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General: El vestuario abierto: Bill Tilden, un Peter Pan con uniforme blanco
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: cubanolibre  (Mensaje original) Enviado: 18/11/2018 12:03
HISTORIA LGTB
Bill Tilden, un grande del tenis irreverente, snob y provocador. Este jugador norteamericano puso el deporte del tenis en las portadas de la prensa, no sólo fue un gran tenista, sino que fue un ídolo de masas, un adelantado a su tiempo.

EL VESTUARIO ABIERTO
BILL TILDEN, UN PETER PAN CON UNIFORME BLANCO
PEDRO HERNÁNDEZ
Aunque ha pasado más de un siglo desde su aparición en la escena internacional, la huella dejada por el estadounidense William Tatem ‘Big Bill’ Tilden II ha sido vital para entender el tenis actual. Tilden puso el deporte del tenis en las portadas de la prensa americana. Entre 1912 y 1929, antes de pasarse profesionalismo, ganó 138 de los 192 torneos que jugó, alcanzó otras 28 finales y venció en 907 de los 969 partidos que disputó. Ganó 10 Grand Slams individuales (7 US Open y 3 Wimbledon), siete Copa Davis consecutivas (1920-1926) y un Campeonato del Mundo en pista dura (1921). Su número de Grand Slams quedó marcado al no poder disputar el Open de Australia, y sólo tres ediciones del French Open, reservado para tenistas franceses hasta 1925, competición de la que fue finalista en 1927 y 1930.
 
Pero Big Bill Tilden no sólo fue un gran tenista, sino que fue un ídolo de masas, un adelantado a su época, un hombre cuya presencia era viral sin que existieran las redes sociales ni la alta tecnología, un jugador que, pese a las rígidas normas amateurs de aquellos años, fue el primer profesional tanto dentro como fuera de la pista, riéndose constantemente de los dirigentes de la federación americana. Y es que William Tatem ‘Big Bill’ Tilden II también fue irreverente, snob, provocador, estrafalario, fumador empedernido, fascinante jugador de bridge y complicado compañero.
 
Big Bill Tilden no sólo fue un gran tenista, sino que fue un ídolo de masas, un adelantado a su época
Pese a que admiraba a Suzanne Lenglen, diva como él, y a Jean Borotra, con quienes finalmente mantuvo una excelente amistad, Tilden fue muy grosero con ellos en un principio. De Lenglen llegó a decir que era “una mezcla de buscona y primera dama”, y que “vestida con un abrigo de piel blanca sobre el traje de tenis y con turbante rojo en la cabeza, sólo esperaba que hubiera un toro cerca de ella”. De Borotra aseguró que era un artista charlatán, un gran showman y el mayor tramposo de la historia del tenis”.
 
Tilden fue uno de los seis astros de la ‘Edad de Oro’ del deporte americano junto al rey del béisbol Babe Ruth, el primer campeón mundial de los pesos pesados Jack Dempsey, el MVP del hockey sobre hielo Howie Morenz, el pionero del fútbol americano Red Grange y el gran golfista Bobby Jones. Pero, como Jones, Tilden logró mayor reconocimiento internacional al vencer en grandes competiciones fuera de los Estados Unidos.
 
Nacido el 10 de febrero de 1893 en Germantown, Filadelfia, Tilden era hijo de una excelente pianista y de un hombre de negocios textiles y político local. De su madre heredó el interés por la gran cultura, de la que intentó sacar provecho, con poco éxito, gracias a su fama como deportista. Pero su infancia no fue fácil. Su madre murió, cuando Bill tenia 15 años, como consecuencia de la enfermedad de Bright, y su padre y su hermano Herbert, del que copió su técnica en el tenis cuando le enseñaba en Catskill Mountains, murieron cuatro años después. Tilden entró en un período de depresión y pasó a vivir en casa de su tía Mary Elizabeth. Allí se hizo latente su homosexualidad, rodeándose siempre de recogepelotas y protegidos tenistas, siendo el más famoso Vinnie Richards.
 
Tras convertirse en el primer estadounidense en ganar Wimbledon en 1920, la carrera de Tilden fue meteórica. Alto, rápido y con gran potencia, Tilden fue un gran dictador en la pista para sus oponentes. Empezó a relacionarse con grandes del espectáculo como Charles Chaplin, Mary Pickford, Douglas Fairbank, Errol Flynn o Audrey Hepburn, y también fue un excelente amigo del español Manuel Alonso. Firmaba autógrafos sólo con el apellido “como la Garbo” y le fascinaba la Ópera de la que coleccionó 2.000 vinilos y el teatro. Invirtió buena parte del dinero que ganaba en financiar proyectos cinematográficos en busca de una carrera de actor, pero fracasó en el teatro, apenas tuvo papeles breves en cine mudo, y sólo alcanzó el papel de protagonista haciendo de Drácula en una gira teatral de cuatro meses.
 
En la literatura deportiva fue todo un intelectual, publicando varios libros, entre ellos un memorable The Art of Tennis and the Spin of The Ball en 1920
Sus libros de literatura de ficción, All in the Game (1922), The Pinch Quitter (1924), The Phantom Drive (1924), y la novela Glory’s Net (1930), pasaron inadvertidos. Pero en la literatura deportiva fue todo un intelectual, publicando varios libros, entre ellos un memorable The Art of Tennis and the Spin of The Ball en 1920, así como colaboraciones sobre el tenis en diversos medios americanos. Su dominio de la técnica era tal, que cuando perdió ante el otro Bill, Little Bill Johnston, su compañero en un imbatible equipo de Copa Davis, estuvo cuatro meses sin jugar, encerrado buscando soluciones a su juego. Regresó a las pistas con nueva empuñadura y con un saque cercano a los 250 kilómetros por hora. Tilden regalaba a propósito sets y juegos a sus rivales para provocar situaciones de partido extremas, magnificando así sus victorias con grades remontadas.
 
En diciembre de 1930, año en el que ganó su tercer Wimbledon, decidió pasarse al profesionalismo. Sus problemas con la federación americana estaban tan deterioradas que le echaron del equipo de Copa Davis antes de la final, pero intervino el Departamento de Estado para gestionar su readmisión. En 1931 firmó un primer contrato con la Metro Goldwin Mayer, fundó la Tilden Tennis Tour Inc. organizando torneos de exhibición en América y Europa. Durante la II Guerra Mundial recaudó fondos para la Cruz Roja con los ingresos en muchas de esas exhibiciones y, una vez acabada la guerra, reorganizó el tenis en el país.
 
Su vida cambió el 23 de noviembre de 1946
El descubrimiento de su homosexualidad tuvo consecuencias negativas para su propia imagen y la del tenis profesional, más aún por sus implicaciones con la justicia en casos de pederastia. A 'Big Bill', como solían llamarle sus amigos, le gustaba rodearse de guapos jovencitos y eso era algo que no podía perdonarle el mundo, por muy ídolo del deporte que hubiera llegado a ser.
 
"Al entrar en la calle 17, su mano cayó en mi pierna y empezó a tocarme por ahí". Estas fueron las palabras de Michael, un autoestopista de 16 años a quien Bill Tilden había recogido poco antes en su coche. El chico siguió declarando ante el juez: "Me tocó mis partes, por dentro del pantalón, y dijo que tenía la mano fría. Yo la saqué y continuamos la marcha". El muchacho había bajado del coche y, tras anotar la matrícula, denunciaba al conductor ante la policía más cercana. Fue la peor jugada en la vida del gran tenista americano y la segunda ocasión en la que Bill Tilden se enfrentaba a la justicia por un caso de pederastia. Tres años antes, en 1946, dos policías de Nueva York avistaban un vehículo conducido por un chico de 14 años y, a su lado, un hombre maduro con la cabeza apoyada en el hombro del muchacho. Ambos intercambian apresuradamente sus asientos, pero al chico no le da tiempo de subir la cremallera de su bragueta. Eran Bill Tilden y un delincuente cuyos favores sexuales había contratado éste.
 
Resulta innegable que a Bill Tilden le gustaba rodearse de adolescentes. Según su biógrafo, Frank Deford, la pérdida temprana de sus seres queridos le empujó a crear vínculos afectivos paterno-filiales con los jóvenes tenistas que tenía a su cargo, entre los que destacó Vincent Richards. Sin embargo, ninguno de sus ballboys, aparentemente heterosexuales, llegó a manifestar jamás haberse sentido acosado por Tilden, ni siquiera violentado ante su evidente amaneramiento. Se sabe que 'Big Bill' nunca tuvo relaciones sexuales con mujeres y que tampoco tuvo muchas experiencias con hombres hasta convertirse en cuarentón. En 1921 se especuló con una relación afectiva entre Tilden y el joven tenista Brian Norton, que podría haber afectado al resultado de un partido. Más tarde, en los años treinta, solía acudir con frecuencia a Berlín, donde pasaba las noches decadentes en compañía de niñatos rubios y de ojos azules, junto a su amigo el tenista Gottfried von Cramm, que era gay.
 
La segunda condena por pederastia hizo que la fama de Tilden descendiera bajo mínimos. Muchos dudaban de su inocencia en el primer proceso, pero una reincidencia ya era demasiado evidente. Tilden quedó prácticamente aislado, sin amigos y excluido de la mayor parte de clubes deportivos. El público también comenzó a darle la espalda. Únicamente su amigo Charles Chaplin estuvo siempre a su lado en los momentos difíciles. Cuando su abogado le pidió que se declarara inocente, Bill le respondía: "No creo que pueda declararme no culpable, Richard. Porque eso sería hacer trampa. ¿Cómo es posible negar esto? Es como tratar de ganar un partido por un mal arbitraje". Estas palabras muestran el inalterable espíritu deportivo que fue emblema suyo en la pista y también en su vida personal, por encima de sus debilidades humanas.
 
Tilden se recluyó en la mansión de Chapin, quien ya no estaba en Estados Unidos. Usaba las canchas para enseñar a un puñado de alumnos que progresivamente iba en disminución. La situación económica era paupérrima y llegó a dar 40 horas de clases por sólo 200 dólares. “Podrías mandarme pelotas y raquetas. Tengo que dar algunas clases, necesito el dinero urgentemente”, le escribió desesperado a uno de los pocos amigos que le quedaban.
 
Pocos se acuerdan de Bill Tilden, tres veces ganador de Wimbledon, siete del Open estadounidense o trece en la Copa Davis, ni de haber sido diez vences vencedor del Grand Slam, ni de su hegemonía en el tenis mundial durante una década entera, sólo comparable a la de Pancho González en los años cincuenta, por no mencionar el servicio más rápido de la historia, esos imbatibles 262.8 km/h. A pesar de todo ello, y a punto de cumplirse seis décadas de su muerte, Bill Tilden no tiene en su memoria ningún estadio, ningún trofeo lleva su nombre, ninguna estatua dedicada a él, como ocurre con la inmensa mayoría de los grandes tenistas de todos los tiempos.
 
Sus momentos gloriosos se funden con aquel día 4 de junio de 1953 en que una enfermedad coronaria le quitó la vida en Los Angeles, cuando tenía 60 años y 88 dólares como capital. Al entierro fueron unos pocos amigos. No dejó herederos ni herencias. Sólo esas maravillosas exhibiciones que lo convirtieron, para muchos, en el mejor de todos los tiempos.
         Continuará


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: cubanolibre Enviado: 18/11/2018 12:21
                                                                                                                       Bill Tilden, el actor Charlie Chaplin, Douglas Fairbanks  y Manuel Alonso jugando tennis, 1923
 EL VESTUARIO ABIERTO
Si difícil resulta de por sí abrir el armario o closet particular de cada uno, más complicado lo es aún tratándose de la taquilla del vestuario. Y es que la práctica del deporte de élite parece estar vedada a quienes aman a los de su mismo sexo. En el caso de los hombres, son contados los deportistas que hicieron pública su homosexualidad. El americano Bill Tilden fue uno de los más importantes en la historia del apasionante juego de la raqueta, revolucionando el concepto de este deporte, en origen elitista y aristocrático, para convertirlo en un espectáculo de masas. Su evidente homosexualidad tuvo consecuencias negativas para su propia imagen y para el tenis profesional, más aún por sus implicaciones con la justicia en casos de pederastia. A Bill Tilden le gustaba rodearse de guapos jovencitos y eso era algo que no podía perdonarle el mundo, por muy ídolo del deporte que hubiera llegado a ser.
 
Para algunos expertos en hacer triviales los asuntos íntimos, el outingen el deporte está de moda. Pero todos sabemos que hacer pública su homosexualidad supone para el deportista profesional más problemas que satisfacciones. Entre ellos, la merma de credibilidad entre los aficionados y seguidores, el rechazo de sus compañeros de equipo, así como la consecuente pérdida de apoyo entre marcas y patrocinadores. Casos recientes, como el del arquero alemán Manuel Neueranimando a salir del armario a sus compañeros gays, se interpreta como una llamada a la esperanza, para que algún día no lejano todo deportista pueda hablar de su sexualidad sin represalias. Pero aún queda mucho para que esto llegue a suceder…
 
‘BIG BILL’
Para Bill Tilden, aquel tenista alto, rubio y desgarbado, siempre rodeado de guapos y jóvenes muchachos, el relajo moral que trajo consigo la década de los treinta supuso un cierto escape para sus constantes devaneos, pero, en cambio, constituyó una mancha difícil de borrar para los amantes del denominado ‘deporte blanco’. A ‘Big Bill’, como solían llamarle cariñosamente, podía perdonársele casi todo. A fin de cuentas, alguien como él, evidentemente homosexual, había llegado a revolucionar el tenis, desechando su imagen elitista y, sobre todo, como deporte blandengue y aristócrata, para convertirlo en una actividad física donde estaban presentes la fuerza y el coraje, atributos masculinos por excelencia. Su figura llegó a suscitar todos los odios y alabanzas de un público cada vez mayor de aficionados, constituyendo un fenómeno deportivo durante el segundo cuarto del siglo XX.
 
El pequeño William Tatem Tilden II había nacido en la ‘ciudad del amor fraternal’, Filadelfia (Estados Unidos), un 10 de febrero del año 1893, en el seno de una familia de clase media alta. La madre de Bill estaba inválida y murió cuando el chico tenía quince años. Su padre le sobrevivió cuatro años más, durante los cuales procuró apartar a Bill de su lado, enviándole a vivir con una tía soltera que tenía. Su infancia fue la de un niño criado entre algodones, desatendido afectivamente por su progenitor, mimado en exceso por su enferma madre y eclipsado por la muerte de su hermano mayor. Raras veces jugaba con niños de su edad y su aspecto enfermizo no presagiaba que llegaría a convertirse en uno de los atletas más importantes de los Estados Unidos.
 
Herbert, que le superaba en seis años, era su hermano favorito y también el de papá Tilden, quien se dedicó por entero a su primogénito, mientras el pequeño Bill quedaba al cuidado e instrucción de su doliente madre, Linie, mujer de moral rígida, que transmitía al muchacho sus obsesiones por las enfermedades venéreas. Bill adoraba a Herbert, hallando en él la imagen de ese padre que nunca llegó a tener de su parte. Entre otras cosas, antes de morir, Herbert le enseñó a jugar al tenis. Padre y hermano fallecieron el mismo año, dejando a Bill sumido en una gran depresión.
 
UN CHICO DE PELOTAS.
Según su biógrafo, Frank Deford, la pérdida de sus seres queridos, así como el fuerte vínculo que tuvo con su hermano mayor, le condujo en la madurez a buscar las relaciones de padre-hijo con jóvenes tenistas de su entorno. Como si se tratara de un nuevo Peter Pan, aunque vestido con un blanco uniforme deportivo, a Bill le gustaba jugar al gran hermano, y lo conseguía sin esfuerzo, gracias al talento que gastaba entreteniendo a los muchachos y a su capacidad de inventar historias y juegos.
 
Sin embargo, esta faceta didáctica de la que Tilden hizo gala a lo largo de su vida, unida a su pasión por la literatura, el teatro y la música, se vio en ocasiones ensombrecida por su carácter fuerte y egocéntrico, su forma de actuar autoritaria y un escaso encanto personal. Sin embargo, siempre se destacaba por su juego limpio y pundonor, defendiendo a toda costa lo que él creía justo, incluso si hacerlo iba en contra de sus intereses. Fue su conducta poco ortodoxa la que hizo que los espectadores empezaran a llenar los estadios, no sólo para verle jugar como todo un campeón, sino además para contemplar los desplantes y gestos que normalmente solía representar en la pista. En este sentido, hay que decir que Tilden fue en excelente precursor del genial John McEnroe.
 
Algunas de las costumbres de Tilden, que entonces se veían normales, hoy nos resultarían impropias de un deportista. Pero Tilden era más un artista de la raqueta, que ese tipo de atleta al que hoy nos tienen habituados los tenistas profesionales. Aunque bebía poco, en cambio fumaba muchísimo, llegando incluso a personificar anuncios publicitarios de marcas de tabaco, como Camel o Lucky Strike.
 
BOLA DE CAÑÓN
Si el carácter de ‘Big Bill’ dejaba mucho que desear para los sesudos americanos, en cambio su aspecto físico era realmente impactante. Alto, fuerte, con brazos largos, ancho de hombros… No era especialmente guapo, aunque tenía un cierto atractivo personal. Además, poseía una potencia poco habitual para los jugadores de aquella época. Su mejor baza era el saque plano cannonball o 'cañonazo', mediante el cual mantenía los servicios a su capricho, aunque no abusaba mucho de él, reservándolo para ocasiones excepcionales. La velocidad de su saque fue medida en 1931 y daba 262.8 km/h, lo que lo convirtió  en el más rápido y potente de la historia del tenis.
 
Si el saque era su as bajo la manga, en cambio sus puntos débiles estaban cerca de la red, como ocurría con su poco eficaz revés. Pese a ello, la estrategia y potencia del tenista se imponían a la inmensa mayoría de sus rivales. Para colmo, en el año 1920, justo antes de empezar su ascenso meteórico en el tenis amateur, sufrió la amputación de una falange del dedo medio de su mano derecha, junto a una lesión crónica de rodilla. Pero Bill se las arregló para que estas leves minusvalías no salieran a la luz, lo que, unido a su espíritu ganador y su habilidad psicológica para estudiar a los contrincantes, no supuso un hándicap en sus aspiraciones deportivas.
 
Fue un primo suyo, apoyado por su amiga la actriz Mariam Hopkins, quien le convenció para que se empleara a fondo con el tenis, en un momento en la historia de este deporte en el que sólo los aristócratas podían ejercerlo y siempre como amateurs. Era impensable entonces que los tenistas ganaran esas sumas de dinero tan espectaculares como las de hoy en día. Pero eso no fue obstáculo para que, en tan sólo cuatro años, Bill Tilden se convirtiera en indiscutible campeón del mundo de tenis.
 
EL GRAN GATSBY DEL TENIS
Tilden no albergaba duda acerca de sus facultades, ni sobre lo bueno que podía ser si se entregaba por entero en el match. Él era el mejor y lo sabía. Como campeón, pasaba por ser un hombre extremadamente afectado y vanidoso, sobre todo dentro de la pista. Adoraba a los actores y quería ser uno de ellos. Y lo consiguió, ya que sus actuaciones deportivas se convirtieron en verdaderos espectáculos escénicos, donde el público aguardaba con impaciencia las imprevisibles  sobreactuaciones de Big Bill.
 
En la pista, y también fuera de ella, empezó a parecerse a un dandy, a veces extravagante, a veces petulante, con un toque de amaneramiento, que tenía en jaque a la fracción más aristocrática, sesuda y mojigata de sus cada vez más numerosos seguidores. Sin embargo, la mayoría de los espectadores le perdonaba todas esas salidas de tono suyas. Incluso en el revuelo que creó cuando en una ocasión Bill decidió cambiar el clásico pantalón largo de los jugadores de tenis por un short, anticipándose así a la moda que más tarde llegaría a imponerse sin muchos inconvenientes.
 
DE AMATEUR A PROFESIONAL
Bill Tilden fue la primera parte de su vida un amateur en sentido estricto. Hasta aquellos años, el tenis, como muchos deportes, entraba en el terreno del amateurismo, esto es, la clase de actividad desarrollada por jugadores de élite que no vivían directamente del deporte, sino que lo practicaban por puro placer. Por el contrario, profesionales eran considerados los que giraban en torno al deportista: representantes, entrenadores, médicos deportivos, etc.
 
Como tenista amateur fue número 1 del mundo durante siete años consecutivos, y uno de los más importantes de toda la historia. Su hegemonía sólo se vio amenazada con el auge de los franceses René Lacoste y Henri Cochet a partir de 1927. Entre 1912 y 1930 ganó 138 de los 192 partidos oficiales jugados. Fue vencedor del torneo de Wimbledon en tres ocasiones, así como de la Copa Davis. Nada menos que trece veces se alzó con la codiciada ensaladera, a lo que hay que añadir las siete victorias que obtuvo en el Open de los Estados Unidos.
 
Aunque en 1926 renuncia a una oferta para hacerse profesional, algo de lo que se arrepentiría años después, acepta abandonar elamateurismo definitivamente en 1931. Tilden contaba ya con nada menos que 37 años de edad, a pesar de lo cual seguía perfeccionando su excepcional potencia de saque, lo que, unido a su precisión de tiro y su movilidad, forzaba a los contrarios a jugar a la defensiva. Por encima de todo, Big Bill seguía siendo el número uno, la gran estrella que a revitalizaría el tenis profesional en sus largas giras por Norteamérica y Europa. Junto a otros colegas de la talla de Nusslein,Vines, Lacoste, Cochet o Fred Perry, contribuyó a hacer más competitivos los encuentros entre profesionales y, por ende, más interesantes para público y empresarios.
 
Otra importante faceta de Tilden fue la de escritor y teórico del tenis. Escribió dos libros, considerados verdaderos manuales: The art of Lawn Tennis (‘El arte del tenis sobre hierba’) y Match Play and the Spin of the Ball, sobre el efecto de rotación de la pelota. Junto a sus excelentes dotes físicas era un hombre muy cerebral, apto para desarrollar estrategias en el juego y muy adaptable al estilo de juego del rival. Esto le convertía en alguien prácticamente invencible.
 
PETER PAN Y SU RAQUETA
Resulta innegable reconocer que a Bill Tilden le gustaba rodearse de hombres jóvenes y adolescentes. Posiblemente la pérdida temprana de sus seres más queridos le empujó a crear vínculos afectivos paterno-filiales con los jóvenes tenistas que tenia a su cargo, entre los que destacó Vincent Richards.
 
Sin embargo, ninguno de sus ballboys protegidos, aparentemente heterosexuales, incluido el propio Richards, llegó a manifestar jamás haberse sentido acosado por Tilden, ni siquiera violentado ante su evidente amaneramiento. Se sabe que Big Bill nunca tuvo relaciones sexuales con mujeres, que se sepa, aunque adoraba a Greta Garbo o Katherine Hepburn. Tampoco tuvo muchas experiencias con hombres hasta convertirse en cuarentón. Aunque viajaba por todo el mundo en sus continuos tours, nunca abandonó el hogar de su tía, hasta 1941, cuando ya tenía 48 años.
 
En 1921 se especuló con que una posible relación homosexual entre Tilden y un joven tenista pudiera haber afectado al resultado de un partido. Fue en la final del torneo de Wimbledon, jugando contraBrian Norton. Al parecer, Norton, tras ganar los dos primeros sets del encuentro, perdió con demasiada facilidad los sets tercero y cuarto, quedando igualados. Con dos puntos de partido en contra, Tilden creyó que su saque había ido fuera, por lo que  se acercó a la red para felicitar a su oponente. La pelota había sido dada por buena y Norton, con toda la pista para él y sin la oposición de Tilden, lanzó la bola fuera de la cancha, algo que para la mayoría de asistentes fue algo inconcebible.
 
Otra curiosidad suya es que en los años treinta solía acudir con frecuencia a Berlín, donde gozaba de las noches decadentes en compañía de niñatos rubios y de ojos azules, junto a su amigo el tenista Gottfried von Cramm, que también era gay. Finalizada la II Guerra Mundial, Tilden volvería a estar en la República Federal de Alemania junto a su amigo Von Cramm, que con anterioridad fue uno de los deportistas mimados por el régimen de Hitler.
 
LA PEOR JUGADA DE SU VIDA
La peor jugada de su vida tuvo que ver con un triste episodio que tuvo lugar el 23 de noviembre de 1946. Dos policías de Beverly Hills avistaron un vehículo conducido por un chico de 14 años. A su lado, un hombre mayor apoyaba su cabeza en el hombro del muchacho. Al momento de la detención, ambos intercambian apresuradamente sus asientos, pero al chico no le dio tiempo de subir la cremallera de su bragueta. Eran Tilden y un delincuente  cuyos favores sexuales había contratado éste. La sentencia no se hizo esperar. No obstante, Tilden no fue condenado por felonía, lo que le habría acarreado importantes consecuencias, sino por mala conducta, contribuyendo a la delincuencia de un menor. Cumplió siete meses y medio de cárcel, del año al que había sido condenado.
 
No quedaron ahí sus problemas ante la justicia. Tres años más tarde es nuevamente condenado a un periodo de un año de cárcel. Bill había parado su coche entre la esquina de Westwood y Wilshire Boulevard para recoger a Michael, un autostopista habitual de 16 años. “Al entrar en la calle 17, su mano cayo en mi pierna y empezó a tocarme por ahí” –dijo el muchacho en su declaración ante el juez- “Me tocó mis partes, por dentro del pantalón, y dijo que tenía la mano fría. Yo la saqué y continuamos la marcha”. El chico se bajó, anotó la matricula del coche de Tilden y le denunció a la policía.
 
Esta segunda condena hizo que la fama de Tilden descendiera bajo mínimos. Muchos dudaban de su inocencia en el primer proceso, pero una reincidencia ya era demasiado evidente. Tilden quedó prácticamente aislado, sin amigos y excluido de la mayor parte de clubes deportivos. El público también comenzó a darle la espalda. Únicamente su amigo Charles Chaplin estuvo siempre a su lado en los momentos más adversos.
 
Cuando su abogado le pide que se declare inocente, Bill le responde:“No creo que pueda declararme no culpable, Richard. Porque eso sería hacer trampa. ¿Cómo es posible negar esto? Es como tratar de ganar un partido por un mal arbitraje”. Estas palabras muestran el inalterable espíritu deportivo que fue emblema en la pista y también en su vida personal, por encima de sus debilidades humanas.
 
EL OCASO DE UN DIOS
Los cuatro últimos años en la vida de Bill Tilden se caracterizaron por un declive innegable, tanto en lo personal como en lo profesional. Aunque vivía una vida desahogada, gracias a su patrimonio familiar, gastaba demasiado dinero en algunas cosas que le llevaron a la ruina. Por ejemplo, desde la muerte de su tía, pagaba una suite en el lujoso Algorquin Hotel, y también financiaba costosos espectáculos deBroadway, donde era a la vez actor, guionista y productor.
 
Alejado de su fama anterior, Tilden se limitaba a participar esporádicamente en partidos con celebridades de la pantalla. Murió de un ataque de apoplejía en Los Ángeles, California, el 4 de junio de 1953, a los 60 años de edad, cuando se preparaba para asistir a un evento deportivo en Cleveland, Ohio.
 
EL MEJOR ENTRE LOS MEJORES
La prensa deportiva, en un reciente ranking, a raíz de la rivalidad entre Rafa Nadal y Roger Federer, se empeñaba en buscar al mejor jugador de todos los tiempos. Entre los candidatos figurabanBjorn Borg, Jimmy Connors, John McEnroe, Pete Sampras oAndrea Agassi, además de los mismos Federer y Nadal. Pero pocos se acuerdan de Bill Tilden, tres veces ganador de Wimbledon, siete del Open estadounidense o trece en la Copa Davis, ni de haber sido diez vences vencedor del Gran Slam, ni de su hegemonía en el tenis mundial durante una década entera, sólo comparable a la de Pancho González en los años cincuenta, por no mencionar el servicio más rápido de la historia, esos imbatibles 262.8 km/h.
 
A pesar de todo ello, Bill Tilden no tiene en su memoria ningún estadio, ningún trofeo lleva su nombre, ninguna estatua dedicada a él, como ocurre con la inmensa mayoría de los grandes tenistas de todos los tiempos. Como único desagravio está  su biografía, escrita por Frank Deford, que ha inspirado la obra de teatro Big Bill, del dramaturgo A.R. Gurney y dirigida por Mark Lamos, así como el proyecto de un largometraje dirigido por Pen Densham, con guión de Gil Dennis, el mismo del filme En la cuerda floja.
 
Tilden procuró acallar las voces que en su interior le hablaban de deseos prohibidos, cosa que consiguió casi siempre gracias a su entera dedicación al deporte blanco, aunque al final las fuerzas le flaquearan. Fue un gran deportista, inteligente, intuitivo, enérgico, vital, un fuera de serie, pero también un hombre desdichado y con defectos humanos primarios. Su homosexualidad reprimida brotó en su madurez con la fuerza del tapón de una botella de champán.
 
Algunos biógrafos apresurados afirman que la vida personal de Bill Tilden no fue precisamente un ejemplo a seguir. No estoy en absoluto de acuerdo con esa apreciación tan tajante. Aunque lo intentó con todas sus fuerzas, el grandullón de Big Bill probablemente nunca llegaria a crecer del todo, Por eso, a veces en la vida real actuaba como un niño. Sea como fuere, frente a toda una existencia, dos acusaciones de dudosa credibilidad y unos cuantos meses en la cárcel no son motivo suficiente para condenar a nadie para la eternidad.
 (Continuará)

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 11/12/2018 10:28
 EL VESTUARIO ABIERTO Y LOS OTROS DIOSES DEL ESTADIO
Los deportistas de élite que juegan en un equipo conviven juntos muchas horas, entrenan, se duchan, y guardan una estrecha relación de camaradería. Si alguno de ellos es gay y no lo admite,  rompería el ‘código del vestuario’. Pero ¿y si lo dice? Igualmente lo rompería. De alguna manera ha hecho ver a sus compañeros que es distinto, que sus sentimientos no son los de ellos, y que el abrazo a un compañero podría interpretarse de otra manera. No todos ellos estarían dispuestos a apoyarle en estas circunstancias, y algunos hasta le hundirían, si pudieran. Esta es una de las tristes caras de la homofobia deportiva.
 
Otro factor determinante del silencio que se cierne sobre los estadios es el miedo a perder el apoyo del público. Un atleta de élite sin público no es nadie, sobre todo si se trata de deportes de masas, en los que los jugadores se comportan a menudo como estrellas de la pantalla. Esto resulta evidente en casos como el fútbol, el béisbol, el baloncesto o el rugby, donde son contadísimos los jugadores que se han confesado gays. Y, cuando lo han hecho, ha sido al término de su carrera, so pena de sufrir el desprecio de los demás o, peor aún, el olvido.
 
Chicos duros
El rugby es el prototipo de deporte hecho a la medida de los tipos duros. Como afirma Serge Simon en su libro Diccionario absurdo de rugby (París, 2006), este deporte esta basado en los valores arcaicos sobre lo masculino y la eliminación de cualquier rasgo de femineidad. Sin embargo, su imagen se ha dulcificado últimamente gracias a las series de almanaques editadas con el título de Dieux du Stade (Los Dioses del Estadio), donde los jugadores de la selección francesa quedan inmortalizados ligeritos de ropa y en actitudes francamente homoeróticas. El hecho de que el 90% de sus compradores potenciales sean hombres ha alimentado la necesidad de que año tras año, estas series fotográficas hayan ido desembocando en un homoerotismo cada vez más acentuado. Sin embargo, una cosa es la ficción y otra la realidad. Porque en un deporte como el rugby pocos son los que se atreven a salirse de la norma, al menos fuera del juego.
 
En el año 1991 el australiano Ian Roberts fue el primer rugbier que hizo pública su homosexualidad. En las antípodas de lo que era habitual dentro de la vieja Europa, Roberts salió del vestuario cuando aún estaba en activo. Había comenzado su carrera deportiva en 1986 y siguió en la brecha durante doce años más. Tras dejar la pelota oval, Ian desarrolló una discreta carrera como modelo y actor televisivo. Nunca sufrió el rechazo de sus compatriotas después de su outing. Como otro rugbier profesional norteamericano, Mark Bingham, un gay comprometido con la causa LGTB y hombre de acción. Llegó a correr en los Sanfermines de Pamplona y murió cuando viajaba en uno de los aviones de la tragedia del 11-S de 2001.
 
Mucho más notorio ha sido el caso del ex capitán del equipo de GalesGareth Thomas, toda una institución en su país. Nadie podía imaginar que un jugador de tanto prestigio en el deporte del balón ovalado fuera homosexual. Pero lo era, y durante 19 años ocultó este detalle, por temor a echar a perder su carrera. Esta decisión la tomó Gareth a los 35 años, desvelando su secreto mejor guardado, primero a su entrenador, y tres años después, en 2009, al diario Daily Mail, con la esperanza de que hacerlo no afectara al futuro de su profesión.“No quiero ser conocido como un jugador de rugby gay. Primeramente soy jugador de rugby”, afirmaba en aquella entrevista. Gareth considera su outing como una liberación, abandonando así la doble vida que había sufrido hasta entonces, aunque lo que peor llevó fueron las mentiras que contaba a su mujer para escaparse a los locales de ambiente. La frustración que a veces sentía le hacía ser más agresivo en el juego. El pasado 9 de julio de 2011, Gareth jugó su último partido como profesional.
 
perbowl arco iris
El fútbol americano, una variante del rugby que hace furor en América del Norte y algunos países de Oceanía, y que se caracteriza por la dureza de las entradas y la contundencia de las jugadas, también cuenta con deportistas de primera fila que confesaron su homosexualidad. Lo hizo el ya fallecido Ed Gallagher,  delantero del equipo de la Universidad de Pittsburg, que, tras un intento de suicidio, quedó parapléjico al saltar de un muelle en 1985, debido a la confusión que le produjo su primer encuentro sexual con un hombre. Menos conocido fue  Roy Simmons, delantero de los Giants de Nueva York y los Redskins de Washington, que ‘salió del vestuario’ en 2004, en una entrevista concedida al New York Times, o Greg Congdom, que en el año 1998 sufrió las amenazas de sus compañeros, tras saberse que era gay. David Kopay, jugador americano de los Lions, los Redskins, los Saints y los Packers entre 1964-72, al igual que hicieron otros deportistas como él, aprovechó su fama para desembuchar toda la verdad sobre su vida en el libro The David Kopay Story (1976). Allí, no sólo confesaba abiertamente su homosexualidad, sino que criticaba duramente la homofobia en el deporte de su país.
 
El caso más representativo de un deportista gay en el fútbol americano lo constituye el gigantón hawaiano Esera Tuaolo. Tuaolo fue defensa destacado en diversos equipos de la superbowl. Su ‘salida del vestuario’ se produjo en el año 2002, poco después de finalizar la carrera como profesional. Esera llegó a confesar que tenía frecuentes pesadillas por temor a que se conociera su secreto mejor guardado. Hoy vive en Minneapolis con su pareja y sus dos mellizos adoptados y se dedica al teatro y a la música.
 
La última canasta de Amaechi
El caso del pívot británico John Amaechi es uno de los más insólitos de entre cuantos destacamos aquí. De hecho, se trata del único jugador de la NBA que se ha reconocido gay en plena madurez de su carrera profesional. De padre nigeriano y madre británica, este gigante mestizo, que jugó en equipos tan prestigiosos como losCleveland Cavaliers, Orlando Magic y el griegoPanathinaikós, hizo pública su homosexualidad en el año 2007, con gran estupor de compañeros y seguidores. Recibió algunas muestras de apoyo personal e institucional, como el doctorado honorario por la Universidad de Manchester. Hoy se dedica al activismo gay y a denunciar la homofobia en deporte, como denuncia en su libro Man in the middle (2007), donde relata lo duro que fue vivir su condición sexual en un mundo como el de la NBA y cómo tuvo que refugiarse en los clubs nocturnos gays para evadirse de una realidad que le asfixiaba cada día.
 
El voleibol, hermano menor del baloncesto, también ha abierto alguna vez sus vestuarios. Juan Pablo Calderón, jugador norteamericano de origen costarricense, ha sido un ejemplo de outing dentro del deporte de élite. Tras confesarse gay, Calderón abandonó la cancha y se pasó a la pasarela, con tanta fortuna, que en la actualidad se le conoce más como modelo que como deportista. Nacido en 1975 en Santa Mónica, estudió en la Universidad Estatal de California, con cuyo equipo de voleibol compitió durante varios años. Tras participar en una edición estadounidense de Supervivientes (Survivor: Cook Islands), Calderón pasó a filmar otros reality shows y en uno de ellos salió públicamente del armario. Ha sido portada de la revista Instinto(2007).
 
 Billy Bean
El béisbol se destapa
Glenn Burke fue el primer jugador de béisbol profesional que declaró ser abiertamente homosexual. Lo hizo en 1985, dos años después de su prematura jubilación. “No pueden decir que un jugador gay no puede jugar en la liga. Yo soy gay y lo hice”, declaró en una entrevista. Jugó con los Dodgers de Los Ángeles y los Athletics de Oakland. En 1995 murió de sida, tras un accidente de tráfico que le dejó trastornado, cayendo en un retiro donde se codeó con un mundo de delincuencia, promiscuidad y drogas. Poco después, Billy Bean, el niño mimado de la gran liga de béisbol americana, confiesa su homosexualidad para sorpresa de muchos. Jugaba para los Tigers de Detroit. En su libro Going the other way, la estrella de la base relata con valentía la angustia vivida en su encierro personal y los momentos más amargos de su existencia. Hoy, Bean vive con su pareja en Miami, donde el jugador lucha por la defensa de los derechos de los gays.
 
La escritora Patricia Nell Warren ha analizado la personalidad deJim Bouton, un antiguo pitcher de los Yankees neoyorquino y autor del libro Ball Four (‘Cuarta bola’, 1970). El libro levantó una gran polémica, desacralizando el deporte nacional americano, lo que provocó la retirada profesional de Bouton. Entre los muchos mitos que este libro derribó sobre el béisbol hay uno que tiene que ver con la evidencia de una cierta atmósfera gay en torno a este deporte. Por aquel entonces resultaba insólito hablar de los escarceos homosexuales de los jugadores de béisbol, algunos engañando a sus mujeres, entre otras muchas confidencias consideradas tabúes. Ello, puesto en boca de un heterosexual como Bouton, poesía un valor añadido innegable. Casi 30 años después, el árbitro de la Liga Nacional de Béisbol Dave Pallone  contribuiría a corroborar las tesis de Bouton, con la publicación de una cándida autobiografía tituladaBehind the mask (‘Detrás de la máscara’, 1999). En ella, tras las injustas acusaciones de pederastia que padeció, confesaba su homosexualidad, como también la confesó poco después el también árbitro Tyler Hoffman, que abandonó el deporte para ‘salir del vestuario’ en el año 2002.
 
La cara y la cruz
El libro de Jim Bouton nos da pie para hablar de la defensa que un puñado de deportistas heterosexuales han mantenido a favor de la aceptación de personas gays en el deporte profesional. El caso más reciente ha sido, sin duda, el del ex alero de baloncesto Charles Barkley, quien ha comentado con naturalidad que nunca le ha importado lo más mínimo compartir vestuario con hombres gays. Barkley, quitando importancia a la homofobia en el deporte profesional, ha declarado lo siguiente:“Todos los jugadores han jugado con chicos gays y el que diga que no, es idiota… Me molesta cuando oigo a periodistas y deportistas en televisión diciendo: ‘Ningún chico puede salir del armario en un deporte de equipo. Se volverían locos’. Pues dejadme decir lo que pienso: prefiero tener un chico gay que sepa jugar, que un heterosexual que no sepa jugar”.
 
Sean Avery, un jugador canadiense de hockey sobre hielo milita en el equipo de los Rangers de Nueva York, es una bestia de la liga profesional americana. Sus golpes sucios y provocaciones a sus rivales, tan frecuentes en este deporte, le han hecho célebre. Pues bien, hay que decir que, fuera de la cancha Avery, que es heterosexual, milita en la causa por conquistar la igualdad de derecho al matrimonio para LGTB.
 
La cruz de la moneda la integran personas de la catadura moral de la estrella de la NBA de baloncesto Tim Hardaway, con unas manifiestas declaraciones de un alto contenido homófobo. Hardaway, que ha sido sancionado por este motivo, confesó que nunca jugaría con un tipo como John Amaechi, porque odia a los homosexuales. Sorprendentemente, el propio Amaechi ha restado importancia a estas declaraciones, afirmando irónicamente que Hardaway había sido sincero en sus declaraciones y que se trataba de un problema de educación y sensibilización social.
 
Fútbol y homofobia
El fútbol es probablemente uno de los deportes en los que la visibilidad de la homosexualidad masculina es más infrecuente. Sin embargo, en los últimos tiempos son muchas las especulaciones que circulan sobre el hecho de que tal o cual jugador ‘entiende”. Estos comentarios no sólo proceden de las filas de seguidores gays, sino también desde las gradas mayoritarias de aficionados. Las mismas figuras del balón  a veces alimentan esta rumorología con sus actitudes, sobre todo dentro del terreno de juego.
 
La revista italiana GQ llegó a la conclusión de que no hay homosexuales en el fútbol, después de que un periodista se infiltrara durante tres días en los vestuarios de la Fiorentina. Pero esto no es creíble bajo ningún concepto, y no sólo porque tres días nos parece un tiempo demasiado corto como para que experimentos de este tipo tengan una cierta fiabilidad. Sin salirnos de Italia, un jugador anónimo que milita en la Lega Pro del calcio ha movido los cimientos del mundo del deporte con sus declaraciones en las que afirma que en sus horas libres ejerce de chico de compañía y que entre sus clientes figuran jugadores de equipos de primera división, algunos de ellos incluso internacionales.
 
Ibrahimovic y Pique
Rumores y desmentidos
Rumores aparte, nunca en la historia del fútbol un deportista profesional ha declarado ser gay estando en activo. Esto lo dice todo, si bien hay algo que no cuadra. Según el diario británico The Guardian, la Universidad de Staffordshire ha realizado un estudio que, tras entrevistar a 3000 personas relacionadas directamente con el fútbol (entrenadores, aficionados, árbitros y, por supuesto, jugadores), ha llegado a la conclusión de que más de la cuarta parte conoce personalmente a un jugador gay, aunque ninguno de ellos haya dado el paso de hacerlo público. Este estudio revela, igualmente, que el 80% de los encuestados se declara tolerante y aboga por una mayor sinceridad y apertura en sus ídolos del balón.
 
Sin embargo, los futbolistas homosexuales tienen miedo de que se sepa lo que realmente son. Según publica el Financial Times británico, en Alemania tres jugadores de la selección nacional de fútbol se han declarado gays, aunque su identidad permanece en el anonimato más absoluto. En España, los rumores se han cernido ocasionalmente sobre algunos jugadores inmortalizados en poses sospechosas. Casos como los de Piqué e Ibrahimovic o Guti y su especial amistad con la transexual Bibiana Fernández fueron seguidos de los correspondientes desmentidos personales, poses junto a guapas modelos o piropos lanzados a las periodistas, pero también recibidos en los estadios contrarios con cánticos a ritmo de “¡maricón, maricón!”.
 
Por su parte, en la vecina Francia la prensa ha barajado a veces la homofobia como una de las causas de la ruptura interna de la moral del equipo azul en los últimos mundiales. Algunos ejemplos: el iconoYoann Gourcuff, que estuvo a punto de aparecer en la portada de la revista gay Têtu, o el dúo formado por Anelka y Ribery, los 'machitos' del fútbol francés. Las aguas tornaron a su cauce, pero la incógnita sigue abierta en muchos frentes…
 
héroes y mártires
Pese a ello, la homosexualidad en el fútbol sigue siendo tabú, como afirma Corny Littman, homosexual reconocido y presidente del club St. Pauli de Hamburgo, aunque la fiebre mundialista ha creado grupos de aficionados gays.  Littman, que compara los clubs de fútbol con las asociaciones de cazadores, llegó a decir en una ocasión: “Soy tan fiel a mi club como infiel soy a mis amantes”. El alemán afirma que en laBundesliga hay homosexuales, aunque no recomienda en absoluto hacerlo público. Como vemos, la aceptación de la homosexualidad en el fútbol profesional presenta un panorama bastante desalentador.
 
No siguió sus consejos Yoann Lemaire, futbolista que desde los 14 años militaba en el F.C. Chooz, un modesto equipo de la liga regional francesa. Lemaire tuvo que abandonar su equipo en el año 2009  tras confesar su homosexualidad, abrumado por los insultos de sus propios compañeros. Antes que él, sólo dos futbolistas hicieron una proeza parecida. Anton Hysén, futbolista sueco que milita en la cuarta liga y que anteriormente jugó con la selección nacional sub 17 de su país, confesó ser gay en la revista Offside, lo que levantó un gran revuelo mediático. EL guapo Hysén ha actuado como presentador y modelo.
 
El británico Justin Fashanu (1961-1998) fue el primer futbolista de élite que hizo outing estando en activo. Fashanu jugaba en elNottingham Forest y otros equipos de la liga escocesa, siendo el primer futbolista de color traspasado por nada menos que un millón de dólares. Tras el reconocimiento público de su homosexualidad, en 1990, el futbolista militó en diversas escuadras, aunque cada vez más personas le daban la espalda, como hizo su propio hermano el también futbolista John Fashanu. Rondaba el año 1998. Durante una estancia temporal en los EE.UU Justin fue acusado de agresión sexual por un chico de 17 años. Aunque la policía abandonó el caso por falta de pruebas, el mundo ya le había condenado antes de juzgarle. Abrumado, el jugador acabó suicidándose en mayo de ese mismo año.
Un tímido destape
 
No obstante lo visto anteriormente, hay que decir que, frente a la homofobia futbolística secular, se alzan algunos ejemplos de tolerancia por parte de estrellas deportivas heterosexuales que son dignos de tener en consideración. Algunas estrellas, como David Beckam, se han prestado a este juego para convertirse en auténticos iconos gays, y el futbolista hispano-alemán Mario Gómez, que milita en el Bayern de Munich ha instado a sus compañeros a salir del armario, para así poder jugar con la tranquilidad que les otorga la liberación personal por este asunto.
 
Recientemente, en abril del 2011, el Parlamento alemán ha estudiado el tabú de la homosexualidad en el deporte, en una comisión a la que ha comparecido el ex futbolista Marcus Urban. Urban, que hizo pública su homosexualidad en el año 2007,  ha declarado que ”la discriminación que sufren numerosos deportistas homosexuales es un símbolo de otras discriminaciones que existen en la vida de cada día y en el trabajo: por su orientación sexual, no pueden vivir la vida que les gustaría vivir”.  La comisión se lamentó de que el fútbol masculino fuera particularmente homófobo, sobre todo en lo que se refiere a la actitud de los hinchas.
 
Play off
Como hemos podido comprobar a lo largo de estos cuatro fascículos, en los que hemos dividido este denso capítulo dedicado a El vestuario abierto, no corren vientos favorables que inviten a los deportistas de élite a confesar su homosexualidad. Pese a ello, merece la pena destacar los nombres de un puñado de valientes que, con matices, y casi siempre al final de su carrera deportiva, actuaron de avanzadilla, sufriendo en carne propia los estigmas de la homofobia por parte del público, de los directivos e incluso de sus propios compañeros de equipo. El ‘código del vestuario’ no puede romperse bajo ningún concepto, aunque a veces los propios deportistas den lugar a ciertos malentendidos, adoptando comportamientos ambiguos cara al público. Pero, al parecer, los besos y los abrazos, incluso algunas actitudes que traspasan la simple camaradería, forman parte de un espectáculo sólo permitido dentro del césped.

Rumores con un 99% de verdad
 


 
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