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De: cubanet20 (Mensaje original) |
Enviado: 09/12/2017 18:30 |
Ernst Röhm, el amigo gay de Hitler
“¡Camarero, una de bravas!”
¿Era Adolf Hitler homosexual, además de asesino?
En toda dictadura hay espacio para la hipocresía. Tal o cual comportamiento están mal, y la propaganda se encarga de hacérselo saber a la población, pero las élites no tienen por qué seguir esas directrices al pie de la letra.
Eso mismo aparece muy bien reflejado en la serie El cuento de la criada (en la que, por cierto, los militares siguen una estética muy similar a la nazi), en la que aparece un establecimiento que nos recuerda al Salón Kitty, un burdel muy curioso que estuvo activo durante el nazismo.
El caso que nos ocupa hoy es el de Ernst Röhm, el amigo gay de Hitler.
Röhm había fundado un grupo de oficiales nacionalistas radicales, y Hitler se acercó al mismo en 1920, ya que los grupos paramilitares que controlaba eran muy amplios y poderosos en el momento.
Y, ojo, Röhm no ocultó en ningún momento su homosexualidad, que era conocida públicamente (necesitarás este dato más adelante). Esos grupos de militares descontentos se dedicaban a enturbiar la paz en las calles y socavar la débil democracia de Weimar, algo que a Hitler le vino de perlas.
A partir de entonces se hicieron muy cercanos. Tanto que, en 1923, Röhm fue una de las figuras destacadas en el intento de golpe de Estado de Hitler, el Putsch de Múnich. El Putsch de Múnich, o Putsch de la Cervecería, fue un fracaso por las prisas e improvisaciones, y ni las tropas paramilitares ni el apoyo de un héroe de la Primera Guerra Mundial como el general Ludendorff sirvieron para mucho.
Tras un tiroteo que dejó catorce golpistas y cuatro policías muertos, además de una bala en la pierna de Göring, a Röhm y Hitler les tocó compartir ducha y jabón durante un tiempo. Se dice que aquí fue cuando Röhm empezó a tutear a Hitler, algo que no hacía nadie más.
Aunque Röhm era más independiente de lo que a Hitler le gustaba, Hitler lo convirtió en líder de las SA, que ya contaba con alrededor de 400.000 miembros. En ese momento empezaron los problemas: algunos subordinados de las SA se quejaron y utilizaron la homosexualidad de Röhm para atacarle.
¿Y sabes quién salió en su defensa?
Exacto, Hitler.
El austríaco dijo que eran «cosas que pertenecen únicamente a la esfera privada», y que las SA era un «grupo de rudos combatientes», no una «institución moral».
Pero el problema de estructuración de las SA con respecto al partido nazi no terminó, porque el grupo paramilitar era una olla a presión de violencia difícilmente contenida. El partido los utilizaba para agitar las calles cuando era necesario, pero el control sobre ellos no era completo.
Tras convertirse en canciller en 1933 (gracias, de hecho, al miedo que había instaurado las SA en las calles), Adolf Hitler se embarcó en un imparable viaje hacia el poder absoluto, y las SA le molestaban mucho. Los paramilitares seguían en las calles con su «política de vandalismo». Para Hitler, una vez que las SA habían aplastado a la izquierda y cualquier oposición política, las intimidaciones, la violencia y disturbios diarios se convirtieron en un problema.
Y la hipocresía dura hasta donde dura la utilidad de cada uno. ¿Que te tiras a quien te da la gana? Todo bien, al menos mientras hagas lo tuyo y la cosa siga funcionando.
Sin embargo, en 1934 ese equilibrio precario saltaría por los aires. Las SA alcanzaban la friolera de cuatro millones y medio de miembros, y Hitler tenía miedo a su poder creciente. Además, Röhm exigía a Hitler que el pequeño ejército alemán (limitado a 100.000 por el tratado de Versalles de 1919) fuese absorbido por las SA y que estas se convirtiesen en el ejército.
A la cúpula del ejército esto no le gustaba un pelo, y el jefe de Estado era uno de ellos, Hindenburg. Este le pidió a Hitler que atajara el asunto. Por si fuera poco, las SA practicaban por entonces un culto a la personalidad centrado en Röhm. Hitler había sido desplazado de las páginas de su periódico, SA-Mann.
Desde principios de 1934 Hitler ordenó a la Gestapo investigar a las SA, y una serie de enemigos de Röhm se pusieron manos a la obra: Diels, Bormann, Hess Himmler, Heydrich, Göring… Casi todos eran altos cargos del partido y de las SS (Schutzstaffel), que formaba parte de las SA.
Las SS y la Gestapo se encargaron de inventar que las SA planeaban dar un golpe, y finalmente se «captó» una orden falsificada de Röhm que llamaba a las SA a las armas.
Entre las SA se corrió el rumor de que iban a ser atacadas, así que en algunos puntos del país se lanzaron a la calle, y ya estaba el lío montado.
Hitler montó en cólera y empezó la fiesta. La madrugada del 30 de junio comenzó la operación Colibrí, conocida como Noche de los cuchillos largos, que duró hasta el 2 de julio. Hitler pidió que le llevasen al hotel donde Röhm y la cúpula de las SA descansaban de una borrachera.
Pistola en mano, Hitler y séquito entró en la habitación de Röhm y le acusó de traición. Otro importante dirigente de las SA estaba en otra habitación, compartiendo cama con un muchacho. Se llevaron a todos y Hitler les dijo de todo. Literalmente, «estaba fuera de sí, poseído por la ira, y echó espumarajos por la boca cuando empezó a hablar». Por si quedaba alguna duda, dijo que era la «peor traición de la historia del mundo».
Judas, lo sentimos por ti.
Sin juicios ni leches, comenzaron los fusilamientos. Y, pese a todo, «Hitler no quería que fusilaran a Röhm», anotó un dirigente nazi, por los servicios prestados. Röhm esperó su sentencia, y al parecer Göring y Himmler presionaron a Hitler, que cedió, pero dio la opción a Röhm de suicidarse. Röhm se negó a asumir las acusaciones y fue asesinado.
En toda Alemania, las SS y la Gestapo mataron a 150-200 cabecillas de las SA y comenzó a desmantelarse la organización, que en poco tiempo perdió toda su importancia.
Y, para crear un discurso cohesionado y no generar tensiones, Hitler señaló la necesidad de acabar con las SA con doce puntos que insistían en la necesidad de acabar con la homosexualidad, el libertinaje, las borracheras… Se le olvidó lo de la esfera privada y además le dio un alzheimer muy repentino y oportuno, porque según algunos estalló de rabia cuando se enteró de la homosexualidad de Röhm.
Es más, parece que comenzó a correr un chiste por Alemania al respecto: «¿Cómo se pondrá cuando se entere de que Göring es gordo y de que Goebbels cojea?».
Y hablando del demonio. Goebbels, jefe de propaganda, hizo lo suyo: echar mierda. Especialmente, atacó a toda la cúpula de las SA por su homosexualidad que, insistimos, conocía el partido, y mucha más gente, desde siempre.
Pocos años más tarde la dictadura nazi endureció la persecución a homosexuales, algo que parece que Himmler y sus SS espolearon, ya que comenzaron una persecución a partir de 1935 que llevaba a homosexuales a duras penas de prisión, campos de concentración y castración. Se calcula que entre 1935 y 1943 unos 46.000 homosexuales fueron condenados. De ellos, entre 5.000 y 15.000 terminaron en campos de concentración.
Cuando los campos fueron liberados, las leyes nazis más brutales fueron derogadas, y en Alemania del Este se eliminaron también las que perseguían a homosexuales. Sin embargo, no se derogaron en Alemania Occidental hasta 1994.
CONTINUARÁ
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¿Una reliquia robada?
Los misterios sin resolver sobre el «pequeño pene» momificado de Adolf Hitler
En noviembre de 2003 (hace aproximadamente 14 años) el hijo de un soldado soviético afirmó tener en su poder una curiosa reliquia: el órgano sexual masculino del «Führer».
Manuel P. Villatoro Corría el 2 de mayo de 1945 cuando, a eso de las cinco de la tarde, el Ejército Soviético puso fin por las bravas a una debacle iniciada en 1939 con el avance de los panzer alemanes sobre Polonia. A esa hora (otros expertos afirman que fue realmente a las 15:30), los refuerzos enviados por el camarada Stalin a Berlín entraron como un vendaval en el «Führerbunker», la última guarida del hombre que había dominado Europa durante más de cinco años. El historiador Joachim Fest, uno de los investigadores más reconocidos por su estudio de los últimos días de Hitler en Alemania, afirma en su obra «El hundimiento» que los rusos apenas hallaron una resistencia digna de mención.
No era raro, pues el nazismo se había desmoronado y los últimos remanentes de la «Wehrmacht» y las «SS» que andaban por la zona habían iniciado una huida paulatina de la capital del Reich para evitar ser pasados a cuchillo por los aliados.
Afirma Fest que el primero en acceder al búnker fue el teniente Iwan I. Klimenko, del 79º Cuerpo de Infantería (dato que avala el popular Eric Frattini en «¿Murió Hitler en el búnker?») y que, a continuación, le siguieron el mayor Boris Alexandrovich Bystrov y el mayor Isaak Hazin. Tras un rápido vistazo hallaron los cadáveres del matrimonio Goebbels y de sus seis hijos (asesinados por sus padres con el objetivo de que no tuvieran que vivir en un mundo sin el líder nazi). No era un premio pequeño para los hombres de Stalin, pero ellos buscaban otro mucho mayor: el cadáver de Adolf Hitler. Cerciorarse de que, en definitiva, se había disparado en la sien (o en la boca, atendiendo a la versión ofrecida por el historiador británico Hugh Trevor-Roper) y había dejado este mundo.
La versión oficial, la que salió del puño de Trevor-Roper (enviado a Berlín por el gobierno británico para dar cuenta de lo acontecido) afirma que no lo lograron. De hecho, señala que los soviéticos tuvieron que esperar nada menos que tres días para toparse, casi sin pretenderlo, con los cuerpos calcinados de un hombre, una mujer y un animal. El último era un perro, «Blondi», la mascota con la que el «Führer» probó el veneno que ingirió antes de meterse en la mollera una bala de su PPK. El resto no fueron identificados. Al menos en principio ya que -allá por el 6 de junio de ese mismo año- la comandancia general del Ejército Rojo confirmó que uno era «con total seguridad» el cadáver de Adolf Hitler.
A partir de entonces se inició una leyenda negra en torno a los restos del «Führer». Los soviéticos, ávidos de revancha, afirmaron que, tras hallar sus huesos calcinados, se los llevaron a la URSS. Una teoría que cuadró perfectamente con un mensaje emitido el 30 de julio de 1945 por los aliados en el que se explicaba que «probablemente Hitler se había envenenado en su despacho, con Eva Braun, y su ayuda de cámara Lange había ejecutado la orden de incinerar ambos cadáveres». Con todo, habían pasado ya más de dos meses desde la entrada al «Führerbunker». Un tiempo de desconcierto y pesquisas que generó una ingente cantidad de mitos alrededor del cuerpo del líder nazi. Algunos como el que afirma que un soldado soviético halló el cadáver antes que sus superiores, le amputó el pene, y se lo llevó hasta la URSS como botín de guerra.
Reliquia perdida La extraña historia que nos acontece es ampliamente analizada por el popular historiador Jesús Hernández (autor de más de una docena de libros sobre la contienda y del blog «¡Es la guerra!») en su libro «100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial». El que, a día de hoy, es uno de los referentes españoles en lo que a esta contienda se refiere afirma que, en noviembre de 2003, un ruso llamado Ivan Zudropov aseguraba tener en su poder el pene momificado de Adolf Hitler. «El protagonista era hijo de uno de los integrantes del Ejército Rojo que entró en Berlín en mayo de 1945», señala el experto en su obra.
Tal y como declaró Zudropov, la reliquia había sido conseguida por su padre, Vasily Zudropov, en el interior del mismísimo búnker de la Cancillería. «Vasily explicaría años más tarde a su hijo que, junto a un grupo de soldados, encontró el cadáver de Hitler. Llevados por su ira, al tener ante sus ojos el causante de tantas desgracias para su país, desnudaron el cuerpo y lo golpearon», completa Hernández.
En su momento, como cabía esperar, las declaraciones de Zudropov no fueron tomadas con demasiada seriedad. Según afirmaba, su padre había tenido la oportunidad de hacerse con un recuerdo del cadáver de Hitler. «Decidió llevarse la cabeza del dictador germano. Sin embargo, finalmente optó por otra parte de su cuerpo más fácil de transportar: le cortó el miembro viril y se lo metió en el bolsillo. A su regreso al hogar pudo mostrar orgulloso el trofeo a su familia», destaca Hernández en «100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial».
Como señala el historiador español, la anécdota es más que cuestionable. Al menos, atendiendo a la versión ofrecida por Trevor-Roper o el mismo Erich Kempka (el chófer de Hitler), quien declaró ante los aliados haber visto cómo los cadáveres del líder nazi y de Eva Braun eran sacados del «Führerbunker» para ser incinerados. Todo ello, eso sí, partiendo de la base de que este conductor solía «contar lo que los investigadores querían oír», según afirma Valeriano de la Cruz en su documentado libro «Buscando la verdad histórica. Síntesis de ¿Dónde está el cadáver de Hitler?». En todo caso, Zudropov puso la reliquia a la venta por un precio de 18.000 dólares.
Tamaño y problemas Más allá de la compleja historia, Zudropov dio a conocer un dato sobre el miembro viril de Hitler que, según algunos historiadores, es totalmente cierto. El ruso sentenció que el pene momificado que tenía en su poder no medía más de seis centímetros. El tamaño fue corroborado en el libro «Hitler's Last Day: Minute by Minute», una obra en la que los investigadores Emma Craigie y Jonathan Mayo relataban los últimos momentos del «Fübrer» en el búnker de la Cancillería y que se hizo famosa en 2016 por un párrafo en el que explicaban los supuestos defectos en los genitales del dictador alemán.
«Se cree que Hitler tenía dos deformidades genéticas en sus genitales: un testículo no descendido y una rara condición denominada hipospadias penil en la que la uretra se abre en la parte posterior del pene», se explica en «Hitler's Last Day: Minute by Minute». En palabras menos complejas, y según explica la página especializada «MedlinePlus» (basada en la Biblioteca Nacional de Medicina de los EEUU), esta dolencia se presenta en 4 de cada 100 varones y provoca que el órgano sexual masculino no se desarrolle con el tamaño habitual.
A su vez, esta enfermedad puede provocar problemas en el sujeto a la hora de mantener relaciones sexuales. Unas dificultades que, según explica Lukasz Kamienski en la obra «Las drogas en la guerra. Una historia global», padecía Hitler.
En el mencionado libro se especifica que el médico personal del «Führer», Theodor Morell, le suministró en varias ocasiones medicinas para aumentar su apetito sexual y su rendimiento en el lecho conyugal. «Morrel también le administraba a Hitler inyecciones de glucosa y testosterona (una especie de viagra primitiva) y le recetaba opiáceos sintéticos -sobre todo Eukodal, primo hermano de la heroína- y probablemente cocaína, a modo de analgésicos», destaca el autor en su obra.
Con todo, y a pesar de que se ha omitido en los últimos años, es necesario señalar en favor de Emma Craigie y Jonathan Mayo que también dejaron patente en «Hitler's Last Day: Minute by Minute» la posibilidad de que el pequeño tamaño del pene del «Führer» fuese una mentira motivada por una cancioncilla. «Una popular marcha británica, cantada por el Coronel Bogey, empezaba así: “Hitler has only got one ball/The other is in the Albert Hall”. Quizá sería más preciso decir que las tropas imaginaron todo esto», explican los autores en la obra.
Loca historia Por si mezcla de leyendas y realidad no fuese ya bastante, Eugen Wasner, un antiguo compañero de juegos del futuro «Führer», dedicó también unas palabras al pene de Hitler en los años 40. Este combatiente (ejecutado posteriormente por haber relatado el suceso) afirmó que, allá por 1897, el joven Adolf tuvo un incidente con un macho cabrío en la pequeña ciudad de Leonding (Austria) que le llevó a perder parte de su miembro viril.
Según queda recogido en el libro «Rutina mortal» (escrito en 1981 por la abogada de Wasner, Dietrich Güstrow) este desdichado tuvo la osadía de narrar a sus compañeros de dormitorio en 1943 lo acaecido ese año cuando le solicitaron informar a Hitler de la precaria situación militar en el frente del Este. Él contestó: «Adolf está loco desde que era pequeño, cuando un macho cabrío le mordió el pene. Yo estaba allí. Adí apostó que orinaría en la boca de un macho cabrío».
No era una broma, según parece. A continuación, agarró la boca del animal y se dispuso a cumplir su promesa. Todo acabó en un verdadero desastre cuando el macho cabrío le arrancó un trozo de pene. La historia fue controvertida, aunque Güstrow siempre dijo creerla. «Yo nunca tuve duda sobre la veracidad de la historia de Wasner», llegó a afirmar, según declaraciones recogidas por Ron Rosembaun en su obra «Explicar a Hitler: los orígenes de su maldad».
Manuel P. Villatoro
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Uno de los mayores misterios de Adolf Hitler; ¿era Adolf Hitler homosexual?. el líder nazi ha sido objeto durante las últimas décadas de una abundante especulación sobre su homosexualismo.
¿Era Adolf Hitler homosexual?
Héctor Fuentes
Durante décadas la sexualidad de Adolf Hitler ha sido objeto de un largo debate entre numerosos historiadores, algunos de los cuales aseguran que el controvertido líder del Tercer Reich nacido en Austria en 1889, famoso por desatar la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto de los judíos, pudo haber sido homosexual o bisexual.
El historiador Lothar Machtan, en su libro “El secreto de Hitler”, aseguró que el Führer estuvo relacionado con un movimiento gay surgido en Alemania a principios del siglo XX que abogaba por paradigmas hipermasculinos que excluían totalmente a las mujeres y propugnaba la práctica homosexual como signo de superioridad. Eugen Dollmann, un soldado que publicó sus memorias en Italia en 1949, también afirmó que el Führer era gay. El documento Mend, elaborado por Hans Mend, antiguo compañero de guerra del líder nazi, también reveló algunas controvertidas vivencias que el dictador compartió en su juventud con algunos camaradas de cuartel, en especial con su inseparable “compinche” Ernst Schmidt, quien supuestamente habría sido su compañero sentimental.
En el documento Mend puede leerse que “el soldado (Ernst) Schmidt (actualmente maestro de obras en Garching, cerca de Munich), con el que Hitler tenía amistad desde antes, y con el que había trabajado ocasionalmente en la construcción, era su compinche. También solía andar con los soldados Tiefenbóck (actualmente propietario de un comercio de carbón en Munich) y Wimmer (tranviario en activo en Munich). Los tres eran ordenanzas al servicio de mando del regimiento. (…) Entre tanto habíamos conocido a Hitler más a fondo. Notamos que nunca salía con ninguna mujer. Entre nosotros se despertó desde un principio la sospecha de que fuera homosexual, pues ya le conocíamos otras anormalidades. Era extraordinariamente excéntrico y mostraba en ese sentido rasgos afeminados. Nunca tenía un propósito fijo, ni tampoco convicciones firmes. En 1915, estábamos entonces en la fábrica de cerveza Le Fébre en Fournes y teníamos colchonetas de paja. Hitler dormía por las noches junto a Schmidt. Una vez oímos un crujido en la paja y uno de nosotros encendió su linterna eléctrica y nos dijo: “Ya está de nuevo esa parejita haciendo de las suyas”.
En una supuesta carta escrita por Adolf Hitler a su amigo de juventud, el funcionario, músico y escritor ocasional August Kubizek, el líder nazi le dice lo siguiente: “Me gustaría mucho volver a recordar contigo cuando haya pasado el tiempo de mis luchas más duras los más bellos años de mi vida”. Kubizek, por su parte, quien escribiría en 1953 un libro llamado “Adolf Hitler, mi amigo de juventud”, recordó del siguiente modo aquellos tiempos: “Nadie en el mundo me ha querido tan entrañablemente ni me ha tratado mejor …(Hitler) no podía soportar que saliera o hablara con otros jóvenes. Para él, en ese sentido, se trataba de una exclusividad absoluta”.
Estos hallazgos históricos, según algunos, vendrían a reforzar la tesis de la supuesta homosexualidad de Adolf Hitler y de que la famosa “Noche de los cuchillos largos” de 1934, una sangrienta purga que los nazis realizaron para apoderarse de todas las estructuras del estado alemán, y donde fueron asesinados 85 jefes y jerarcas de las SA o Sturmabteilung, una organización paramilitar nazi, y del mismo partido nazi, tuvo entre otras causas la de eliminar a homosexuales como Ernst Röhm, jefe de las SA y homosexual confeso, quien supuestamente sabía demasiado de las inclinaciones sexuales del líder del Tercer Reich. Para los que apuestan por esta controvertida teoría, la famosa relación de Hitler con su amante Eva Braun habría sido sólo una tapadera para salvaguardar su imagen pública.
Los informes de la OSS
En 1943 la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS según sus siglas en inglés), una organización de inteligencia que se creó antes de la CIA, recibió un informe titulado “A Psychological Analysis of Adolf Hitler: His Life and Legend” (“Un análisis psicológico de Adolf Hitler: su vida y su leyenda”), escrito por Walter C. Langer con la colaboración de otros psicoanalistas, con el propósito de entender y estudiar al dictador alemán. En este informe se analizó los años de la vida de Hitler en Viena y sus supuestas primeras experiencias sexuales, entre ellas la “probable infección de una enfermedad venérea con una prostituta judía”, una sífilis posiblemente contraída en la Primera Guerra Mundial cuando Hitler era un soldado. Por ello, los síntomas mentales y físicos que afectaron al dictador germano durante los últimos años de su vida (delirios, alucinaciones, temblores en uno de sus brazos) se habrían debido a un estado terciario de esta enfermedad.
Otro informe recabado por la misma OSS afirmaba, respecto de Hitler, que “su vida sexual es doble como su visión política: es al mismo tiempo un homosexual y un heterosexual, un socialista y un ferviente nacionalista, un hombre y una mujer”, concluyendo que Hitler era, en 1942, “un hombre con toda probabilidad aún en el estadio de la pubertad y aún, en el significado esencial de la palabra, virgen”.
Ernst Hanfstaengl, un miembro del círculo interno de Hitler en los primeros años antes de que éste se hiciera con el poder, y que en 1937 terminó en una cárcel canadiense tras haber abandonado Alemania, también escribió sobre la sexualidad del líder nazi: “Tuve la sensación de que Hitler era uno de esos que no era ni de carne ni de pescado, así como tampoco gay o hetero. Llegué a la conclusión de que era impotente o de los que preferían masturbarse”.
Hitler heterosexual
Mientras algunos académicos como Jack Nusan Porter aseguran que “la sexualidad de Hitler es que era asexual en el sentido tradicional de la palabra”, otros han negado de plano las aseveraciones respecto de su supuesta homosexualidad, afirmando que en realidad son simples embustes para denigrar la figura del Führer alemán y criminalizar aún más la triste fama del Tercer Reich en la historia contemporánea. Estos historiadores afirman que Hitler tuvo una clara orientación heterosexual y que tuvo a lo largo de su vida seis amantes (dos de las cuales se suicidaron, como su sobrina Geli Raubal), la última de las cuales fue Eva Braun, a quien conoció en 1929 y con quien contrajo matrimonio el 29 de abril de 1945, un día antes de quitarse la vida en su búnker de Berlín.
Un ejemplo significativo de la supuesta heterosexualidad de Hitler, según estos mismos autores, ocurrió cuando desautorizó a uno de sus aliados más cercanos, Ernst Röhm, jefe de las SA, quien supuestamente debido a su “comportamiento sexual inmoral” fue uno de los tantos líderes nazis asesinados durante la “Noche de los Cuchillos Largos”. Röhm, comandante de las SA y homosexual declarado como se mencionó anteriormente, había instaurado en su organización una filosofía política rayana en el homoerotismo: “Sólo deciden los hombres. Los desertores políticos y las mujeres histéricas de ambos sexos deben abandonar el barco cuando de lo que se trata es de combatir”, proclamó una vez.
Joseph Goebbels, futuro ministro de propaganda del Tercer Reich, habría justificado el asesinato de Röhm y de otros jerarcas nazis afirmando que los jefes de las SA “estaban a punto de hacer caer sobre toda la dirección del partido la sospecha de una insultante y asquerosa anormalidad sexual”. Por lo demás, según los mismos historiadores, tampoco es gratuito que durante el Holocausto cerca de 100 mil personas fueran enviados a campos de concentración acusados precisamente de ser… homosexuales.
La polémica relación entre Hitler y Eva Braun
Antony Beevor, uno de los más reputados historiadores que han abordado la Segunda Guerra Mundial, autor de libros como “El Día D: la batalla de Normandía”, “Stalingrado” y “Ardenas 1944, la última apuesta de Hitler”, reveló en su premiado libro “Berlín: La Caída: 1945” que el médico Karl Brandt, cirujano de Eva Braun y comisario del Reich de Sanidad, y quien fuera ajusticiado por los aliados al final de la guerra por haber llevado a cabo asesinatos con eutanasia y experimentos médicos con prisioneros, redactó antes de morir a sus captores estadounidenses un ingenioso informe titulado “Las mujeres del entorno de Hitler”.
Beevor relató que, “según Brandt, el Führer no había llegado a casarse porque “quería mantener con vida en los corazones del pueblo alemán la leyenda mística de que, mientras siguiera siendo soltero, quedaría siempre la posibilidad de que cualquiera entre las millones de mujeres alemanas acabase por lograr la alta distinción de encontrarse al lado de Hitler”. Al parecer el dirigente nazi llegó incluso a hablar de esto ante Eva Braun. “Cuanto más grande sea el hombre, más insignificante habría de ser la mujer”, le dijo”.
Antony Beevor añadió en su libro que “la sexualidad de Hitler ha sido objeto de muchísima especulación durante los últimos años. De cualquier manera, resulta difícil dudar de que reprimía su lado homosexual en beneficio de su imagen en tanto viril caudillo del pueblo alemán. Esta represión explica en gran medida su maníaca energía y su afán por crear mitos. Algunos miembros de su entorno doméstico insisten en afirmar que nunca llegó a copular con Eva Braun; sin embargo, su doncella personal está persuadida de lo contrario, por cuanto aquella tomaba píldoras para suprimir su ciclo menstrual cuando llegaba a la residencia de Berghof. La horrible halitosis que sufrió el dirigente nazi hacia el final de su vida debió haberlo hecho aún menos atractivo en lo físico que antes, aunque Eva Braun, al igual que otras amigas íntimas, seguía locamente enamorada de él. No hay ninguna prueba concluyente a favor o en contra, pero el beso apasionado que más tarde le daría Hitler cuando ella se negó a abandonar el búnker y a buscar la seguridad de Baviera hace que se tambalee la teoría de que nunca hubo ninguna forma de contacto sexual entre ellos”.
Beevor añadió que “otro testimonio que parece confirmar la naturaleza sexual de la relación entre Hitler y Eva Braun durante los primeros tiempos procede de Albert Speer, quien puede considerarse el confidente masculino más cercano a Eva Braun. Según indicó éste a Gitta Sereny, aquella había acudido a él llorando cierto día para decirle:”El Führer me acaba de pedir que me busque a otro hombre, porque él ya no puede satisfacerme”.
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