Lezama Lima, foto realizada por Iván Cañas 1969
José Lezama Lima, viajero sin pasaporte
Por Raúl Rivero
El régimen cubano y su disciplinada y cauta servidumbre del sector cultural son ahora fervorosos promotores del intercambio cultural. En efecto, se aprecia en aquellos predios una pasión por viajar al sur de La Florida y a cualquier parte de mundo, lo mismo con un bongó que con unos versos, a mostrar el esplendor del arte y del talento criollo.
Lo que sucede es que debajo de las declaraciones públicas de aperturas y diálogos, los funcionarios de la dictadura conservan sus listas negras de artistas que no pueden entrar o salir de Cuba y el historial siniestro de cierres y cautiverios que vivieron y algunas de las figuras claves del país.
Voy a hablar de José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) el autor de Paradiso y Enemigo rumor, uno de los escritores más importantes del siglo XX en lengua española que, como ya se ha dicho vivió la mitad de su vida negándose a abandonar La Habana y la otra mitad obligado a permanecer, por prohibición oficial, en una ciudad que fue como su segunda piel.
Lezama hallaba, cómo no, momentos de felicidad en los mundos que inventó entre sus libros y el ritmo acompasado de su asma y de su máquina de escribir en la soledad de su casa de la calle Trocadero 162, pero había una amargura latente a la hora de asumir su encierro porque una cosa es tomar la decisión personal de no salir de tu casa y otra, muy diferente, es que la policía no te lo permita. Que los jefes de una dictadura decidan que en ninguno de los miles de aviones que despegan y aterrizan cada minuto habrá nunca un asiento reservado a tu nombre.
Aquí está ese sentimiento de prisionero, en una carta de 1972, a su hermana Eloísa: “Por la noche María Luisa y yo leemos algún libro que nos gusta, como el maravilloso Diario de Paul Klee. Me parece que vivo esas existencias maravillosas, mientras permanezco, aunque con disgusto, inmovilizado pues en el año pasado y en este he recibido como seis invitaciones para viajar a España, a México, a Italia, a Colombia y siempre con el mismo resultado. Me tengo que quedar en mi casita hasta que Dios quiera. Estoy aburrido y cansado. Escribo a veces algún poemita eso me mantiene todavía en pie.”
La obra monumental y eterna de Lezama Lima le dinamitó a la dictadura todas las fronteras y dejó en ridículo la papelería burda y policial de sus aduanas. El habanero viajó y viaja todavía por naciones y temperaturas que los dictadores y sus guatacas no conocen. Ni van a conocer jamás por mucho intercambio cultural que propongan porque para ese universo, para esa geografía hecha de sueño y gloria, son ellos los que no tienen asientos reservados en ningún vuelo.
Foto de José Lezama Lima realizada por Iván Cañas en 1969. Tomada de El alma de la poesía.