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General: La homofobia es una enfermedad psicosocial
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De: ciudadano del mundo  (message original) Envoyé: 23/09/2018 17:26
 El respeto por la diferencia es lo que debería primar en nuestra sociedad
No hay duda de que parte del lenguaje utilizado por muchos líderes de la Iglesia para enseñar a las personas proyecta miedo e ira contra las personas LGBT. Quizás no te gusten los comportamientos homosexuales. Pero no necesitas estar diciendo todo el tiempo que no eres homosexual, que odias a los homosexuales, que no quieres a homosexuales en tu casa, que no quieres profesores homosexuales en la escuela.

¿ES LA HOMOFOBIA UNA ENFERMEDAD?
   POR PABLO UCHOA - BBC NEWS MUNDO
Hace tiempo que la ciencia abandonó la idea de cambiar la orientación sexual de las personas,  La mayoría de los científicos están de acuerdo en que no se puede "curar" lo que no es una enfermedad.  La homosexualidad fue desclasificada como enfermedad mental en Estados Unidos en 1973. La Organización Mundial de la Salud lo hizo en 1990.
 
La homofobia, por otro lado, ha recibido desde entonces cada vez más atención de los investigadores que intentan entender sus múltiples causas.
 
"Miedo irracional"
El psicólogo estadounidense George Weinberg, quien acuñó el término en la década de 1970, definió la homofobia como "el miedo a estar incómodamente cerca de homosexuales".  El sufijo griego "phobia" denota un miedo irracional a algo.
 
En su libro de 1972 "Society and the Healthy Homosexual" ("La sociedad y el homosexual sano"), Weinberg escribió: "Nunca consideraría que un paciente es sano si no ha superado su prejuicio contra la homosexualidad".
 
Emmanuele A. Jannini, profesor de Endocrinología y Sexología Médica en la Universidad de Roma Tor Vergata, argumenta que la homofobia solo es "la punta del iceberg".
 
Jannini asegura que esta está vinculada con determinados rasgos de la personalidad y, si se le añade la violencia, puede ser diagnosticada como una enfermedad psiquiátrica.
 
Jannini causó cierta controversia con un estudio publicado en la revista Journal of Sexual Medicine en 2015, en el cual vinculaba la homofobia con el psicoticismo (marcado potencialmente por la ira y la hostilidad), la existencia de mecanismos de defensa inmaduros (con tendencia a proyectar emociones) y una vinculación paterna temerosa (que lleva a una inseguridad inconsciente).
 
La investigación fue calificada de "basura pro-LGBT" por críticos conservadores. Pero en conversación con la BBC Jannini defendió su investigación, describiendo la personalidad homofóbica como "débil". No es un término científico, sino uno que uso para que me entiendan mejor, dice.
 
La escala de la homofobia
En su estudio, Jannini aplicó una conocida escala para medir los posibles grados de homofobia entre 551 estudiantes universitarios italianos y cruzó los resultados con mediciones de otros rasgos psicológicos.
 
Y encontró que aquellas personas que tenían actitudes homofóbicas más fuertes también obtenían un resultado mayor en rasgos psicológicos como el psicoticismo y los mecanismos de defensa inmaduros, mientras que un vínculo parental seguro era un indicador de niveles bajos de homofobia.  Todos son problemas mentales que se pueden tratar con terapia, argumenta Jannini.
 
Quizás no te gusten los comportamientos homosexuales,  pero no necesitas estar diciendo todo el tiempo que no eres homosexual, que odias a los homosexuales, que no quieres a homosexuales en tu casa, que no quieres profesores homosexuales en la escuela, explica.
 
Tras discutir durante siglos si la homosexualidad podría ser considerada una enfermedad, por primera vez demostramos que la verdadera enfermedad que hay que curar es la homofobia, asegura.
 
El poder de las culturas
Los individuos, sin embargo, también son formados por su entorno, y un estudio posterior del equipo de Jannini exploró cómo las culturas impregnadas fuertemente por la hipermasculinidad, la misoginia y las actitudes moralistas se relacionan con la homofobia.
 
Para ello, en 2017 compararon los resultados de 1.048 estudiantes en tres países con una composición religiosa distinta: Italia (un país católico en su mayoría), Albania (en su mayoría musulmán) y Ucrania (predominantemente ortodoxo).
 
Lo que fue bastante interesante fue que la religión en sí misma no está correlacionada con la homofobia, destacó Jannini.
 
Son las creencias religiosas fundamentalistas en las tres religiones las que afectan a los niveles de homofobia, destaca.  Y, efectivamente, las voces religiosas moderadas aseguran que la religión no defiende la homofobia. "Odiamos el pecado, pero no a los que cometen pecados",  dice Vahtang Kipshidze, portavoz oficial de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
 
El poder del dogma
Kipshidze asegura que la Iglesia no puede modificar su visión sobre que la homosexualidad es un pecado porque este dogma proviene de Dios, no de la Iglesia.
 
"Nosotros consideramos que las personas que mantienen relaciones con otras de su mismo sexo son víctimas de sus pecados, y como víctimas merecen un tratamiento espiritual", explica.  Sin embargo, otros adoptan una línea mucho más dura.
 
"Las Sagradas Escrituras nos instruyen para que lancemos piedras contra aquellos que tienen una orientación no tradicional", dijo el cura ruso Sergei Rybko en una entrevista en 2012, después de que hombres armados atacaran y vandalizaran una discoteca gay en Moscú.
 
Estoy totalmente de acuerdo con personas que están intentando limpiar nuestra patria de esta gente, agregó.  Pero Kipshidze asegura que "no hay evidencia en el Nuevo Testamento que apoye lanzar piedras contra pecadores de ningún tipo".
 
De la misma forma en que el pecado del adulterio no está criminalizado, "la Iglesia no defiende criminalizar las relaciones del mismo sexo", dice Kipshidze.  Sin embargo, reconoce que algunas personas realizan una lectura equivocada de las escrituras y utilizan esto como pretexto para la violencia.
 
El poder del lenguaje
No hay duda de que parte del lenguaje utilizado por muchos líderes de la Iglesia para enseñar a las personas proyecta miedo e ira contra las personas LGBT, dice Tiernan Brady, defensor irlandés en favor de las personas LGTB dentro de la Iglesia Católica.
 
Brady es director de Equal Future, una campaña pro LGTB lanzada durante la visita de Papa Francisco a Dublín el pasado agosto.
 
En 2016, tomaron una muestra de 645 estudiantes universitarios y los situaron según su nivel de homofobia.  Luego los clasificaron en función de cuatro bloques de creencias: 1) que las personas de una minoría sexual nacen así; 2) que todos los miembros de un grupo sexual se parecen; 3) que un individuo puede pertenecer a un único grupo sexual; 4) que una vez que conoces a alguien de un grupo, conoces a la totalidad del mismo.
 
Como era de esperar, los investigadores encontraron un nivel mayor de aceptación de la afirmación de que las minorías sexuales nacen así. Esto fue así tanto para los participantes heterosexuales como para los homosexuales.
 
Lo que separó a las personas con las actitudes negativas más fuertes del resto, es que dieron resultados más altos con respecto a las otras tres creencias.
 
El poder de la visibilidad
Para Grzanka, es el "sesgo implícito" en la mente de la gente lo que los predispone a aceptar ciertos prejuicios, él cree que la forma de reducir la homofobia es educando a la gente sobre los individuos que perciben como "los otros".
 
"Deberíamos estar haciendo campañas educativas y de información pública y organizando políticas anti-homofobia en relación a este tipo de creencias, que la gente gay se parece y que la orientación sexual no es potencialmente algo fluido", dice Grzanka.
 
"No hay nada innato detrás de los miedos irracionales hacia las minorías sexuales. Hubo momentos en la historia humana en los que el comportamiento homosexual fue aceptado, legitimado e incluso reverenciado, además, hay evidencia de que una mayor visibilidad puede afectar a las percepciones de la gente y ayudar a los derechos LGTB.
 
Los investigadores aseguran que ahora más de un 20% de los adultos LGTB están casados con alguien de su mismo sexo y su visibilidad está ayudando a revertir la oposición de mucha gente al matrimonio gay, contribuyendo de esta manera a superar las actitudes homofóbicas.  Todavía no sabemos si es posible "curar" la homofobia, pero los investigadores creen que se están acercando a poder conocerla.
 
La homofobia es una enfermedad psicosocial
En 1972, el psicólogo George Weinberg publicó el libro “La Sociedad y el Homosexual Saludable”, cuyo primer capítulo plasmaba la siguiente afirmación: “Yo nunca consideraría a un paciente saludable al menos que hubiera superado su prejuicio en contra de la homosexualidad. Incluso si es heterosexual, su repugnancia hacia la homosexualidad es, ciertamente, dañina para él mismo”. En su obra, Weinberg introdujo por primera vez el término homofobia para referirse a aquellos individuos heterosexuales cuya conducta denota una profunda aversión hacia los homosexuales, aversión que, según Weinberg, sitúa su origen en un intenso temor de estar en estrecho contacto con hombres y mujeres homosexuales, así como miedo irracional, odio e intolerancia hacia ellos.
 
La homosexualidad se consideró un desorden de salud mental hasta 1973, cuando la Asociación de Psiquiatría Americana la removió definitivamente del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales). La Asociación de Psicología Americana (APA) apoyó este movimiento dos años más tarde, en 1975, cuando también descartó la homosexualidad como desorden mental y reconoció públicamente que esta no implica ningún impedimento en el juicio, la confiabilidad o las capacidades sociales y vocacionales en general. Adicionalmente, la APA hizo énfasis en que los profesionales de la salud mental debían tomar la iniciativa en la eliminación del estigma de la enfermedad mental asociada con la orientación homosexual.
 
A pesar de estas y otras adecuaciones en las principales organizaciones de salud y derechos humanos a nivel mundial, la implementación de políticas públicas y leyes de protección e igualdad y de programas de educación sexual y valores, la homofobia sigue siendo una de las principales causas de suicidio por acoso y crímenes de odio en el mundo.
 
La homofobia es considerada hoy día en los medios científicos como una enfermedad psicosocial que pertenece al mismo grupo que otras enfermedades parecidas, como el racismo, la xenofobia o el machismo. Este grupo de enfermedades se fundamenta en el odio/miedo al otro, entendido éste como una entidad ajena y peligrosa, con valores particulares y extraños, amenazadores para la sociedad y -lo que es peor- contagiosos.
 
Lo grave es que esta enfermedad -más bien una epidemia arraigada en nuestra sociedad- puede llevar a quien la padece a hacer cualquier barbaridad.
 
Esta problemática social se está volviendo cada vez más grave, pues se atenta contra la integridad física  con resultados mortales, como sucede en algunos países. Siendo esto un foco de alarma para los grupos homosexuales, que a su vez están conformando grandes comunidades en pro de la defensa de sus derechos así como reformas a las leyes ya existentes, pretendiendo la igualdad ante los demás grupos sociales.
 
El término homofobia se utiliza hoy para designar a aquellas personas que sienten rechazo y discriminan a hombres y mujeres que se definen como homosexuales. Todos hemos escuchado alguna vez la barbaridad de que “la homosexualidad es una enfermedad” por parte de los que sienten una aversión irracional hacia los gays. Pues bien, una nueva investigación le da la vuelta a la tortilla y sugiere que la enfermedad real que hay que estudiar es la homofobia.
 
Un nuevo estudio revela que aquellas personas que tienen opiniones muy negativas de los homosexuales también tienen mayores niveles de psicoticismo que aquellos que son tolerantes. Esto no quiere decir que las personas homofóbicas sean psicóticas. El psicoticismo es un rasgo de la personalidad que padecen algunas personas que son vulnerables a conductas impulsivas, hostiles, agresivas, a la ira o que tienen la misma empatía que una botella de plástico.
 
Según Emmanuele Jannini, investigador principal y endocrino y sexólogo de la Universidad de Roma Tor Vergata, “el estudio sobre las manifestaciones homofóbicas abre una nueva vía de investigación, donde la enfermedad real para estudiar es la homofobia”.
 
La investigación sobre la enfermedad de la homofobia resulta un tema complejo. Algunos estudios han sugerido que las personas con una actitud negativa y visceral hacia los gays y lesbianas son frecuentemente homosexuales ocultos. Otros estudios, sin embargo, cuestionan esa idea y plantean lo contrario. Otros factores, como la religión, la hipermasculinidad y la misoginia, parecen jugar un papel crucial en las actitudes homófobas según narran Jannini y sus colegas en un artículo publicado en The Journal of Sexual Medicine.
 
Según los investigadores, cuanto mejor es la salud mental de una persona, es menos probable que sea homofóbica. Aquellas personas que viven sus relaciones de forma poco saludable, fueron significativamente más homófobas que los que tenían mayor inteligencia emocional. Lo mismo ocurrió con aquellos que enfrentaban situaciones desagradables de forma inmadura: mostraban un mayor rechazo visceral e irracional hacia los gays y lesbianas.
 
Asimismo, los investigadores encontraron una alta vinculación de los homófobos con las personalidades más disfuncionales que mostraban actitudes de hostilidad, ira o psicotisicismo. Según Jannini, “la homofobia es una enfermedad inducida por la cultura”.
 
Las personas homofóbicas pueden presentar características muy diversas
Aunque la homofobia virulenta puede llegar a manifestarse en reacciones de extrema violencia contra las lesbianas y los homosexuales, existen personas que aparentemente se muestran abiertas, compresivas y liberales, y son, en el fondo, profundamente homofóbicas. Incluso se han observado algunos casos de individuos que parecen capaces de manifestar sentimientos de afecto o conmiseración hacia las personas homosexuales, esto nos muestra que las personas reaccionan ante la presencia de un homosexual de diferentes maneras: pueden llegar a ser muy violentas y extremistas o simplemente tolerar y no decir algo.
 
La persecución y discriminación a los homosexuales se ha desarrollado desde tiempos antiguos hasta la actualidad, basándose en prejuicios y creencias más  que todo de índole religiosa. Un ejemplo de eso existe en la creencia cristiana fundamentalista, y  mayormente en países islámicos y en los Estados Unidos, donde se manifiesta notablemente el rechazo hacia la homosexualidad como identidad, de forma directa o prohibiendo actitudes afectivas o sexuales definidas.
 
La homosexualidad según las creencias religiosas no es aceptada como una condición natural de la persona, sino más bien como un comportamiento inadecuado e incoherente que debe ser corregido. Apoyar o consentir actos sexuales de esa índole es considerado como un pecado según las religiones. Ahora bien, los religiosos alegan que el rechazo a esta condición sexual no se considera homofobia, debido a que no es basada en prejuicios sino en una actitud fundamentada en sus creencias y en sus escrituras sagradas.
 
Las mismas tradiciones han sido adoptadas por la Iglesia Ortodoxa y también las religiones que han seguido a partir de ella, como en el caso de los llamados cristianos evangélicos. En los países donde se practica la religión islámica han creado leyes que condenan la homosexualidad, como hay otros países no la penalizan. Con respecto a la Iglesia católica, la homosexualidad fue condenada desde los tiempos de la Edad Media, y en la actualidad continúa el rechazo a esta condición sexual de manera evidente y rotunda.
 
Investigaciones realizadas por centros de estudio en Estados Unidos y Europa han extraído los siguientes datos de valor para una mejor comprensión de las causas que motivan el odio hacia los hombres y mujeres homosexuales.
 
Según un estudio publicado por la revista científica Journal of Personality and Social Psychology, la homofobia podría tratarse de un prejuicio de auto-reflejo motivado por una crianza bajo figuras paternas autoritarias donde no se promueve la autonomía, en especial si la homofobia ya constituye un prejuicio asentado entre los padres.
 
Al crecer en un ambiente donde se frustra la autonomía de los hijos, estos se privan de explorar internamente valores e identidades que perciben como inaceptables, adoptando en cambio una conducta defensiva de formación reactiva (que consiste en enmascarar un motivo o emoción haciéndolo pasar por su opuesto).
 
Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Rochester, la Universidad de Essex y la Universidad de California sugiere que la homofobia es más pronunciada en aquellas personas que desconocen en un plano consciente la atracción que ellos mismos experimentan hacia personas del mismo sexo, una supresión que se ve acentuada por crecer en un ambiente de autoritarismo y estigma.
 
Un estudio publicado en la revista The Journal of Sexual Medicine y realizado en Italia (como se mencionó arriba) indica que las actitudes vinculadas con la homofobia podrían guardar relación con altos niveles de psicoticismo (hostilidad, impulsividad, agresividad y baja empatía). Esto no quiere decir que las personas homófobas sean psicóticas, ya que se habla del psicoticismo como un rasgo de la personalidad y no como una categoría de trastornos mentales, pero sí sugiere que la homofobia se relaciona con una salud mental deficiente en comparación con las personas que no son homófobas.
 
La investigación también detectó un vínculo entre los altos niveles de mecanismos de defensa inmaduros (proyección, introyección, conducta agresiva-pasiva) en algunas personas y su alta propensión a la homofobia, así como factores de inducción cultural a la homofobia, entre ellos: la religión, el machismo, la hipermasculinidad y la misoginia.
 
Resulta, absurdamente anticientífico, homofóbico y hasta sospechoso, que un presidente  declare públicamente que la homosexualidad es una enfermedad que se puede curar, yendo en contra de toda la evidencia científica recabada durante decenios, basándose solamente en su particular interpretación religiosa de una realidad social indiscutible. Más bien, conforme lo expuesto anteriormente, se tiende a dudar de su sanidad psicosocial, lo cual le descalificaría total y absolutamente para ocupar la primera magistratura del Estado.
 
El respeto por la diferencia es lo que debería primar en nuestra sociedad
Ser homosexual o bisexual es un problema, solo porque nuestra cultura es homofóbica. En el colegio empieza el calvario: discriminación, humillación y aislamiento son el pan de cada día. Pero el bullying no se queda allí, muchas familias lo perpetúan: padres que golpean a sus hijos por ser “mariquitas”, madres que rechazan a sus hijas porque confiesan su amor por las mujeres, seres que ya nunca saldrán del rótulo de la subnormalidad. Y eso en el caso de los valientes que salen del clóset. Pero es peor la tragedia de aquellos que mutilan su naturaleza, y apagan su sexualidad para no enfrentar la homofobia.

Dos putos homofóbicos
 
FUENTE:  BBC NEWS MUNDO


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