Cuba: el país de la Chambelona
La idea de la excepcionalidad histórica de Cuba, de su hábito de más que seguir, irles en contra a las tendencias propias de la época en el mundo o la región, ha sido señalada por unos cuantos historiadores. Y en verdad si se mira con detenimiento a nuestra historia, al menos desde finales del siglo XVIII hasta el presente, da la impresión de que fuéramos un país de rosca izquierda.
Pero no es a intentar demostrar esa excepcionalidad que se dirige este texto. Más bien nos proponemos, en base a dicha idea, el hacer un ejercicio de imaginación que nos permita prefigurar el mundo en 2028, y sobre todo el lugar de Cuba en el mismo.
Para esa fecha, que para un adolescente de 16 años parece estar en el más remoto e imprevisible futuro, mientras para un cuarentón como yo a la vuelta misma de la esquina, Cuba seguirá gobernada por el compañero Miguelito Díaz-Canel. A quien nuestro heroico y viril pueblo, por sus superiores condiciones para guiarlo, por su fidelidad a toda prueba al pensamiento de Fidel, por su clara inteligencia y bla, bla… le habrá impuesto el seguir a cargo de nuestros destinos históricos desde la silla presidencial, y también desde el mucho más amplio e importante sillón del Partido. Porque para ese entonces nuestro Hombre ya habrá heredado el primer secretariado de la “vanguardia organizada de la nación cubana”, tras la demostrada incapacidad del compañero Raúl para desempeñar el cargo (demencia senil e incontinencia urinaria).
Pero que no se me embullen los escasísimos comunistas sinceros que para esas alturas queden por ahí, dados seguramente a alimentarse de bayas e insectos (en Cuba de cañas y lagartijas): En 2028 el Partido se llamará solo así, Partido, y cualquier referencia a lo de comunista habrá sido convenientemente olvidada. En cuanto a los cargos también vinculados de Vicepresidente de la República y Segundo Secretario del Partido, el último de los cuales solo se conseguirá dejar vacante gracias a un jabón en exceso resbaloso suministrado al compañero Machado Ventura por nuestra también heroica y viril Seguridad del Estado, estarán ambos en poder de nada menos que Marco Rubio en persona.
Para explicar esto último a cabalidad debemos primero mirar al contexto mundial de nuestra Isla en ese próximo o remoto 2028, en dependencia de la edad actual del lector.
Estados Unidos, para esa fecha, habrá agregado a su Bill of Rights las dos últimas libertades propuestas por Franklin Delano Roosevelt, con lo que no solo habrá llegado a ser la educación y la salud de cada persona una responsabilidad común de la sociedad americana, sino que como parte de la libertad del miedo se habrá prohibido la tenencia de armas por particulares. Y es que tras un periodo inconcluso del octogenario Bernie Sanders en la Casa Blanca, preside EEUU quien fuera su vicepresidenta, una latinita de mierda, comunista y de mugrosa ascendencia puertorriqueña.
Por su parte, Wall Street en pleno, con la sede central de la mayoría de las más importantes transnacionales, habrán terminado por mudarse para Pekín. La capital del Imperio Chino, que ya no usará más de retóricas socialistas y de manera abierta se reconocerá la sede del Capitalismo Global, de la libre empresa… monopolista, y de la libertad económica, cultural, informativa, de expresión… para los multimillonarios, tras haberle comprado a Rusia toda su Siberia, y vendido el gran cuadro de Mao en la plaza Tiananmen a unos brujeros de La Habana, necesitados de la imagen de un chino para quitarle un muerto de atrás al presidente.
En este contexto la emigración anticastrista cubana de Miami, junto a no pocas empresas norteamericanas, se habrán mudado a la Isla para escapar del socialismo americano. Además de por las oportunidades que traerá el giro pro capitalista de Miguelito Díaz-Canel, quien no solo habrá impuesto la más neoliberal desregulación de la inversión extranjera, sino también una radical Ley de Restitución de Bienes Nacionalizados. Pero sobre todo por haber convertido a su finquita nacional en el primer aliado del Imperio Chino en el Atlántico, a la vista casi de las costas de su principal rival planetario, un EEUU convertido en la primera potencia socialista mundial.
Esta singular evolución del socialismo cubano se habrá desencadenado gracias a la arrasadora victoria electoral de Bernie Sanders entre los millenials. Victoria que lo pondrá en la Casa Blanca en 2021 con un 62 % del voto popular. En combinación, claro, con los primeros síntomas de demencia senil en Raúl Castro y el “inesperado” resbalón de Machado Ventura en su bañadera, allá por 2020.
Para entonces Miguelito, presidente y flamante Primer Secretario del Partido, recordamos que a secas, ya con el mando del Noticiero Nacional de Televisión firmemente agarrado en su mano… derecha, habrá de invitar a La Habana al derrotado candidato presidencial republicano; nada menos que el compañero-señor Marco Rubio.
Una “histórica” recepción, en el aeropuerto de Rancho Boyeros, y a seguido un recorrido de ambas personalidades por las calles de la capital de la República, en un Lamborghini descapotable último modelo, mientras desde las aceras el disciplinado pueblo cubano menea banderitas y los aclama padres de la patria, marcarán el inicio de la reunificación definitiva de los cubanos bajo un único Partido. El clímax de la visita y la reconciliación habrá de ocurrir cuando ambos próceres se abracen en la tribuna de la Plaza Cívica, al son de la Chambelona, propuesta para nuevo Himno Nacional por la misma diputada de la Asamblea Nacional que presentara la propuesta, histórica, de pasar la responsabilidad total por los muchos viejos muertos de hambre de la república a sus familiares.
Las buenas relaciones entre los hasta ayer enemigos a muerte se profundizarán con rapidez, y tras lo que los cubano-americanos de todas las tendencias calificarán de “radicalización del proceso norteamericano hacia el comunismo” (salud y educación al cuidado del común, libertades del miedo y la necesidad extrema, medidas de regulación al mercado…), una ola de emigrados que huyen del marxismo inundará la Isla. La cual pasará a llamarse para ese entonces Tierra de la Libertad y la Democracia, con mayúsculas; mientras que por su parte a Miguelito se le quedará el sobrenombre que en un editorial del 19 de abril de 2023 le habrá de dedicar el diario digital habanero Generación de los Noventa, y Medio: el de Tiburón Liberal del Atlántico.
La emigración hacia la Isla no dejará de aumentar, y ante una Cuba que recibe el pleno apoyo de los grupos corporativos del capital internacional, como vitrina y primera barrera del capitalismo global ante el comunismo norteamericano, la población llegará hasta los 25 millones de habitantes. En parte por el regreso de los que en su ya remoto día, ellos propiamente o sus padres o sus abuelos, habían hecho el camino en la dirección contraria para escapar del castrismo. Pero sobre todo por los muchos millones de guajiros del Medio Oeste que seguirán a la cabeza de la Resistencia Patriótica, el expresidente, cesado por una conspiración marxista, míster Donald Trump. Quien desde 2022 habrá trasladado su residencia hacia la torre que ese mismo año habrá de inaugurar en la Habana.
La tensión, El Diferendo, volverán a acrecentarse entre los gobiernos de EEUU y Cuba. Sobre todo cuando grupos de re-emigrados de Miami, con el mal disimulado apoyo del gobierno y el Partido cubanos, emprendan frecuentes incursiones armadas sobre la costa este del vecino socialista del norte. Un ataque de EEUU, en respuesta, solo se evitará por las frecuentes visitas del emperador Xi Jinping I a La Habana, además de por el estacionamiento en San Antonio de los Baños y el puerto de Cabañas de sendas bases aeronavales de las fuerzas conjuntas chino-rusas.
Sin embargo, lo más orwelliano de todos estos cambios es que a pesar de este giro de 180 grados los medios estatales, pero también y sobre todo los del conglomerado mediático en manos de los intereses corporativos, continuaran para esa fecha soltándonos longanizas de bien buscadas, rara vez necesitadas de edición, citas del Comandante. Porque según la propaganda gubernamental o partidista, todo lo que para esa fecha ocurra en Cuba habrá sido no más que la realización del pensamiento del Gigante enterrado en un Seboruco, allá en Santa Ifigenia.
Claro, tal propaganda solo se transmitirá por los canales de televisión en señal analógica, o por la internet de caridad que suministren Facebook y Twitter, medios para muertos de hambre a los que solo accederemos los intocables, o lo que es lo mismo, aquellos cubanos que ni hayamos emigrado antes de 2020, ni tampoco hayamos podido, o querido, acceder a la élite gubernamental-militar-partidista que para esa fecha se encuentre a cargo de los destinos del país.
JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA, SANTA CLARA, CUBA