Es uno de los iconos más importantes del imaginario feminista: una mujer con mono de trabajo y pañuelo de lunares rojos mostrando el biceps como símbolo de fuerza bajo el lema “We can do it!” (¡Nosotras podemos hacerlo!) . Es tan famoso que funciona como disfraz, como parodia y como símbolo. Beyoncé lo ha homenajeado y miles de mujeres anónimas han encontrado en él inspiración y apoyo. A su protagonista se la conoce como “Rosie, la remachadora” y durante mucho tiempo nadie pensó en quién era la persona que estaba detrás, si es que había alguna en concreto. Hoy, sabemos que esa mujer era Naomi Parker Fraley, que falleció el pasado enero a los 96 años. Aunque puede que no esté tan claro.
La historia del cartel de Rosie supone atravesar la propia historia de la segunda mitad del siglo XX. Para empezar, lo que es un icono del poder femenino no nació con esa intención. En su origen no pretendía otra cosa más que animar a las mujeres americanas a ocupar los trabajos en las fábricas de los soldados movilizados durante la segunda guerra mundial. Era un llamamiento en contra del absentismo laboral y las huelgas, todo en pos de que no se detuviese la poderosa industria de la guerra de Estados Unidos, una especie de equivalente al famoso cartel del Tío Sam con el “Te quiero a ti en el ejército de los Estados Unidos”. Pero, al contrario que con este símbolo patriótico, su éxito no fue inmediato. Durante años el cartel del artista de Pittsburgh J. Howard Miller no destacó entre la profusa producción propagandística de la guerra. Tuvieron que pasar décadas y que llegasen los años 80 para que una nueva generación lo descubriese y le diese un significado completamente distinto. Rosie ya no era un instrumento de propaganda bélica, sino un llamamiento al poder de las mujeres con una fuerza icónica tal que podía comercializarse con él e incluirlo en souvenirs, posters para dormitorios o camisetas. Y no tardó en llegar el momento en el que alguien se preguntó quién era esa Rosie que ahora funcionaba como icono pop al nivel de la foto del Che Guevara de Alberto Korda.
Como explica el New York Times , parte de la dificultad de aclarar la identidad de la modelo del afiche estaba en que con “Rosie, la remachadora” se habían conocido varias cosas, desde una canción de guerra hasta otra famosa imagen de Norman Rockwell. Se dio por supuesto que el cartel estaba basado en una fotografía de una mujer de pie trabajando en un torno, sin fecha ni nombre, pero pocas pistas más existían. Había que confiar en que alguien se reconociese en el diseño, y eso ocurrió a mediados de los 80 cuando Geraldine Doyle dijo ser ella la verdadera Rosie, basado en sus tiempos como trabajadora en una planta industrial en Michigan. El mundo dio por bueno su testimonio y cuando Geraldine falleció en 2010, varios medios publicaron el primero obituario de la supuesta Rosie en la vida real. Pero el profesor James J. Kimble, de la universidad Seton Hall de New Jersey, comenzó a desconfiar de esta versión. Lo que siguió fue una búsqueda durante seis obsesivos años hasta dar con lo que hoy parece tener más vistos de realidad.
Kimble no pretendía “desenmascarar” a Geraldine Doyle, convencido de que ella había actuado de buena fe creyendo ser ella la auténtica Rosie, pero sus investigaciones le condujeron a otra persona: Naomi Parker Fraley. Tras el ataque de Pearl Harbour y la entrada de Estados Unidos en la guerra, Naomi, de 20 años, y su hermana Ada, de 18, comenzaron a trabajar en una planta aérea de Alameda, California, donde entre sus tareas estaba, precisamente, remachar. De aquellos tiempos data una fotografía (distinta pero muy similar a la empleada como inspiración para el poster) que sí aparece fechada y con su nombre, que fue la que permitió a James Kimble dar con ella.
En el año 2011 Naomi ya se había sorprendido al ver que la mujer de la foto aparecía identificada con Geraldine Doyle, estando ella convencida de que se trataba de sí misma, pero no hizo nada hasta que el profesor Kimble se presentó en su casa con un ramo de flores y toneladas de emoción por haber dado con la persona real tras una leyenda americana.
Esa persona era una mujer real, con una vida con la que podían identificarse millones de mujeres estadounidenses: tercera de los ocho hijos de un ingeniero de minas y un ama de casa, había vivido durante los años de la Depresión en numerosos lugares de Estados Unidos hasta que la familia se estableció en California. Casada tres veces, divorciada una y dos veces viuda, tenía un hijo y seis hijastros. Con su muerte la prensa ha vuelto a llenarse de los obituarios de “la auténtica Rosie, la remachadora”. Sin embargo, aunque parece probado que Naomi Fraley sí es la mujer de las fotos, siempre queda la duda de si esas fotos fueron la inspiración real de la pintura de Miller. Las fechas cuadran y es posible que al verla publicada en prensa, el artista se inspirase en ella, pero carecemos de datos ni documentación que avalen al cien por cien esta teoría. Pudo basarse en otra imagen o simplemente crearla de la nada.
Será difícil que algún día tengamos la respuesta definitiva. Pero mientras tanto la imagen de la mujer con el “podemos hacerlo” sigue funcionando como inspiración y apoyo para todo el que lo ve. Y nos quedan las palabras de la señora Naomi Fraley en una entrevista a People poco antes de morir: “Hoy en día las mujeres de este país necesitan algunos iconos. Si creen que yo soy una de ellos, estoy feliz de serlo”.
Artículo publicado en la Revista Vanity Fair originalmente en enero de 2018 y actualizado en marzo de 2019.