Los rusos Max y Nick, en el World Pride en 'The Best Day Of My Life'
Homosexuales orgullosos y valientes
Ruth Muganzi, 29 años, nacida en Kampala (Uganda) y lesbiana activista, se sienta encima de la tumba familiar, en la que entre otros está enterrado su padre —que tuvo 23 hijos— y se pregunta: “Cuando muera, ¿me enterrarán aquí, con las personas que amo? ¿O me tirarán por ahí, bien lejos de ellos, para seguir mostrándome lo diferente y lo inadmisible que soy?”, y señala la selva cercana. Muganzi vive en un país donde cada cierto tiempo intentan aprobar leyes antigais, escudándose en criterios como —dicho por un diputado—: “Si permitimos que haya homosexuales aquí, lo próximo será que esos tipos pidan matrimonio a sus perros
En España afortunadamente los avances que igualan los derechos de la comunidad LGTB+ al del resto de los ciudadanos han sido enormes. “Pero aún existen actos de violencia, que no podemos olvidar ni permitir, y que se han acentuado estos meses”, cuenta el cineasta Fernando González Molina (Pamplona, 1975), uno de los directores más taquilleros del actual cine español y responsable del documental The Best Day Of My Life, que recorre los pasos de seis jóvenes de cuatro países hasta que se juntan en el World Pride que se celebró el pasado 1 de julio en Madrid. Ruth Muganzi es una de las protagonistas de este filme, coproducido por Sundance TV y EL PAÍS, con la colaboración del Ayuntamiento de Madrid y Madrid Destino, que se estrena el próximo viernes en salas comerciales, y que hoy mismo tendrá un preestreno en la Gran Vía madrileña.
González Molina, realizador de Tengo ganas de ti, Tres metros sobre el cielo, Palmeras en la nieve o El guardián invisible, debuta en el documental. “He tenido que refrenar mi impulso de manipulación creativa. Aquí lo que muestro ha pasado. A pesar de todo, creo que es un filme muy mío: emocional, épico...”, cuenta el cineasta. Varios equipos rodaron hasta 100 horas de las cinco historias de los seis chavales en sus lugares de origen, mas su reunión en Madrid, el pasado verano, cuando la capital albergó el desfile mundial del Orgullo. Además de la militante ugandesa, las cámaras siguen a Timothée-Paul Massenet, Timo, homosexual sordo francés y campeón de saltos de trampolín; Nicolai Romanov y Maksim Talialev, Nick y Max, una pareja rusa que lucha por la aceptación de los homosexuales en su Nizhi Nóvgorod natal, y que forman parte de la federación rusa LGTB+ de deportes (lucen su uniforme durante la manifestación); Abril Zamora, actriz y dramaturga de 35 años —el mayor de los retratados— que cuando empieza el rodaje lleva solo una semana de proceso de hormonización para lograr un cuerpo de mujer que encaje con su psique, y Geena Román Martínez, transexual almeriense de 22 años, a la espera de su último paso por el quirófano para acabar su proceso de reafirmación.
“Para mí el World Pride era una excusa para contar la historia de estas seis personas”, confiesa González Molina. “De alguno sabemos más, de otros, como Timo, de quien tenemos pocos datos hasta que llega a Madrid a competir en los juegos LGTB+... Me he quedado apenado porque en el montaje algunos han perdido mucho”. Hay personajes que agarran el alma del espectador, como Muganzi, que cada vez que habla suelta puñaladas dialécticas, como cuando ve a los dos rusos besándose y pregunta: “¿Cómo elegimos no ver el amor?”. O justo la de estos chavales, que viven con miedo a que descubran su relación a orillas del Volga en la quinta ciudad más poblada de Rusia, la localidad en la que nació Máximo Gorki, y donde González Molina y su equipo fueron retenidos unas horas. “De repente, mientras filmábamos cómo Nick y Max se despedían de sus amigos, se acercó un policía y nos empezó a decir que faltaba un papel del visado”, recuerda el director. “Curiosamente, apareció de la nada un traductor de castellano para, según él, ayudarnos. Pasamos siete horas en comisaría. Yo nunca me preocupé por mí, pero sí por ellos, y en la cara de Nick, por ejemplo, se reflejaba su terror”.
Enormes diferencias
En la semana del World Pride (a sus diferentes eventos acudieron 2,2 millones de asistentes) los seis viven momentos contradictorios de reafirmación, orgullo, encuentro y constatación de las enormes diferencias que existen solo por haber nacido a unos kilómetros de distancia. Más allá de la persecución en Rusia y Uganda, González Molina subraya cómo vive el colectivo LGTB+ en la España rural: “Me emociona cuando Geena va a despedirse de su abuelo, y él no acierta nunca a referirse a ella en femenino, sino en masculino. Le dice eso de: ‘Si él es feliz, yo también’, con un pedazo de mujer al lado, y entonces entiendes la dificultad con la que ha lidiado toda su vida”. Geena Román protagoniza otro de los grandes momentos del filme, cuando pasea por su antiguo instituto, el espectador intuye lo que sufrió allí, y de repente se detiene a quitar en una taquilla una pegatina donde se lee “Marica”. O sus dudas sobre qué pasará con su pareja, un chico al que conoció cuando Geena aún era Gustavo. El desfile, además, provoca sentimientos encontrados en Ruth, Nick y Max. “A la vez hay pancartas reivindicativas y se baila en plan celebración... Supongo que es la suerte de tener esta libertad”, confiesa Nick.
The Best Day Of My Life también habla de la jornada siguiente, de qué ocurre cuando se acaba la fiesta y sigue la lucha. Abril Zamora fue al desfile con su primer vestido, obsequio de su madre, y 24 horas más tarde reconoce que se precipitó, que se sintió “disfrazada”, que cada proceso requiere su tiempo. “Es que ella nos dio un regalo, el de mostrar sus primeros pasos y su descoloque”, cuenta el director.
Hoy todos ellos asistirán al preestreno: Zamora ya ha vivido una gran transformación física; a Madrid se han mudado Timo, que trabaja como en París de enfermero, y Geena, que batalla por ser actriz; Nick, Max y Ruth prosiguen con su combate. Como dice la ugandesa: “No estamos para celebraciones cuando luchamos por sobrevivir”.
“UN FILME COMO ARMA DE LUCHA CONTRA DISCRIMINACIONES”
“Hacía falta filmar The Best Day Of My Life para que no olvidemos lo que aún pasa en España. Como el Orgullo, el documental es un arma de lucha para que no se repitan discriminaciones”. Fernando González Molina ha dado un paso adelante artístico sobre su orientación sexual al dirigir este filme. “Pasé algún momento de acoso en el instituto en Pamplona, pero mi familia y mi cabeza me protegieron. Y en el cine hasta ahora es que no me he cruzado con historias gais”. Desde agosto rodará del tirón, durante 18 semanas, las dos películas que completan la trilogía de El guardián invisible, y después adaptará La piedra oscura, la multipremiada y alabada obra de Alberto Conejero. “Nos está costando levantar la producción, porque aún hay prejuicios sobre la Guerra Civil y la homosexualidad de Federico García Lorca”. ¿No haría falta una posición, militante, de los cineastas e intérpretes gais españoles? “Creo que los actores temen perder gancho en el público. Y vale, cada uno es dueño de su intimidad pero, ¿mantendrían su vida privada tan al margen si fueran heterosexuales?”.