En la antigua terminal de ómnibus reconvertida en cooperativa de taxis, en la barriada habanera de La Víbora, la flotilla de autos sudcoreanos, algunos con miles de kilómetros recorridos, no tienen piezas de repuesto. A dos kilómetros de allí, en el taller de reparaciones de transportes de ETECSA, empresa de telecomunicaciones que provee con cientos de millones de dólares a las empobrecidas arcas estatales, sus mecánicos se las ingenian para mantener rodando los vehículos que piden a gritos renovación.
Recorra cualquier paradero de ómnibus urbanos, centro de servicios comunales o base de taxis y observará el mismo panorama. Escasean los neumáticos, acumuladores e incluso herramientas de trabajo. En La Habana y otras provincias, las calles agujereadas de baches necesitan ser asfaltadas y muchos edificios requieren urgente mantenimiento.
La respuesta rutinaria de las autoridades comunistas es siempre la misma: “No tenemos recursos financieros. Debido al bloqueo, se nos dificulta comprar artículos prioritarios destinados a la población”.
En una nación empobrecida, mantener un mastodóntico ejército es un disparate. Julio, ex teniente de las fuerzas armadas y hoy jefe de taller en la cooperativa de taxis, recuerda que “hace treinta años, las FAR contaban con un ejército impresionante: más de tres mil tanques de guerra entre ellos T-55 y T-62, miles de vehículos blindados de transporte, cientos de helicópteros MI, aviones de caza MIG y en Camagüey radicaba una fábrica de fusiles AK. Todos los años nos movilizaban cinco o seis veces, con el pretexto de que se esperaba una invasión yanqui. A diferencia de las bases de transporte civil, que no tienen ni un tornillo y los propios choferes deben comprar en el mercado negro las piezas de repuesto, en las unidades militares se respetaba el programa de mantenimiento y sobraban las piezas”.
Cuando se le pregunta si tiene lógica sostener un ejército en las duras condiciones de Cuba, Julio responde:
“Antes podía tener sentido, debido a los planes agresivos de Estados Unidos, pero no en estos momentos. Las FAR se redujeron notablemente en los años 90, durante el período especial. En la actualidad, la mayoría de los generales dirigen la economía, el turismo y otros negocios lucrativos. Con las armas que tenemos no podemos enfrentar ninguna guerra, tampoco somos una amenaza ni peligro para nadie. Lo ideal sería tener un cuerpo militar que combata el tráfico de drogas en las costas cubanas, una defensa civil eficaz para enfrentar huracanes y desastres naturales y órganos de inteligencia y contrainteligencia especializados en la lucha contra el terrorismo y amenazas a la seguridad nacional. Es mejor invertir el dinero en salud pública, transporte y educación, que están en el piso”.
Doce de catorce encuestados opinan que el servicio militar no es necesario en Cuba. “Con el grave problema de envejecimiento poblacional que tenemos, es una estupidez que a miles de jóvenes los enrolen en la vida militar. Se debe cambiar la concepción de la defensa. Deberíamos apostar por el modelo de Costa Rica, no tener ejército, solamente cuerpos policiales y marítimos altamente profesionales”, expresa Mirta, licenciada en historia.
Alberto, obrero jubilado, opina lo contrario. Cree que además del servicio militar, “Cuba necesita tener un ejército lo más poderoso y moderno posible para disuadir al enemigo imperialista de una agresión”. Por su parte, Yoel, teniente coronel retirado, manifiesta que “el presupuesto de las FAR y el MININT -que el gobierno no revela- se traga entre el 15 y 20 por ciento del PIB, tal vez más. Derogar 50 millones de dólares a Rusia en comprar helicópteros, tanques y otras armas, no tiene sentido. Lo que Cuba necesita son inversiones extranjeras, elevar las producciones agrícolas y mejorar la caótica infraestructura pública. Con esa plata mejor se compran guaguas, que mucha falta nos hacen”.
En su reciente visita a Moscú, el presidente designado Miguel Díaz-Canel, firmó un acuerdo de cooperación militar con Rusia que incluye un crédito de 50 millones de dólares para la adquisición de armamento.
Carlos, sociólogo, ve en este convenio un retroceso estratégico. “Los viejos nostálgicos del partido comunista tienen que despertar de su sueño. Rusia ya no es la antigua URSS. Putin ha criticado abiertamente el comunismo. Jugar a ser un aliado de Moscú no me parece inteligente. Después de la caída del Muro de Berlín, la política exterior cubana pudo ser totalmente independiente. Si criticamos al imperialismo estadounidense, por sus acciones injustificables, entonces también debemos condenar la rapacidad y agresividad rusa por la ocupación de Crimea y su interferencia en las elecciones democráticas de Estados Unidos y otros países europeos. Rusia los está utilizando”.
Según un ex oficial de la inteligencia, “el único enemigo que tiene el gobierno es la disidencia y aunque sus estrategias son pacíficas, las autoridades no le van conceder espacio. En el ejercicio Bastión 2016, entre los juegos de guerra, habían acciones de cómo enfrentar una manifestación opositora y contener a los periodistas independientes, a quienes los servicios especiales ven como una amenaza por su capacidad de crear un estado de opinión internacional”.
Mientras el régimen neocastrista considera una prioridad comprar armas a Rusia, Julio, ex militar y jefe de taller en la cooperativa de taxis, tiene que ser muy creativo a la hora de reparar la flota de automóviles parados. “Cuando un país adquiere armas es porque se siente amenazado”, supone Julio. Habría que preguntarse de dónde viene el peligro.
IVAN GARCÍA DESDE CUBA 2018
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