Este relato, de ser cierto, evidencia, como el contado por el babalao Agustín, que la participación o no de la mujer en determinados rituales de las religiones africanas asentadas en Cuba ha estado sujeta a un proceso similar de desconstrucción y construcción de tradiciones. Proceso que se observa también hoy en diferentes niveles de las prácticas rituales afrocubanas. No pocos de ellos se han perdido, olvidados por no practicarse, y otros más recientes tratan de imponerse. ¿Por qué no pensar que la participación de la mujer en un futuro, largo o corto, será más visible en aquellos rituales de los que ha sido excluida tradicionalmente?
ORIENTACIÓN SEXUAL
El homosexual hombre tiene más espacios que la mujer homosexual en la Regla de Osha. Sin embargo, es discriminado para pasar a babalao, o para ser tocador de tambores batá, o para ser un verdadero osainista. La mujer homosexual, por su condición de mujer, sufre la marginación en importantes rituales, pero no, de manera tan directa, por su orientación sexual, aunque en el ámbito social también sufre de prejuicios, tal vez no tan abiertos como el homosexual hombre, pero no por eso menos dolorosos.
Me parece sumamente interesante la información que nos ofrece Rómulo Lachatañeré, quien, al visitar una casa de santos, observó que las mujeres iniciadas en el culto a Obatalá eran lesbianas. Lydia Cabrera en su ya clásico El monte, al referirse a la presencia de las lesbianas en la Regla de Osha, nos relata que ellas tenían como orisha a Inle, al que sincretizaban con el San Rafael de la Iglesia Católica. Este santo se veneraba en la Iglesia del Ángel y, en particular, el 24 de octubre, fecha de su fiesta anual.
Cabrera destaca que dicha festividad era muy concurrida por los addodis y alacuattás (homosexuales masculinos y femeninos respectivamente). Subraya la presencia de la iyalocha llamada la Zumbao, como la capataza del santo, así como la existencia de una supuesta sociedad religiosa de alacuattás.
No he encontrado otras referencias a lo apuntado por Lydia Cabrera, pero sería muy importante indagar por mayor información sobre esa sociedad. De haber existido, reflejaría aspectos notables, como la visibilidad de las lesbianas en la santería a un nivel tal que habrían tenido necesidad de organizarse. Me llama la atención que el año que Cabrera da como referencia es el de 1887. Justamente durante la década de los 80 del siglo XIX, circuló La Cebolla, una publicación que se autoproclamaba órgano oficial de las meretrices de La Habana. Resulta interesante lo anterior para contextualizar la posibilidad de que la llamada organización de las lesbianas pudiera ser algo más creíble.
Una de mis testimoniantes me aseveró no haber escuchado en su niñez, ni en los cuentos de sus mayores, referencias a tal organización. Pero destacó que en la fecha señalada, las lesbianas, santeras o no, se colocaban una cinta en la cabeza. Ese detalle les permitía identificarse entre ellas. También me habló de la existencia de cabildos, según las historias oídas, dedicados a un santo. Pudiera ser que la existencia de una casa en particular, donde se adorara a San Rafael, fuera frecuentada por muchas devotas de ese santo, y se mostrara la imagen de tal templo popular como la sede de una posible organización religiosa de mujeres lesbianas.
Mis investigaciones de terreno señalan que casi todos los santeros y babalaos expresan que no hay un oddun específico que explique, de igual modo que el origen de la mestruación, la causa de la homosexualidad, pero se argumenta que en el oddun Offun Obbe nace la homosexualidad. En él se narra una historia en la cual Oyá maldice a una mujer, pronosticándole que su hijo será un addodi, homosexual. Hay quienes aseguran que la homosexualidad se crea en Oddi Meyi, pues en este oddun surgen todos los aspectos que pueden apartar de una vida correcta a los hombres y mujeres. Los que tienen esta letra en su Itá deben no tener contacto con manifestaciones y vicios que puedan dominarlos y sumirlos en costumbres y hábitos dañinos, como ser alcohólico, drogadicto, ladrón.
A los que se inician o se consultan y les sale este oddun, se les aconseja apartarse de los homosexuales, para evitar las influencias que ellos pueden ejercer en sus vidas, sobre todo a aquellos propensos a la homosexualidad, conscientes o no. En no todas las fuentes testimoniales publicadas se reproduce el texto de la letra con amplitud y claridad. En uno de ellos, con un gran nivel de síntesis, se expresa que: Oddi Meyi, formación del género, las nalgas y la vagina de la mujer. Oddun femenino. Nacen los órganos femeninos, la célula, el color negro y el rojo. Los colores abigarrados para las mujeres, el mar. El vicio del sexo oral y la malicia. Los granos.
Nace el Ariku Bamboyú. Los muñecos, hablan los monos; es la resistencia en persona; es hija de Orumbila y Oloborá. Aquí se estableció el principio de la monarquía. En ella se practica el espiritismo; habla de perversión; la persona quien marca este oddun está predispuesta al homosexualismo y los varones igual. La muerte llega por un viejo que aparecerá al oscurecer. Señala la prisión, la caridad pública, la autoridad, la jefatura, las comidas. Mujeres jóvenes embarazadas. El poder.
En Des Dieux et des Signes, Erwan Dianteill plantea también que los heterosexuales practicantes deben apartarse de los homosexuales. No fundamenta tal acción con el oddun citado, sino a partir de su reflexión sobre la feminización de la santería y del espiritismo cubanos, como resultado de la compleja estructura religiosa afrocubana. Enfatiza que en la medida en que hay religiones reservadas ritualmente a los hombres, las otras tienden a la feminización. Afirma que un hombre que se mantenga en la santería o en el espiritismo corre el riesgo de ser asimilado al grupo de los homosexuales, los que no tienen acceso al culto de Ifá y al Palo Monte. Subraya la significación de la pertenencia a Ifá y al Palo Monte como un sello de heterosexualidad, de masculinidad, aspecto muy importante, según él, en un país donde el machismo tiene un valor dominante.
Me llama la atención que no incluya en este rango a los abakuás, que también son practicantes de un culto donde la masculinidad es el factor principal. Concluye su idea con el criterio de que: “la santería está afeminada porque existe un grupo complementario exclusivamente masculino”.
Dianteill hace algunas consideraciones relacionadas con las parejas homosexuales, y adopta una posición muy dogmática para calificar al que hace de activo y al que hace de pasivo. Es muy confusa la parte final de su enjuiciamiento: “El que asume el rol masculino en la relación sexual es llamado bugarrón, no tiene ninguna afiliación particular en la santería”. ¿Quiere decir que aunque haga el papel de hombre sigue considerado homosexual?
Asimismo, emite una valoración, que me parece muy controversial, y que obviamente evidencia que analiza estas relaciones desde una posición externa. De modo categórico asegura que los hombres homosexuales, que son muy afeminados y no bugarrones, pueden encontrar en la santería una actividad religiosa en la cual asumir sus preferencias femeninas. La realidad evidencia la dialéctica de esos roles, y que el mayor o menor amaneramiento no es señal obligatoria de la preferencia de una función pasiva o activa. Tampoco el adoptar la posición de activo libera al homosexual del estigma para desempeñarse como babalao.
No son pocos los homosexuales que se identifican plenamente con Shangó. Lydia Cabrera cuenta la relación de un famoso addodi con el orisha más mujeriego de la Regla de Osha. Sin embargo, la tendencia popular que vincula a este orisha con los homosexuales está dada por la existencia de una historia que narra como Oyá le prestó su ropa a Shangó para evitar una batalla con Ogún. El travestismo momentáneo de Shangó lo hace atrayente a los homosexuales. En su texto, Dianteill narra una versión de tal historia contada a él por un omogún. Realmente, era una versión que estaba en función de una obra literaria, de una ficción. En esa versión, no surgida de la imaginería popular, al vestirse de mujer, Shangó se sintió bien y realizó el acto sexual con Ogún.
El propio autor, al conversar con otro omogún y un omoshangó, se convenció de lo inadecuado de tal propuesta. De eso hace ya más de treinta años y el relato final que aparece en la novela, aún no publicada, respeta la historia tal como se reproduce en la versión original y se mantiene en el conocimiento de todos los santeros.
Hace ya algún tiempo tuve la oportunidad de leer un tratado vinculado con el oddun Ogundaketé, en el cual se describe lo que debe hacerse para que un homosexual abandone sus prácticas sexuales. Llama la atención que este ritual no haya sido utilizado con esa finalidad por padres santeros con hijos que presentan esa orientación sexual, ni recomendado por los babalaos con ese fin. A muchos de los entrevistados para esta pesquisa les he formulado esa pregunta y no he obtenido una respuesta lógica.
En Ogundaketé, uno de los oddun de Ifá, se narra que Yemayá se enamoró locamente de un joven homosexual que no le prestaba atención a sus requerimientos, pero ante la insistencia de ella, el joven le puso como condición que convenciera a Orula para que él fuera iniciado como babalao. Después de muchos ruegos, Orula accedió. Se le hizo un ritual que, metafóricamente, implicaba cerrar la vía sexual clásica de los homosexuales, ya que el joven tenía que abandonar sus prácticas homosexuales. Sin embargo, él no cumplió los caprichos de Yemayá. Una vez convertido en babalao, se negó a hacer el amor con ella, porque hacerlo era traicionar a Orula, puesto que Yemayá era su mujer. Como venganza, Yemayá comenzó a difamar de la hombría del joven. Una versión diferente de la relación de Yemayá con los homosexuales se halla en el ya citado El monte. Uno de los informantes de Lydia Cabrera le narró que Yemayá se enamoró y vivió con uno de ellos. Que eso ocurrió en el país Addo, donde todos los habitantes eran mitad hombres, mitad mujer. Yemayá los protegía porque Addo era tierra suya.
Esta historia explicaría la cantidad de homosexuales vinculados con Yemayá y con Oshún. Con esta última se ha de tener en cuenta sus peculiaridades más populares, su feminidad, su culto al amor.
También El monte nos relata que los orishas masculinos, Shangó, Ogún, Eleggua, Ochosí, Orula y Obatalá, no ven con buenos ojos a los addodis, homosexuales en lengua yorubá, como ya se ha dicho. Pero es muy significativo que, a pesar de la marginación que sufren los hombres homosexuales, en determinados niveles del Culto a los Orishas tienen un gran espacio, y en la Regla de Ifá, de tantos valores machistas, se les concede la mano de Orula.
Lo anterior se fundamenta en un patakí que nos habla de cómo, en cierta ocasión, Orula fue atacado por sus enemigos y lanzado medio muerto a un río. Pudo asirse a un tronco que flotaba y, sin conocimiento, fue rescatado de las aguas por unos hombres y llevado a una isla donde sólo vivían hombres que convivían sexualmente entre ellos. Orula fue respetado, curado. En virtud de esta buena acción, Orula decidió demostrar su agradecimiento, otorgándoles su ildé para no dejarlos desamparados ante los peligros y la muerte.
Otro aspecto vital para los creyentes es la pertenencia a un orisha femenino o masculino. Obviamente, no significa que los hombres actúen y vivan de una forma contraria a su género y a la sexualidad inherente a él, pero en el saludo, por ejemplo, el hombre debe hacerlo como se saludan a las orishas hembras, ladeándose a la izquierda y a la derecha, una vez que están tirados a la larga sobre la estera, alfombra de pajilla que se usa para dormir y sentarse los iyawos durante el ritual de iniciación. Algo similar ocurre cuando un orisha monta un caballo, es decir, cuando la energía espiritual de Shangó o de Yemayá o de cualquier otro orisha baja y posee a uno de sus hijos, y habla a través de ellos, sus caballos en la tierra. Un hombre montado con un orisha masculino no ha de presentar grandes problemas en la asunción de esa energía. Tampoco una mujer cuando es poseída por la energía de una orisha, pero cuando el género del orisha es el contrario del caballo podría haber una contradicción, aunque no pocos argumentan la ausencia de esa posible contradicción, puesto que la energía posee a la persona y la hace actuar como lo que esa energía está representando.
Sin embargo, el análisis de los casos estudiados refleja una tendencia interesante: las mujeres, sin ser propiamente lesbianas, asumen las energías de los orishas masculinos, y también de forma coherente las personalidades de las orishas femeninas, acentuando las características propias de cada una de ellas. Los hombres montados con las energías de los orishas masculinos acentúan la masculinidad de los orishas que hablan a través de ellos, no importa si son homosexuales. Desde hace algún tiempo comencé a frecuentar fiestas de santos, y nunca he visto, en los últimos años, a un hombre denominado heterosexual montado con un orisha femenino, a pesar de que la tradición oral sí recoge tales casos. La homosexualidad es aceptada como un hecho objetivo en las prácticas de las versiones del Culto a los Orishas en Cuba, en los Estados Unidos y en Brasil, pues también en el candomblé, nombre que toma en ese país, se visualiza la participación extraordinaria de los homosexuales, tanto masculinos como femeninos, pero los primeros parecen ser también mayoritarios.
Esta aceptación puede estar dada desde el punto de vista religioso por los oddun ya señalados, la probable existencia de otros, o de la propia historia de los pueblos yorubás, como se expresa en el título, limitado a las prácticas religiosas en Oyo, Sex and the Empire Is No More, de James Lorand Matory, También se ha dicho en escritos cubanos y extranjeros, no siempre relacionados con los homosexuales, que no pocos van a la santería u otras religiones de origen afrocubano como un modo de realización social y personal, pues llegan a ocupar puestos notables en la práctica de dichas creencias personas que no hubieran podido lograr en otras actividades sociales.
Son numerosos los babalochas, iyalochas y los oddi, homosexuales santeros, que han alcanzado amplio reconocimiento, prestigio y que se sienten respetados y admirados por los creyentes. En el caso particular de los homosexuales, en algunos textos se argumenta que su participación se debe, fundamentalmente, a que en las prácticas religiosas pueden asumir su feminidad de modo abierto, sobre todo cuando son hijos de orishas mujeres (como lo dice el ya mencionado Dianteill, entre otros.
Una revisión general de algunas de las ideas lanzadas para el debate refleja que todavía queda mucha investigación de terreno por realizar y no poca bibliografía por consultar. Evidentemente, la santería y el candomblé son creencias y prácticas religiosas muy abiertas, integradoras y participativas para hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, pertenecientes a todas las razas, a todas las clases sociales, portadores de culturas y lenguas provenientes de muy diversas latitudes, practiquen o no otras creencias. En virtud del incremento y expansión de la lucha de los homosexuales por sus derechos, no es difícil predecir que ello influirá sobre la que, de modo silencioso, al menos por ahora, se libra en el seno de la religiosidad afrocubana por parte de las mujeres, principalmente, y también por los homosexuales hombres.
Las iglesias cristianas, en su mayoría, siguen condenando a la homosexualidad. Ya se ha visto, aunque sea panorámicamente, como en el Culto a los Orishas el homosexual tiene más espacio pero, a la vez, y sobre todo al hombre, se le impide la realización de determinados rituales, y en los oddun de Ifá y del diloggun se le sigue considerando como algo no del todo aceptable. Por eso el interés cada vez más generalizado en discutir estos aspectos.
La solución no está en la simple y errónea tolerancia, sino en la sabia y justa comprensión de que los tiempos han cambiado y de que todo el presente es el resultado de una construcción machista y discriminadora de la mujer y del homosexual por razones de poder. El camino a recorrer en esta lucha es largo y difícil, pero está iniciado, el debate está abierto, sobre todo a partir de las iniciaciones que ya se han hecho en Cuba de mujeres como iyaonifá.
Evidentemente, los criterios ante ese hecho son muy diversos, pues la práctica cubana, en su gran mayoría, es renuente a ese y otros cambios. En casi todas las religiones se han producido movimientos ortodoxos. La santería, el Culto a los Orishas, ha estado sufriendo de ese proceso desde hace ya tiempo, pero llama la atención que cobra fuerza justamente cuando se intenta dar un mayor espacio activo y jerárquico a la mujer dentro de la Regla de Ifá.
Debemos analizar los fenómenos que ocurren en la santería con un sentido dialéctico y, por lo tanto, reconocer la coexistencia de formas diferentes de practicar la religiosidad santera. Es un proceso que parece ser irreversible, independientemente de que simpaticemos o no con él.