John Bolton, el Consejero de Seguridad de Donald Trump, ha declarado que van a apretarles las clavijas económicas a Cuba por el apoyo que le da La Habana a la dictadura de Nicolás Maduro. ¿Por qué esta furia renovada? Según su Twitter: "el papel de Cuba en la usurpación de la democracia y el fomento de la represión en Venezuela es claro. Es por eso que los EE UU continuarán ajustando las restricciones financieras a los servicios militares y de inteligencia de Cuba. Las democracias de la región deben condenar al régimen cubano."
Como parte de esa estrategia de castigo, Trump firmó el Artículo III de la Ley Helms-Burton. Ese artículo les permite la utilización de los tribunales norteamericanos a todos los ciudadanos americanos perjudicados por las confiscaciones de los primeros años de la revolución, incluidos los cubanos que se "naturalizaron" muchos años después de los hechos, de manera que puedan demandar a las empresas extranjeras que se hayan favorecido con esas propiedades. Desde 1996, cuando se aprobó la ley bajo la Administración de Bill Clinton, ningún presidente estadounidense se había atrevido a abrir esa "caja de Pandora".
La más visible consecuencia de esta medida es predecible: prácticamente ningún inversionista serio se acercará a Cuba si corre el riesgo de empantanarse en el costoso sistema judicial norteamericano. Nadie en sus cabales quiere ese tipo de problemas. Se impondrá el viejo dictum: "no hay animal más cobarde que un millón de dólares".
Rusia puso el grito en el cielo ante la declaración de Bolton. Alexander Shchetinin, Director del Departamento de América Latina de la Cancillería rusa, afirmó que era "absolutamente inaceptable" y atribuyó sus palabras a la voluntad norteamericana de moldear a los países latinoamericanos a su imagen y semejanza. Ni siquiera trató de desmentir las razones que alegaba el alto funcionario de Estados Unidos.
Tal vez no podía. Rosa María Payá, la líder de Cuba Decide, transfirió a la opinión pública una denuncia muy preocupante que le hicieron algunas madres cubanas sobre el inmediato traslado a Venezuela de sus hijos sujetos al servicio militar obligatorio.
Venepress, agencia venezolana independiente de noticias, se hizo eco de la información y aportó las razones: las Fuerzas Armadas venezolanas no quieren salir a las calles a reprimir, y Maduro y sus usurpadores han tenido que recurrir a los delincuentes presos y a los colectivos (los delincuentes sueltos) para realizar esa sucia tarea. Sin embargo, Maduro y sus cómplices no están nada felices con la decisión, especialmente tras el asesinato de varios indios pemones, lo que agrega el "genocidio" al impresionante catálogo de crímenes del chavismo.
Irresponsablemente, Raúl Castro y su pupilo Miguel Díaz-Canel se han jugado la carta venezolana a fondo y se han lanzado a salvar a cualquier costo a Nicolás Maduro, pese a que Estados Unidos dispone de todas las pruebas de que ese régimen es una especie de inodoro en el que caben todas las inmundicias humanas: desde el robo descarado de los tesoros públicos, hasta la colusión con los terroristas islámicos, pasando por el narcotráfico directo o indirecto, la extorsión y los asesinatos.
El senador Marco Rubio llegó a declarar ante el senado que las FFAA venezolanas les cobraban a los narcotraficantes un canon por dejar pasar sus avionetas por el espacio aéreo del país. Si no pagaban serían derribadas. Parece que la denuncia y las pruebas las aportó el general Hugo Carvajal, ex jefe de los servicios de inteligencia del ejército, tras su reciente deserción.
Estados Unidos tiene la capacidad potencial de hundir económicamente a Cuba como ha hecho con Venezuela. El 70% de las transacciones internacionales son en dólares y pasan por el sistema bancario norteamericano. Puede prohibir las remesas de los cubanos o continuar atacando quirúrgicamente a las empresas controladas por el Capitalismo Militar de Estado y a sus dirigentes. Incluso, puede revitalizar el expediente de Raúl Castro cuando, desde la Jefatura del Ejército, manejaba el narcotráfico en los años ochenta, y retomar esa línea de ataque, abandonada durante las administraciones demócratas, cuando Washington decidió que "en Cuba el comunismo caería por su propio peso, como sucedió en el Bloque del Este".
Ya se vio que no fue así. Washington retoma la ofensiva.