A los estudiantes de Kentucky que desde 2017 eligen como asignatura optativa las clases de alfabetización bíblica, se les recomienda combatir la ansiedad mediante la lectura del Libro de los Filipenses. También se les invita a relacionarse con otros cristianos y a reflexionar sobre cómo aplicar las bienaventuranzas a su día a día.
Estas enseñanzas, sin embargo, no se van a quedar reservadas sólo para un puñado de jóvenes de este territorio. En lo que va de 2019, otros seis estados han aprobado implantar esta materia en sus aulas, pese a las denuncias de organizaciones laicistas, escandalizadas por ellos consideran un ataque a la Constitución norteamericana.
"El Congreso no podrá aprobar ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibiendo la libre práctica de la misma". Este fragmento de la Primera Enmienda de la carta magna de los Estados Unidos es la base que consagra la separación Iglesia-Estado en este país, una frontera que, como todo, está abierta a matices.
De hecho, en los últimos meses, Florida, Indiana, Misuri, Dakota del Norte, Virginia y Virginia Occidental han decidido interpretar de forma flexible este punto y reintroducir las enseñanzas del Antiguo y el Nuevo Testamento en las escuelas públicas.
El objetivo es impartir conceptos básicos del libro sagrado desde una perspectiva histórica, con la justificación de que forma parte de la raíz fundacional del país. No en vano, parte de sus primeros colonos llegaron empujados por motivos religiosos.
Esta tendencia creciente pero discreta hubiera pasado desapercibida para muchos si no hubiera sido por un tuit de hace unos días del presidente Donald Trump, quien a pesar de haber llevado siempre una vida personal poco conservadora, ahora parece abrazar a los sectores más religiosos de la nación.
"Numerosos estados están introduciendo clases de alfabetización bíblica, dando a los estudiantes la opción de estudiar la Biblia. Genial", escribió el magnate.
Al margen de esos seis estados, Alabama y Iowa también intentaron aprobar una legislación similar el pasado año, pero sin éxito. Tennessee sí lo consiguió, pero una algo más descafeinada. Y en 2017, como se citaba anteriormente, fue el gobernador de Kentucky, Matt Bevin, quien promulgó un proyecto de ley sobre estudios bíblicos que obliga a las escuelas secundarias a ofertar asignaturas de literatura bíblica y escrituras hebreas.
Frente a estos movimientos se han levantado organizaciones como la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) o la organización de Americanos Unidos por la Separación de la Iglesia-Estado. La presidenta de ésta última, Rachel Laser, ha denunciado públicamente que estas clases transmitirán un mensaje de preferencia religiosa, lo que iría contra la Primera Enmienda.
La respuesta le ha llegado desde el Norte. "Sí, hay una separación entre la Iglesia y el Estado, pero no hay una separación entre los libros y la educación. La Biblia es una parte integral de nuestra sociedad y merece un lugar en el aula", un conocimiento "básico para entender el mundo de hoy", replica Aaron McWilliams, representante republicano de Dakota del Norte y un coautor del proyecto de ley que pretende que las escuelas secundarias ofrezcan esta materia como optativa en aquel estado.
Esta visión de una enseñanza teórica, neutral y aséptica choca con la realidad detectada por la ACLU en estados como Kentucky, donde esta organización ha detectado en las hojas de ejercicios de estas clases tareas como "hacer todo lo posible para establecer relaciones cercanas con otros cristianos, para que puedan ayudarse mutuamente en momentos difíciles" o preguntas como "¿cuáles son algunas promesas en la Biblia que Dios cumple para todos los que creen en él?".
Los dinosaurios según la Biblia
También se invita a combatir el estrés con epístolas bíblicas y a aplicar al presente las virtudes del Libro de los Proverbios, así como memorizar versículos de la Biblia, ver películas religiosas o estudiar a los dinosaurios desde la perspectiva del libro sagrado.
"Nuestra investigación sobre los cursos de alfabetización bíblica demuestran la necesidad de una guía clara, concisa y controlada para los maestros, además de un plan para supervisar estas clases", denunció la abogada de ACLU Heather Gatnarek, quien advirtió de que en las aulas se puede acabar "predicando más que enseñando".
Todas estas propuestas legislativas están conectadas al Proyecto Blitz, una iniciativa apoyada por grupos políticos cristianos conservadores como la National Legal Foundation, una firma de abogados cristianos, o los WallBuilders, organización que defienden los valores "morales, religiosos y constitucionales" de EEUU, según publica USA Today.
El objetivo proselitista de estos grupos es claro. De hecho, en 2018 ya intentaron que 12 estados aprobaran una ley para que los colegios púbicos lucieran el lema nacional 'In God We Trust' ('En Dios Confiamos'). Tuvieron éxito sólo en la mitad, aunque este año ya se han presentado iniciativas similares en Alaska, Illinois, Indiana, Kentucky, Missouri, Mississippi, Nebraska, Nueva York y Carolina del Sur.
El senador estatal de Indiana Dennis Kruse, republicano y defensor del proyecto, asegura que es positivo "recordar a la gente nuestro lema nacional y que Dios es en quien realmente confiamos".
Pero conviene subrayar que estas iniciativas no parten sólo de los sectores republicanos. A principios de este año, en Florida, fue la representante estatal demócrata Kimberly Daniels quien llevó a la cámara un proyecto de ley para el "estudio de la Biblia y la religión".
Religión contra los tiroteos
Esta misma política apadrinó otra iniciativa para colocar el lema 'En Dios Confiamos' en todas los centros escolares del estado después del tiroteo del instituto de Parkland en el que murieron 17 personas en 2018. "Dios es positivo. Nuestros niños necesitan todo lo que les ayude a escapar de lo que le está sucediendo a esta generación", fue su argumento, según recogía la prensa local.
Al margen de consideraciones políticas, estas enseñanzas pueden suponer además otro reto para el cuerpo docente, teniendo en cuenta que algunos pasajes de la Biblia pueden ser considerados políticamente incorrectos. Esto no sería mayor problema si no fuera porque en EEUU, títulos como La aventuras de Huckleberry Finn o Matar a un ruiseñor fueron prohibidos en varias escuelas de Minnesota y Virginia por el uso de términos considerados racistas.