¿Un antiarrugas probado por la Nasa?
ITZIAR SALCEDO IZAGUIRRE
Un simple mordisco a una lechuga fue el gesto que demostró que los poderes de la luz LED (Diodo Emisor de Luz) no solo servían para ahorrar en la factura de la electricidad. El proyecto VegOne, puesto en marcha por la NASA en la Estación Espacial Internacional (EEI), consiguió en 2015 producir la primera hortaliza cultivada enteramente en órbita.
El astronauta estadounidense Scott Kelly y su equipo fueron capaces de crear las condiciones ambientales necesarias para que una lechuga romana común pudiera llevar a cabo la fotosíntesis y crecer como lo haría en la Tierra irradiándola con LED rojo, azul y verde. La ensalada resultante que degustaron los navegantes espaciales fue todo un hito ya que probaba que la fotobioestimulación cromática con esta tecnología era capaz de provocar actividad celular. O lo que es lo mismo, de ayudar a la generación y regeneración de tejidos.
Y la luz comenzó a curar
Las terapias lumínicas tienen siglos de historia. Hipócrates recetaba a sus pacientes baños de sol para mejorar patologías de la piel y egipcios e hindúes practicaban la cromoterapia (el poder curativo de los colores basado en las diferentes longitudes de onda que emiten), sin base científica ninguna. La aparición de la electricidad hizo que la ciencia se interesara por ella.
Y, aunque el primer LED fue desarrollado en EE UU, en 1962, por el ingeniero Nick Holonyak, no fue hasta 1988 cuando los físicos T. Ohshiro y G.R. Calderhead, —expertos en láser y pioneros en describir la técnica LLLT (en español Terapia Láser de Baja Intensidad)— mencionaron sus posibles efectos en las células. El potencial de la luz LED integrada dentro de las LLLT como herramienta médica y estética ya se vislumbraba, sin embargo, durante la década de los 90. Entonces, la fototerapia estaba dominada por los láseres convencionales, ya que los investigadores no eran capaces de generar luz LED de una longitud de onda específica (de un color determinado) como para alcanzar objetivos clínicos concretos.
En 1998, la NASA dio un gran paso al lograr desarrollar fuentes de LED estables, poderosas y de diversos colores. La primera aplicación práctica fue la del rojo y el infrarrojo cercano, que conseguía mitigar el dolor y contribuir a la curación más rápida de heridas y quemaduras. Y los astronautas fueron pioneros en usar en órbita una tecnología que hoy tiene múltiples aplicaciones para la salud y belleza de la piel.
Mossum K Sawhney, del Hospital General de Massachusetts, y Michael R. Hamblin, de la facultad de Medicina de Harvard —que han llevado a cabo un seguimiento exhaustivo de las terapias con LLLT en dermatología estética—, explican que "las fuentes de luz no térmicas, coherentes (láseres) o no coherentes, de lámparas filtradas o diodos emisores de luz (LED) se utilizan en las aplicaciones terapéuticas de LLLT, principalmente, para reducir el dolor y la inflamación, acelerar la reparación de tejidos, regenerar tegumentos [órganos externos que protegen el cuerpo] y nervios y prevenir el daño tisular". Y en los últimos años, continúan, se ha demostrado que es "una modalidad terapéutica prometedora para una amplia gama de aplicaciones dermatológicas y cosméticas".
Arrugas, flacidez, acné, celulitis, estrías, manchas, incluso alopecia, cuentan con una nueva herramienta "fácil de usar, amigable —no invasiva—, con efectos secundarios leves", añaden, y con mucho futuro ya que funciona bien por sí misma y junto a otras tecnologías como los ultrasonidos focalizados de alta densidad (HIFU), radiofrecuencia en todas sus versiones, vacumterapia, microcorrientes o principios activos cosméticos de vanguardia. "Con la creciente aceptación y la continua investigación en el campo de la fotomedicina, se puede concluir que LLLT, entre otras modalidades fototerapéuticas, continuará creciendo y emergiendo como una herramienta versátil en dermatología", concluyen los especialistas.
Y a borrar arrugas (y más)
Es muy frecuente que la estética y la cosmética beban de las fuentes de la medicina para ofrecer tratamientos cada vez más eficaces. Las LLLT aterrizaron primero en los centros médicos y salones de belleza, donde se aplicaban con una aparatología poco accesible para el gran público. Solas o como complemento a otras tecnologías. Hoy, lo más nuevo en consulta se materializa en un aparato con nombre de bailarina rusa —Kleresca SKR—, basado en el mecanismo de fotosíntesis de las plantas.
Lo explica Mayte Truchuelo, dermatóloga clínica del Grupo de Dermatología Pedro Jaén y del Hospital Vithas Nuestra Señora de América y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV): "Interactúa con un gel fotoconversor que hace de cromóforo que convierte la luz en energía fluorescente capaz de desencadenar una serie de reacciones en los tejidos, entre ellas, la formación de nuevo colágeno".
La novedad, además del uso de la fluorescencia, está en el alto porcentaje de producción de colágeno que se consigue, hasta un 400%, una eficacia aprobada por la FDA, el organismo estadounidense encargado de garantizar la seguridad de los alimentos, medicamentos, cosméticos y productos de uso en humanos.
En los últimos tres años han aparecido gadgets caseros que replican esta tecnología, con formas y nombres que nos trasladan a un mundo de película de ciencia-ficción. Artilugios de diseño vanguardista que emiten luz LED, en uno o varios colores, y que prometen disminuir las patas de gallo, remodelar el óvalo facial, minimizar las manchas, mitigar el acné, paliar la caída capilar o disipar la celulitis. Todo, en la comodidad de su sofá. Muchas celebrities aseguran que se han convertido en incondicionales de sus virtudes por su comodidad de uso y sus resultados. Tom Cruise, Jennifer López, Victoria Beckham, Kim Kardashian o Kate Hudson abanderan esta cruzada lumínica
Los dermatólogos opinan sobre los aparatos caseros
¿Merece la pena tenerlos en un cajón? ¿De verdad hacen algo? "En general pueden tenerse en cuenta para continuar con los tratamientos realizados en consulta, buscando con ello aumentar la duración del efecto, pero en ningún caso deben esperarse resultados milagrosos", indica Truchuelo. "Los dispositivos de uso domiciliario tienen menor potencia y son menos eficaces, y no permiten realizar la reacción biofotónica, responsable de la gran estimulación de colágeno, como se ha confirmado en estudios".
Es el caso del publicado por la compañía de estudios de mercado Nielsen, en colaboración con investigadores de la Universidad de Molise (Campobasso, Italia), que concluye que la estimulación dérmica es significativamente mayor en el tratamiento de fotobiomodulación (con fluorescencia) que el tratamiento con LED convencional. La dermatóloga Truchuelo opina que sería necesario realizar estudios científicos en sectores amplios de la población "para determinar con exactitud la eficacia cualitativa de estos gadgets".
¿Alguna contraindicación? "La fototerapia con LEDs en cabina es absolutamente segura y libre de molestias para la mayoría de las personas de cualquier edad, sexo o color de piel", afirma Carmen Navarro, esteticista precursora en el uso de las terapias fotolumínicas en cabina. Para los tratamientos caseros, Navarro aconseja "utilizar unas gafas, como las que se emplean en las sesiones de láser, por precaución".
A pesar de que esta terapia es prácticamente inofensiva, especialistas como Truchuelo no prescriben su uso en pacientes con cáncer, diabetes o que vayan a ser sometidos a una intervención quirúrgica, sin consultar previamente con el cirujano; durante el embarazo y la lactancia; cuando exista en la zona alguna infección, herida o vasos varicosos; si la piel es extremadamente frágil; si se lleva marcapasos o si se usan medicamentos que produzcan fotosensibilidad. Además, no está indicada en personas con enfermedades fotosensibles como porfiria (una enfermedad metabólica).
PARA GUSTOS, LOS COLORES
El software de estos aparatos marcará sus diferentes usos ya que cada longitud de onda (color) llega a una profundidad diferente y actúa de manera distinta. Son siete los elegidos por sus virtudes estéticas. Carmen Navarro explica las utilidades de cada una:
- La luz roja (630-730 nanómetros) activa la regeneración celular y el metabolismo de los fibroblastos, generando colágeno y elastina, con lo que ayuda a reducir las arrugas, cierra los poros y previene el envejecimiento.
- La azul (440 nm) es la ideal para combatir el acné, ya que inicia un radical del oxígeno capaz de destruir la bacteria que genera esta patología; además, reduce el tamaño de los poros, los granos producidos por el estrés o los cambios hormonales; la inflamación y las rojeces y tiene un efecto calmante en las pieles hipersensibles.
- La verde (525 nm) es muy eficaz para luchar contra la hiperpigmentación ya que actúa sobre los melanocitos –células que segregan la melanina, el pigmento de la piel–, inhibiendo su producción excesiva, ayudando a suavizar las manchas, eliminar el melasma y mejorar el vitíligo y las cicatrices oscuras.
- La turquesa (480 nm) activa el flujo energético intercelular y posee un efecto relajante y calmante sobre las pieles fatigadas.
- La amarilla o ámbar (585-590 nm) estimula la circulación linfática, mejora la oxigenación y eleva el sistema inmunitario; es perfecta para regular las pieles sensibles, aportar luminosidad y suavidad, además de tener propiedades reafirmantes y actuar sobre el sistema nervioso.
- La violeta (405-420 nm), una combinación de rojo y azul, favorece la eliminación de toxinas, reduce la inflamación, mejora la cicatrización y está muy recomendada después de un tratamiento medico-estético como el Botox, rellenos o láser por su acción antiinflamatoria.
- La blanca (800-830 nm), capaz de penetrar en las capas más profundas, es una gran regeneradora de las células muy indicada para combinarla con tratamientos de rejuvenecimiento intenso.
Los tiempos de aplicación van de 10 a 30 minutos y los aparatos más seguros llevan un sensor que, automáticamente, mide la duración del tratamiento.