«Si una bala atraviesa mi cerebro, dejad que esa bala destruya las puertas de todos los armarios», expresó Harvey Milk sin saber que terminaría convirtiéndose en un mártir de la causa gay.
El 27 de noviembre de 1978, Dan White, un concejal relevado de sus funciones por corrupción, burlaría el protocolo de seguridad del Ayuntamiento de San Francisco para irrumpir violentamente en la oficina del alcalde Moscone -quien le había obligado a renunciar a su cargo-, le disparó cuatro veces, que le causarían la muerte inmediata. El asesino todavía tenía cinco balas; su víctima sería Harvey Milk, su rival político.
Dan White efectuó el último disparo sobre la cabeza de Harvey Milk. Y aquel activista moderado, que buscaba la igualdad y el reconocimiento de los derechos de los homosexuales en Estados Unidos, se convirtió en la razón que despojó a muchos del anonimato; el asesinato a sangre fría que acabó con la vida de Milk no sería en vano.
«El homo sapiens, o sea el que ya pensaba y entendía, dejó alguna huella de sus opciones sexuales. En las pinturas rupestres de Val Camonica, en los Alpes italianos, se pueden ver las figuras de dos hombres copulando. Ese yacimiento prehistórico tiene unos 8.000 años y no hay por qué suponer que los dos cavernícolas acababan de inventar el asunto. Lo que sí sabemos es que, desde hoy los hombres y mujeres inclinados a hacer el amor con su propio sexo fueron una presencia constante en la historia. Y algunos tuvieron una influencia decisiva en su devenir», escribió Paul Tournier, reconocido y prestigioso médico y psicoterapeuta de los años 50, en su obra «Los gays en la historia».
Un hombre de naturaleza inquieta
El historiador Neil A.Hamilton recoge la vida de Harvey Milk en su obra «American social leaders and activists». Harvey se había alistado en el Ejército, y su misión en la Marina de los EE.UU. había sido honorable. Sin embargo, fue despedido tras descubrirse su homosexualidad.
Posteriormente se graduaría como maestro en Nueva York, donde estaría impartiendo clases hasta que la campaña política cristiana «Save our children» (Protejamos a nuestros niños) imposibilitaría a muchos ejercer su profesión por declararse abiertamente homosexuales. Milk se vio obligado entonces a buscar un nuevo trabajo. Lo encontró en una agencia de seguros, donde destacaría por su gran habilidad financiera.
Al conocer a su pareja, Jack Mckinley, un director de escena, hablarían de mudarse a San Francisco, que era ya en aquel momento la ciudad destino favorita para la comunidad gay. Pero al poco tiempo de mudarse McKinley tuvo que trasladarse a Nueva York para trabajar junto a Tom O'Horgan en la producción del musical «Jesucristo Superstar». Milk no quiso volver a la Gran Manzana y consiguió un trabajo en una empresa de inversión. Al poco tiempo fue despedido, ante la negativa de cortarse el pelo como protesta social motivada contra la Guerra de Vietnam.
Milk regresó a Nueva York, donde trabajó como asistente en varias producciones de Broadway. Conoció a su siguiente pareja, con la que decidió irse nuevamente a San Francisco. Una vez allí, con sus últimos ahorros adquirió un local para el comercio de cámaras de fotos. No obstante, ese lugar se convertiría en la semilla del sueño y de la esperanza para muchas personas que no podían ejercer sus derechos civiles a causa de la intolerancia.
San Francisco, el «gayborhood»
Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos marines eran expulsados del Ejército de Estados Unidos por su condición homosexual. Casi ninguno regresaba a casa por miedo al repudio familiar. De esta manera, todos aquellos que ennoblecieron a su bandera y fueron después repudiados se fueron asentando en las ciudades de los puertos más importantes; la gran mayoría se instaló en San Francisco.
Por esta razón, durante la década de los 70, esta ciudad californiana se convirtió en la ciudad con mayor número de homosexuales per cápita. Este hecho no era ignorado por ninguno de los más ambiciosos políticos; para ganarse a San Francisco era necesario escuchar y apoyar a la comunidad.
«El voto gay es un elemento clave para cualquier funcionario electo en San Francisco», explicó John L. Molinari, supervisor de esa misma ciudad en la segunda mitad de los años 70, a Los Ángeles Times.
La política del «alcalde de Castro Street»
Harvey Milk fue uno de los primeros funcionarios electos de Estados Unidos en revelar abiertamente su homosexualidad. Él creía que nadie podía defender sus derechos si mantenía escondida su verdad.
No obstante, los homofóbicos arremeterían contra él y cada una de sus propuestas. Además de la intolerancia, el aspirante a supervisor se enfrentaría a la rivalidad política entre otros candidatos gays del mismo partido demócrata.
«Hay un antiguo dicho en el Partido Demócrata. No bailas, a no ser que coloques las sillas. Nunca te he visto colocar las sillas», le dijo despreciativo a Milk Jim Foster -quien llevaba más de diez años «fuera del armario» y militando en la política estadounidense- negándole la ayuda para posicionarse como supervisor (un puesto muy ambicioso para ser el comienzo de su carrera).
No obstante, su carisma y don de gentes le ayudaron a labrarse una gran popularidad, que le hacía recibir miles de visitas a su tienda de cámaras, la cual se convertiría en el epicentro gay de San Francisco. El «alcalde de Castro Street» ganaba fuerza gracias a las esperanzas que habían depositado en él los homosexuales y la posición estratégica que le proporcionaron cada una de sus alianzas con diferentes grupos: propietarios de bares, sindicatos de transportistas y políticos liberales. Al final todos esos recursos le motivarían a hacer tres campañas consecutivas desde 1973 para posicionarse como supervisor de San Francisco. Pero a pesar de eso, no tendría éxito hasta cinco años después en 1977, gracias a la sólida coalición que logró establecer entre liberales y homosexuales.
Milk prometía un cambio positivo tanto para la comunidad gay como para el resto de los ciudadanos, a quienes aseguraba la protección de sus derechos y la seguridad frente al crimen.
En su toma de posesión, Milk prometió proteger los derechos de todos los ciudadanos, apoyar las causas civiles, mejorar los programas de cuidado infantil –contra el abuso de menores-, facilitar el subsidio de viviendas y reforzar la policía.
El «alcalde de Castro Street» dio un gran paso para la tan maltratada comunidad gay. Logró que se erradicara la discriminación en empleos y viviendas. El único que daría su voto en contra sería Dan White, el mismo que meses después le quitaría la vida.