Han pasado ya 116 años que se obtuvo la independencia de Cuba como colonia del imperio español. La independencia de nuestra Patria solamente duró hasta el 1ro de enero de 1959. Los Castro pretenden hacer creer que la lucha por la libertad de la Isla duró hasta el 1ro de enero de 1959, día en que “el pueblo alcanzó la plena independencia”.
Izan la bandera cubana el 20 de mayo de 1902
Una fecha censurada en Cuba
El 20 de mayo y su impacto en la historia del pueblo cubano
Por Perla Tabares Hantman
Han pasado ya 116 años que se obtuvo la independencia de Cuba como colonia del imperio español. La independencia de nuestra Patria solamente duró hasta el 1ro de enero de 1959, al triunfar la dictadura opresiva de los hermanos Castros y sus familiares que aún permanecen en el poder maltratando a nuestro pueblo.
Nosotros, los cubanos seguimos considerando el 20 de mayo como un día significativo en nuestra historia y en nuestra herencia como nación. La fecha representa el deseo del cubano por tener el control de su propio futuro como nación. Una cosa sobresaliente de celebrar esta fecha, es que a pesar de los 59 años que han transcurrido desde que perdimos a nuestra Patria, nuestro pueblo dentro y fuera de Cuba permanece comprometido con la lucha por su soberanía y libertad.
El hecho que aún después de muchos años exista un gran espíritu libertador, habla muy bien de nuestros compatriotas. Ese compromiso permanecerá vigente hasta que Cuba gane otra vez su libertad. Nunca cesaremos en luchar para extinguir la dictadura que ha maltratado tanto a la Patria y por restaurar los derechos humanos de su pueblo. La libertad no es y nunca será negociable.
Es importante el destacar que toda lucha requiere el esfuerzo, la dedicación y el sacrificio de todos por igual. Si héroes en el pasado pudieron con escasos recursos obtener la libertad de nuestro pueblo, ahora nosotros podemos y debemos ejercer toda nuestra influencia política, económica y social en la lucha por la libertad de nuestra Patria.
Después de ganar la Guerra Hispana Cubana Americana en 1898, Cuba tuvo un período de cuatro años de ocupación americana, cuando tuvo la oportunidad de lograr la estabilización y el funcionamiento de instituciones cubanas que perdurarán por muchos años y que sirvieran bien al país.
Es importante señalar que Estados Unidos siempre abogó por nuestra libertad. Finalmente, nuestra independencia como nación se pudo lograr el 20 de mayo de 1902, estableciendo en ese entonces, la República de Cuba y a Tomás Estrada Palma como su primer presidente. El ciudadano cubano pudo obtener el derecho de determinar su propio futuro e impactar el destino de su patria.
En nuestra lucha libertadora, participaron grandes líderes cívicos e intelectuales que serán eternamente considerados como patriotas como el educador Félix Varela; guerreros como Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Calixto García, Ignacio Agramonte; y finalmente nuestro gran Apóstol y Padre de la Patria, José Martí. Ellos nunca vacilaron en entregarse totalmente a la tarea de erradicar el dominio extranjero de su país. Su determinación y resolución mental y espiritual ayudó mucho a levantar la conciencia internacional sobre el tema de la libertad de Cuba.
En la lucha por la independencia de Cuba, no solamente participaron cubanos, sino también lucharon muchos intelectuales de todo el continente y de políticos que abogaban por la libertad del pueblo cubano. Patriotas como Martí y Maceo despertaron el interés de muchas personalidades que cooperaron generosamente con la causa de la independencia y en contra de España.
Es importante que nuestros hijos y nietos aprendan sobre sus antecedentes y sobre su rica historia. De esa forma, ellos podrán fortalecer su identidad como pueblo y como herederos de una rica tradición cultural e histórica que les servirá bien por el resto de sus vidas.
20 de mayo, una fecha por restablecer
El 20 de mayo de 1902, a pesar de las limitaciones impuestas por la Enmienda Platt, Cuba se incorporó con personalidad propia al concierto de naciones libres e independientes.
Los antecedentes de las limitaciones databan del siglo XIX:
la notificación de Thomas Jefferson a Inglaterra en 1805: en caso de guerra con España, EEUU se apoderaría de Cuba por necesidades estratégicas
la política de la fruta madura, formulada por John Quincy Adams en 1823: "Cuba, una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana"
la Doctrina Monroe: "América para los americanos", lo que significaba que Europa no podía invadir ni tener colonias en el continente, en 1823
las palabras del presidente Grover Cleveland en 1896: "Cuando se haya demostrado la imposibilidad por parte de España de dominar la insurrección habrá llegado entonces el momento de considerar si nuestras obligaciones a la soberanía de España, han de ceder el paso a otras obligaciones más altas".
En 1998 se conformó un escenario favorable para las políticas mencionadas. Después de tres años de guerra, España no había podido contener la campaña del ejército independentista y el 15 de febrero de ese año explotó el acorazado Maine en la bahía habanera.
El 25 de marzo el presidente McKinley exigió a España un armisticio con los insurrectos; el 11 abril pidió autorización al Congreso para intervenir en Cuba; el 20 de abril se aprobó la Resolución Conjunta, que autorizaba la intervención pero reconocía que "Cuba era, y de derecho debía ser, libre e independiente"; el25 de abril se declaró la guerra y el 16 de julio se rindió la plaza.
El 10 de diciembre España y EEUU firmaron el Tratado de París sin hacer mención a la Resolución Conjunta. Y el 1 de enero de 1899 el general John R. Brook tomó posesión de la Isla.
En julio de 1900 se convocaron las elecciones para designar los delegados a la Convención Constituyente que redactaría la Constitución de la República. El 5 de noviembre, en la apertura, el gobernador militar expresó a los delegados: "Será vuestro deber, en primer término, redactar y adoptar una constitución para Cuba y, una vez terminada esta, formular cuáles deben ser, a vuestro juicio, las relaciones entre Cuba y EEUU".
El 11 de febrero de 1901 quedó redactado el texto constitucional y al día siguiente se designó la Comisión para formular las relaciones con EEUU, la cual recibió del secretario de la Guerra Eliu Root las instrucciones a tener en cuenta. La Comisión las consideró inaceptables porque vulneraban la independencia y la soberanía de Cuba y el 27 de febrero entregó el informe a las autoridades norteamericanas. El 2 de marzo el gobernador militar emitió una nota rechazando la decisión cubana.
En una nueva ronda de discusiones se aprobaron las instrucciones: 15 votos contra 14, pero con objeciones, cada una de las cuales —como apunta Emilio Roig de Leuchsenring en su Historia de la Enmienda Platt— tenía el valor y la significación de una protesta. La decisión se entregó el 5 de junio y también fue rechazada.
De forma paralela a estos hechos, el Senado estadounidense aprobó un proyecto de ley presentado por el senador Orville H. Platt, cuyo texto contenía las instrucciones que el secretario de Guerra había hecho llegar a la Comisión. Entonces, la Enmienda Platt convertida en ley se entregó a los delegados con una nota que decía: "siendo un estatuto acordado por el Poder Legislativo, el presidente de EEUU está obligado a ejecutarlo y ejecutarlo tal como es como condición para cesar la ocupación militar". Y agregaba: "No puede cambiarlo ni modificarlo, añadirle o quitarle".
Entonces, sin debate, se aprobó la Enmienda Platt: 16 votos contra 11, la cual refrendó el derecho de EEUU a intervenir en Cuba, omitió la Isla de Pinos del territorio nacional e impuso la venta o arrendamiento de tierras para bases navales.
Rechazarla, con el país ocupado, el Ejército Libertador desmovilizado, el Partido Revolucionario Cubano disuelto, la nación sin cristalizar, la economía sumida en la ruina y el pueblo agotado y hambriento, implicaba la ocupación indefinida y en consecuencia el reinicio de la guerra.
Con la Constitución de 1901 la historia constitucional de los derechos civiles y políticos tomó cuerpo en Cuba. En las primeras elecciones resultó electo por el voto popular Tomás Estrada Palma, quien había sido presidente de la República en Armas.
El 20 de mayo de 1902, Máximo Gómez con varios generales del Ejército Libertador, Leonard Wood con su estado mayor, y el presidente electo con su consejo de secretarios, se reunieron en el salón de recepciones del Palacio de los Capitanes Generales para la ceremonia de traspaso de poder del Gobierno interventor al Gobierno cubano. En ese momento la República en Armas, que emergió el 10 de abril de 1869 con la Constitución de Guáimaro, desembocó en la República de Cuba con la Constitución de 1901.
En el acto el gobernador Wood leyó un mensaje del presidente de EEUU, pronunció una breves palabras y ordenó que se izara la bandera cubana en la azotea del Palacio de los Capitanes Generales, devenido Palacio Presidencial. El generalísimo Máximo Gómez procedió al izaje y ebrio de emoción exclamó: "¡Creo que hemos llegado!". Seguidamente, el general Emilio Núñez, gobernador de La Habana, junto al vigía del Morro, la izó en esa fortaleza.
Todo el país celebró la fiesta. En La Habana se desarrolló en el Palacio de los Capitanes Generales y en la explanada del Morro. Por la noche, veladas culturales y fuegos artificiales. La fecha se incorporó al panteón de efemérides nacionales. El 20 de mayo pasó a ocupar un lugar junto al 10 de octubre, al 24 de febrero, al 28 de enero y al 7 de diciembre.
A pesar de la independencia incompleta y la soberanía limitada, se retiraron los ocupantes y se le cerró el paso a la anexión. Se recobró la soberanía sobre Isla de Pinos. En menos de 20 años Cuba salió de la postración económica. Se inició la modernización tecnológica y científica. Se abrogó la Enmienda Platt en 1934. Se dictó en 1937 la legislación laboral más avanzada que Cuba ha tenido hasta hoy. Se redactó y se puso en vigor la avanzada Constitución de 1940, que sirvió al Dr. Fidel Castro para fundamentar su defensa en el juicio por el asalto al cuartel Moncada.
Esa fecha dejó de celebrarse a partir de 1963. A la misma se le atribuyeron todos los males de la nación, se despojó de su simbolismo y se intentó borrar de la historia. Por ejemplo, el historiador Rolando Rodríguez, ha planteado que "el 20 de mayo no podía recordarse como el día de surgimiento de la República porque ella había comenzado en Guáimaro el 10 de abril de 1869…. Es ahí donde está el origen de la República cubana".
Guáimaro fue el momento en que se inició el proceso que el 20 de mayo de 1902 devino realidad la república real, no la soñada. Si desde esas condiciones no hemos sido capaces ni antes ni después de 1959 de avanzar gradualmente hacia la república martiana —igualdad de derecho de todo el nacido en Cuba, espacio de libertad para la expresión del pensamiento y economía diversificada en manos de muchos pequeños propietarios—, no es responsabilidad del 20 de mayo de 1902 ni de la Convención Constituyente, sino de las generaciones posteriores incluyendo la presente. Reivindiquemos, pues, el 20 de mayo, con los principios de la república martiana.
Una fecha censurada en Cuba
Este 20 de mayo se celebran 116 años del nacimiento de la República de Cuba. Después de 30 años de lucha y sacrificio, el 20 de mayo de 1902 por primera vez un presidente cubano elegido por el pueblo, don Tomás Estrada Palma, gobernaría nuestro país.
En el Salón del Trono, en el Palacio de los Capitanes Generales, se le entregó el gobierno, y a partir de ese momento terminó la ocupación de los Estados Unidos, aunque con la imposición de la indeseable Enmienda Platt.
Don Tomás Estrada Palma juró el cargo ante el tribunal supremo presidido por el doctor González de Mendoza, un renombrado antiesclavista. En la ceremonia de juramento expresó: “Juro por Dios y prometo por mi honor desempeñar el cargo de presidente de la República de Cuba para que he sido electo cumpliendo y haciendo cumplir la Constitución”.
A pesar de que Estrada Palma fue un ejemplo de austeridad y patriotismo, durante su gobierno se crearon grandes crisis al no aplicar correctamente las leyes establecidas en la Constitución, ya que los legisladores, en su mayoría mambises, no fueron capaces de proteger aquello que defendieron con las armas.
También aquel 20 de mayo miles de cubanos se congregaron frente al palacio de gobierno para ver ondear por primera vez nuestra bandera, izada por el Generalísimo a las 12 y 8 minutos, mientras las campanas de las iglesias repicaban en todo el país.
Por fin el sueño de Antonio Maceo, José Martí y miles y miles de mártires anónimos se había cumplido, y lo expresó el general en jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez, cuando exclamó lleno de emoción: “¡Ahora sí creo que hemos llegado!”
Es necesario señalar que la situación económica de nuestro país era crítica a consecuencia de la guerra. El estado de la agricultura, de la ganadería, de las industrias y las propiedades era calamitoso. En un gesto de gran sensibilidad, la primera medida adoptada por Estrada Palma fue el pago a los miembros del Ejército Libertador y de los bonos de la deuda contraída por la República en Armas. Para ello obtuvo un empréstito de la casa norteamericana Speyer de 35 millones de dólares, con un 5 % de intereses, y que ya para 1943 estaba saldado.
En 1902 vivían en Cuba 1 572 797 personas. De acuerdo con el censo realizado por los españoles, la población había mermado en 200 000 habitantes. Esta fue la contribución cubana a la guerra de independencia. Sin embargo, ya para 1958 y a pesar de las luchas políticas y el caudillismo, el país había alcanzado un notorio desarrollo económico que lo había colocado entre los primeros de América. Había democracia, y suponiendo que hubiera sido –como no cesa de cacarear el actual gobierno- una democracia solo de nombre, aun así estábamos más cerca de la democracia verdadera de lo que estamos ahora, bajo el yugo de una dictadura familiar infructuosamente disfrazada de comunismo.
Hoy, a 116 años de la instauración de la República, los cubanos nos encontramos en un atolladero, perdida la democracia conquistada por los mambises en 30 años de cruentas guerras, como escribió Antonio Maceo en carta a Clarence King desde el campo de batalla el 22 de noviembre de 1896: “Cuanto se diga en favor de mis sufridos soldados en la tremenda y desigual lucha que sostienen contra fuerzas muy superiores provistas de todos los elementos de guerra, siempre resultaría pálido ante el cuadro asombroso de la realidad” (José Miró, Cuba, crónicas de la guerra, La Habana, 1909).
Para el gobierno de los Castro, esta fecha está prohibida. Pretenden hacernos creer que la lucha por la libertad de la Isla duró hasta el 1ro de enero de 1959, día en que “el pueblo alcanzó la plena independencia”.
Sin embargo, la realidad es bien diferente: Actualmente los cubanos sufrimos una dictadura de 56 años que es responsable no solo de la crisis económica, sino también de la social, política y moral que corroe a nuestra sociedad.
Autores de los textos: Perla Tabares Hantman, Dimas Castellanos y Gladys Linares
Érase una vez un país próspero. Donde imperaba la paz, la justicia, la armonía. Donde sus habitantes eran felices. Un pueblo campechano, amistoso. Un pueblo trabajador, una clase media fuerte. Un país que en solo 56 años de independencia había alcanzado grandes logros sociales y económicos.
Érase una vez un país trabajador, responsable, fiestero, jocoso. Un país de inmigrantes, no de emigrantes. Un país todavía tratando de encontrar su equilibrio político democrático, pero un país capitalista. Un país donde el dólar y el peso operaban a la par. Sin deuda externa notable.
Con un turismo floreciente. Con una industria agrícola y ganadera moderna y abundante. Suficiente para alimentar a su pueblo y exportar. Una industria ligera creciente. Un país donde el capital extranjero, a la par del capital criollo, invertían con fe y esperanza en el futuro.
Érase una vez un país con una industria radial y televisiva solo segunda en este Hemisferio Americano. Hacedor de artistas. Exportador de ritmos. Con un periodismo valiente, brillante. Arte y cultura sin igual.
Érase un país con valores cristianos. Tradiciones. Fervor religioso. Educación al alcance de todos. Medicina de calidad y con planes mutualistas que la ponían al alcance de todos. Un país de médicos, ingenieros, arquitectos, abogados, contadores, físicos, matemáticos, pedagogos, periodistas, escritores, empresarios, comerciantes, obreros, campesinos, hombres y mujeres capaces, trabajadores.
Érase un país amigo de todos los pueblos. Artistas, periodistas, escritores, profesionales, empresarios de muchos países visitan este país. Y a todos se les recibía como hermanos.
Ese país se llamaba Cuba.
Y llegó 1959. Y vino Fidel Castro. Una persona con una ausencia total de escrúpulos, sin moral, con un ansia anormal de poder absoluto. Y se terminó Cuba. Y comenzó la Cuba de los fusilados. La Cuba de los presos. La Cuba de la opresión, de la tortura. La Cuba de los exiliados. La Cuba de la separación familiar. La Cuba de las confiscaciones. La Cuba de las guerrillas para subvertir a los pueblos y gobiernos que antes eran amigos.
La Cuba de las delaciones, del comité de defensa. La Cuba de la miseria, donde el Estado, el Partido, la Revolución están por encima del hombre, de la familia, de Dios.
Se truncaron carreras, oficios, profesiones. Se rompieron noviazgos, matrimonios, amistades, filiación familiar. Hay exilio, dolor, torturas, muertos, presos. La Cuba de la disimulación, de la desconfianza, de la mentira, del odio, de la envidia, de la hipocresía.
No, cubanos, tanto del exilio como de la isla. Existe otra alternativa: capitalismo y vida. Democracia y vida. Prosperidad, paz, justicia, derecho, propiedad privada, fe, esperanza.
Todos los cubanos tenemos el deber y el derecho de cooperar para que ese futuro con una república libre y democrática, que asegure la justicia y el progreso en un verdadero estado de derecho, sea realidad.
Cuarenta y cinco cañonazos retumbaron entre los muros del viejo Castillo, mientras descendía del palo mayor del Morro, lentamente, a los acordes del Himno americano, la bandera de los Estados Unidos, recogida respetuosamente por las manos de veteranos cubanos… Después, entre el fuerte estampido de los cañonazos, el silbido de las sirenas, las notas del Himno bayamés y la exclamación unánime del pueblo presente, las manos del general Emilio Núñez (presidente del Consejo Nacional de Veteranos de la Independencia), auxiliado por sus compañeros: coronel José C. Vivanco, coronel Enrique Núñez, coronel Miguel Iribarren, coronel Orencio Nodarse, teniente coronel Rafael Izquierdo, coronel Manuel María Coronado, teniente coronel Joaquín Navena, comandante Antonio V. Ziscay, teniente Narciso López y el teniente del ejército norteamericano E. A. Stuart, “alzaron al beso de los vientos la gloriosa bandera nacional”.
Momento en que la bandera de los EEUU, es retirada por veteranos cubanos
CUBA: ¿116 AÑOS DE INDEPENDENCIA?
La República de Cuba se constituyó el 20 de mayo de 1902, de oficio hace 116 años que es una nación independiente y soberana, pero la realidad no es esa.
Los primeros 31 años, la soberanía insular fue limitada por un apéndice constitucional impuesto por Estados Unidos, pero, a partir de su derogación, en lo que se pudiera llamar la Segunda República, el país asumió todas sus prerrogativas hasta la conversión de la isla en una satrapía soviética, 1959, por conveniencia de los hermanos Fidel y Raúl Castro y de los sicarios que les han servido en casi seis décadas.
La historia de la Cuba republicana no difiere en gran medida de las del resto de sus pares del hemisferio, salvo en que alcanzó, en menos tiempo, progresos sociales y económicos tan importantes que la situaron entre las naciones más adelantadas social y económicamente del continente.
Cuba padeció los mismos males que las antiguas colonias convertidas en repúblicas. Inestabilidad y las ambiciones de grupos políticos que las más de las veces respondían a designios propios y no a proyectos en los que el país fuera la prioridad. Todos los países del hemisferio en su recorrer republicano han sufrido severas convulsiones de carácter social y político, y la mayor de las Antillas fue una más entre sus iguales.
El país, al igual que los del resto de América, proyectó mucho de su hacer alrededor de figuras notables que en muchas ocasiones eran caudillos que confundían sus agendas personales con las nacionales, como fueron los casos, entre otros, de José Miguel Gómez, Mario García Menocal, Fulgencio Batista y Gerardo Machado. Pero tampoco le faltaron a la nación verdaderos patriotas que hicieron todo lo posible por concretar una sociedad justa y democrática, como fueron Aureliano Sánchez Arango, Antonio de Varona y Emilio "Millo" Ochoa, y muchos más que harían la relación muy extensa.
A pesar de la actitud de ciertos políticos, la mayoría del pueblo cubano era nacionalista, convicción que se acentuó durante el segundo gobierno de Gerardo Machado, particularmente en el sector estudiantil, protagonista clave en el fin del mandato del general de la independencia convertido en dictador.
El derrocamiento del general Machado, en 1933, trajo a la vida nacional nuevas personalidades, algunas de las cuales continuarían siendo determinantes 25 años después. Pero más relevante quizás que la influencia de personalidades como Fulgencio Batista, Ramón Grau San Martín, Carlos Prío Socarrás y Eduardo Chivas fueron las complejas consecuencias que generaron en el imaginario colectivo de la nación las frustraciones de un proceso que se supuso reparador y justo, que conduciría a la república por la que habían luchado por más de 30 años incontables ciudadanos en las guerras de la independencia.
Después de tres gobiernos democráticos, elegidos por mayoría popular, en los que el país siguió cosechando éxitos aunque no los suficientes, uno de los caciques del 33, Fulgencio Batista, decidió retomar el poder y patrocinó un golpe de militar que resultó en caldo de cultivo para un proceso insurreccional que capitalizó el más nefasto de todos los cubanos, Fidel Castro.
En 1959, Castro instauró en la isla la dictadura más cruenta que ha padecido el hemisferio, internacionalizándola al subvertir el orden político en el continente e iniciar una política hostil contra Estados Unidos.
El padrinazgo de la Unión Soviética a Castro determinó que sectores de la oposición procuraran la ayuda de Estados Unidos, que, afectado en sus intereses económicos y políticos, no dudó en prestar su apoyo. Cuba se transformó en satélite de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y en su plataforma política y militar en el continente americano. Bases de submarinos, espionaje electrónico y de cohetes balísticos con capacidad nuclear. Más de cincuenta mil militares soviéticos estuvieron desplazados en suelo cubano.
Tristemente, al cabo de 116 años Cuba está controlada por una banda criminal que ha impuesto un régimen orientado a la represión, el sectarismo, la intolerancia y la creación de una sociedad de víctimas y victimarios. Estos años han sido duros y crueles para la mayoría de los cubanos, incluidos aquellos que vieron frustradas las esperanza que depositaron en la revolución de 1959.
El 20 de mayo de 1902 ¿fue un día infeliz para el pueblo cubano?
El autor Orlando González Esteva reflexiona sobre lo que sucedió en Cuba ese día y rescata el testimonio de un testigo presencial. La pregunta que propone el título no involucra a la nación cubana sino al pueblo, y no es raro que me sienta tentado, desde hace algunos años, a deslindar la una del otro, como si entre ambos se hubiera abierto una grieta y cualquier afán de confundirlos en una sola realidad me inquietara.
El 20 de mayo de 1902 ¿fue un día infeliz para el pueblo cubano?
El 20 de mayo de 1902 ¿fue un día infeliz para el pueblo cubano? No hay respuesta incontrovertible: sí y no.
Si la pregunta fuera: el 20 de mayo de 1902 ¿fue un día infeliz para Cuba? casi me apresuraría a responder afirmativamente. El resultado de tantos años de lucha no fue el previsto por la mayoría de nuestros mejores hombres, aquéllos a quienes les fue la vida en ello, y las imposiciones del país interventor fueron, entre otras cosas, motivo de frustración y cuna de escépticos. Pero la pregunta que propone el título no involucra a la nación cubana sino al pueblo, y no es raro que me sienta tentado, desde hace algunos años, a deslindar la una del otro, como si entre ambos se hubiera abierto una grieta y cualquier afán de confundirlos en una sola realidad me inquietara.
El 20 de mayo de 1902 no fue un día infeliz para el pueblo cubano: quien lo dude --y sé que lo más común es dudarlo o dar esa impresión, porque lo contrario es políticamente incorrecto-- debe visitar el Archivo Cubano de la Biblioteca de la Universidad de Miami y, lejos de atracarse de libros de Historia y análisis prejuiciados, repasar los testimonios de algunos testigos de los hechos que tuvieron lugar aquel día; testimonios publicados por la prensa de la isla con motivo del cincuentenario de la independencia de la República.
El término "independencia" no es, en esta oportunidad, elección mía sino de Jorge Mañach, a quien en estos y otros asuntos suelo prestar atención no sólo por cuestiones de fondo sino de forma. Leer a Mañach es siempre una lección de decencia expresiva. Reproduzco un par de fragmentos de un artículo suyo titulado "Reflexiones ante el cincuentenario", publicado en 1952:
"Anda por ahí la idea --harto explicable-- de que este 20 de Mayo debiéramos estar más bien de duelo patrio, como si se hubiera eclipsado el objeto de nuestro júbilo, la razón de gozo que para esa gran fecha nos prometíamos.
Sin embargo, esa idea no es enteramente correcta. El cincuentenario --lo recordó oportunamente la Academia de la Historia-- no es de la República. Ésta existía ya, siquiera fuese formalmente, desde mucho antes de 1902; desde que la establecieron los patricios del 68 en plena manigua. Pero existía en un ámbito cubano todavía dependiente, porque primaba sobre él un poder sentido como ajeno, como extranjero. Lo que ahora se cumple justamente es el medio siglo de emancipación de toda voluntad que no fuera la de nuestro pueblo. Es, pues, el cincuentenario de la independencia; y así entendido, como históricamente hay que entenderlo, no se trata de una ficción ni el honrarlo constituye un sarcasmo".
Mañach reprueba la Enmienda Platt, celebra su derogación, no obvia lo que aún queda por resolver, avala la frase de Manuel Márquez Sterling: "Contra la injerencia extranjera, la virtud doméstica", y cierra uno de sus párrafos con una frase cuya vigencia abruma: "Podemos celebrar la soberanía de Cuba respecto de los demás pueblos; no la soberanía del pueblo ante sí mismo".
El 20 de mayo de 1902 el pueblo cubano estuvo de fiesta. Su prioridad había sido independizarse de España, opresora y sujeta al pasado, y España había sido vencida. Estados Unidos justificó los más vivos temores de Martí, expresados en su última carta a Manuel Mercado, pero representaba el futuro, es decir, el progreso (aunque éste no sea siempre el caso), y entre las alternativas ofrecidas por el gobierno interventor a quienes se harían cargo de gobernar a Cuba, la Enmienda Platt no debe de haber sido la peor. El pueblo cubano había soñado ver ondear a la bandera cubana en el Morro y ese día la vio.
Entre los testimonios recogidos por la vieja prensa cubana con motivo del cincuentenario de la independencia, escojo el del periodista Enrique H. Moreno publicado en el número de la revista Bohemia correspondiente al 18 de mayo de 1952. Medio siglo atrás Moreno, un joven de 20 años, era el único reportero del diario El Nuevo País, y como tal acudió al Palacio de los Capitanes Generales para presenciar el cambio de poderes entre el general norteamericano Leonard Wood y el presidente Tomás Estrada Palma:
"Eran las diez de la mañana cuando llegué a Palacio. A lo largo de las aceras que circundan las manzanas de edificios que rodean la Plaza de Armas, un gentío inmenso se agolpaba. La Plaza estaba desierta. Es que la Policía la había despejado de concurrencia porque en ella, casi enseguida, habrían de situarse tres compañías de la Artillería Cubana que, dirigidas por el Capitán José Martí, el hijo del Apóstol, harían guardia de honor en el lugar.
De toda la isla habían llegado miles y miles de personas. La curiosidad, repito, el sueño, la aspiración, el deseo ferviente de todos era contemplar en El Morro la bandera cubana. Por eso, a lo largo del Malecón, que sólo llegaba a Galiano, en el murallón que corría desde el Castillo de la Punta a la Cortina de Valdés, una abigarrada muchedumbre se apretujaba y, plena de alegría, vitoreaba a Cuba y a los americanos que, por fin, rompían el último eslabón de la cadena que impedía la libertad de la patria amada.
Volvamos a Palacio... Frente al Templete se situó una batería de artillería ligera. Iba a ser la primera en saludar la bandera de Cuba al subir, enhiesta, al mástil del viejo Palacio de los Capitanes Generales. Se oye un ruidoso aplauso, y ante el Palacio llega el General Máximo Gómez. Un murmullo primero, luego un intenso vocerío, seguido de una estruendosa ovación, anunció la llegada del señor Estrada Palma. Eran las 11:30 de la mañana. Trescientas, quizás cuatrocientas personas, llenaban el Salón Rojo. No se podía dar un paso. La numerosa concurrencia, formada por lo más representativo de Cuba, hablaba en voz baja, casi musitaba. Algunos, como impacientes, consultaban sus relojes.
Pronto se oye un rumor y ruido de pasos. Por el patio que bordea el gran patio del Palacio avanza un grupo, no muy numeroso. Se destaca la fornida figura del General Wood, vistiendo de gala, y a su lado el señor Estrada Palma, menudo, parece nervioso. Van a dar las doce meridiano del día más bello que hasta entonces había tenido Cuba”