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General: De la homosexualidad legislativa al travestimo de estado en Cuba
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De: cubanet20  (Mensaje original) Enviado: 24/01/2019 14:13
 CUBA 2019
Soy de los convencidos de que Cuba cambia y el pueblo se empodera, aunque no tenga plena conciencia de ello, comenzando a posicionarse como genuina sociedad civil.  La necesidad de aparentar que el estado cubano está mutando -autotransición política-, la revitalización de su viejo cuerpo represivo y la búsqueda de aceptación en la comunidad internacional, llegando, algunos, a percibir a Cuba como un estado gay friendly -no faltan quienes añoran visitar al país como un estado benévolo con la comunidad LGBT
 
 Travesti cubano en una playa
De la homosexualidad legislativa al travestismo de estado en Cuba
EDUARDO MORA BASART
En la madrugada del 28 de agosto de 1969, las calles de Nueva York acapararon la atención del país. El bar Stonewall, en la barriada de Greenwich Village, protagonizó un encuentro entre gays, lesbianas y trans contra algunos policías de la ciudad, rubricando el inicio de un movimiento a favor de la aceptación de la diversidad sexual en el mundo.
 
Fueron momentos en que Cuba vivía sumida en el “Año del esfuerzo necesario”. La élite burocrática apostaba por el azúcar como camino a la salvación económica, sin asumir que la crisis del país obedecía al esquema de sociedad microcefálico instaurado.
 
La abierta filiación pro-soviética, la acentuación del extremismo social y las prohibiciones de la intervención crítica de la intelectualidad en la esfera pública, eran rasgos de una sociedad proclive a arremeter, no sólo contra las minorías sexuales, sino contra cualquier grupo social.
 
Ello ocurrió en eI I Congreso de Educación y Cultura (1971), una ola de represiones contra la homosexualidad que fue antecedida por las tristemente célebres de 1961, el sometimiento a crueles tratos durante la UMAP (1965-1967), exacerbándose en la etapa la hostilidad contra intelectuales tildados de gays como Virgilio Piñera, Reinaldo Arenas, Emilio Ballagas, Calvert Casey, Severo Sarduy o Antón Arrufat.
 
La militarización sustentó la nueva obra de ingeniería social, contraria a cualquier modelo de comportamiento tipificado como marginal: la oposición al régimen, las prácticas religiosas o la proyección sexual. Apelando al título de una obra de Jesús Díaz: sobrevendrían “años duros”, y como aseguraría en el capítulo de su novela “Biografía Política”, a la postre “Las iniciales de la tierra” (1987), publicado en 1970 en el número 60 de la revista “Casa de las Américas”: “En las filas que hoy veo tan nutridas, la muerte abrirá grandes claros” -frase que tomó de Máximo Gómez-.
 
Aun cuando el problema del rechazo a la homosexualidad ocupa importantes espacios en las polémicas cubanas, desde el siglo XVIII hasta la actualidad -basta citar el juicio a Enriqueta Faber, en 1822, por fingir ser un hombre para casarse con Juana de León-, el afianzamiento de un estado de furibundo militarismo a finales de la década de los sesenta, percibe estas orientaciones sexuales como expresión de debilidad social, ajenos a un nuevo imaginario nacional, por tanto, inadmisibles para la falocracia totalitaria.
 
Marcan el período páginas grises como la salida de circulación, en 1966, de la novela “Paradiso”, de José Lezama Lima, por la recreación de la homosexualidad, la censura, dos años después, del poemario de Delfín Prats, “Lenguaje de Mudos”, o de la publicación de la obra de Reinaldo Arenas “El mundo alucinante” -Mención en el premio literario Casa de las Américas- por poseer alusiones homosexuales.
 
A finales de los años ochenta -era entonces un joven estudiante-, para ser exacto en 1988, descubrí en una revista Letras Cubanas un pequeño cuento titulado: ¿Por qué llora Leslie Caron?: me admiró por tratar el tema homosexual. Un año después, un diminuto libro -sólo de grosor, gigante estéticamente -escrito por Norge Espinosa, “Las breves tribulaciones”, incluía el poema “Vestido de novia”. Percibí que el debate se abría una brecha en el discurso literario cubano. Sobrevendrían “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”, escrito por Senel Paz en 1990, cuya puesta cinematográfica, “Fresa y chocolate” (1993), marcó un antes y un después en la historia de Cuba.
 
Más allá del empoderamiento del CENECEX -Centro Nacional de Educación Sexual-, al estar dirigido por la sobrina de Fidel Castro, Mariela Castro, de la firma en 2006 de los Principios de Yogyakarta (Indonesia) sobre los derechos de personas LGBT, de las marchas por diversas ciudades del país desde el 17 de mayo del 2008 o hasta de la proyección en la Televisión Cubana, el 16 de mayo de ese año, de la película Brokeback Mountain -de profundo contenido homosexual- el cuasi holocausto social del que han sido objeto estos grupos sociales en las últimas décadas es indeleble.
 
El proyecto de constitución cubana que será sometido a referéndum el próximo 24 de febrero -falacia de Carta Magna- incluyó el artículo 68, que abría las puertas al matrimonio igualitario entre personas, sin exclusión alguna. En una entrevista para Radio Caracol de Colombia, que brindé el 23 de julio del pasado año, al cuestionárseme sobre este asunto, definí como lógica de su incorporación:
 
*La presencia de un tema álgido para los debates, simulando un proyecto de constitución polémico, democrático y transgresor.
*Resultado del poder de Mariela Castro, hija del actual hombre fuerte de Cuba, Raúl Castro, artífice de su inserción en el proyecto.
*En ese momento, subrayé que, parte del pueblo cubano, cuya homofobia ha sido acentuada por la política de estado practicada durante décadas, capitalizaría los espacios para arremeter contra el citado artículo.
*La necesidad de aparentar que el estado cubano está mutando -autotransición política-, la revitalización de su viejo cuerpo represivo y la búsqueda de aceptación en la comunidad internacional, llegando, algunos, a percibir a Cuba como un estado gay friendly -no faltan quienes añoran visitar al país como un estado benévolo con la comunidad LGBT.
Una postura que el teórico Abel Sierra define, atinadamente, como “travestismo de estado”, al pretenderse exhibir como fortaleza una de las zonas donde, con más elocuencia, se han violado los derechos humanos en Cuba.
 
El que se eliminara de la constitución, ahora puede percibirse como expresión del triunfo de un porciento considerable de la voluntad popular, y abundan quienes vitorean, dentro y fuera de Cuba, que el estado cubano tuvo la valentía de incluirlo en el debate.
 
Algo bien alejado de la realidad, pues el abordaje de temas como este integran las falsas agendas sociales, al no cuestionar, en modo alguno, al modelo político imperante. Forman parte de la estrategia de reescritura de la historia, desarrollado desde hace más de una década en Cuba (2008) -aprobación de marchas de la comunidad LGBTI, operaciones de cambio de sexo, un nuevo código de familia, promesas de estudiar las causas y consecuencias del “quinquenio gris” cubano-.
 
Es elocuente, al margen del divorcio del parlamento con la voluntad popular, que al analizarse el proyecto obtuvo los 605 votos de los diputados -unanimidad- y a la postre fue rechazado.
 
Soy de los convencidos de que Cuba cambia y el pueblo se empodera, aunque no tenga plena conciencia de ello, comenzando a posicionarse como genuina sociedad civil. Reafirmando, una vez más, que aun cuando es política de estado que no exista cultura constitucional, primando, hasta ahora, la aceptación sobre las demandas, la verdadera constitución de Cuba es fruto de la cotidianidad, por tanto, se construye día a día.
EDUARDO MORA BASART, ENERO 2018
 
 Fuente: Diario las Americas 


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