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General: Ser gay en la India, donde el cambio solo llega asumiendo riesgos
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De: BuscandoLibertad  (message original) Envoyé: 07/06/2018 13:28
LGBT -INDIA
En Bilaspur, una calurosa ciudad ubicada en la región central de la India, Rajesh Yadav relató que la habían violado en grupo cuatro veces en menos de un año, la golpearon con un ladrillo y casi la arrojaron de un vehículo en movimiento debido a su sexualidad.

 Rajesh Yadav, violado en grupo 4 veces en menos de un año
SER GAY EN LA INDIA, DONDE EL CAMBIO SOLO LLEGA ASUMIENDO RIESGOS 
       Kay Schultz — The New York Times
Si hace diez años le hubieran dicho a Ayesha Kapur que ayudaría a liderar la lucha contra una de las leyes más antiguas del mundo que criminaliza las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, jamás lo habría creído. Durante gran parte de su vida, siempre tuvo miedo de hablar de su sexualidad.
 
Kapur, quien creció en Nueva Delhi durante la década de 1980, no conocía a ninguna mujer de la comunidad homosexual ni tenía puntos de referencia en las películas de Bollywood que le proporcionaran el vocabulario para expresar lo que estaba sintiendo. Recuerda que el término “lesbiana” era “como una mala palabra”.
 
Tres décadas más tarde, Kapur, quien se describe como una persona que resguarda mucho su privacidad y la mayor parte del tiempo es apolítica, se convirtió en integrante del primer grupo de la comunidad gay que pidió cambiar la ley, conocida como el artículo 377.
 
Con el objetivo de dar un paso adelante, Kapur, de 43 años, y otros solicitantes admitieron ante el tribunal que eran criminales bajo una ley utilizada de manera rutinaria como pretexto para acosar, chantajear y abusar sexualmente de las personas LGBT.
 
“Según la ley de esta tierra, pueden esposarme”, dijo. “Es una perspectiva muy real. Nada evita que la policía entre a las casas de las personas solicitantes”.
 
Este verano, se espera que el Tribunal Supremo de la India considere esas peticiones mientras revisa la constitucionalidad del artículo 377, lo cual les da esperanza a los abogados y activistas que durante años han luchado contra esa ley.
 
Sin embargo, esa esperanza no es absoluta por los años de decepciones que han experimentado. Incluso ahora, es un riesgo calculado identificarse públicamente como una persona homosexual en la India o promover un cambio de las leyes.
 
En entrevistas realizadas durante tres meses, personas de la comunidad LGBT de todo el país describieron los riesgos de vivir en un país que los ha obligado a ser forajidas: son rechazadas por sus padres, sufren aislamiento social, tienen pocas protecciones en los sitios de trabajo y también sufren una vulnerabilidad aterradora ante el abuso de la policía y la violencia sexual, pues sus recursos legales son limitados.
 
Kapur, quien trabaja en la industria de los alimentos y las bebidas, dijo que decidió hacer algo al respecto porque ya se había cansado de la situación.
 
“¿Por qué somos invisibles?”, preguntó. “¿Nos hemos hechos invisibles? ¿O nos han hecho invisibles? No quiero que me consideren una criminal. De eso se trata”.
 
En Bilaspur, una calurosa ciudad ubicada en la región central de la India, Rajesh Yadav relató que la habían violado en grupo cuatro veces en menos de un año, la golpearon con un ladrillo y casi la arrojaron de un vehículo en movimiento debido a su sexualidad.
 
“Cada vez les rogaba que me dejaran en paz, pero me golpeaban y eran violentos conmigo, y después me violaban”, dijo Yadav, quien es tan delgada que los rasgos de su rostro, como los pómulos, lucen bien definidos. A sus 25 años se identifica como una persona gay y travesti de sexo masculino que prefiere los pronombres femeninos. “Si les contara mi historia, tendría que hacerlo durante varios días”.
 
En 2014, cuando un médico de Bangalore denunció que varios hombres con los que tuvo sexo lo extorsionaron por una suma cercana a los 25.000 dólares, la policía arrestó a los delincuentes pero después registraron al médico bajo el artículo 377, explica Danish Sheikh, un profesor adjunto en la Jindal Global Law School en Nueva Delhi.
 
“Aquí el médico es la víctima y el perpetrador”, dijo. “La ley tiene un efecto perturbador en tu capacidad para acceder a la justicia”.
 
A menudo, las víctimas de chantaje y ataques sexuales no quieren acercarse a la policía precisamente por esa razón, pues temen que las arresten o les hagan algo peor. “Extorsionan a quienes tienen dinero; a los pobres los usan para obtener favores sexuales”, dijo Mohnish Malhotra, un activista por los derechos de las personas homosexuales en Nueva Delhi.
 
“Nadie habla de estas experiencias”, agregó. “Esta no es una conversación con la que la gente se sienta cómoda en la lndia”.
 
En la década de 1860, los ingleses crearon el artículo 377 del código penal indio. La ley impuso una multa, diez años en prisión o cadena perpetua a “quien voluntariamente tenga relaciones sexuales en contra del orden propio de la naturaleza”.
 
La ley generalmente se aplica a los hombres que tienen sexo, pero oficialmente se extiende a cualquiera que tenga sexo oral o anal.
 
Los activistas dijeron que hubo un poco de progreso después de que India obtuvo la independencia en 1947; además, los libros de texto gubernamentales que se distribuyeron en las escuelas el año pasado reconocieron la atracción entre personas del mismo sexo. No obstante, la homofobia aún se expresa a menudo con comportamientos predatorios, y el artículo 377 elimina los procedimientos para denunciarlos.
 
La iniciativa para acabar con el artículo 377 comenzó en el 2000, cuando un joven aterrado llegó a la Fundación Naz, una organización de defensa de personas con VIH en Nueva Delhi, y rogó que lo ayudaran.
 
Anjali Gopalan, una activista que dirige la organización, explicó que los padres del hombre lo internaron en un hospital público donde lo obligaron a someterse a una terapia de electrochoques para “hacerlo heterosexual”.
 
Después de que canalizaron la difícil situación del hombre a la Comisión Nacional de Derechos Humanos de la India, la comisión dijo que no podía ayudar al hombre porque era homosexual y, por lo tanto, criminal. “Estaba aterrado”, dijo.
 
Poco después, Gopalan entabló la demanda con la que desafiaron al artículo 377, mientras eludía las amenazas de muerte; fue en 2009 cuando un tribunal de Nueva Delhi estableció que la ley no podía aplicarse al sexo consensuado. Sin embargo, los grupos cristianos, musulmanes e hindúes entablaron apelaciones, y la ley fue restaurada por el Tribunal Supremo de la India en 2013.
 
Miles de personas LGBT que habían salido del clóset en 2009 rápidamente tuvieron que dar un paso atrás. Algunos indios más adinerados se fueron del país para siempre.
 
“Por primera vez, pensé que debía marcharme”, dijo la chef Ritu Dalmia, otra de las personas que solicitó las modificaciones al artículo 377. “Había miedo… un temor absoluto”.
 
En su opinión, el Tribunal Supremo justificó el dictamen escribiendo que solo “una fracción minúscula del país es conformada por personas lesbianas, homosexuales, bisexuales o transgénero”. Según el tribunal, desde que se promulgó el artículo menos de doscientas personas han sido procesadas.
 
No obstante, cifras emitidas por la Oficina Nacional de Registros Criminales, una instancia que le da seguimiento a las quejas policiales, sugiere que se han presentado muchos más casos. En 2014, el primer año en que, según la oficina, comenzaron a darles seguimiento a los casos del artículo 377, se presentaron 1148 quejas. En 2016, esa cantidad se había duplicado hasta alcanzar la cifra de 2187. Ese año, más de 1600 casos llegaron a juicio.
 
Llegar a conclusiones a partir de esos datos es difícil. Con las quejas que se presentan ante la policía a menudo no hay manera de saber si el sexo fue consensual. Muchas quejas se entablan por parte de terceros que hacen sus propios juicios, dijo Sheikh.
 
“Rara vez es el sobreviviente quien presenta el caso”, dijo. “El padre puede ser quien entabla la queja diciendo: ‘Sorprendí a esta persona cometiendo un acto indebido con mi hijo’”.
 
Como respuesta al dictamen del tribunal, un equipo de abogados encabezado por Menaka Guruswamy y Arundhati Katju presentaron una petición en 2016 a nombre de las personas gays de la India. El documento desafiaba al artículo 377 con base en que violaba sus derechos a la igualdad y la libertad, entre otras infracciones, consagradas en la Constitución india.
 
“Siempre sentimos que había un vacío”, dijo Guruswamy, “la ausencia de personas de la comunidad LGBT que dijeran: ‘Esta Constitución también es mía’”.
 
Al principio, tres solicitantes más se unieron a Kapur y Dalmia: Navtej Singh Johar, un bailarín; Sunil Mehra, un periodista, y Aman Nath, un hotelero.
 
A lo largo de las últimas semanas, y animadas por ese grupo, veintiséis personas más presentaron peticiones, entre ellas Arif Jafar, cuyo programa en línea para personas gays y transgéneros fue clausurado por la policía en 2001, pues se dijo que estaba aceptando financiamiento de paquistaníes para convertir a los hombres indios en personas homosexuales.
 
Kapur dio sus propios pasos. Renunció a un empleo corporativo donde trabajaba con personas excelentes pero donde también se sentía molesta porque sus colegas suponían que todos en la oficina eran heterosexuales. En 2009, también le dijo a su madre que era lesbiana, quien murió poco después de la conversación debido a que sufría cáncer de pulmón.
 
“Después de que perdí a mi madre, me volví temeraria”, dijo Kapur. “Su muerte me dio valor”.
 
Aunque el Tribunal Supremo excluya de la ley el sexo consensual, los abogados dijeron que su lenguaje arcaico implica que es necesaria una enmienda legislativa para proteger a las personas de la comunidad LGBT. Aun así, Kapur se sintió llena de esperanza. Los mensajes de apoyo han superado los negativos, comentó.
 
Después de que el Tribunal Supremo refirió el artículo 377 a una judicatura más grande en enero, el padre de Kapur le envió por correo el recorte enmarcado de un artículo de The Times of India en el que había un perfil de “Los Famosos y Temerarios Cinco”.
 
Debajo del recorte, le escribió: “Tu madre se habría sentido muy orgullosa”.

 ORGULLO GAY EN NUEVA DELHI, NOVIEMBRE 2017
Fuente:  fotos y texto,  The New York Times
Surabhi Singh colaboró con este reportaje desde Bilaspur, India, y Ayesha Venkataraman desde Bombay.
 
 


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