RÉGIMEN CASTRISTA Y LAS BRIGADAS DE RESPUESTAS RÁPIDAS
Con la Brigada de Respuesta Rápida de sus funcionarios, la embajadora cubana ante la ONU demostró los métodos represivos del gobierno de la Isla. Lo primero que tiene que saber un diplomático es educación formal, como comportarse, sentarse, vestirse, hablar y hacerse escuchar.
Daniel Llorente, conocido como el hombre de la bandera
DIPLOMACIA CUBANA:
ESPECTRO DEL SOCIALISMO IRREVERSIBLE
De una bolsa tan voluminosa como ella misma, la Dra. Olga Miranda sacó un fino mantel blanco y unas servilletas, colocó platos, cubiertos y copas para los supuestos comensales. La muy respetada directora jurídica del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba impartiría la primera clase de Derecho Diplomático a lo atónitos alumnos, iniciadores del Instituto de Servicio Exterior, actualmente ISRI. ¿Qué tenía que ver ese despliegue con su asignatura? Muchos habían oído decir que se divertía los domingos con los juegos de béisbol y la pizza en el estadio del Cerro. Pero la vajilla no pegaba con el béisbol. Era el año 1971.
Lo primero que tiene que saber un diplomático es educación formal, como comportarse, sentarse, vestirse, hablar y hacerse escuchar; por ahí empezaremos, dijo. Al finalizar ese primer año, la doctora se arrellanó en la primera fila para desternillarse de la risa con nuestra pequeña obra de teatro: lo aprietos y metidas de pata de ineptos diplomáticos, y las canciones del grupito de aspirantes a músicos y cantantes (yo una de ellos). Por cierto, que fueron montados con mucho rigor y divertidos ensayos, gracias a la gran actriz Adria Santana, y el músico-trovador Tatica. En el curso introductorio habíamos tenido el privilegio de recibir las clases de los doctores Cañas Abril y Manuel Moreno Fraginals.
El MINREX tenía que proletarizarse. El grupo era tan amplio como desnivelado, desde un obrero sin gran instrucción y residente en un solar, hasta egresados de preuniversitario procedentes de Santiago de Cuba o Miramar. Entre prejuicios, ambiciones, oportunismo y persecuciones característicos de la época, muchos quedaron en el camino. Pero existía un afán de “pulirse”, porque las chancletas y la bravuconería, si las había, nunca llegarían cerca del Dr. Raúl Roa García. El incisivo y culto canciller había prohibido la vulgar costumbre de los rulos en el pelo e implantó los uniformes–trajes de chaquetas de verano e invierno a las mujeres, para que, en esa época de carencias y sayas-tubos, lucieran dignamente presentables.
La competencia por demostrar eficiencia, escalar, siempre aduciendo la defensa de la revolución, había sido distintiva entre los diplomáticos cubanos, en particular los asignados al sistema de la Organización de Naciones Unidas, con el propósito de rotar durante muchos años por Nueva York, Ginebra, Bruselas, Estrasburgo, París, Roma, y La Haya; el exclusivo mundo del diálogo, los conciliábulos, las negociaciones y las relaciones.
Los performances de los embajadores cubano-ginebrinos, destacadamente en la Cumbre de Panamá (2016), secundado por el entonces ministro de Cultura Abel Prieto, y la ONU (Nueva York el 16 de octubre pasado), encumbrado por el MINREX y los medios, evidencian la depauperación de la continuidad. El general-presidente Raúl Castro y el flamante presidente Miguel Díaz-Canel pierden las rimbombancias de sus esmeradas representaciones en la ONU, las reuniones con influyentes ejecutivos, legisladores, artistas, dignatarios eclesiales, y los ritmos populistas.
De nada vale referirse en los medios nacionales a la Excma. Sra. Anayansi Rodríguez Camejo, cuando la Embajadora y Representante Permanente de Cuba ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, había vociferado y golpeado el escaño en el Consejo Económico y Social (ECOSOC), el 16 de octubre, cual toque de tambor en un bembé, y llevado por las calles cubanas durante un Mitin de Repudio a los cubanos que osan expresar opiniones distintas a las permitidas por el gobierno. Con la Brigada de Respuesta Rápida formada por los funcionarios acreditados como miembros de la misión cubana, ocupó la sala para boicotear e impedir que se escuchara a los anfitriones. Todo se vio a través de la televisión de la ONU en vivo.
Estados Unidos comenzaban una campaña por la liberación de los prisioneros políticos cubanos denominada “Jailed for what” (¿Preso por qué?), presentada por la embajadora Kelley E. Currie, acompañada por el secretario general de la OEA Luis Almagro, el alto funcionario de la Oficina Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado, Michael Kozak, el director ejecutivo del Instituto de la Raza e Igualdad Carlos Quesada, y el expreso cubano Alejandro González Raga. También presentaron un breve video, enviado por Miriam Cardet, a quien el gobierno cubano impidió viajar a Nueva York, para denunciar la situación de su hermano el Dr. Eduardo Cardet, arrestado en Velasco, Holguín, el 30 de noviembre de 2016.
Esos diplomáticos reflejan la sociedad cubana de los decenios del “desmerengamiento” revolucionario. Los niños y jóvenes sin educación formal, que no dicen “usted, por favor”, sino gritan “tú, p…”. Las niñas de tres años ejecutando bailes pélvicos en las presentaciones “artísticas”; los mayorcitos creciendo con los gritos de padres y maestros; el tuteo de los conductores de las Mesas Redondas a los entrevistados sin importar edad ni rangos; y las orientaciones del presidente a sustituir la chabacanería, los medios hegemónicos, la música extranjerizante. En fin, la libertad de creación y crecimiento económico, por la represiva cultura revolucionaria: los gritos de la Misión de Cuba en la ONU.
Miriam Leiva, Villa Clara, 1947. Periodista independiente desde 1995. Vicepresidenta de Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling. Miembro fundadora de Damas de Blanco en marzo de 2003. Diplomática, profesora invitada del Instituto Superior de Relaciones Internacionales. Funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores, del cual fue expulsada en 1992.
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