Cada vez son peores estas obras de teatro. Mienten incluso cuando dicen la verdad. Los protagonistas parecen haber nacido para ello. Saben que la mejor forma de solucionar un problema es crear una crisis. Es una enfermedad genética, histórica. Cada generación muere con la ansiedad de provocar y presenciar el capítulo final del fin del mundo.
El mundo orbita aturdido. Sin saber cuál es el lado, el color, la sintaxis, o el rostro del bien y el mal. Los valores y los cánones se trastocaron. Todo es legítimo. Todo encuentra justificación. Las instituciones decrepitas, los discursos rancios, y los contratos sociales perfectibles se desmoronan, se evaporan. Pareciera que el mundo jamás volverá a ser lo que creemos conocer; esa advertencia amenazante nos preocupa y a la vez emociona.
Todos los imperios cayeron. Toda tecnología fue hecha para ser obsoleta. Todo cuerpo ha perecido. El capitalismo y el mercado, esa megafábrica productora de desigualdad, se burla de la mortalidad de lo inventado por los mortales. El capitalismo y el mercado no son una consecuencia del ecosistema, son el ecosistema que conjuga sus verbos en pretérito perpetuo. El fin, pero también el medio.
Sin humanos no habría capitalismo ni mercado. Sin capitalismo y sin mercado no habría pobres ni ricos. Sin pobres y sin ricos no habría quienes pueden comprar lo que otros no. Sin unos que pueden y otros que no, no habría políticos con la panza llena prometiendo llenar barrigas vacías. Sin gente que come más de lo que necesita y sin gente que come cuando puede, el dinero no sería sinónimo de poder.
Los dueños de la riqueza son sectarios. Hablan y a la vez ordenan. Organizan un arrogante desfile diplomático cada año. El 30 de noviembre y el 1 de diciembre utilizaron por primera vez a Latinoamérica como escenario. Buenos Aires fue la sede del G20: la convención económica que reúne a los 20 países —de los 194 que hay en el mundo— que concentran el 80% del Producto Interno Bruto de este mundo y el 60% de la población mundial.
Intentaron hacernos creer que viajaron hasta el sur para que la era hipertecnológica, que amenaza con robotizar muchos trabajos que hoy conocemos, genere empleo y rentabilidad; promover inversión en infraestructura que impulse el desarrollo y la productividad; y tomar medidas para garantizar la seguridad alimentaria y erradicar el hambre.
Las agendas son formalismos, trampas burocráticas. El show se lo robaron Trump, el bufón, y el cauteloso Xi Jinping. Dos sumos infantiles que se sacan la lengua, dos ególatras que necesitan ser reconocidos por sus amigos como los dueños de la casa del árbol, dos potencias comerciales que han puesto aranceles millonarios a sus productos. Dos enemigos que se necesitan el uno al otro y que pactaron una tregua de 90 días para solucionar la guerra comercial.
Del G20 también resultó una declaración de cuatro folios, más aburrida y predecible que un bostezo. Todos, a excepción de Estados Unidos, ratificaron su compromiso con el acuerdo de Paris que pretende prevenir los destrozos del cambio climático.
Lo más interesante de la cumbre es aquello que sus protagonistas esconden. El dialecto de la diplomacia es ese: un “comercio de insinuaciones, secretos, advertencias verbales, tratos no oficiales”.
No sabemos si problemas como los egoísmos nacionalistas que provocan pasos en falso tipo Brexit, la telaraña tejida entre Arabia Saudita y Turquía para adulterar el asesinato del incómodo periodista Jamal Khashoggi, la intromisión Rusa en las elecciones presidenciales y las tensiones políticas y étnicas que promueve en territorio europeo, las olas migratorias, la esclavitud laboral en Asia, el auge de la extrema derecha, y la desconfianza que despierta la democracia en el mundo fueron abordados en las cenas y en las reuniones a puerta cerrada, o simplemente fueron una nota al pie de página.
Argentina fue la scort del G20. El presidente Mauricio Macri repartió abrazos a granel y apretó la mano de todos, incluso de aquellos que las tienen manchadas de sangre. El anfitrión es un mal político, pero un buen malabarista. “Los ojos del mundo ven nuestro crecimiento”, dijo en el cierre del evento.
Lo que ven y sufren los argentinos es un país que pidió 57.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional para no caer en bancarrota, con una inflación del 45%, una moneda devaluada al 100% y una deuda que crecerá exponencialmente después de todas las limosnas que pidió Macri. Olvida el empresario que las potencias se comen a sus amigos como si fueran uvas y luego escupen la piel porque les parecen demasiado amargas.
Cada vez son peores estas obras de teatro. Mienten incluso cuando dicen la verdad. Los protagonistas parecen haber nacido para ello. Saben que la mejor forma de solucionar un problema es crear una crisis. Hacen de la crisis su mayor patrimonio.
Son pastores que no merecen nuestra fe. Los que crean y se benefician del caos no pueden ni quieren solucionar nuestros problemas. Por eso el fin del mundo no llega nunca, porque está sucediendo a cada instante.
El G-20 refrenda el librecomercio mundial pero admite que necesita «reformas»
Mauricio Macri puede darse por satisfecho. La cumbre de presidentes del G-20 no solo se desarrolló sin incidentes sino que echó el cierre con una resolución donde la palabra «proteccionismo» no aparece por ningún lado. Dicho de otro modo, los miembros de la cumbre de los países más ricos y poderosos del planeta, prefirieron elegir la expresión «libre mercado», verdadero caballo de batalla de este foro. Hubo consenso para reconocer «problemas» con el comercio mundial y abordar la necesidad de reformar la OMC. La resistencia, sin portazo, de Donald Trump quedó plasmada, como estaba previsto, en su rechazo explícito en el documento a asumir los acuerdos del cambio climático de París.
La decida voluntad de Trump de dar un espaldarazo al gobierno argentino quedó de manifiesto con las formas conciliadoras del presidente estadounidense y con su apoyo a las principales cuestiones de fondo de un documento cuya existencia, los más pesimistas, llegaron a poner en duda. Trump podía haberlo «vetado» y echar por tierra los esfuerzos de, por ahora, su mejor aliado continental pero se esforzó en hacer, exactamente, todo lo contrario. Pesó más su estima personal que el recuerdo del respaldo del Gobierno de Macri a la candidatura de Hillary Clinton.
Con la satisfacción de empezar y terminar el foro sin desmanes ni actos de violencia que caracterizaron anteriores ediciones, Macri celebró un éxito que podría tener continuidad horas después de la clausura del G-20. Al margen de la Cumbre, Trump y Xi Jinpin prolongaron su estancia en la capital argentina para mantener una reunión/cena en busca de acerca posiciones. Del encuentro no se descartaba que la guerra comercial, entre China y Estados Unidos, entrase en algo parecido a una tregua de mínimos.
Trump se desmarca del cambio climático
Sin incidentes de relevancia, el comunicado de consenso destaca la posición conjunta de trabajar para lograr un desarrollo justo y sostenible en una agenda inclusiva, centrada en la gente y con visión de futuro. Los ejes sobre los que giró el acuerdo fueron el multilateralismo con crecimiento para todos, una agenda de trabajo digna e igualitaria donde la brecha salarial entre mujeres y hombres se diluya, la necesidad de abordar reformas educativasacorde a estos tiempos de revolución digital y los mencionados desafíos del cambio climático, cuyos efectos en la tierra Trump no cree y desprecia.
El documento advierte: «Renovamos nuestro compromiso de trabajar juntos para mejorar un orden internacional basado en reglas que sea capaz de responder efectivamente a un mundo que cambia velozmente». En otro párrafo añade, «seguimos comprometidos a construir un futuro de trabajo inclusivo, justo y sustentable, promoviendo trabajo decente, entrenamieno vocacional y desarrollo de habilidades». En esta linea, observa la necesidad del «reentrenamiento de trabajadores mejorando las condiciones laborales de todo tipo de empleo» y menciona los empleos de las «plataformas digitales, con foco en la promoción del trabajo formal» para «el fortalecimiento de los sistemas de protección social».
La educación recibe consideración de «derecho humano» con «aprendizaje desde la infancia y perspectiva para toda la vida». Buena parte de los puntos que afectan esta materia tenían la mirada puesta en la digitalización del mundo.
«Estamos cambiando la historia»
Las pequeñas y medianas empresas también fueron objeto de consideración de los lideres del G20 así como la lucha contra el hambre (Argentina ronda el 27 por ciento de pobreza). En esa línea o dispuestos a librar ese combate el G20 considera determinante, «buscar nuevas dinámicas, prácticas y tecnológicas para desarrollar las áreas rurales y la agricultura sostenible con el fin de promover la coordinación entre sector público y privado con la colaboración de la comunidad científica». La cuestión de «género es crucial para el crecimiento económico y desarrollo justo y sostenible», insiste el documento.
El presidente de Argentina, con visión regional, destacó: «Estamos contentos de haber hecho una tarea muy importante para el país y la región. Estamos cambiando la historia y esto demuestra que hay un futuro para nosotros si nos comprometemos». El descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudí en Turquí, fue abordado por Erdogan y Mauricio Macri. «Los dos coincidimos -dijo el presidente de Argentina- en que en los organismos pertinentes» se debe «seguir reclamando que se llegue a la verdad». No hubo una condena conjunta del G20 contra el príncipe Mohamed bin Salman, presente en la cumbre.
Macri celebró el respaldo del G20 y confió en que la buena racha de estos dos últimos días se extienda en «la reunión con Rusia (por ayer) y mañana con China». Xi Jiping permanecerán más tiempo en Argentina en visita de Estado. Macri espera que el balance de inversiones entre ambos países se modifique con anuncios nuevos favorables al país.