Todo está resuelto, el discurso oficial ya hizo notar el lugar del que salieron los “traidores”, la cuerda se rompió por el lado “más débil”, el que cargará la culpa de que el Sí no pudiera presentarse con toda la rotundez que estuvieron alardeando. Fue un periodista enclenque, un alfeñique de la televisión, quien anunció lo que únicamente podría ser una suposición, solo que el discurso oficial cubano no es muy dado a las hipótesis. Aquí las figuraciones cuestan muy caro.
Lázaro Manuel Alonso, periodista del “sistema informativo” de la televisión cubana resultó ser el escogido, aunque se empeñara en hacernos creer que su discurso no salía de un dictado previo, que todo cuanto saltaba de su boca había pasado con antelación por su cabeza ¿reflexiva? “Lazarito”, que así le llaman sus colegas de la pantalla chica, culpó entonces a los homosexuales de los votos que se opusieron a eso que antes fue solo un proyecto y ahora ya una constitución “aprobada por la mayoría”.
Hoy la “mesa redonda”, con Homero Acosta a la cabeza, dejaba muy claro lo que debió ser solo un supuesto. ¿Cómo es posible “culpar” a los homosexuales del No? ¿Acaso se descubría la sexualidad de los votantes analizando las huellas dactilares “abandonadas” en las boletas? ¿Será que algunas cámaras escondidas espiaron los “ademanes” de los votantes? ¿Acaso ya existen métodos para definir sexualidades a partir del trazo de una X? Realmente todo resulta sospechoso, ridículo.
Solo la especulación los podría llevar al reconocimiento de que los homosexuales fueron los artífices del NO, pero este periodista, quien no tiene la voz rotunda del clásico macho cubano, lo asegura. Con su “defectuoso “aparato fonatorio” puso Lázaro Manuel en el tintero a los gais y las lesbianas de esta isla. Alonso puso la culpa sobre esos hombros y los dejó desamparados, en un país donde uno de los más exhibidos atuendos es la homofobia, pero lo más terrible resulta que con esa visibilidad se pretendió esconder a una real y creciente oposición.
Lázaro Manuel Alonso y Homero Acosta ponen en la picota a los “traidores”, y ya sabemos lo poco benévola que ha sido la “revolución” con esos que aman a sus semejantes. Tanta certeza hará reproducir los mismos discursos segregacionistas que llevaron a tantos a las UMAP, y aquellas calificaciones tan usadas por Fidel Castro volverán a la palestra. Otra vez aparecerá el “fenomenito”, los “seres extravagantes”, los “traidores” no solo de su sexo, también de la “patria”, de la “revolución”, de la “constitución”.
Lázaro Manuel Alonso usó todos sus órganos de fonación y articulación para acusar a la comunidad homosexual de Cuba, contra ella puso sus labios y su paladar, su laringe y sus cuerdas vocales, quizá sin notar que su discurso ofrecía razones para dar el voto contrario, para recordar acosos y desprecios, cárceles y exilios. Esas aseveraciones propician el recuerdo de todo lo preterida que fue esa comunidad hasta el día de hoy, y que en lo adelante será horrible, porque no hay nada peor que la traición a eso que Lázaro Manuel llama “revolución”.
Mejor habría sido que Lázaro siguiera ocupado en culpar a los choferes de ómnibus y “almendrones”, a los vendedores ambulantes y a quienes se desempeñan en los “agromercados”. Él, que nunca señaló a los verdaderos culpables, que solo miró a las víctimas del comunismo y de sus constituciones, hace ahora un giro, sugerido por sus altos jefes. Este visible “periodista” tomó el camino equivocado, aun sabiendo el precio que pueden pagar “esos” a quienes supone enemigos de la revolución, con la certeza de que “esos” no tienen otro camino que la disensión porque el acatamiento no les ofreció provechos.
Este Alonso tiene acceso a los grandes escaños de la prensa cubana, y es mucha su visibilidad en los espacios informativos, y supongo que también disfrute de su condición de testigo presencial de “grandes acontecimientos”, aunque no sea capaz de poner el ojo en la “verdad más verdadera”. Un buen periodista debe llegar, por cualquier camino, a esa verdad, procurándose las mejores fuentes, no atendiendo a esas otras que recomienda quien le paga.
¿Cómo pudo especular tanto este delgado muchacho? ¿Cómo olvidar su compromiso con la verdad? ¿De dónde salió esa realidad solo suya? ¿Qué fuentes consultó en este país donde la prensa solo opera con las “confiables”? ¿Quedaron felices sus jefes con el trabajo? Lázaro Manuel se prestó para “demonizar”, aún más, a los homosexuales, convirtiéndonos en traidores, y lo peor es que nunca nos hizo saber su opinión sobre el asunto. ¿Acaso la desaprobación del matrimonio no era suficiente para negar el Sí?
Este “periodista” es astuto, pero incapaz de mostrar la verdad, la otra cara de la moneda. Y quizá sea cierto eso que advierte. Es posible que los homosexuales votaran en contra de la constitución, pero sería justo advertir que lo hicieron, entre otras cosas, porque esa constitución no los protege, porque algunos quizá no tengan mucho tiempo para esperar al “Código de familia”.
Este “periodista” pretende desdibujar la realidad, advierte una “verdad” que es incapaz de probar. Alonso solo escribe a partir de los dictados que recibe, señala únicamente a quienes creyeron en la posibilidad de matrimoniarse y hasta en el voto secreto. Un amigo gay me confesó hoy su miedo, las razones que le hacen suponer infinitas represiones, que lo consideren un traidor a la patria y termine entre rejas. Este hombre ya supone de vuelta los encierros, las acusaciones de traición a la patria, que lo culpen, como ya hizo con otros Fidel Castro, de organizar shows feminoides por la libre, es decir, sin su consentimiento.
Después de toda esta farsa, esa que intuí desde el principio, me alegra haber dicho No, y tengo la certeza de que ninguna otra respuesta era mejor. Alguna vez dejé claro que este “cuento” de votos y constitución me parecía más “representación” que “voluntad”, y hoy tengo la certeza de que tuve toda la razón.
JORGE ÁNGEL PÉREZ, 1 DE MARZO, 2019, LA HABANA 2019