Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: LA “SOLEDAD”, ENFERMEDAD DEL SIGLO XXI
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 22/04/2018 16:35
 LAS HOJAS MUERTAS
Rodeada de ausencias, la sombra de todos los días ahora es siempre la misma. Nunca había pensado en la amenaza de la soledad,  pero hace trece años los recuerdos la atrapan a su libre capricho sin tener en cuenta el daño que causan cada vez que el viento los trae.
 

«LA SOLEDAD, ENFERMEDAD DEL SIGLO XXI»
                     POR MARI PAU DOMINGUEZ - ABC
Ya están aquí de nuevo. Seguro que ha sido el viento del norte, una vez más, el que los ha traído, porque cuanto más frío hace más recuerda los eternos momentos en los que una manta abrigaba sus cuerpos en el sofá mientras veían la televisión o leían alguna revista atrasada. No era necesario hacer nada especial. Bastaba con estar juntos.
 
Pero hace trece años que Margot lucha sola contra los recuerdos que la atrapan a su libre capricho sin tener en cuenta el daño que causan cada vez que el viento los trae. En el invierno se ceban con ella. Los días tristes y oscuros se llenan de imágenes de cuando su marido vivía y compartían paseos dominicales por los jardines del Campo del Moro, o de sus dos hijos, varones, pidiendo a gritos por las tardes la merienda, «qué tragones eran». Ahora es ella quien traga con su peor experiencia desde que abandonó Francia con 20 años para casarse con Manuel, catorce años mayor, e instalarse en Madrid, en el barrio de Lavapiés: la soledad.
 
Rercuerdos de vinilo
Margot tiene 66 años. Según la actual esperanza de vida, es una persona joven. Sin embargo, la falta de compañía, ya absoluta a base de haber ido encerrándose en sí misma al quedarse viuda, le echa años a su fisonomía.
 
Vive en un piso alto, un sexto, con una diminuta terraza en la que nada cabe, abarrotada de plantas que ocupan el estrecho paso. Son su mayor dedicación diaria. Las hojas secas caen, se recogen y vuelven a salir, marcando el discurrir de las estaciones. Las hojas muertas entran y salen por la ventana dejando a su paso lágrimas de soledad en el aire.
 
El vinilo sigue siendo el soporte de la banda sonora de su vida. El viejo tocadiscos aguanta la erosión del paso del tiempo, «tendré que comprarte uno nuevo, todavía los fabrican», le ofreció uno de sus hijos en la pasada Navidad, pero hasta hoy. Y a ella le da igual mientras suene… Sigue poniendo los discos de antaño, música francesa que corona las cimas de la nostalgia. Sous le ciel de Paris… el olor del humo nebuloso de un cigarrillo prendido en la voz, tan distinta a todas, de Yves Montand con un acordeón de fondo soltando notas musicales como gotas de agua que resbalaran sobre un paraguas bajo la lluvia. Pero es otra su canción favorita.
 
Les feuilles mortes sonaba en la sencilla brasserie de París en la que Manuel y Margot se vieron por primera vez, durante un viaje a París en el que ella acompañó a su madre en busca de material para la pequeña tienda que la familia regentaba en un pueblo a treinta kilómetros de la capital. Él era un emigrante español a punto de regresar a su tierra natal después de años de duro trabajo en una fábrica de repuestos de automóvil. «En aquel tiempo la vida era más bella. Y el sol, más ardiente». El retraso de su vuelta a casa mereció la pena. Flechazo, noviazgo de meses y boda, íntima y humilde. Estaban tan enamorados que poco más necesitaron para ser felices. «Es una canción que se nos parece, tú me amabas y yo te amaba. Y nosotros vivíamos juntos». Les feuilles mortes…
 
La vida en Madrid no fue fácil, menos aún para Margot, que tuvo que hacerse a las nuevas costumbres y, sobre todo, a un idioma desconocido. Consiguieron comprar un piso pequeño pero luminoso en Lavapiés, en el que tuvieron a sus hijos y en el que su marido falleció. Un reducido espacio para que la felicidad diera paso al aislamiento, al frío y al olvido.
 
Rodeada de ausencias
La sombra de todos los días ahora es siempre la misma. Montand la acompaña noche tras noche. Su voz la acaricia hasta coger el sueño, que le dura poco. Cuantos más años, menos horas se duerme. Se levanta temprano, cansada de dar vueltas en la cama desde el amanecer y de palpar el sitio vacío del lecho, que solía ocupar su marido. Mientras desayuna ve un poco la televisión, después opta por la radio mientras hace su cama y recoge la cocina. Si no tiene que salir a comprar, aburrida da una cabezada en el sofá al final de la mañana. Luego toca cocinar. Qué pereza le produce. Si no la vence entonces acude a alguno de los bares de su calle para tomar algo antes de que empiece la telenovela, su única compañía. Va saltando de una a otra con el mando, así sigue el hilo de todas. Historias que se entremezclan en su cabeza para abstraerla de la realidad.
 
Aunque nada consigue hacerla tan feliz como la voz grave de Montand cantando Las hojas muertas. Echa tanto de menos a Manuel… En más de treinta años de casados jamás se separaron. Las únicas horas que cumplían con la excepción eran las que él se pasaba trabajando. «Pero la vida separa a los que aman, muy suavemente, sin hacer ruido». Y acabó siendo la muerte la encargada de llevárselo a él y de dejarla a ella hundida en un mar de abandono. A sus hijos apenas los ve, tienen su vida, no quiere molestarlos.
 
Empieza a temer que la ausencia irreversible de Manuel vaya borrando de su mente el rastro de lo vivido. De su amor. «Y el mar borra sobre la arena los pasos de los amantes desunidos».
 
Nunca había pensado en la amenaza de la soledad. Creía que tras la muerte de Manuel tendría quien la consolara en su entorno. Sin embargo, sus escasos familiares, todos por parte de su marido aunque siempre los consideró como si fueran familia de sangre, también han ido falleciendo. Eran muy mayores. Pero lo peor es que a ello hay que sumar la falta de amigos muy queridos, a los que la enfermedad ha arrebatado de la vida dejando un reguero de dolor y desamparo. Hasta en el rellano de su escalera le persigue la Parca implacable. De cuatro, se ha llevado a dos. A su mejor amiga, a quien se encontró sin vida en el suelo del cuarto de baño, una imagen terrible. Y al vecino de al lado; el pobre murió solo y su cuerpo no fue hallado hasta semanas más tarde.
 
Desde su estrecha terraza ya no vería en compañía de nadie, los tejados de Madrid… las azoteas con blancas sábanas tendidas… el campanario de la iglesia del barrio… Ni oiría de lejos los gritos de los niños en el parque… Definitivamente, más que nunca y para siempre, le llega la condena de soportar los recuerdos que de manera impenitente «el viento del norte arrastra hacia la noche fría del olvido»…
 
La soledad aumenta el riesgo cardiovascular
Las enfermedades cardiovasculares son, a día de hoy, la causa principal de mortalidad en el mundo. A factores de riesgo ya conocidos como el alcohol o el tabaco, hay que sumarle ahora la soledad. Un reciente estudio de la Universidad de Helsinki (Finlandia) avala otros anteriores, como el de la Universidad de York (Reino Unido), y arrojan el preocupante dato de que el aislamiento social incrementa hasta en un 30% la posibilidad de sufrir un ictus o una cardiopatía isquémica.
 
Reportaje de la periodista y escritora Mari Pau Domínguez en la que recrea historia en torno a la soledad basadas en episodios reales.
 
FUENTE:  ABC



Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Chiquin Enviado: 05/05/2018 16:20
Como decia Claudio, haz de la soledad tu amiga. Asi la pasaras mejor. 

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 05/05/2018 16:30
LA SOLEDAD ES MI COMPAÑERA, CON ELLA DUERMO,Y VIVO, NO ME QUEJO... AVECES ES MEJOR LA SOLEDAD QUE ANDAR MAL ACOMPAÑADO...
FELIZ SABADO Y GRACIAS POR OPINAR, MI AMIGO
©JCUBANET20


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados