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De: cubanet201 (Missatge original) |
Enviat: 26/06/2018 16:26 |
Cuba en el marco del Mundial de Rusia 2018 El fútbol es señalado como uno de los propulsores de la crisis en la pelota cubana. Aunque Cuba se mantiene como una de las potencias mundiales del béisbol, la juventud comienza a moverse hacia el fútbol, considerado como el deporte rey del planeta Tierra.

Béisbol versus fútbol en Cuba, ¿cuál ganará el partido? Benjamín Morales Meléndez - El Nuevo Día
El béisbol se mantiene como el deporte nacional de Cuba, pero su hegemonía se ve amenazada por el futbol, el cual crece a pasos agigantados y ha comenzado a ser señalado como una de las razones para la crisis que vive la pelota cubana.
Por décadas, y mientras el fútbol se debilitaba en popularidad en la isla, el béisbol dio a Cuba múltiples alegrías internacionales.
La participación exclusiva de peloteros aficionados en los torneos oficiales daba a la mayor de las Antillas una ventaja competitiva envidiable, pues lo cierto es que su Serie Nacional, si bien no paga como una profesional, se comporta así en términos prácticos en cantidad de partidos y en la preparación de los equipos.
Cuba, literalmente, abusaba a nivel internacional y ganaba de manera demoledora casi todos los torneos en que participaba. Sólo Estados Unidos y Japón, con algunas aportaciones boricuas, presentaban contienda a las aplanadoras cubanas.
A ello se sumaba que las deserciones entre los jugadores cubanos, dioses en su tierra y con trato privilegiado si eran estrellas nacionales, eran muy limitadas, porque las condiciones para irse del país a probar suerte en el extranjero eran muy complejas, una realidad que permitía a Cuba permanecer con la mayoría de su talento por varios ciclos.
Como si fuera poco, hay que incluir el amor particular que el máximo dirigente de la Revolución, Fidel Castro Ruz, daba a este deporte, que recibía atención especial del sistema en términos de recursos a todos los niveles.
Ningún deporte recibió el trato que tuvo el béisbol y su estructura, ni siquiera el boxeo, el voleibol o el atletismo, los otros pilares competitivos de Cuba a nivel internacional, y mucho menos el fútbol, que se sumió en una suerte de ostracismo.
Pero todo eso cambió para el béisbol cubano en los últimos 25 años.
Primero vino la incursión de los profesionales en el deporte olímpico en los años noventa y desde entonces Cuba tuvo que empezar a enfrentar a peloteros con experiencia rentada en los torneos que antes dominaba con facilidad. Le llegó la verdadera competencia, aunque todavía no llegaba a medirse a losGrandes Ligas en activo.
Luego Estados Unidos tomó una decisión migratoria que fue fundamental, años más tarde, en el desangramiento de la pelota cubana: la doctrina de “pies secos-pies mojados”, mediante la cual cualquier cubano que tocara suelo estadounidense, fuera de forma legal o ilegal, recibía trato especial en el país.
Así se facilitaban las condiciones para las deserciones y para la gestación de una industria ilegal de tráfico de talento, sobre todo en la pelota, que se incrementó tras el primer Clásico Mundial de Béisbol de 2006.
Fue en ese torneo donde los cubanos se probaron por primera vez ante el mejor talento del mundo. Al ser un evento auspiciado por las Grandes Ligas, todos los países podían contar con los mejores peloteros, incluyendo las ligas asiáticas.
Cuba se graduó con honores al lograr el subcampeonato y sus peloteros demostraron que sus logros internacionales no eran casualidad. Aquello probó que los cubanos estaban listos para las Mayores y los jugadores se convencieron de que era hora de saltar al mejor béisbol del mundo.
La llave de las deserciones se abrió y de los equipos de los clásicos de 2006 y 2009 no queda prácticamente nadie en Cuba.
No sólo se fueron ellos, sino que las canteras de talento se vaciaron igual y centenares de jugadores se marcharon de manera ilegal hacia Estados Unidos usando las redes de tráfico de talento para acogerse a la política de pies secos-pies mojados y poder aspirar a jugar en las Grandes Ligas.
Se iban más de lo que la estructura podía formar, lo que redundó en una baja de calidad en la Serie Nacional y el Equipo Nacional de Cuba, por consiguiente, se generó una reducción de la simpatía colectiva por el deporte.
Mientras, un acuerdo entre las Grandes Ligas y la Federación Cubana de Béisbol (FCB) para ordenar la contratación de jugadores y permitir la transmisión de los partidos en la isla zozobró, en gran parte por las complicaciones que trae el bloqueo o embargo económico contra Cuba.
En paralelo se daban dos procesos internos en Cuba que impactaron al béisbol. Por un lado, Fidel Castro Ruz se retiró de la presidencia y dejó a su hermano Raúl, cuyo trato al deporte no se asimila ni de cerca al del llamado “Comandante en Jefe”.
Igualmente, la crisis económica que vive la isla provocó una seria escasez en los implementos para jugar béisbol, por lo que su práctica se complicó a todos los niveles.
Además, a pesar de la eliminación de la política de pies secos-pies mojados, el éxodo de jugadores sigue. Recientemente, por ejemplo, abandonaron el país los hijos de Víctor Mesa y Orestes Kindelán, dos glorias de la pelota cubana.
En ese caldo de cultivo, el fútbol ha ido lentamente ganando terreno.
El primer Mundial que se transmitió en vivo aquí fue el de México 1986, lo que convirtió al argentino Diego Armando Maradona en un ídolo en la isla. Su posterior visita a Cuba para tratamiento antidrogas y suamistad estrecha con Fidel Castro Ruz no hicieron otra cosa que aumentar el fanatismo por el deporte.
Desde 1994 los mundiales comenzaron a transmitirse en vivo en su totalidad en la televisión estatal, que en los últimos años sumó al menú los mejores torneos europeos, incluyendo la Liga de Campeones.
Ese ingrediente trajo al ruedo la rivalidad Barcelona-Real Madrid y el talento de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. O sea, mientras el béisbol se desangraba y perdía tracción, el mejor fútbol del mundo ganaba fuerza en la isla, sobre todo entre la juventud, más conectada a internet y ávida de estar al día en el acontecer deportivo global.
El tema se ha convertido en uno de polémica nacional, pues cada vez que un partido de la Serie Nacional se cruza con uno de fútbol de primer nivel, la población comienza a presionar para que el local se mueva de horario o sea retransmitido.
Igualmente, en las calles cubanas, movidos por la calidad del espectáculo que ven por televisión, los niños y jóvenes buscan emular a los Messi, Ronaldo yNeymar, no a los héroes de la pelota nacional, como pasó en la era del tercera base pinareño Omar Linares o el paracorto de los Industriales de La Habana, Germán Mesa.
Hay quien se atreve a decir que uno de los factores para el detrimento del béisbol está en el crecimiento del fútbol.
Lo cierto es que, de momento, el béisbol en Cuba está perdiendo el pulso preferencial contra el fútbol foráneo y la mayoría de las personas coincide en que el primer responsable es la televisión.
“La pelota es muy buena, me gusta, pero el fútbol es el deporte mundial. Yo tengo 20 años y el fútbol es lo que está siguiendo la juventud, lo ven desde chiquitos”, dijo Yarián Zamora poco antes de entrar a uno de los principales cines capitalinos para disfrutar en pantalla grande la final de la más reciente Liga de Campeones entre el Real Madrid y el Liverpool.
Para Rafael Suárez Hidalgo, un profesor retirado de 71 años, la clave está en los efectos de la propuesta mediática.
“Es indudable el efecto mediático. Nosotros estamos teniendo una cantidad de juegos de fútbol por televisión extraordinaria, pero qué fútbol. No es fútbol nuestro, no es el fútbol, no; estamos viendo el mejor fútbol del mundo, a los mejores futbolistas del mundo. Entonces, cuando vemos a los mejores futbolistas del mundo, queremos ser como los mejores futbolistas del mundo, y no estamos viendo los mejores jugadores del mundo de béisbol”, reflexiona.
En Cuba se trasmiten muchos juegos de béisbol, desde la Serie Nacional hasta torneos de ligas menores locales e internacionales.
No es un tema de cantidad, es de calidad. Mientras el fútbol presenta a los mejores del mundo semanalmente, en Cuba sólo se ven de las Grandes Ligas un par de juegos en diferido a la semana por temas de derechos de transmisión, los cuales están regulados por el bloqueo o embargo económico que Estados Unidos mantiene contra la isla.
Erick Campos, entrenador de fútbol de base desde hace siete años, confiesa que mucha gente del extranjero se sorprende cuando nota que hoy los niños cubanos se interesan mucho más por el fútbol que por el béisbol.
“La difusión que tiene ahora no la tuvo hace 10 o 15 años. Los niños consumen un fútbol de alta calidad, les llama la atención, hay mucha masividad, y lo quieren practicar”, dice.
Aunque los medios han jugado un papel fundamental, otros factores también han influido en esta reconfiguración, que tiene un carácter global.
El profesor Suárez Hidalgo considera que “al béisbol cubano no sólo lo ha afectado el fútbol por el fútbol. El fútbol es muy fácil, con una pelota juega un grupo grande, el béisbol requiere gastos. Hoy es muy caro el béisbol en Cuba”, argumenta, al referirse que la práctica del béisbol requiere mucho más recursos que la del fútbol, que con sólo un balón y un espacio físico llano permite la práctica.
El entrenador de béisbol Reynaldo Batista Fernández tiene una referencia más cercana de cómo se refleja el fenómeno en el pasatiempo nacional.
“Creo que el fútbol en estos momentos, por condiciones económicas o por otras situaciones, está afectando seriamente al béisbol cubano. Se lo digo porque ha ido cambiando la correlación en cuanto a las preferencias de los niños y jóvenes cubanos”, explica.
“Por supuesto, es un fenómeno mundial. Yo tengo la experiencia de trabajar en Italia. Italia es una potencia del fútbol y allí hay una incipiente práctica de béisbol, un deporte relegado, un deporte menor, y toda la gran incidencia la tiene el fútbol. Y sería un pesar que eso pasara en nuestro país”, añade.
La preocupación es evidente, sobre todo, entre los defensores del béisbol, quienes ven una amenaza, mientras quienes aman el fútbol temen que el desarrollo del deporte sea frenado para proteger la pelota.
“Ha sido inevitable que suceda, y no sólo en Cuba, sino en el mundo entero. Es un deporte muy dinámico y creo que esto es lo que más ha cautivado a los jóvenes. También que requiere muy pocos recursos. Lamentablemente no se le da al fútbol la atención que merece, y existe ese temor por lo que afecte al béisbol y quieran frenarlo un poco, que creo no es correcto. Lo quedebemos es aprovechar esta oportunidad y apoyar su crecimiento para conseguir mejores resultados internacionales”, opina Ariel Pérez, de 27 años, y asistente habitual a la cancha de fútbol callejero cercana al capitalino cine Acapulco.
El discurso institucional, al menos de momento, parece libre de temores. “A nosotros no nos preocupa. El béisbol es nuestro deporte nacional. El fútbol tiene un fenómeno mundial, no solamente en Cuba. Esto pasa en Estados Unidos, pasa en el Asia, pienso que pasa en Puerto Rico también. Ha tenido un auge, porque es el deporte, si no el que más, uno de los que más promoción tiene en el mundo, uno de los deportes que necesita menos recursos”, explica a El Nuevo Día el presidente de la Federación Cubana de Béisbol, Higinio Vélez Carrión.
“El de nosotros es un deporte muy caro, necesita muchos otros recursos. Hay muchos que se van para el fútbol porque es la mejor vía o la más fácil de practicar en ese momento y es la que ven todos los días por televisión. Pero cuando van a sus reales posibilidades el puertorriqueño y el cubano van a ser peloteros, al igual que el dominicano y el venezolano. Por eso desde el punto de vista deportivo, a nosotros nos nos preocupa”, apunta.
Si desde el béisbol se respira cierta tranquilidad, quienes dirigen el fútbol ven el tema lejos de una contraposición. René Pérez, comisionado nacional cubano, cree que ver algún tipo de amenaza es un error.
“El béisbol en Cuba es pasión, es cultura, es tradición, es identidad, es nuestro deporte nacional. El fútbol en una época, al principio, tuvo tantos aficionados como el béisbol, y creo que es perfectamente posible que ambos puedan convivir. Personalmente quiero que el fútbol crezca, pero que también el béisbol crezca”, expone.
“Hay países que lo han logrado y tienen resultados. Nuestras relaciones son magnificas y yo soy fanático al béisbol. En mi niñez era lo que más se jugaba. Creo que se enfoca mal el problema. No se necesitan los mismos recursos para desarrollar uno y otro, pero también hay que ver las tendencias actuales. Hay jóvenes que cuando juega el Barcelona lo ven, pero también van al estadio cuando juega Industriales. No está enfrentada una cosa con la otra. Hay países como Panamá o Venezuela en los que el deporte nacional es la pelota, pero en el fútbol tienen un nivel determinado. En Japón también. Nosotros tenemos que adquirir las mejores experiencias del béisbol e introducirlas en el fútbol y el béisbol debe hacer lo mismo. No hay competitividad. Que los dos se desarrollen y que convivan perfectamente. Es un error competir con el béisbol, por eso lo mejor es convivir, crear nuestros propios espacios, y que el público decida”, afirma.
En el marco de la Copa Mundial Rusia 2018, que ya dio inicio, este debate se sigue acrecentando. Al béisbol le toca la tarea de cautivar de nuevo a la juventud cubana. Para ello cuenta con una estructura y apoyo institucional que el fútbol no goza a nivel oficial. Tampoco tiene el fútbol el nivel de respaldo de la afición a la liga nacional que tiene la pelota, ni los logros internacionales de los beisbolistas.
“No tenemos la infraestructura para llegar más lejos. Nos falta infraestructura a nivel competitivo, un sistema que en ese sentido pueda ayudar más en la base, falta más trabajo con los niños, más tiempo para jugar. Tener jugadores con posibilidades de contratarse, aunque ya estamos dando algunos pasos para eso. Pero lo principal es trabajar el fútbol como se hace internacionalmente, y todavía estamos lejos”, resume el entrenador Campos al poner los puntos sobre las íes y calmar un poco las aguas, porque al final, cuando juegan los Industriales en la postemporada, los cubanos no se despegan del televisor, sea porque los aman o porque los odian, y si el Equipo Nacional batalla en algún torneo, ahí está Cuba pendiente, porque de eso es que se trata la pasión por un deporte, de no dejar de ver un buen partido, en las buenas o en las malas.
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Mundial de Fútbol vs penurias en Cuba
Entre col y col, lechuga. Andy, un mulato jaranero que importa mercancías de la zona franca de Colón, Cancún o Moscú, aprovechó un viaje de ‘negocios’ al país euroasiático para ver en vivo un partido del Mundial de Fútbol que se celebra en Rusia.
“Mi bisne es mulear (ser ‘mula’). Eso en Cuba está prohibido y las autoridades intentan cerrarnos el paso. Pero debido a la escasez y altos precios en las tiendas por divisas, el negocio deja buenos beneficios. Además, la corrupción tremenda que hay en la Aduana posibilita entrar casi de todo. Importo refrigeradores, computadoras de última generación, pacotilla barata, aires acondicionados, ropas por catálogo, motos eléctricas y piezas de Lada”, comenta vía WhatsApp y precisa:
“En este viaje a Moscú vi el partido entre Alemania y México. Nunca había tenido la posibilidad de ver un juego sentado en un estadio espectacular, con el césped que parece un paño de una mesa de billar, pantallas gigantescas y una animación cinco estrellas. Aunque yo soy fans de Alemania, disfruté la victoria del Trí. Al final de la noche terminamos en un bar cerca los almacenes GUM tomando tequila El Cuervo con sal y limón”.
Aunque casi un millón de cubanos pueden pasar cortas estancias en hoteles de la Isla y otros costearse un viaje a Punta Cana o Cancún, muy pocos pueden comprar un billete a Rusia ni pagar la entrada para ver a sus ídolos deportivos.
Es un hecho. Desde hace cinco años, quizás más, el fútbol supera en audiencia al béisbol, el deporte nacional. Las causas son variadas. Y van del goteo incesante de estrellas beisboleras, la merma cualitativa de las Series Nacionales a una política de Estado con toda la intención de privilegiar el fútbol por encima de la pelota.
Fidel Castro fue un enemigo acérrimo del deporte profesional. A la usanza del comunismo soviético y sus satélites, el deporte era una vitrina con la cual se intentaba demostrar la superioridad del socialismo sobre el capitalismo.
Mientras la antigua URSS pudo, el Estado verde olivo recibió un cheque de muchos ceros girados desde el Kremlin, destinado a costear la economía, las fuerzas armadas y el deporte. Llegaron entrenadores soviéticos, alemanes del este, búlgaros, húngaros y norcoreanos a preparar atletas en especialidades que entonces eran exóticas en el país, como la esgrima, lucha grecorromana y polo acuático.
La empobrecida Cuba, con libreta de racionamiento, sin acceso a internet y salarios que no superaban los 30 dólares, llegó a ocupar el quinto lugar en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y hasta Atenas 2004, siempre estaba entre los primeros quinces países en el medallero, a pesar de tener una infraestructura económica de corte africana.
Aunque el Kremlin cerró el grifo de créditos a Cuba en el verano de 1990 (en 31 años, la autocracia castrista recibió en dos veces y media más cantidad de dinero que el Plan Marshall de Estados Unidos a la Europa después de la Segunda Guerra Mundial), gracias a la cantidad de técnicos y especialistas deportivos y una estructura organizada desde las categorías infantiles, le permitió al deporte cubano mantener buenos resultados.
El retroceso llegó cuando se acrecentó la emigración de atletas y entrenadores de primer nivel. En los últimos 25 años, han saltado la cerca alrededor de mil peloteros, decenas de boxeadores, entre ellos varios campeones olímpicos, voleibolistas de calibre y futbolistas.
Es raro que no haya una especialidad deportiva en Cuba que no tenga ausencias de figuras importantes o preparadores de calidad. A pesar de contar con una afición que se cuenta por millones, el fútbol en la Isla no logra resultados destacados ni siquiera en la zona del Caribe.
Hubo una etapa, entre 1974 y 1986, que la selección nacional de fútbol contó con jugadores de talento e incluso en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, el once cubano empató a cero con la Polonia de Lato y Boniek, que dos años antes había ocupado el tercer puesto en la Copa Mundial efectuada en Alemania.
Siempre hemos tenido jugadores diferentes. Osvaldo Alonso, Maikel Galindo o Rey Ángel Martínez han llegado jugar en la liga profesional de Estados Unidos, que dista mucho de las europeas, pero es un referente en una nación país que busca escalar posiciones en el ranking del fútbol planetario.
Cada vez que Cuba clasifica a Copas de Oro en Estados Unidos, abandonan la selección entre tres y seis jugadores. Aunque desde 1986 la FIFA dona implementos deportivos y un millón de dólares para el desarrollo del fútbol local, la selección de mayores no acaba de despegar. Fuentes de todo crédito dentro de la federación cubana, dijeron a Martí Noticias que el manejo de esos recursos no siempre es el correcto.
“Mira las canchas cómo están, parecen sembradíos de papas. No se invierte dinero en mantenerlas con calidad. Excepto la cancha de Zulueta, Villa Clara, o el campo de hierba artificial de La Polar, los terrenos en Cuba dan asco. Al no existir transparencia -bueno ni la propia FIFA es transparente-, Luis Hernández, el presidente, hace con el dinero de la FIFA lo que le da la gana. Todo el mundo sabe de la corrupción de los federativos en las regiones caribeñas. A cambio de un voto de apoyo a Blatter (después destituido), la FIFA daba dinero por debajo de la mesa”, señala la fuente y añade:
“Los federativos no han sabido capitalizar el tremendo auge del fútbol en Cuba. Se necesitan entrenadores de primera que dominen las metodologías y formas novedosas de entrenamiento. En pleno Mundial, se está efectuando en el país el torneo nacional. Pregúntale a un aficionado si conoce los nombres de los futbolistas de su provincia”.
Cuba no participa en una Copa del Mundo desde la celebrada en Francia en 1938, y no por méritos propios, sino porque fue invitada. Actualmente, los cubanos se alistan en otras selecciones. Las que tienen más seguidores son Brasil y Argentina. La canarinha mantiene un viejo romance con nuestra afición. El jogo bonito de aquel soberbio equipo de México 1970, con sus cinco diez y liderado por Pelé, siempre ha sido referente estético del mejor fútbol.
Argentina, con sus dos Copas ganadas y aquella memorable actuación de Diego Armando Maradona en México 1986, aglutina una gran cantidad de partidarios. Italia y Holanda, ausentes en Russia 2018, también tienen muchos fans. Alemania, un equipo competitivo que siempre mira hacia adelante, tiene una peña muy activa en la Isla.
El otro peso pesado entre la hinchada local es la España del tiqui-taca. Y en menor grado, Uruguay y Portugal. En plena efervescencia mundialista, la polémica sobre quién es mejor, Messi o CR7, no pierde vigencia.
Según Alfredo, un joven que vende tarjetas de navegación a internet en el parque del Mónaco, al sur de La Habana, el Mundial de Fútbol es una buena medicina para escapar del estrés cotidiano. Confiesa que a partir de las 8 de la mañana se sienta frente al televisor y ve los tres partidos diarios.
“Con el fútbol me olvido de la escasez de comida, que no tengo dinero y que debo comprarle un par de zapatos a mi hijo para el próximo curso escolar. El fútbol atenúa las penurias cotidianas”. Al menos durante noventa minutos.
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