“Es muy distinto tener miedo a ser cobarde”
Por la modestia que los caracteriza, a Yanelis Núñez y Luis Manuel Otero ya les parecía casi imposible quedar entre los finalistas, sin embargo, para quienes conocemos bien de la importancia del Museo de la Disidencia en el ámbito artístico cubano y de la labor infatigable de estos dos jóvenes que intentan llevar a adelante un proyecto totalmente independiente del gobierno y sus instituciones, incluso siendo perseguidos y hasta criminalizados por la policía política, la noticia de que recibieran el Premio Index a la Libertad de Expresión 2018 causó más alegría que sorpresa.
Ser elegidos entre más de 400 proyectos artísticos, de activismos sociales y periodísticos de todo el planeta es razón suficiente para conducir al asombro de cualquiera pero a estos artistas-activistas cubanos se les ha visto trabajar con empeño sostenido a pesar de la presión que soportan a diario y con más fuerza de voluntad que con recursos materiales.
En pocos años, paciencia y talento mediantes, han colocado al Museo de la Disidencia en Cuba en el mismo centro de los escenarios artísticos y político de la isla, a partir de propuestas que oponen consenso, inclusividad, libre pensamiento a ese marco de intolerancia, represión, manipulación y control absoluto en que se desarrolla la vida de los cubanos y cubanas, incluso para muchos de quienes han logrado colocar el mar de por medio.
Habiendo sufrido detenciones arbitrarias, en el caso de Luis Manuel, o la pérdida del empleo estatal, como sucedió con Yanelis, no los ha podido inmovilizar el miedo, al que admiten como una respuesta humana, natural, de la cual no se avergüenzan, más en un entorno político tan hostil y muy poco comprendido fuera de Cuba.
“Es normal tener miedo, ¿quién no tiene miedo en Cuba? Pero es muy distinto tener miedo a ser cobarde”, dice Luis Manuel pero no se detiene demasiado en el tema, a pesar de que es consciente de que el premio lo volverá mucho más visible y, conociendo bien al régimen, pudiera ser un arma de doble filo.
Yanelis, inmersa en la Bienal 00 que organiza, como respuesta alternativa y desafiante como debiera ser toda propuesta artística en cualquier lugar del mundo, no ha tenido mucho tiempo para pensar en otras cosas que no sea Bienal 00. Ese ha sido su desayuno, almuerzo y comida, sus sueños y pesadillas, en los últimos meses.
No hay tiempo ni siquiera para ajustar una pose frente a la cámara o para poner un poco de orden en el plano, y ni siquiera la alegría por el premio ha podido interrumpir el ritmo de trabajo.
“No pudimos ir a Londres porque la embajada británica nos negó la visa por cosas absurdas como no tener una cuenta en el banco o por un detallito en la carta de invitación pero igual el viaje hubiera interrumpido el desarrollo de la Bienal 00 y para nosotros eso es muy importante”, señala Yanelis sin ningún tipo de drama. Hablar de la Bienal la obsesiona, tanto como si le fuera la vida en ello.
Conversamos mucho de todo pero muy poco sobre el premio. Conversamos mientras trabajan como hormiguitas, en cientos de detalles a la vez, y uno queda sorprendido por ver cómo dos personas, apoyados solo por un círculo de amigos, moviéndose a pie por toda la ciudad, y economizando el poco saldo que les queda en móvil y el menudo en la cartera, irradian confianza en lo que hacen, voluntad, optimismo y mucha pasión por el arte y por cambiar para bien las cosas en Cuba, es decir, por la vida.
ERNESTO PÉREZ CHANG LU