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General: Opinión anónima: Soy parte de la resistencia dentro del gobierno de Trump
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De: SOY LIBRE  (Mensagem original) Enviado: 06/09/2018 14:12
 UNIVERSO LOCO DE TRUMP
Columna de opinion anónima
Desde la Casa Blanca hasta los departamentos y las agencias del poder ejecutivo, funcionarios de alto rango admitirán de manera privada su diaria incredulidad ante los comentarios y las acciones del comandante jefe. La mayoría está trabajando para aislar sus operaciones de sus caprichos.

Soy parte de la resistencia dentro del gobierno de Trump
       Por un alto funcionario en el gobierno de Trump
The New York Times tomó hoy la inusual decisión de publicar una columna de opinión anónima. Lo hemos hecho de esa forma a pedido del autor, un funcionario de alto rango en el gobierno de Trump cuya identidad conocemos y cuyo empleo estaría en riesgo por divulgar esta información. Creemos que publicar este ensayo de forma anónima es la única manera de ofrecer una perspectiva importante a nuestros lectores.
 
El presidente Trump enfrenta una prueba a su presidencia como la que ningún líder estadounidense moderno ha enfrentado.
 
No se trata solamente del alcance que puede tener la investigación del fiscal especial. O de que el país esté amargamente dividido respecto del liderazgo de Trump. Ni siquiera de que su partido pueda perder la Cámara de Representantes ante una oposición empeñada en derrocarlo.
 
El dilema —que él no entiende por completo— es que muchos de los funcionarios de alto rango en su propio gobierno trabajan diligentemente desde adentro para frustrar partes de su agenda y sus peores inclinaciones.
 
Yo sé que es así. Yo soy uno de ellos.
Para ser claros, la nuestra no es la popular “resistencia” de la izquierda. Queremos que el gobierno tenga éxito y pensamos que muchas de sus políticas ya han convertido a Estados Unidos en un país más seguro y más próspero.
 
No obstante, creemos que nuestro primer deber es con este país, y el presidente continúa actuando de una manera que es perjudicial para la salud de nuestra república.
 
Es por eso que muchos funcionarios designados por Trump nos hemos comprometido a hacer lo que esté a nuestro alcance para preservar nuestras instituciones democráticas y al mismo tiempo frustrar los impulsos más erróneos de Trump hasta que deje el cargo.
 
La raíz del problema es la amoralidad del presidente. Cualquier persona que trabaje con él sabe que no está anclado a ningún principio básico discernible que guíe su toma de decisiones.
 
Aunque fue electo como republicano, el presidente muestra poca afinidad hacia los ideales adoptados desde hace mucho tiempo por los conservadores: libertad de pensamiento, libertad de mercado y personas libres. En el mejor de los casos, ha invocado esos ideales en ambientes controlados. En el peor, los ha atacado directamente.
 
Además de su mercadotecnia masiva de la noción de que la prensa es el “enemigo del pueblo”, los impulsos del presidente Trump son generalmente anticomerciales y antidemocráticos.
 
No me malinterpreten. Hay puntos brillantes que la cobertura negativa casi incesante sobre el gobierno no ha captado: desregulación efectiva, una reforma fiscal histórica, un Ejército fortalecido y más.
 
No obstante, estos éxitos han llegado a pesar del —y no gracias al— estilo de liderazgo del presidente, el cual es impetuoso, conflictivo, mezquino e ineficaz.
 
Desde la Casa Blanca hasta los departamentos y las agencias del poder ejecutivo, funcionarios de alto rango admitirán de manera privada su diaria incredulidad ante los comentarios y las acciones del comandante jefe. La mayoría está trabajando para aislar sus operaciones de sus caprichos.
 
Las reuniones con él se descarrilan y se salen del tema, él se involucra en diatribas repetitivas y su impulsividad deriva en decisiones a medias, mal informadas y en ocasiones imprudentes, de las que posteriormente se tiene que retractar.
 
“No hay manera, literalmente, de saber si él cambiará su opinión de un minuto al otro”, se quejó ante mí un alto funcionario recientemente, exasperado por una reunión en el Despacho Oval en la que el presidente realizó cambios en una importante decisión política que había tomado solo una semana antes.
 
El comportamiento errático sería más preocupante si no fuera por los héroes anónimos dentro y cerca de la Casa Blanca. Algunos de sus asistentes han sido personificados como villanos por los medios. Sin embargo, en privado, han hecho grandes esfuerzos para contener las malas decisiones en el Ala Oeste, aunque claramente no siempre tienen éxito.
 
Puede ser un consuelo escaso en esta era caótica, pero los estadounidenses deberían saber que hay adultos a cargo. Reconocemos plenamente lo que está ocurriendo. Y tratamos de hacer lo correcto incluso cuando Donald Trump no lo hace.
 
El resultado es una presidencia de dos vías.
Por ejemplo, la política exterior. En público y en privado, el presidente Trump exhibe una preferencia por los autócratas y dictadores, como el presidente ruso Vladimir Putin y el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, y muestra poca aprecio genuino por los lazos que nos unen con naciones aliadas que piensan como nosotros.
 
Sin embargo, observadores astutos han notado que el resto del gobierno opera por otro camino, uno en el que países como Rusia son denunciados por interferir y sancionados apropiadamente y en el que los aliados alrededor del mundo son considerados como iguales y no son ridiculizados como rivales.
 
Por ejemplo, sobre Rusia, el presidente se mostró reacio a expulsar muchos de los espías de Putin como castigo por el envenenamiento de un exespía ruso en Reino Unido. Se quejó durante semanas de que altos miembros del gabinete lo dejaban atrapado en más confrontaciones con Rusia y expresó frustración por el hecho de que Estados Unidos continuara imponiendo sanciones a ese país por su comportamiento maligno. Sin embargo, su equipo de seguridad nacional tenía motivos para hacerlo —dichas acciones tenían que ser tomadas, para obligar a Moscú a rendir cuentas—.
 
Esto no es obra del llamado Estado profundo (deep state) —una teoría de conspiración que afirma que existen instituciones dentro del gobierno que permanecen en el poder de manera permanente—. Es la obra de un Estado estable.
 
Dada la inestabilidad de la que muchos han sido testigos, hubo rumores tempranos dentro del gabinete sobre invocar la Enmienda 25, la que daría inicio a un complejo proceso para sacar del poder al presidente. Sin embargo, nadie quiso precipitar una crisis constitucional. Así que haremos lo que podamos para dirigir el rumbo del gobierno en la dirección correcta hasta que —de una manera u otra— llegue a su fin.
 
La mayor preocupación no es lo que Trump ha hecho a la presidencia, sino lo que nosotros como nación le hemos permitido que nos haga. Nos hemos hundido profundamente con él y hemos permitido que nuestro discurso fuera despojado de la civilidad.
 
El senador John McCain lo dijo de la mejor manera en su carta de despedida. Todos los estadounidenses deberían prestar atención a sus palabras y liberarse de la trampa del tribalismo, con el elevado objetivo de unirnos a través de nuestros valores compartidos y amar a esta gran nación.
 
El senador McCain ya no está con nosotros, pero siempre contaremos con su ejemplo —una estrella que nos guía para restaurar el honor a la vida pública y a nuestro diálogo nacional—. Trump puede temer a los hombres honorables, pero nosotros debemos venerarlos.
 
Existe una resistencia silenciosa dentro del gobierno compuesta por personas que eligen anteponer al país. Sin embargo, la verdadera diferencia será hecha por los ciudadanos comunes que se pongan por encima de la política, se unan con los adversarios y decidan eliminar las etiquetas para portar una sola: la de estadounidenses.
 
El autor es un alto funcionario en el gobierno de Trump.


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De: SOY LIBRE Enviado: 06/09/2018 14:25
CAZA DE BRUJAS EN LA CASA BLANCA
PARA IDENTIFICAR AL AUTOR DEL ARTÍCULO EN EL NEW YORK TIMES  
     Por Daniel Iriarte - El Confidencial
Un alto funcionario de la Administración Trump abrió ayer la caja de los truenos con una columna anónima titulada "Yo soy parte de la resistencia dentro de la Casa Blanca".  No es difícil entender por qué, desde el punto de vista de Donald Trump, parece una conspiración: apenas 24 horas después de que el Washington Post publicase en exclusiva los primeros fragmentos del libro del legendario Bob Woodward sobre su presidencia, el New York Times abría su edición de ayer con un artículo anónimo en su sección de opinión, en la que un alto cargo de su Administración confirmaba una de las revelaciones explosivas del veterano reportero del Watergate: que miembros del equipo de Trump trabajan a sus espaldas para boicotear sus decisiones más extremas, impulsivas e irracionales.
 
Titulada "Yo soy parte de la resistencia dentro de la Administración Trump", la columna comienza así: "El presidente Trump encara los retos de su mandato como no lo ha hecho ningún otro líder norteamericano moderno. Ya no es que la investigación del 'special counsel’ [el fiscal especial Robert Mueller] 'esté cada vez más cerca de su final. O que el país se encuentre extremadamente dividido por su liderazgo [...] El dilema - que él no alcanza a comprender - es que muchos de sus altos cargos en su propia administración estamos trabajando con dedicación desde dentro para frustrar parte de su agenda y sus peores decisiones".
 
Sin embargo, destaca que estos altos cargos no son "la resistencia de la izquierda", pues su objetivo es que la administración "tenga éxito". No renuncian a pensar que muchas de las políticas implementadas por el gobierno republicano "han conseguido que Estados Unidos sea más seguro y más próspero". Este alto cargo anónimo subraya que la administración actual ha llevado a cabo reformas positivas, como la "desregulación, rebaja de impuestos o el fortalecimiento del ejército". "Pero aun así, estos logros han sido conseguidos a pesar -y no gracias a- el tipo de liderazgo de Donald Trump. Es impetuoso, conflictivo, poco serio e incompetente"."Los americanos deben saber que hay personas adultas en la habitación".
 
La columna contiene aún más declaraciones explosivas: "La raíz del problema se encuentra en la amoralidad del presidente Trump. Cualquiera que trabaje con él sabe que no cuenta con ningún principio que influya en su toma de decisiones. Aunque fue elegido como Republicano, el presidente apenas tiene afinidad con los ideales que siempre han apoyado los conservadores: libre pensamiento, libertad de mercado y de personas", continúa, tachando a Donald Trump de "anticomercio y antidemocrático".
 
"Ira volcánica"
Menos de 90 minutos después de su publicación, el presidente compareció en directo para arremeter contra el diario neoyorquino, el autor de la columna y el texto en general. “Tenemos a alguien en lo que yo llamo el fallido New York Times hablando de que es parte de la resistencia dentro de la Administración Trump. Estas son las cosas con las que tenemos que lidiar”, declaró. Además, ha insinuado en Twitter que se trata de un acto de “traición”, uno de los delitos más graves del código penal estadounidense. Por su parte, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, lo ha calificado de “patético, imprudente y egoísta”, añadiendo: “Este cobarde debería hacer lo correcto y dimitir”.
 
Según dos fuentes de la Administración, citadas de forma anónima por el Washington Post, Trump reaccionó anoche con ira “volcánica”, y estaba “absolutamente lívido” ante la publicación. También aseguró que sospecha que el funcionario “desleal” trabaja en cuestiones de Seguridad Nacional o en el Departamento de Justicia. Otros altos funcionarios han indicado al New York Times que creen que sin duda tiene un alto cargo en la Administración, pero no en la misma Casa Blanca.
 
La publicación desató de forma inmediata una auténtica caza de brujas entre los funcionarios públicos: los asistentes presidenciales cancelaron todas sus reuniones y se encerraron para tratar de desarrollar una estrategia. Aunque algunos asesores le dijeron a Trump que lo sucedido es similar a las filtraciones no autorizadas a la prensa, este no lo ve así. Los encargados de determinar quién ha sido el ‘topo’ tratan ahora de reducir la lista a, como mucho, media docena de nombres. Pero no les está resultando fácil.
 
“El problema para el presidente es que podrían ser tantas personas…”, afirma un funcionario entrevistado de forma anónima por el Washington Post. “No se puede reducir a una sola persona. Todo el mundo lo está intentando, pero es imposible”, asegura. Los asistentes están analizando los patrones lingüisticos para tratar de determinar la identidad del autor. Y el propio Trump le ha exigido al New York Times que revele quién es: “Si esta persona anónima SIN ENTRAÑAS realmente existe, el Times debe, por razones de Seguridad Nacional, entregarle al Gobierno lo antes posible”, tuiteó ayer. Algo que, nadie duda, jamás ocurrirá, afianzando aún más la brecha entre la prensa y una Administración Trump en sus horas más bajas.
 
AUTOR DANIEL IRIARTE
 


 
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