Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Cuba Eterna
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 BANDERA DE CUBA 
 MALECÓN Habanero 
 *BANDERA GAY 
 EL ORIGEN DEL ORGULLO GAY 
 ALAN TURING 
 HARVEY MILK 
 JUSTIN FASHANU FUTBOLISTA GAY 
 MATTHEW SHEPARD MÁRTIR GAY 
 OSCAR WILDE 
 REINALDO ARENAS 
 ORGULLO GAY 
 GAYS EN CUBA 
 LA UMAP EN CUBA 
 CUBA CURIOSIDADES 
 DESI ARNAZ 
 ANA DE ARMAS 
 ROSITA FORNÉS 
 HISTORIA-SALSA 
 CELIA CRUZ 
 GLORIA ESTEFAN 
 WILLY CHIRINO 
 LEONORA REGA 
 MORAIMA SECADA 
 MARTA STRADA 
 ELENA BURKE 
 LA LUPE 
 RECORDANDO LA LUPE 
 OLGA GUILLOT 
 FOTOS LA GUILLOT 
 REINAS DE CUBA 
 GEORGIA GÁLVEZ 
 LUISA MARIA GÜELL 
 RAQUEL OLMEDO 
 MEME SOLÍS 
 MEME EN MIAMI 
 FARAH MARIA 
 ERNESTO LECUONA 
 BOLA DE NIEVE 
 RITA MONTANER 
 BENNY MORÉ 
 MAGGIE CARLÉS 
 Generación sacrificada 
 José Lezama Lima y Virgilio Piñera 
 Caballero de Paris 
 SABIA USTED? 
 NUEVA YORK 
 ROCÍO JURADO 
 ELTON JOHN 
 STEVE GRAND 
 SUSY LEMAN 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
General: HISTORIA, MITOS Y REALIDADES DEL BARRIO CHINO DE LA HABANA
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 09/08/2018 14:02
BARRIO CHINO DE LA HABANA
Para los cubanos, los chinos de aquí siempre fueron un enigma, Sus tradiciones y sus costumbres no penetraron la cultura nacional. El legado chino en la isla es palpable en muchos sectores: en los miles de descendientes que todavía existen, en la culinaria acriollada con los años, en los adornos y esculturas que vemos hoy en muchas casas o calles.

Los chinos llegaron para quedarse
BARRIO CHINO DE LA HABANA;  MITOS Y REALIDADES
La influencia de la cultura asiática, fundamentalmente china, en la Mayor de las Antillas es visible cuando caminamos por sus calles, detallamos los rasgos de su gente y hasta sus costumbres culinarias y medicinales. El mestizaje, característica propia de la identidad cubana, está reflejado también en los cientos de sus descendientes que hoy todavía habitan en el país.
 
Largos años pasaron en los que la presencia china se hizo sentir en La Habana. Trabajadores, domésticos y espirituales, así recuerdan a muchos de los primeros asentados en la capital cubana. En mi más reciente visita a esa ciudad tuve la oportunidad de hablar con un pensionado que nació en la calle Dragones, el centro del Barrio Chino de La Habana.
 
Como en muchas ciudades del mundo, la influencia de la cultura asiática en Cuba es muy importante, sobre todo cuando hablamos de la simbiosis cultural o de la llamada transculturación. El legado chino en la isla es palpable en muchos sectores: en los miles de descendientes que todavía existen, en la culinaria acriollada con los años, en los adornos y esculturas que vemos hoy en muchas casas o calles.
 
Los chinos llegaron para quedarse
Allá por el año 1847, cuando el comercio negrero estaba en declive, llega a Cuba procedente del puerto de Amoy, una fragata con 206 chinos. Esta sería la primera de muchas embarcaciones que arribaron a la isla en lo que restó de siglo.
 
Tratados como esclavos y obligados a trabajar largas horas sin descanso en las plantaciones azucareras. Estos hombres – sí, porque la gran mayoría eran hombres – venían esperanzados y engañados. En el intento de escapar de la situación política y religiosa de su país de origen, los chinos se encontraron en Cuba con condiciones de semiesclavitud, obligados a largas horas de trabajo por un mísero salario. Los utilizaron como mano de obra barata en las plantaciones agrícolas y en la industria azucarera.
 
Muchos de ellos se incorporaron a las guerras por la independencia cubana en la segunda mitad del siglo XIX y, según los historiadores, no fueron pocos. Hoy se erige un obelisco en la calle Línea y L, en la barriada del Vedado, que rinde honor a los chinos que pelearon con el machete junto a los cubanos. Se dice que nunca hubo un chino desertor ni traidor.
 
Siguiendo con nuestra historia, a partir de 1869 hasta la primera mitad del siglo XX, se sucedieron diferentes oleadas de chinos procedentes fundamentalmente de California. Debido a leyes racistas en Estados Unidos, estos llegan aquí con la idea de establecer mercados y negocios. En 1877, los chinos culíes, los primeros que entraron en el país, se emanciparon de España, así que la contratación como esclavos había culminado, pero la migración aumentaba. Según algunas cifras, hacia finales del siglo XIX en Cuba habría más de 150,000 chinos.
 
La estancia en La Habana de esta población, significó la entrada también de su cultura, su religión y sus tradiciones. En aquellos años, una de las mejores zonas para asentarse era la cercana a la llamada Zanja Real, por donde se administraba el agua potable para el consumo. Allí, en 1858 Chang Leng o Luis Pérez, como nombre españolizado, funda en la calle Rayo y Zanja, una fonda. Al lado Lam Siu Yi abre un puesto de frutas y hortalizas. Esas son las cimientes del Barrio Chino de La Habana.
 
Se compone fundamentalmente por las calles Zanja, Rayo, San Nicolás y Dragones. Aunque la calzada de Zanja fue la protagonista del Barrio Chino, en la calle Dragones se encontraron la mayoría de las asociaciones.
 
Así comenzaron a expandirse los negocios chinos en La Habana. El Callejón del Cuchillo era una de los centros del barrio, donde hoy se ubican una serie de restaurantes. Ellos crearon imprentas, restaurantes, comercios, tiendas, sociedades, teatros, colegios, clínicas benéficas, farmacias, periódicos (tres diarios en idioma chino), bancos, lavanderías, casas de juego, prostíbulos y funerarias. Como dijo en su libro "El viaje más largo" el novelista cubano Leonardo Padura, era “una ciudad asiática en miniatura”.
 
Hacia 1920 se había convertido en el barrio asiático más grande de Latinoamérica. Sus representaciones teatrales, sus fiestas tradicionales, sus conocimientos de acrobacia, artes marciales, medicina natural y culinaria lo hacían uno de los centros de atención de la ciudad para habitantes y extranjeros. Incluso, las grandes familias de la capital decoraban sus mansiones con exquisitos adornos de jade y marfil, vajillas de porcelana y les compraban telas de seda, aceites y perfumes exóticos.
 
Se organizaban a partir de sociedades llamadas de instrucción y recreo como el Kuomintang y el Chi Kong Tong, que eran las más grandes y poderosas. Todo este esplender, sobre todo en la década de los 50 del siglo XX, vino aparejado también de mucha corrupción y negocios ilegales. El tráfico de chinos, los juegos ilícitos, el contrabando de drogas, fundamentalmente el opio, llegaron a plagar el barrio de violencia y pandillismo.
 
Tradiciones y actualidad
Después de 1959 muchos chinos emigraron hacia Estados Unidos o a su país de origen, y sus costumbres poco a poco fueron quedando adormiladas. A partir de la década de 1990, un fuerte proceso de recuperación de las tradiciones revivió el espíritu del Barrio Chino. Se fundó la Casa de las Artes y Tradiciones Chinas y comenzaron a celebrarse el Año Nuevo Lunar y los aniversarios de la entrada de los chinos en Cuba. Habitualmente se realizan exposiciones, eventos teóricos, danzarios y deportivos. Una de las escuelas de idiomas más asentadas y grandes del país es el Instituto Confucio, en la antigua sede del restaurante El Pacífico.
 
Según datos recogidos, hoy viven en el barrio ocho de ellos, en la Residencia China. En Cuba quedan pocos nativos, pero sí descendientes de primera, segunda y tercera generación. Los cubanos mantienen algunas tradiciones, a veces casi sin percibirlo, como el uso de la pomada china para cualquier dolor o el paradigma del médico chino, como sabio e inteligente.
 
Hoy, gracias al Grupo Promotor del Barrio Chino todavía se mantiene una farmacia, un cine - teatro, varios comercios, un periódico que tiene cuatro páginas, tres en idioma chino y una en español. Pero sin lugar a dudas, uno de los sectores más expandidos es la culinaria. De ella se heredó uno de los platos básicos para los cubanos, el arroz, y sus variantes como el sabroso arroz frito, traído por los chinos de California. También heredamos la sopa china y muchos condimentos que han quedado en la cocina cubana como la salsa china.
 
Gran parte de los restaurantes de este barrio se distinguen por su comida oriental, aunque criollizada y fusionada con otros condimentos. Entre los más tradicionales se encuentra la Sociedad Chang, el Lung Kong, el Tien Tan y el Min Chih Tang. En su mayoría son antiguas fondas chinas, hoy reconstruidas y acogedoras, que ofrecen platos típicos como los rollitos de primavera, el arroz frito o el chop suey.
 
Camine por el Barrio Chino de La Habana y reviva su historia
El Barrio Chino de La Habana tiene muchas historias que contar que no caben en estas pocas páginas. Quizá, a primera vista lo que más destaca de su tradición es la gastronomía. Muchos de los chefs y dueños de los restaurantes son descendientes chinos. Pero el ambiente doméstico y de pequeños mercados de ese barrio aún se respira.
 
Caminar entre sus calles puede ser toda una revelación. Cuba tiene una fuerte influencia asiática, de las más importantes del continente americano. Las entremezcla de razas y culturas nos dejan hoy una sociedad variopinta. Pero los esfuerzos por conservar las culturas, que formaron y forman la identidad cubana, son plausibles. Es el caso del Barrio Chino, con sus farolas y dragones. Esta es una de las visitas imprescindibles si se encuentra en la ciudad maravilla.
 


Primer  Anterior  2 a 3 de 3  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 09/08/2018 14:08
Barrio Chino de La Habana: mitos y realidades
                        Miriam Celaya - 14yMedio
Un texto de Rosa López publicado en este espacio el 30 de junio, El Barrio Chino, víctima de la competencia, me motiva a detenerme sobre el mismo tema para comentar algunas cuestiones de la realidad económica actual y su peculiar expresión en un pequeño pedazo de la geografía capitalina.
 
El auge gastronómico desatado en uno de los barrios más humildes de La Habana atrajo una extraordinaria afluencia de clientes, principalmente cubanos, que encontraban allí lo que había desaparecido de los restaurantes estatales: calidad, buen servicio y precios adecuados con la oferta. Por algo más de una década el Barrio Chino se convirtió en el epicentro de la gastronomía de la capital, pero, ¿fue realmente tan próspero como el imaginario popular sostiene? ¿Acaso la competencia de los llamados "paladares", surgidos con las reformas raulistas, fueron la verdadera causa de su declive?
 
El popular –y, ciertamente, marginal– Barrio Chino de La Habana es quizás el más socorrido ejemplo de despegue económico entre los experimentos que florecieron en los años noventa ante los apremios de la crisis derivada del desplome del socialismo en Europa y el fin de los subsidios soviéticos. Sin embargo, como suele ocurrir en toda sociedad cerrada donde los hechos discurren a espaldas de la opinión pública portando matices conspirativos, existe una tendencia a relacionar cada fonda, comercio, sociedad o restaurante del Barrio Chino con el surgimiento del llamado "trabajo por cuenta propia", quizás porque las actividades desplegadas por las sociedades chinas en dicho barrio se ampliaron y se hicieron más visibles justamente en el momento en que fueron aprobadas las licencias para la apertura de los "paladares" y cafeterías que por entonces comenzaron a propagarse por La Habana.
 
Historia reciente
Sea por razones políticas o por motivos desconocidos, lo cierto es que –incluso tras la Ofensiva Revolucionaria que en 1968 arrasó con la pequeña propiedad–, a las sociedades chinas asentadas en el mencionado barrio (como también a las españolas, dispersas por diferentes puntos de La Habana) se les permitió continuar activas. A la vez, algunos pequeños negocios de chinos se mantuvieron, reducidos a una mínima expresión, y también se conservaron ciertos privilegios, entre ellos el manejo de propiedades inmuebles, que incluye varios edificios de apartamentos y las sedes de sus sociedades, enclavados en el Barrio Chino.
 
En el caso que nos ocupa, las sociedades chinas continuaron atendiendo a sus afiliados y prestando diversos servicios a la reducida comunidad y a sus descendientes. Entre dichos servicios se incluía la gastronomía, limitada casi exclusivamente a los socios, que dependía en gran medida de la ayuda que recibían del exterior. Así, el Casino Chung Wah y la Sociedad Lung Kong han recibido y administrado durante décadas la ayuda material y financiera enviada regularmente desde China y desde otras sociedades análogas dispersas por varios países. El monto de tales ayudas se desconoce, aunque fuentes autorizadas con reserva obligada aseguran que alcanzan proporciones y cifras considerables.
 
A este tenor, el reducido grupo formado por los dirigentes de las sociedades ocupan altos cargos en la importante Logia Irregular (masónica) Minh Chi Tang, lo que les otorga un barniz de legitimidad y les ha permitido manejar un capital suficientemente importante como para realizar inversiones dentro y (presumiblemente) fuera de Cuba. Muchos de ellos y sus familiares viajan con regularidad a China y a otros países, incluyendo Estados Unidos.
 
Fue así que en la década de los 90 los miembros más prominentes de la pequeña comunidad china de La Habana estaban en condiciones financieras favorables para ampliar sus horizontes comerciales, y lo hicieron a través de las sociedades. Los servicios gastronómicos dejaron de ser solo para los afiliados y comenzaron a brindarse al público, tanto en los restaurantes de las sociedades propiamente dichas, como en las fondas que se les asignaron a cada una en el espacio que se conoce como el Cuchillo de Zanja. El capital inicial que se invirtió en los restaurantes y fondas pertenecientes a las sociedades chinas procedía del monopolio que el minúsculo grupo administrativo de éstas ejercía sobre los ingresos recibidos del exterior por concepto de ayuda.
 
Ahora bien, estos restaurantes y fondas que pertenecen a sociedades chinas no se inscriben en la modalidad de trabajo por cuenta propia, sino que cuentan con una licencia comercial para operar en divisas, razón por la cual no responden a la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) sino al Ministerio de Justicia (MINJUS). Es decir, no hay que confundir los restaurantes pertenecientes a una sociedad china, como Minh Chi Tang o El Framboyán, con otros que se insertan en el Barrio Chino pero son de capital privado, particularmente de cubanos, como son los casos de La Flor de Loto y Mimosa, que sí son fiscalizados por la ONAT, pagan elevados impuestos y, por tanto, entran en la clasificación de "paladares".
 
En su artículo, Rosa López incurre en el error de mezclar ambas modalidades y también obvia la cronología, como si todos los restaurantes y fondas hubiesen surgido y cerrado a la vez y de la misma forma. De hecho, La Mimosa apenas cuenta con dos años y medio de apertura al público, por lo que tampoco se inscribe en el período de "florecimiento" que expone López. Ambas modalidades –sociedades chinas y paladares o restaurantes privados por cuenta propia– son formas de inversión diferentes y también operan de manera muy distinta.
 
Auge y ocaso de las sociedades chinas
Según la voz popular, el General Choy, cubano de ascendencia china, quien fuera combatiente del Ejército Rebelde, fue en su momento el benefactor-mediador de estas sociedades, de ahí las facilidades y ventajas de éstas en comparación con los "paladares". No obstante, la comunidad china nunca fue lo suficientemente numerosa o económicamente poderosa como para que sus actividades comerciales constituyeran una amenaza para el gran monopolio económico del gobierno.
 
Para los cubanos, los chinos de aquí siempre fueron un enigma. Sus tradiciones y sus costumbres no penetraron significativamente la cultura nacional. Después de más de dos siglos de presencia –primero, llegaron aquellos culíes contratados en condiciones de esclavitud, cuya suerte ha acuñado entre nosotros la popular frase " lo engañaron como a un chino" –, nos siguen resultando exóticos los pocos descendientes que quedan, básicamente mestizos con escasos rasgos raciales.
 
La comunidad china trató de aprovechar la oportunidad de los años noventa para prosperar y entonces proliferaron restaurantes, fondas, dulcerías y timbiriches vinculados a sus sociedades. Sin embargo, pese a las prerrogativas de que gozaban éstas, la mayoría de los empleados, sobre todo los cocineros, eran cubanos. Los más emprendedores y visionarios encontraron allí el filón para ahorrar y acumular capital y experiencia suficientes para iniciar sus propios negocios, amparados por la apertura de la modalidad de trabajo por cuenta propia. Hoy, algunos de aquellos chefs son empresarios con restaurantes propios e incluso se han asociado entre sí para consolidarse y ampliar sus empresas.
 
Por su parte, el director de la Oficina del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, tenía puesta la mira en el Barrio Chino, un interesante foco que bien podría convertirse en atracción para turistas foráneos. Hasta el corazón del barrio se extendieron los tentáculos de Habaguanex, el sello comercial del ilustre Historiador. Bajo su égida aparecieron tiendas, bares y otros comercios. Mientras, varios restaurantes de las sociedades chinas se veían forzados a cerrar tras sufrir inspecciones que detectaban focos de infecciones y otras deficiencias sanitarias, irregularidades en los abastecimientos y evidencias de la corruptela que se detecta o no según la conveniencia o las circunstancias.
 
En la actualidad, tras el azote permanente de las inspecciones y las sanciones, se ha contraído sensiblemente la actividad de los restaurantes vinculados a las sociedades chinas, cuyo núcleo principal se ubica en el Cuchillo de Zanja y zonas aledañas. En cambio, los de capital privado cubano en la misma zona viven un momento de éxito.
 
¿Competencia o incompetencia?
Obviamente, entre los cubanos existe una apreciación contaminada sobre lo que es "competencia", uno de los términos más demonizado por el catecismo oficial. Si bien la flexibilización de las actividades por cuenta propia, en particular en el sector gastronómico, ha permitido una ampliación de las capacidades de los restaurantes privados y la diversificación de la oferta, es decir, ha potenciado la competencia, ello por sí solo no suponía la decadencia del Barrio Chino. De hecho, las sociedades chinas aún cuentan con ventajas significativas: no están sujetas al peso de los elevados impuestos que sujetan a los empresarios cubanos dueños de "paladares" y sus precios son más atractivos para los deprimidos bolsillos de la población. Por tanto, no fue la proliferación de "paladares" en mejores barrios de la ciudad lo que determinó el ocaso del Barrio Chino, como lo demuestra la constante afluencia de público y las colas que se mantienen en Mimosa o en La Flor de Loto, dos restaurantes que siguen gozando de la preferencia del cliente cubano.
 
La competencia, en todo caso, es un acicate que funciona en las sociedades libres como elemento catalizador de la vida económica, acelerando los procesos e impulsando el desarrollo. La competencia estimula el crecimiento, no lo frena. Por tanto, si el Chinatown de La Habana ha entrado en declive, no es por la competencia de los nuevos "paladares", sino por factores como la incapacidad de los inversores de las sociedades chinas –un segmento diminuto, frágil y en proceso de extinción dentro de la sociedad cubana– para ampliarse más allá de su círculo cerrado y para ofrecer perspectivas más atractivas a sus empleados, entre otros factores. Pero en especial fue afectado por el cerco del poder oficial que se cerró sobre esas sociedades cuando una institución al servicio del Gobierno, como lo es la Oficina del Historiador, decidió apropiarse de dicho barrio, que en la actualidad se encuentra entre los principales programas de inversión de esa entidad. Y en Cuba no existe la menor posibilidad de sobrevivir a la competencia del Estado-Gobierno-Partido.
 
La competencia, en fin, es un rasgo propio de economías de mercado, donde priman a la par las libertades económicas y los derechos. En Cuba la competencia, como cualquier actividad económica, depende en última instancia de los intereses políticos del poder y no de la voluntad o capacidad del débil empresariado autóctono. Así, el fracaso económico de las sociedades chinas de La Habana no se debe a la competencia de otros empresarios ni a la insalubridad y marginalidad de su barrio, sino a la incompetencia de un sistema socioeconómico y político que acumula sobre sí mismo más de medio siglo de decadencia.

Fuente: 14yMedio
MIRIAM CELAYA , LA HABANA CUBA 2018

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 09/08/2018 14:11
 



 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados