Sin escopetas en la Cuba de Castro
El pasado año, el ministro de Agricultura, ingeniero Gustavo Rodríguez Rollero aprobó el “calendario de caza para la temporada cinegética 2017-2018, en el período comprendido entre el 2 de septiembre de 2017 y el 25 de marzo de 2018 para los cazadores nacionales”.
“Pero ya los patos están por irse a la Florida y no hemos podido conseguir ni uno”, dijo un cazador a otro esta mañana, respondiendo el aludido:
“Esto es un abuso, ¡yo no sé qué piensa esta gente!”
“Esta gente”, a decir del cazador iracundo, no está a la vista; de forma visible están las autoridades del ministerio del Interior, meros agentes ejecutores, quienes antes de finalizar el pasado año, ocuparon las escopetas de los cazadores en plena temporada de caza, “para una revisión pendiente desde 2010”, dijeron algunos.
“¿Si la revisión correspondía en 2010, cómo es que ocho años después es que vienen a realizarla?”, preguntará el lector suspicaz.
Según una fuente oficial consultada, las escopetas no serán devueltas a sus propietarios hasta que concluya lo que denominó una “renovación”, que todavía puede demorar porque “unos territorios (provincias) están más adelantados y otros más atrasados” en las investigaciones y trámites burocráticos.
Esto quiere decir que los poseedores de armas de fuego están siendo investigados a fondo, nuevamente; mi escopeta la ocuparon por “interés PNR” en julio de 2009, y retenida permanece hasta el día de hoy; y, como antes, ahora también pesan las opiniones políticas de los cubanos para qué las autoridades determinen si pueden o no poseer una escopeta de caza. Aunque sea tan vieja como del primer lustro del siglo pasado. Sí, con más de 100 años.
Quienes queden atrapados en las redes de soplones de los jefes de sectores de la PNR (Policía Nacional Revolucionaria), los oficiales operativos del DTI (Departamento Técnico de Investigaciones), el DSE (Departamento de Seguridad del Estado), la CIM (Contrainteligencia Militar), u otras investigaciones muy específicas, peritajes criminalísticos de armas con presuntas ilegalidades, o exámenes psicométricos a poseedores hipotéticamente no aptos, los desafortunados pueden esperar lo consabido: cancelación de licencias y confiscación de sus escopetas.
Para no pocos de quienes practican la caza en Cuba, y muchos aguardan esta época del año con ansiedad primitiva, el deporte tiene un significativo valor añadido: proporcionar carne para la olla. Pero esas personas concluirán la temporada cinegética 2017-2018 sin haber llevado un pato a la mesa de sus familias.
Y se dice fácil, “un pato a la mesa”, pero no es tan asequible. No nos estamos refiriendo a un deportista norteamericano o europeo. No, no es tan sencillo para el humilde cazador cubano conseguir tan importante fuente de proteínas que viene directamente de la América del Norte, batiendo alas.
Equipándose ocultos de las autoridades con cartuchos improvisados con pólvora militar desechada, algunos han perdido los dedos o un ojo debido a explosiones accidentales; y sin acceso a pesos convertibles o con mínimas entradas como para adquirir alimentos en las TRD (Tiendas Recaudadoras de Divisas), en Cuba un cazador no es un depredador solitario, sino un cabeza de familia que espera aprovisionarse con la migración de patos y gallaretas llegados de Norteamérica. Que llegan allá por noviembre y en marzo se van.
Pero esas personas, en esta temporada no han podido cobrar ni una becasina (Gallinago gallinago), la pieza de caza migratoria más pequeña. Sus escopetas están ocupadas por la policía, y en Cuba, los tirapiedras, los arcos, las flechas y las ballestas, son armas prohibidas. Y no es metáfora. Así lo dispone el artículo 3 del Decreto-Ley No. 262 “Sobre armas y municiones”.
Llevando en el medio oeste de los Estados Unidos una camisa con motivos de bosques y venados, mirándome sonriente, un deportista estadounidense refirió no encontrar en la caza del ciervo su verdadera afición, sino en el tiro al vuelo; pero como el canto del pato cuellilargo (Anas acuta) parecía decir time after time: “San Francisco, ¡aquí vengo!”, proporcionándole una emoción indescriptible, prefería no disparar y escuchar el canto de las aves.
Confieso que la anécdota del estadounidense me hizo sentir culpable. Como la nación cubana toda debía sentir culpabilidad por desidia pública y notoria; por la inercia de anclarnos en la comunidad primitiva, con todo y lo mucho que unos pocos hicieron y hacen enfrentando la incuria. Pero no Basta. Todavía el cubano libre está por hacer.
Y así lo recordé esta mañana, cuando escuché la conversación entre los dos cazadores y uno de ellos dijo: “Esto es un abuso, ¡yo no sé qué piensa esta gente!”, haciendo la exclamación con energía, luego menguante según el otro preguntó: “¿Tú crees que de verdad esto es una revisión de armas, no será una componenda de esta gente (el gobierno)?”
“Una componenda…”, dijo el otrora cazador enérgico ya dudoso.
“Sí, chico, una trampa de esta gente para recoger las escopetas con el cuento de la revisión, fíjate cuántos meses hace que las recogieron todas y todavía nada, seguimos en las mismas, con las escopetas presas en la policía”.
“¿Y por qué iban hacer eso…?”, preguntó el otrora-cazador-enérgico-dudoso.
“Ven acá chico, en qué país tú estás viviendo… Fidel (Castro) se murió, Raúl (Castro) se retira y no se sabe a quién van a poner por él, y desde antes de las elecciones nos recogieron las escopetas, y las elecciones que terminaban en febrero ahora terminan en abril, y no nos devuelven las escopetas, y para colmo Fidelito (Castro Díaz-Balart) se mató; y mira, él, que de muchacho le gustaba cazar, yo lo vi cazando en Sancti Spíritus, y tal parece que ahora el mismito hijo de Fidel no tuvo conque pegarse un tiro; tú quieres más… Oye, son demasiadas coincidencias”, dijo el cazador, que al inicio de esta crónica afirmó: “Pero ya los patos están por irse a la Florida y no hemos podido conseguir ni uno”.
Y yo coincido con él: Son demasiados acontecimientos relevantes para que no tengan relación con que en Cuba cierre la temporada de caza con los cazadores sin escopetas. Sí, alguien quiere permanecer sobre las armas y que todos los demás permanezcan desarmados. ¿Qué usted cree?
ACERCA DEL AUTOR:
Alberto Méndez Castelló (Puerto Padre, Oriente, Cuba 1956) Licenciado en Derecho y en Ciencias penales, graduado de nivel superior en Dirección Operativa. Aunque oficial del Ministerio del Interior desde muy joven, incongruencias profesionales con su pensamiento ético le hicieron abandonar por decisión propia esa institución en 1989 para dedicarse a la agricultura, la literatura y el periodismo. Nominado al Premio de Novela “Plaza Mayor 2003” en San Juan Puerto Rico, y al Internacional de Cuentos “ Max Aub 2006” en Valencia, España. Su novela "Bucaneros" puede encontrarse en Amazon.