“Casi todos los jóvenes se quieren ir de aquí”
A sus 25 años Yimmi Buchillón García ha probado casi todo para ganarse la vida: fue pescador, carpintero y reparador de carrozas de carnaval, pero en Punta Alegre, Ciego de Ávila, "es muy difícil encontrar trabajo", cuenta con desesperanza a 14ymedio. El 25 de marzo zarpó hacia Estados Unidos pero no logró llegar a su destino y fue repatriado al pueblo de donde "casi todos los jóvenes se quieren ir".
Buchillón partió del litoral norte del centro de la Isla, una de las zonas más afectadas por el huracán Irma en septiembre pasado. En el área, muchos residentes sueñan con emigrar para salir de la crisis, pero el fin de la política estadounidense de pies secos/ pies mojados hace que la mayor parte de sus intentos terminen en deportación.
En Punta Alegre, perteneciente al municipio Chambas, los vientos y las inundaciones costeras derribaron 645 viviendas y otras 1.054 sufrieron derrumbes parciales. Aunque el Gobierno se volcó en la reparación de la infraestructura y se otorgaron créditos para rehacer las casas, la vida económica del poblado no se ha recuperado.
"La situación ha empeorado. Yo quisiera quedarme con mi familia, con mi mujer y tener un trabajo fijo aquí, pero es que no aparece nada", explica Buchillón apenas unas horas después de llegar a su casa tras pasar un mes fuera, una parte de ese tiempo en el mar y otra en una cárcel de Bahamas, desde donde fue repatriado.
Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas correspondientes a 2016, el 17,3% de los jóvenes del país en edad laboral no estudia ni trabaja, aunque más de la tercera parte de estos desempleados (37%) asegura que tampoco busca trabajo, una cifra que alcanza los 78.778 jóvenes en todo el país.
Los números podrían ser mayores dado que muchos no reportan su situación, ante la inexistencia de un seguro de desempleo que les permita cobrar un mínimo mientras buscan un trabajo. En las zonas rurales el problema es más grave y buena parte de los jóvenes solo encuentra tareas informales e ilegales con las que mantenerse.
"Antes del huracán tenía trabajo de mensajero en una cafetería, pero era ilegal, sin contrato", cuenta Yoandy Rojas, otro joven residente en Punta Alegre que ha intentado salir ilegalmente del país en tres ocasiones. "Desde septiembre este pueblo ha sido tomado por la policía así que no se mueve ni una mosca fuera de la ley", explica.
La zona, con poco desarrollo agrícola, depende fundamentalmente del mar y del paso de los turistas que van hacia los cayos, al norte de Ciego de Ávila. "Hay pueblos donde la gente vive más del negocio del turismo, pero los extranjeros no llegan mucho aquí y además en los últimos meses ha disminuido también el turismo", asegura.
"Aquí el turismo es el centro de todo", explica Dielsy Hechevarría, que trabaja como guía informal en la zona y regenta junto a su madre dos habitaciones de alquiler. "Si no hay extranjeros no hay trabajo", sentencia la joven que ahora valora la idea de emigrar hacia La Habana en busca de otras posibilidades. "Este pueblo no tiene futuro", concluye.
En Punta Alegre, Buchillón se ganó un tiempo la vida como pescador y vendía ilegalmente sus productos a los vecinos y negocios de la zona. La Policía Nacional Revolucionaria (PNR) cortó esa posibilidad con un aumento de los operativos en el litoral. "Acosan a los pescadores y no los dejan vivir", asegura su madre, María de Los Ángeles García León.
El verano pasado, Buchillón fue contratado para reparar las carrozas de los festejos populares. "Me pagaron 150 CUP, unos 7 CUC, por todo el trabajo y solo me alcanzó para comprar los zapatos de la niña que comenzaba la escuela", recuerda. Después de eso no ha vuelto a tener vínculo laboral con el Estado ni tampoco en ningún negocio privado.
García León le ha dicho adiós cuatro veces a su hijo en cada intento de salir del país. El último fue hace apenas un mes, cuando partió junto a otros 12 amigos para intentar llegar a la costa de Estados Unidos. "Aquí hay mucha miseria mucha necesidad y la juventud no tiene vida porque le tienen puesta la soga al pescuezo", describe la mujer.
Los balseros construyeron una embarcación de vela y sin motor, conocida popularmente como chapín, con la que se lanzaron al agua. "Estuvimos cinco días en el mar y había mucho oleaje", recordaba este miércoles Buchillón, todavía adolorido por una infección de garganta y con el pelo revuelto de un náufrago.
El 30 de marzo los guardacostas estadounidenses interceptaron la balsa y trasladaron a sus ocupantes hacia un centro de detención de migrantes en la localidad costera de Flipper, en Bahamas. Después de ser procesados, los 13 balseros fueron llevados a Nassau donde estuvieron 22 días encarcelados hasta su regreso a Cuba.
Buchillón asegura que en el lugar se juntaron 34 cubanos, provenientes de varios grupos y que recibieron un tratamiento degradante, una situación que los llevó a iniciar una huelga de hambre. Pocas horas después de comenzar el ayuno los visitó la embajadora de Cuba en Bahamas, Ismara Mercedes Vargas Walter, para convencerlos de que depusieran la protesta.
Este lunes, finalmente, volvieron a pisar tierra cubana y dos días después Buchillón estaba de regreso en Punta Alegre. "No pienso por ahora volver a intentar salir", reflexiona pero sabe que tiene por delante una tarea casi tan difícil como evadir a los guardacostas o sobrevivir a las olas: encontrar trabajo.