A pesar de que las estructuras de poder en Cuba, atendiendo a cómo fueron establecidas en la Constitución de 1976, pudieran parecer muy claras, el funcionamiento y rol de los actores políticos es un verdadero enigma tanto fuera como dentro de Cuba.
Como en todo sistema político, existen relaciones de influencia que determinan un esquema de poder real muy diferente al que pudiéramos considerar como “nominal” y es artificial. El secretismo, debido a la falta de una ley de transparencia y acceso a la información, vuelve demasiado complejo que se pueda saber qué influencia en el poder central tiene cada sujeto.
Esto provoca que se incrementen rumores y chismes sobre la presencia de un número significativo de miembros del círculo familiar de Raúl Castro Ruz en las principales empresas, instituciones gubernamentales y organismos de la administración central del Estado, sin realmente ofrecernos información sustancial.
Situados los principales componentes del poder en Cuba en un modelo similar al de nuestro sistema solar, donde Raúl Castro sigue siendo el centro, alrededor del cual gravitan los demás actores políticos, recibiendo de este mayor o menor grado de influencia y, por tanto, poder de control, decisión y ejecución, el resultado es totalmente diferente y quizás mucho más complejo.
A pesar de la ausencia de información por parte de las instituciones y manteniendo la sana distancia de lo que se conoce, es posible determinar lo que pudiéramos describir como una escala de poder cuyo valor máximo es el general de ejército Raúl Castro, mientras el mínimo serían aquellas personas sin ningún tipo de oportunidad esencial para transformar esa armazón, es decir, los cubanos de a pie que no están organizados.
Bastaría con atender, en principio, a cómo tanto la prensa oficial como las informaciones emitidas por el gobierno han establecido jerarquías a las cuales se subordinan aquellas reconocidas por la Carta Magna o ya señaladas mediante resoluciones y leyes por el aparato de administración político-económico.
Un ejemplo de esto pudiera ser el tratamiento dado en la prensa estatal y en los comunicados oficiales a Alejandro Castro Espín, una figura que en los últimos años ha ido ascendiendo en la escala de poder hasta situarse en el mismo centro.
Si antes de 2005 apenas era mencionado en los medios de prensa, con excepción de Cubadebate, donde colaboraba regularmente con artículos de análisis y era presentado como “Doctor en Ciencias Políticas e investigador social”, “Ingeniero”, “Master en Relaciones Internacionales e investigador en temas vinculados a la Defensa y Seguridad Nacional”, ya para marzo del 2015 sus credenciales, en blogs oficialistas y páginas digitales administradas por el gobierno, como Cuba Información TV, lo presentan como “hijo de Raúl Castro y Vilma Espín” y se dice de él que “colabora en tareas de gobierno en la compleja misión de seguir desarrollando la Revolución cubana en medio de una aguda crisis internacional”.
Sin embargo, hasta ese momento ningún medio le adjudicaba una función dentro del aparato gubernamental que no sea otra que “colaborador”. No será hasta un mes después, el 11 de abril de 2015, cuando un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) anuncia que Alejandro Castro Espín había acompañado al canciller Bruno Rodríguez Parrilla a la VII Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá, como “miembro de la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional”. Seis meses después, el propio MINREX es quien por vez primera, de manera pública, lo nombra como “asesor para asuntos de Seguridad Nacional”, según se refleja en la nota del 29 de septiembre de 2015, que informa sobre el encuentro de Barack Obama y Raúl Castro en Nueva York.
Si su peso en el manejo de las conversaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos sorprendió a algunos, no solo por su abrupta aparición en la escena de la alta política sino, además, por el protagonismo que le restaba al canciller cubano que, según la nota emitida por el propio MINREX, necesitaba del auxilio de un “asesor” en temas de seguridad nacional, basta con recordar que tal asesoría por parte de un militar perteneciente al círculo familiar de Raúl Castro no es algo nuevo en el esquema de poder cubano.
Con anterioridad, como han confirmado fuentes vinculadas a la oficina del ministro de Relaciones Exteriores, tal papel de “asesor” de la Cancillería hubo de corresponderle al recientemente fallecido general Guillermo Rodríguez del Pozo, emparentado con Raúl Castro por ser el padre de Luis Alberto Rodríguez López-Callejas y, por ende, abuelo paterno de Raúl Guillermo Rodríguez Castro, escolta de su abuelo Raúl Castro y actual jefe de la Dirección General de Seguridad Personal, en sustitución del General Humberto Omar Francis Pardo (nombrado por Fidel Castro).
Es válido recordar que una de las primeras decisiones tomadas por Raúl Castro, tras sustituir oficialmente a su hermano enfermo, fue desintegrar toda la estructura de poder recibida en herencia. En marzo de 2009, Raúl Castro no solo destituye a todos los posibles sucesores que había adiestrado Fidel, entre ellos el vicepresidente Carlos Lage Dávila, sino también al canciller Felipe Pérez Roque, quien es sustituido inmediatamente por Bruno Rodríguez Parrilla, proveniente de una familia muy cercana a los Castro desde los inicios de la revolución.
El actual canciller cubano es hijo de José María Rodríguez (que ocupara diversos cargos en el gobierno como Director de la Oficina de la Propiedad Industrial), sobrino de Carlos Rafael Rodríguez (vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros hasta 1997) y primo de Dania Rodríguez García-Buchaca, esposa del fallecido General Julio Casas Regueiro, quien fuera designado por Raúl Castro como su sucesor en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). En esta decisión tuvo un papel fundamental Casas Regueiro, principal arquitecto del Grupo Empresarial de las FAR (GAESA) y el mentor para asuntos económicos desde 1981, el general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, yerno de Raúl en aquel momento, y actual presidente ejecutivo de GAESA, jefe del V Departamento Económico de las FAR y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Un esquema que se complica aún más cuando se establecen los vínculos entre estas figuras más visibles y aquellas otras que realizan su trabajo prácticamente en las sombras, como es el caso de Guillermo Rodríguez López-Callejas, hermano de Luis Alberto, presidente ejecutivo de un buen número de empresas off-shore, algunas relacionadas con el escándalo de los Panama Papers, con el trasiego de mercancías y, sobre todo, de combustible de la petrolera estatal PDVSA entre Venezuela y Cuba.
En este mismo orden, pudiera tenerse en cuenta, cómo ha quedado organizado el tablero de juego antes, durante y después de ser anunciado el proceso de normalización diplomática entre Cuba y los Estados Unidos, el 17 de diciembre de 2014. Y cómo el mismo sistema ha venido sufriendo variaciones constantes desde que Fidel Castro traspasara el poder a su hermano Raúl y éste comenzara a realizar transformaciones económicas, en gran medida radicales, basadas en la experiencia del sistema empresarial de las FAR, lo cual ha traído nuevos componentes al principal círculo de influencia de Raúl Castro. O para ser más exactos, ha develado rostros anteriormente ocultos.
Entre 2006 y 2008, coincidiendo con el período de mandato provisional de Raúl Castro, se comenzaron a dar variaciones en las estructuras de gobierno que van desde lo discreto, en el orden de lo económico, hasta lo verdaderamente telúrico en el reacomodo de figuras en la élite de poder.
Si la coyuntura del escándalo de 1989 (Arnaldo Ochoa-José Abrantes) le permitió a Raúl Castro ampliar su área de influencias hasta el Ministerio del Interior, al lograr colocar a altos oficiales de las FAR en los puestos vacantes dejados por la purga realizada por Fidel Castro durante las llamadas Causa 1 y 2 de 1989, el traspaso de poder de 2006-2008 le dio carta blanca para demoler prácticamente todo el aparato de apoyo de su hermano.
No solo desaparece el denominado Grupo de Apoyo del Comandante en Jefe, integrado por un número considerable de “tanques pensantes”, también sale del juego José Luis Rodríguez García, ministro de Economía y Planificación que será sustituido por Marino Murillo Jorge, el Zar de las reformas, anteriormente ministro de Comercio Interior, sino que desaparecen otros actores políticos (algunos muy vinculados a la administración y movimiento de grandes reservas y recursos estatales como Otto Rivero, al frente de la Batalla de Ideas, que hasta ese momento despuntaban como favoritos, algunos mediante acusaciones de deslealtad, con lo cual se hizo evidente la existencia de facciones en pugna dentro del aparato de gobierno y del PCC.
Entre los cambios introducidos por Raúl, tienen un gran peso aquellos relacionados con el impulso de un modelo económico que, si no resulta opuesto diametralmente al concebido por Fidel, en esencia extiende e implementa, hacia toda la economía, los experimentos de las instituciones militares, en su mayoría agrupadas en el sistema empresarial del Grupo GAESA, y es cuando comienza a ganar relieve la figura de Alejandro Castro Espín, anteriormente jefe del Departamento 50 del MININT, que atendía asuntos de corrupción y delitos económicos, una posición tan estratégica como peligrosa que le ha permitido dominar volúmenes de información indispensable para realizar movimientos de actores económicos dentro de la esfera política basados en la confiabilidad.
Para conseguir tal objetivo es posible interpretar la designación, como Ministro de las FAR, del general de división Julio Casas Regueiro, así como el cambio en las subordinaciones de las instituciones estatales al aparato de gobierno, donde juega un papel supervisor el actual Departamento de Defensa y Seguridad Nacional, que tiene su representación en cada uno de los ministerios y se alza sobre la figura del ministro, convirtiéndose en una estructura de control que no existía durante el mandato de Fidel Castro y que alcanza a ser mucho más visible desde 2011, cuando comienzan a darse los primeros pasos para una normalización de las relaciones con los Estados Unidos.
En noviembre de 2012, en entrevista a Russia Today, Alejandro Castro Espín ya se toma la libertad de hablar de la posibilidad de un diálogo con los Estados Unidos. Según sus propias palabras: un diálogo “que vendrá”. También es una entrevista en la que, refiriéndose a los Estados Unidos, Castro Espín curiosamente pareciera describir un esquema de poder que ya se venía gestando en Cuba: “Las decisiones vienen desde atrás, del estamento de personas que, en definitiva, tienen el poder real en esa nación. Es decir, la clase política y la clase empresarial son las que tienen realmente la capacidad de decisión, a partir de su poder económico”.