¿Cómo le replicaría Charlton Heston a Emma González?
Cinco estrellas de Hollywood en la tele hablando de política y de derechos. No es por el #MeToo ni es 2018. Es 1963 y Marlon Brando, Sidney Poitier, Harry Belafonte y Charlton Heston junto al director de cine Joseph Mankiewicz y el escritor James Baldwin vienen de la “Marcha sobre Washington”, hito de los derechos civiles liderado por Martin Luther King. Todos están de acuerdo en la igualdad para los afroamericanos, también Heston que hace apenas trece años que llegó a Hollywood. Dos años después de esa tertulia, el hijo de un ayudante del sheriff se convierte en presidente del Sindicato de Actores de Hollywood y es por cosas como estas que hasta finales de los setenta, a Heston se le ubica en el espectro del Partido Demócrata.
En el obituario que escribió el periodista Adam Bernstein en el Washington Post hace diez años exponía que, al contrario que Brando, Burt Lancaster o Paul Newman, el protagonista de Los diez mandamientos no era un actor capaz de mostrarse vulnerable. “Representó al hombre de acción que rara vez mostraba sus defectos”. Pauline Kael, crítica de cine de la revista New Yorker, redundaba en esa estampa en la reseña que escribió sobre El planeta de los simios: “No representa a los buenos tipos: es duro y hostil, egocéntrico y con mal genio”.
Sólo hay un momento en el que el hombre que dio vida a Moisés muestra públicamente que tiene carne y lacrimales. Ocurre en 1960, cuando recoge el Oscar por Ben-Hur de manos de la actriz Susan Hayward y tras agarrarlo, inicia un discurso de agradecimiento en el que se le nota muy conmovido. Es el único de sus alegatos, todos épicos, que parece comparable, por el temblor, al de la mujer a la que habría tenido que enfrentarse hoy debido a su pasión por las armas: Emma González.
LABOR HUMANITARIA
“Todos los que han sido tocados por el frío apretón de la violencia armada me entenderán”, dijo la adolescente días antes de que el mundo recordara a Heston en el décimo aniversario de su muerte. Lo dijo en la “Marcha por nuestras vidas”, en la que González habló poco porque optó por callar durante 6 minutos y 20 segundos, el tiempo que tardó Nikolas Cruz en matar a 17 de sus compañeros de instituto con un rifle. En todo ese rato, sostiene la mirada ante la cámara. Lo hace bien y no es actriz: es una joven de la Generación V, la post-millenial, la que maneja redes sociales y cámaras que algunos saben emplear para algo más que vender gafas de sol.
El joven Heston, criado en un entorno humilde, se habría llevado bien con Emma, la combativa hija de un inmigrante cubano que lideró una manifestación que como la de Luther King también pasará a la Historia. Está por ver cuál será la trayectoria de una chica que sólo tiene 18 años, pero a Heston llegaron a distinguirlo por su labor social en 1978 con el premio humanitario Jean Hersholt. Lo puso en sus manos la mismísima Bette Davis, que destacó su apoyo a la lucha contra el cáncer o a asociaciones como Planned Parenthood y alabó su labor como defensor de los derechos de los artistas. Poco después, en los años 80, Heston inició una carrera en televisión que le llevó a participar en Dinastía, Los Colby o Belleza y poder. Sus años de grandes películas habían terminado y al parecer, también su buen ojo para las causas loables.
ATAQUES A LA PRIMERA ENMIENDA
Pero el volantazo político de Charlton Heston se escenifica claramente en el Hotel Regent Berverly Wilshire de Los Angeles. Es 1992 y Time Warner celebra su convención anual. Dentro, un grupo de manifestantes protesta ante los directivos de la compañía por Cop Killer, título de una canción del grupo Body Count. Frente a ellos, el actor que en otro tiempo fue El Cid tira de dotes interpretativas para leer la letra de una canción que habla de matar policías: “¡Muere, muere, muere, cerdo, muere!”, declama muy lentamente y con su voz atronadora, según las crónicas. Por las pausas y la intención, debió ser parecido a la enumeración, con nombres y apellidos, que hizo Emma González de sus compañeros acribillados.
Al acabar el recitado, Heston afea a la discográfica que publique un tema como ese y riñe a sus directivos bajo el argumento de que no todo vale en nombre del arte. Su arenga, su proyección pública y el apoyo de políticos republicanos como el entonces presidente George Bush consiguen que el disco del grupo salga a la venta sin esa canción. Fue el primer ataque frontal de Heston contra la primera enmienda de la Constitución estadounidense, la que defiende la libertad de prensa y de expresión, y salió victorioso.
El segundo llegó cinco años después en el Club Nacional de la Prensa. Allí sostiene que la segunda enmienda (la que defiende el derecho a tener y llevar armas) debería ser en realidad la primera. Algunos periodistas ríen ante sus ocurrencias de buen orador, algo que él aprovecha para dar una estocada burlona y falaz: “Dudo de que ninguno de ustedes eligiera un periódico enrollado como arma para enfrentarse a un dictador o a un intruso”, le dice a unos profesionales a los que siempre acusó de ridiculizar a la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés), de la que era miembro activo.
“DE MIS MANOS FRÍAS Y MUERTAS”
Un año después, en 1998, lo nombran presidente de la NRA y es en esa sede donde lanza su gran frase, una de una fuerza mediática comparable al silencio de Emma González: “Te daré mi arma cuando la cojas de mis manos frías y muertas", le dice a Al Gore, entonces candidato a vicepresidente de Bill Clinton. La sentencia, sin embargo, no es suya. Nació en los años 70, en el Comité de Ciudadanos por el Derecho a Tener y Portar Armas y la avaló el establishment en 1976 al recordarla el Subcomité del Comité Judicial del Senado para Investigar la Delincuencia Juvenil. Lo que hace Heston en 2000 es resucitarla. Y el eco que consigue es tal, que decide incluirla al final de todas sus intervenciones como presidente de la NRA.
El actor deja la presidencia de la asociación en 2003, un año después de su aparición en Bowling for Columbine, el documental en el que Michael Moorse le juega una mala pasada acorralándolo cuando ya está muy mermado. Esas imágenes contribuyeron a asentarlo en el imaginario colectivo como un carca trasnochado más que por haber sido Ben-Hur, El Cid, Moisés, el coronel George Taylor o Will Penny, el atormentado cowboy que interpreta en El más valiente entre mil y con el que dijo sentirse tan identificado.
Pero si algo lo había colocado en ese punto fueron los discursos encendidos en la NRA y las declaraciones hechas a partir de los años 80 contra homosexuales, feministas (decía que reclamaban el “deber divino” de odiar a los hombres) y afroamericanos (a quienes acusaba de protestar por un lado y de tragar por otro). Todos esos colectivos le exigieron una disculpa que nunca dio porque decía que frente a la corrección política que estaba “dividiendo Estados Unidos”, él defendía el sentido común. ¿Les suena?
“No lo odiamos porque es tan magnéticamente fuerte… representa el poder estadounidense y tiene el perfil del águila”, escribía Pauline Kael sobre Heston a finales de los 60, cuando el actor estaba en su esplendor y aún andaba lejos de convertirse en un blanco tan fácil. Diez años después de su muerte, sería interesante ver hacia dónde dirigiría ese pájaro su vuelo en un país donde se celebran galas feministas de los Oscar y tendría como adversaria a una adolescente latina y bisexual con un millón y medio de seguidores en Twitter, tres veces más que la NRA.
SILVIA CRUZ LAPEÑA