Una niña hondureña de 2 años llora mientras su madre es detenida por agentes fronterizos estadounidense
POR AGUS MORALES
Por número de muertos, Tegucigalpa podría ser Bagdad: incluso peor. Hay paralelismos entre el corredor mexicano hacia Estados Unidos y Libia, una de las principales puertas de entrada por mar a Europa: crimen, explotación, tráfico de personas. Y tanto la Unión Europea como Estados Unidos reciben una gran cantidad de solicitudes de asilo.
Si hay violencia, huida y búsqueda de un nuevo hogar, ¿por qué la palabra “refugiado” sigue pareciendo exótica en el continente americano?
La Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) ha difundido su nuevo informe anual, como siempre hace con motivo del Día del Refugiado. Informa de un nuevo récord histórico: 68,5 millones de personas, fuera de sus hogares a causa de la violencia al término de 2017, 2,9 millones más que el año anterior. Es una cifra que incluye tanto a los refugiados, que han cruzado una frontera estatal, como a los desplazados internos que son las personas que se quedan atrapadas en el país en conflicto.
Uno de los grandes movimientos de población del año pasado, sobre todo a partir de septiembre, fue la huida masiva de la comunidad rohinyá de Birmania a Bangladés: más de 600.000 personas. El conflicto crónico en la República Democrática del Congo ha hecho que el número de desplazados dentro de sus fronteras se duplique, hasta llegar a 4,4 millones. La comunidades más importantes de refugiados siguen siendo la siria, afgana y sursudanesa; los países que más refugiados acogen son Turquía, Pakistán y Uganda, espejo de esas guerras.
El cuadro geográfico de Acnur dice que América es el continente del mundo con menos refugiados: 644.200. Pero una mirada atenta al informe —y al territorio— revela que América no es ajena a la crisis del sistema de asilo internacional. Y pone en cuestión la disociación entre la palabra “refugiado” y el continente.
Por primera vez desde 2012, Estados Unidos ha sido el país que más solicitudes de asilo ha recibido en el mundo: 331.700, un 27 por ciento más que en 2016. El 44 por ciento de esas solicitudes son de centroamericanos: salvadoreños, guatemaltecos y hondureños. Un porcentaje que no se había alcanzado “desde la década de 1980”, según Acnur.
La palabra “migrante” es inseparable de estas comunidades, a pesar de que muchos de ellos huyen de guerras no declaradas: las que se libran entre las pandillas y las fuerzas de seguridad. Los protagonistas de libros como Novato en nota roja de Alberto Arce o Los migrantes que no importan de Óscar Martínez podrían ser sirios que huyen de Alepo y cruzan Turquía para intentar llegar a Europa. Pero la convención social dice que son migrantes y su derecho al asilo aún está por reivindicar.
En Estados Unidos también se registra el número más alto de peticiones de asilo sin resolverse: 642.700 personas siguen pendientes de conocer su destino. Uno de los motivos es que el gobierno de Donald Trump, ahora en el punto de mira por impulsar una política de separación de familias, solo tramitó y tomó una decisión sobre 65.600 expedientes: menos que Alemania, Francia, Italia, Suecia o Uganda, según Acnur.
Las historias de integración y rechazo en Estados Unidos que autoras como Eileen Truax describen en sus libros no son tan diferentes a las que se producen en Europa. Pero el marco de interpretación mental a nivel global sigue siendo otro.
La dura realidad de Colombia y Venezuela
Si usted pregunta por la calle cuál es la mayor comunidad de refugiados en el mundo, es probable que más de una persona piense en la guerra más mediática —Siria— y acierte. Pero si usted pregunta por la mayor población de desplazados por la violencia que no ha salido de su país, el acierto no será automático. La respuesta correcta es un país latinoamericano que lleva mucho tiempo en lo alto de la lista: Colombia.
Según datos del Centro de Vigilancia de Desplazamiento Interno (IDMC), en 2017 había 7,7 millones de desplazados internos en Colombia, 250.000 más que al principio del mismo año: no se registraron descensos ni un regreso significativo al hogar de esa población desplazada, pese a que en teoría es una guerra desarmada. Conviene tomar estas cifras con precaución, porque el gobierno colombiano ofrece un número oficial y en muchos otros países no existe el mismo nivel de vigilancia.
Los desplazados, en todo caso, son los refugiados olvidados: no solo en América Latina, sino en todo el planeta. Los medios siguen la historia del sirio que llega a Turquía, se sube a una barcaza, atraviesa los Balcanes y llega a Alemania, pero no la del sirio en Alepo que huye de los bombardeos y se refugia en una aldea rodeada de olivos en las afueras de la ciudad, sin seguridad ni nada para comer. Es una comunidad que tradicionalmente tiene menos visibilidad y asistencia humanitaria.
Entre el origen mayoritario de las personas que han solicitado el asilo sorprende la presencia de Venezuela en cuarto lugar: 111.600, más del triple que en 2016. La mayoría de peticiones se hicieron en Perú, Estados Unidos, Brasil y España (país en el que Venezuela es el primer origen de los solicitantes de asilo).
La intensa guerra propagandística que se vive en el país —y fuera de él— hace imposible una reflexión serena sobre el asunto de fondo: ¿necesita protección internacional la gente que sale de Venezuela? El informe de Acnur señala que la mayoría de venezolanos que salieron del país se hallan en una situación irregular.
“Sin acceso a estatus legal, sufren un mayor riesgo de violencia, explotación, abuso sexual, tráfico de personas y discriminación”, dice el informe.
Es un mundo complejo. No hay un corte limpio entre refugiados y migrantes: aunque el derecho internacional protege más a los primeros, sigue pendiente un debate integral sobre las necesidades de ambos.
Hay sirios que huyen por motivos económicos, subsaharianos que fueron a Libia a trabajar y se vieron atrapados en el caos posgadafista, salvadoreños que escaparon de las maras y no pueden volver a casa.
¿Quiénes son? ¿Refugiados, migrantes? ¿Importa? No hay una respuesta clara, pero lo que es seguro es que la palabra “migrante” hace tiempo que dejó de ser útil para contar todos los movimientos de población en el continente americano.
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ACNUR, ALTO COMISIONADO DE NACIONES UNIDAS PARA LOS REFUGIADOS, AMÉRICA, CAMPOS DE REFUGIADOS, CENTRO AMÉRICA