más dinero por trabajar en sujetador, pero bueno eso son rumores".
Un buen día se acabó la temporada de la cereza en Canadá, mi contacto llegó a California y tirando de la agenda que logró en su cosecha del año anterior nos consiguió trabajo en cuatro 'farms' diferentes. La primera fueron solo dos días de 'trimming' pero me sirvió para amortizar los gastos del viaje. Luego fuimos a otro cultivo, también ecológico pero con marihuana muy poco densa, y me desesperé del trabajo. Los cogollos pesaban muy poco y ni con quince horas de 'trimming' lograba llegar a la libra. La tercera 'farm' fue la mejor. Teníamos cocinera, baño, duchas, cabañas y dos barriles de cerveza por semana.
Éramos cincuenta trabajadores entre 'trimmers' y 'harvesters' (cosechadores). Había tantos mexicanos como estadounidenses y los españoles también formábamos un número importante. Aquello parecía más un campamento de verano que un trabajo. La jornada era de ocho de la mañana a diez de la noche. Dormíamos en tiendas de campaña en el bosque y teníamos a tres personas que nos supervisaban: una revisaba que nuestro 'trimeado' fuera perfecto, otra controlaba que no tiráramos los cogollos pequeños a la basura y otra vigilaba que nadie se fuera de la montaña. Al finalizar la cosecha nos llevaron a la 'farm' de unos vecinos. Era una plantación solo gestionada por hombres y sin límite de horario laboral. Los 'farmers' fumaban, bebían y no te dejaban ver lo que pesaba tu bolsa de marihuana al entregarla. Empezó a nevar, no aguanté ni un día y con mis siete mil dólares en el bolsillo creí justificada mi aventura. Saqué el dedo en la carrera y me fui hacia México.
Tardé solo nueve meses en volver a California, en la aduana se olían a lo que venía pero no podían comprobarlo "¿Ha estado arrestado alguna vez por marihuana?", me preguntó un policía mexicano. "You´re a trimmigrant", me dijo su compañero con rasgos orientales. Me retuvieron una hora y media pero me dejaron entrar. Llegué a Oakland, llamé a quien tenía que llamar y al día siguiente ya estaba plantando cannabis en las montañas. A los cincuenta días ya tenía diez mil dólares, bueno no los tenía físicamente porque no pagan hasta que te vas de la 'farm' y, si tienes suerte, pues hay historias de 'trimmers' que en el último día les hicieron bajarse de la montaña andando y sin dinero.
En está última cosecha acabé consiguiendo quince mil dólares, trabajé casi los noventa días de visa y para evitar, de algún modo, la llamada fiebre de la montaña, traté de escribir automáticamente al menos dos páginas al día contando lo que estaba viviendo. Ahora, al volver a la vida normal, las he pasado a limpio y he autoeditado un libro titulado 'Las Flores', que narra el fenómeno de la masiva migración hacia esta cosecha y lo que la misma está provocando en ellos —los 'trimmigrants'— los inmigrantes del 'trimming'.
Hay 'trimmers' profesionales que llevan yendo a 'trimear' ocho años seguidos y que ganan hasta treinta mil dólares en los noventa días de visa. Los más experimentados usan trucos como lubricar sus tijeras con aceite de coco orgánico para cortar más velozmente. Una compañera 'trimmer' que escuchaba mantras durante diez horas diarias me decía: "Escucho meditaciones guiadas para dejar la mente libre de pensamientos negativos y no bebo agua para no tener que ir al baño y parar el trance". Algunos esnifaban cocaína para rendir más y otros duermen tan solo tres horas al día porque "complementamos el trabajo con meditaciones de los monjes budistas de Laos".
Las montañas del Triángulo Esmeralda son un mundo de contrastes donde todos los estereotipos sociales se van al traste. Hay punkies discutiendo sobre la bajada del dólar, hippies comprando casas en islas para alquilarlas por Airbnb. He vivido con viejos de las montañas, desdentados y millonarios sin más lujo que un bourbon que se beben mirando a unos extraños que sueñan con hacerse ricos, cortando la marihuana que otro planta en su 'farm'. La esclavitud del siglo XXI donde uno es amo y esclavo de sí mismo.
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