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"Marx esperaba como un loco el fin del capitalismo y que no ocurriera lo traumatizó"
El historiador británico Gareth Stedman Jones sitúa en una monumental y rigurosa biografía las ideas de Karl Marx más allá del mito y en el contexto en que surgieron.
Crónica de la ilusión comunista JOSÉ ANDRÉS ROJO
La alienación, la lucha de clases, la plusvalía, el capital. El trabajo como valor, el materialismo histórico, el choque entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. La dictadura del proletariado, el comunismo. Esta ensalada de conceptos remite, sobre todo, a un pensador, Karl Marx (el otro, siempre en segundo plano, es su amigo Friedrich Engels). Vino al mundo en Tréveris, al sureste de Renania, el 5 de mayo de 1818, y doscientos años después de su nacimiento su descomunal obra sigue sometida al escrutinio. La biografía de Gareth Stedman Jones tiene el enorme valor de quitarle al personaje los lastres que lo han convertido en el gran mito de la revolución para devolver su pensamiento al mundo en el que surgió. Karl Marx. Ilusión y grandeza(Taurus; traducción de Jaime Collyer), más de 800 páginas, transita de su vida privada a la pública, de sus estudios a barullo de la política, bucea en sus referentes, da cuenta de sus desafíos, y muestra las contradicciones y los logros de aquel lejano filósofo y hombre de acción, cuya ideas terminaron por transformar radicalmente el mundo en una dirección que ni siquiera llegó a imaginar.
Transformar el Estado prusiano en un Estado racional no termina de funcionar, los periódicos radicales son cerrados, y Marx se traslada a París. Allí va a soldar su amistad con Friedrich Engels durante unos intensos días del verano de 1844. Marx es el editor de una publicación en el exilio, los Anales franco-alemanes, donde llega un texto de Engels que cuestiona la economía política del capitalismo y donde recoge la crítica a la propiedad de Proudhon. Sus ideas le interesan. Van a conectar: es hora, no solo de interpretar el mundo, sino de transformarlo. “Son personas muy distintas en lo que toca a su formación política y teórica. Engels conecta con las inquietudes sociales del socialista utópico Robert Owen y no sabe nada de Hegel, inspiración central de Marx. Pero a ambos les interesa Feuerbach, que ha mostrado las limitaciones del cristianismo y considera que es tarea del movimiento obrero la de restaurar el verdadero humanismo”. Ha llegado la hora de emancipar a la clase obrera. Marx y Engels empiezan a trabajar en el Manifiesto comunista, que el primero completa en enero de 1848.
En febrero estalla la revolución en Francia, y poco después se proyecta por otros lugares de Europa. “No es tanto lo que quiera hacer el proletariado sino lo que le toca hacer como clase, eso es lo que defienden”, observa Stedman Jones. Pero otro pensador, Max Stirner, critica esa lectura: “¿Cómo que es una prioridad de los trabajadores emancipar a la humanidad? Eso suena a cristianismo. Marx se afana en responderle, pero no llega a ser convincente. Es cosa de la lucha de clases, viene a decir, pero es no es más que un anhelo. No una realidad, como pretende su teoría”.
Fracaso y comunaLa revolución fracasa. “Los trabajadores lucharon entonces por el sufragio universal y por tener empleo, aquello no tuvo nada que ver con un alzamiento del proletariado contra la burguesía. Lo que pretendían era ser reconocidos como ciudadanos de la república”, dice Stedman Jones. Marx se traslada entonces a Bruselas, empieza a trabajar en El capital, sigue vinculado a los movimientos obreros. Con el tiempo surge la Primera Internacional, las luchas del proletariado empiezan a canalizarse con los socialdemócratas. Marx se convierte en un mito cuando defiende, en 1870, a la Comuna de París. En 1883 muere en Londres, donde se había instalado definitivamente en 1849.
“Es Engels el que defiende que el capitalismo va a derrumbarse por sus propias contradicciones”, explica Stedman Jones. “Marx no cree que la revolución vaya a ser un acontecimiento. No es la toma de la Bastilla, sino más bien un proceso, una transición que se parece más bien a la que hubo del feudalismo al capitalismo".
¿Y cómo imaginaba el comunismo? “Los que se llamaban comunistas, allá por 1840, eran los que creían en compartir la propiedad. Engels era uno de ellos. Marx, no. Él pensaba, más bien, en un regreso a los orígenes de la sociedad. Cuando entre aquellos lejanos cazadores y recolectores había más recursos que personas, una cierta abundancia, no tenía sentido hablar de propiedad, que es algo que solo surge cuando hay escasez. Todo esto es de Adam Smith. La fantasía de Marx era que la sociedad industrial generaría tantos recursos que ya no haría falta ni propiedad, ni leyes, ni gobiernos, ni Estado”. De ese proyecto, ya luego vino todo lo demás.
UNA VIDA DIFÍCIL (Y BURGUESA)La familia de Marx era judía, pero su padre se bautizó en la Iglesia evangélica de Prusia en algún momento entre 1816 y 1819. Karl se casó en 1843 con Jenny Westphalen, una joven de una familia aristocrática que luego formó también parte de la Liga de los Comunistas. Tuvieron siete hijos, de los que murieron cuatro siendo niños y solo sobrevivieron tres mujeres, dos de las cuales terminarían más adelante suicidándose. Desde muy pronto vivió con ellos Lenchen, una criada que heredaron de la familia Westphalen, y que tuvo un hijo con Marx. La pobreza fue la gran pesadilla que los acompañó durante largos trechos de su vida. Sin la ayuda económica de Engels, que procedía de una familia de un rico industrial, Marx no hubiera podido consagrarse a su obra.
“Era un pater familias que quería controlarlo todo”, cuenta Stedman Jones. “Una de sus hijas se enamoró de un communard francés, pero Karl y Jenny preferían que se casara con alguien más respetable. Así que no le permitían verlo. La muchacha tuvo que encontrar un trabajo en Brighton para mantener la relación, pero hasta allí llegó la mano de su madre. Y aquello no prosperó. Quisieron siempre mantener la imagen de una familia burguesa respetable. Cuando Lenchen quedó embarazada, los Marx decidieron contar que el responsable era Engels. Y este, en su lecho de muerte y como no podía hablar porque tenía un cáncer de lengua, escribió con tiza en una pizarra: ‘Yo no fui el padre, el padre fue Marx”.
JOSÉ ANDRÉS ROJO
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"Marx esperaba como un loco el fin del capitalismo y que no ocurriera lo traumatizó"
El profesor de Cambridge ha escrito una poderosa biografía intelectual del pensador más importante de la modernidad tan lejos del panegírico como del anatema.
LA GRAN ESTAFA, EL COMUNISMO
DANIEL ARJONA El marxismo es un 'invent'. Es lo que demuestra el historiador de las ideas y profesor de Cambridge Gareth Stedman Jones en 'Karl Marx: ilusión y grandeza' (Debate), la poderosa y terminal biografía que, si no es la definitiva sobre el pensador alemán, queda muy cerca. Resumido, reescrito y reinterpretado hasta la náusea desde incluso antes de su muerte -lo que cabreó a Marx hasta declarar "Yo no soy marxista"- los textos de Marx son mucho más erráticos y confusos de lo que la versión canónica de la doctrina pretendió a lo largo de la primera mitad del siglo XX, cuando una tercera parte de la humanidad pasó a estar gobernada por regímenes que se proclamaban deudores suyos.
El libro de Stedman Jones aclara todo esto como una gigantesca centrifugadora de los hechos e ideas de Marx de ochocientas páginas de extensión. En ellas irrumpen sus furias, sus esperanzas, sus dudas, ese terrible jardín en el que se metió cuando decidió sacar a la luz la ley fundamental de la sociedad moderna en 'El Capital' y del que no fue capaz de salir, pero también su vida a caballo entre el estudio y la militancia, al borde de la miseria y del hambre, agarrado a la levita de su amigo y benefactor Engels y a la gresca con todos, fueran amigos o enemigos ¿Quién fue Marx? ¿Qué fue Marx?
PREGUNTA. El carácter dogmático en que cristalizó el pensamiento de Marx, primero por los socialdemócratas alemanes del XIX y más tarde en el XX, al convertirse en ideología oficial de países enteros, acabó provocando un viaje a las búsqueda del “auténtico Marx” que solía coincidir con los prejuicios del hermeneuta de turno. Usted también aspira a encontrar al Marx histórico pero, ¿no es esa búsqueda ya sospechosamente idealista?
RESPUESTA. Creo que un buen historiador debe reconstruir las condiciones en las que alguien pensaba y actuaba. Ahora bien, parte de la dificultad con la que se encontraron anteriores intentos de hacer esto con Marx es que precisamente debido a las interferencias que comenta de los socialdemócratas alemanes, los comunistas rusos, etc., aquellos que querían escribir sobre él de manera no dogmática, tendían a evitar las tareas más difíciles relativas a sus ideas porque temían que eso generara hostilidades y se concentraron por tanto en su familia, en lo que hizo y no hizo. Pero ese no es un retrato suficiente. Mi propia experiencia como profesor en Cambridge y como historiador de las ideas, ha hecho que enfatice igualmente la vida de Marx, su lugar como un episodio esencial en la historia del pensamiento y su influencia en el siglo XX. He intentado reconciliar esos tres ingredientes. Si lo he conseguido o no deben decidirlo los lectores.
Marx fue en su juventud un malcriado que creía tener derecho a todo, que todo se lo merecía
P. El carácter de Marx que emerge en tu libro no es muy positivo. Egoísta en sus relaciones familiares, primero con sus padres y hermanos y luego con su sufriente mujer Jenny y sus hijos a los que arrastró a mil penalidades, terriblemente egocéntrico y despreciativo con sus semejantes… No fue un tipo muy simpático, ¿verdad?
R. Jajaja, no fue muy simpático, no, pero yo he intentado equilibrar lo bueno y lo malo, ser justo. Marx fue en su juventud un malcriado que creía tener derecho a todo, que todo se lo merecía. Pero hay que recordar que en su trasfondo familiar se cebaron múltiples problemas de salud, sobre todo respiratorios, tuberculosis, etc, y también que fue el primer hijo varón y sus padres lo cuidaron muchísimo y estaban constantemente preocupados por él. A la madre se le suele presentar como la típica ama de casa de la época, semi analfabeta, pero no es verdad, fue una mujer aguda e inteligente pero que avergonzaba al snob de su hijo por ser holandesa de origen y no hablar muy bien el alemán. Y por último, hemos de considerar que Marx, de una familia de clase media de judíos conversos, mejoró mucho su situación al casarse con Jenny, hija de una familia aristócrata y militar prusiana. Jenny asumió que disfrutarían de una vida burguesa y acomodada y de hecho, la suegra les "regaló" a la criada que se convirtió en parte de la familia...
P. Helen Demuth. A la que unos años después Marx dejó embarazada.
R. Muy probablemente.
P. Aún genera dudas esa historia. ¿Usted qué piensa?
R. Sí, estoy prácticamente seguro de que fue así, y los socialdemócratas de finales del XIX así lo creían también. Y Jenny también lo sabía. Aunque todos ellos sostuvieron el mito familiar de que el padre de la criatura era Engels, quien se mostraba muy desprendido con el niño, con Freddy. Cuando Engels estaba en su lecho de muerte y el cáncer de garganta le impedía hablar, escribió en una pizarra: "Marx era el padre".
P. Engels sin embargo, sí parece un tipo simpático.
R. Bueno, depende, hay que tener en cuenta que, desde mediados de la década de 1860, ya no les queda herencia a los Marx, no trabajan y dependen totalmente a nivel financiero de Engels. Es una situación complicada que genera tanta gratitud como resentimiento. Sobre todo para Jenny, quien le comenta a una amiga que Engels es un genio malvado. Y Marx, claro, se cohibía mucho a la hora de hablar con Engels y tal vez lo hubiera tratado mucho peor, como hacía con todo el mundo, de no depender económicamente de él.
Sin Engels muy seguramente lo que llamamos marxismo no habría existido
P. Es terrible la carta de respuesta que Marx le escribe cuando su amigo le cuenta que su amada Mary Burns ha muerto y en la que solo habla de sí mismo, única vez por cierto que Engels se siente dolido. ¿Fue Engels providencial para Marx al ser el único capaz de de soportarlo? ¿Sin él lo que llamamos marxismo nunca habría existido?
R. Seguramente no.
P. Uno de los escritos más célebres del Marx joven, 'Sobre la cuestión judía', ha suscitado la acusación de que Marx fue un antisemita, pero usted defiende en el libro que no es exactamente así. ¿Por qué?
R. El antisemitismo posee muchas definiciones... A ver, a Marx le fastidiaba claramente su origen judío y siempre intentó identificarse con la tradición ilustrada más allá de cualquier religión. Ahora bien, en los 40 firmó varias peticiones a favor de la emancipación y la igualdad de los judíos, y en los 50 y los 60 hizo de vez en cuando algún comentario positivo sobre los judíos... aunque solo fuera para agradar a su tío holandés Leon Philips, el fundador del imperio de electrodomésticos, que se casó con la hermana de la madre de Max y administraba la fortuna de la familia que Marx esperaba heredar.
P. El joven Marx se forja políticamente bajo la poderosa sombra de Hegel y de sus seguidores. Esta relación de Marx con Hegel ha sido posteriormente motivo de discusiones interminables desde la opinión mayoritaria que consideraba a Marx un hegeliano aunque materialista a quienes, como Althusser y compañía separaban tajantemente a Hegel de Marx y aseguraban que éste, como él mismo había dicho, apenas había coqueteado con su estilo. ¿Quién tiene razón?
R. No estoy de acuerdo con la posición de Althusser en absoluto. Lo que está claro es que el pensamiento de Marx viene claramente de Hegel. Hay que recordar que todos los filósofos progresistas de entonces buscaban una alternativa al cristianismo de la Contrarreforma adoptando una postura ilustrada que afirmaba que el hombre es una criatura natural que evita el dolor y busca el placer, que el carácter del ser humano lo conforma la naturaleza. Pero Marx no dice eso. En los Manuscritos del 44 y después lo que dice es que la historia versa sobre cómo el hombre se hace a sí mismo, el origen del hombre no está en la naturaleza sino en la historia. No hay por tanto en Marx ese determinismo materialista que sí encontramos en Engels.
P. Escribe que el 'Manifiesto Comunista' de 1848 es sin duda el texto más memorable de Marx pero añade que en el momento en que lo escribió su postura política era “contradictoria hasta lo imposible” porque implicaba, paradójicamente, apoyar a los liberales y al mismo tiempo asumía así que eso dejaría al proletariado peor que antes...
R. ¿Qué coge Marx de los jóvenes hegelianos, de Strauss, Feuerbach, etc? Que el proletariado tiene una vocación de restaurar al ser humano. ¿Cómo? Y Marx no puede responder, intenta evitar la cuestión afirmando que "la clave es la lucha de clases que determina las distintas fases históricas". Lo que yo defiendo en el libro es que las ideas de Marx sobre la historia son interesantes pero bastante menos sus ideas sobre la cotidianidad política.
P. Usted critica de hecho la concepción de que Marx lograra realmente una teoría de la historia, el llamado materialismo histórico.
R. Sí, él no quiso crear ninguna teoría de la historia.
P. Lo que pretendió fue estudiar únicamente el capitalismo.
R. Sí, pero eso ya era estudiar mucho, el capitalismo es una cosa muy grande, jajaja. A ver, no persiguió una teoría de la historia pero sí algo así como una teoría semiteológica de la caída del hombre con el advenimiento de la propiedad privada y el Estado. La misión del comunismo pasaba por restaurar al hombre a la situación comunitaria previa a la caída. A partir de los 50, un Marx más maduro se ve obligado a replantearse esa misión, se toma la economía política mucho más en serio y se acoge a esa idea que tanto debe al romanticismo alemán de que el capitalismo es un organismo. Y los organismos son entes vivos que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Lo mismo le debía ocurrir al capitalismo, la siguiente crisis comercial acabaría con él. El mecanismo de esa caída sería la decreciente tasa de ganancia de las empresas capitalistas. Pero pasan los años, pasan las crisis, y la revolución no llega...
P. Resulta un poco desesperante seguir las cartas de Marx y Engels de aquellos años que usted recoge en su libro, permanentemente ansiosos y expectantes buscando signos de la crisis final que acabaría definitivamente con el capitalismo.
R. Sí, sí, sí, lo deseaban como locos y que no ocurriera llegó a traumatizarlos.
En los 60 Marx cambia: la revolución es un proceso, no un acontecimiento, no es la toma de la Bastilla ni del Palacio de Invierno
P. Explica en el libro lo extraño que resulta que nadie conociera en realidad a Marx hasta que a mediados de los 60, después de pasar décadas encerrado entre libros, informes y legajos en la sala de lectura del museo británico y ya entrando en la vejez, se convierte en el máximo impulsor de la Primera Internacional y defensor de la comuna. Parece como si, al modo de la célebre undécima tesis sobre Feuerbach, después de desmentirse a sí mismo dedicado a interpretar el mundo, de pronto le entraran las prisas, antes de morirse, por tratar de cambiarlo...
R. Lo que yo diría es que del 58 al 63 Marx está deprimidísimo pero en la década de los 60 empiezan a ocurrir cosas que le vuelven a animar: la Guerra de Secesión americana, el Resurgimiento en Italia, la rebelión polaca y entonces se crea la Asociación Internacional de los Trabajadores, le invita a participar y él escribe el discurso de inauguración que es un texto importantísimo que reinterpreta el lugar del trabajador y es el embrión del discurso socialdemócrata, alejándose así de la versión que haría el leninismo posterior. Ahí se defienden logros reformistas como la reducción de la jornada de diez horas. Su manera de pensar ha cambiado y considera que la revolución es un proceso, no un acontecimiento puntual, no es la toma de la Bastilla ni del Palacio de Invierno sino toda una serie de acontecimientos múltiples que en Inglaterra tienen éxito y logran muchos avances sociales. Por cierto que en esta época está escribiendo el primer volumen de 'El Capital' y, si hubiera publicado el segundo, lo que no hizo él sino Engels, todo esto se habría explicado bien. Sabríamos al fin la manera en la que se debe dar la transición del capitalismo a una sociedad de productores que no parecía que fuera a pasar por una revolución.
P. ¿Por qué no acaba Marx 'El Capital'? Suelen alegarse sus cada vez más graves problemas de salud pero usted escribe que, en realidad, no lo acabó porque se dio cuenta de que aquello no funcionaba, él mismo fue consciente entonces de los errores que le achacaron después...
R. Lo que creo yo es que enfermaba cada vez que pensaba en que tenía que concluir 'El Capital', jajaja. ¡Y no es broma! La crisis del capitalismo que lo iba a derrumbar no llegaba y, de hecho, Engels se quedó sobrecogido cuando comprobó a la muerte de Marx que en los manuscritos que debían forma parte del segundo libro no se menciona el fin del capitalismo por ninguna parte. Lo que sí leemos es que piensa que con la ganancia decreciente el capitalismo podría verse de alguna manera perturbado pero no puede publicarlo porque no acaba de reconciliar todas aquellas ideas de una manera coherente y, poco a poco, fue abandonando la empresa. Lo que ocurre entonces es que Engels escribe el 'Anti Dühring' en 1878, en donde en lugar de decir que "el capitalismo se verá perturbado", lo cambia por "el capitalismo colapsará". Y la Segunda Internacional dice: ese es el libro que hay que leer.
P. ¿Y eso es lo que luego queda en la tradición marxista?
R. Sí, ahí nace el marxismo, un marxismo que nunca fue el del propio Marx.
Engels quedó sobrecogido cuando comprobó a la muerte de Marx que en sus manuscritos no menciona el fin del capitalismo
P. En la Internacional Marx a una de las mayores de sus numerosísimas Némesis: Bakunin. ¿Aquella confrontación fue más una pugna ideológica o una disputa por ver quién controlaba al movimiento obrero?
R. La división entre socialismo y anarquismo es un poco falsa porque ambos son dos ramas de lo mismo. Aquella confrontación obedeció tanto a temas personales como políticos pero lo fundamental fue en realidad otra cosa. Tanto Alemania como Inglaterra, por razones distintas, contaban con una tradición de estado fuerte y asistencial, una versión primitiva del Estado del Bienestar y es en esos países donde el movimiento socialista es mayoritario. Esa visión más positiva del Estado no encuentra parangón sin embargo en países como Italia o España donde el Estado no hace nada y que son los lugares donde triunfa precisamente el anarquismo que lucha contra el Estado. Marx, que participa de esa tradición más positiva del Estado, afirma, al contrario que Bakunin, que claro que podemos tener sindicatos y representantes que gestionen el Estado.
P. Marx y Stalin. ¿Hasta qué punto el autoritarismo marxista y su desprecio declarado por los derechos humanos irradia a los regímenes comunistas del siglo XX?
R. No, Marx nunca pudo plantearse este asunto. Pero es verdad que Marx tenía una visión muy negativa de los derechos humanos individuales, solo le interesaban los derechos colectivos y asumía que todos los trabajadores debían tener la misma visión. Pero también fue un ilustrado que nunca hubiese comulgado con Stalin.
P. Marx en la actualidad. ¿Las noticias sobre las resurrección de Marx que brotaron con la reciente crisis económica tras largos años de silencio sobre su persona han resultado, finalmente, un poco exageradas?
R. Marx estableció que el capitalismo es volátil, sube, baja, hay ciclos y crisis periódicas. Pero también hay que tener en cuenta, y muchos sectores de la izquierda no lo hacen, que el siglo XX ha demostrado que puede haber formas de vida mucho peores que el capitalismo. El estalinismo, por ejemplo.
DANIEL ARJONA ACERCA DEL AUTOR: Daniel Arjona es jefe de Cultura de El Confidencial y autor de 'La venganza de la realidad'. Escribe de libros, música, cine, arte, ciencia y otros contrapuntos.
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