Hubo la mala óptica de anunciar en un hotel de lujo, el Biltmore, una represión económica que seguramente perjudicará más a los cubanos pobres.
Pero la música de trasfondo no estaba mal. Antes de los discursos, se escuchaba la charanga clásica del ayer: todo el mundo con la lengua afuera, todo el mundo, una melodía reinterpretada por Pitbull en una canción de rap, debo agregar, para las nuevas generaciones.
Políticos rondaban entre la multitud republicana cubana.
Cuando la gente comenzó a aplaudir durante la invocación, pensé que el sacerdote los había conmovido en esta Semana Santa, pero era el gobernador Ron DeSantis quien llegaba tarde al salón. El senador Rick Scott envió un mensaje de video y el senador Marco Rubio regaló una bandera que había ondeado sobre el Capitolio.
Hubo todo eso y más durante el trayecto del asesor de seguridad nacional John Bolton por Miami la semana pasada para anunciar nuevas políticas de medidas para Cuba, una ofensiva contra el gobierno cubano y contra el acercamiento de la era de Obama.
Pero lo que no puedo sacar de mi cabeza son las palabras escogidas por el congresista Mario Díaz-Balart.
“El presidente Trump es un líder formidable que ha reunido un equipo formidable”, dijo. Risible, dada la puerta giratoria de despidos en la Casa Blanca y los arrestos y sentencias de los asociados del presidente.
Pero ese tipo de guataquería es de esperar. Un pomo de puerta podría ser presidente.
Y, hubo el sound bite que todo periodista está citando sobre no tener nada que temer si no se está traficando con propiedades robadas en Cuba, pero si lo hace sí que pagará con creces.
El congresista republicano se refería a lo que se considera un cambio trascendental en la política de Estados Unidos frente a Cuba: aunque tanto los gobiernos demócratas como los republicanos han rechazado abrir esta caja de Pandora, Estados Unidos ahora permitirá que los ciudadanos estadounidenses demanden a compañías extranjeras que operan en propiedades en Cuba que les fueron confiscadas por el régimen cubano después de 1959.
“Si no está traficando con la propiedad robada de los estadounidenses, no tiene nada que temer”, dijo Díaz-Balart. “Pero si ha estado traficando y beneficiándose de la propiedad robada a los estadounidenses, le costará caro”.
Fue una forma pegajosa de presentar la política, con ese tono imperioso de Miguel Díaz-Balart que a veces me recuerda a Fidel Castro y agradó al público republicano y a los miembros de la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos que conmemoraban el 58 aniversario de la invasión.
Aunque los líderes y diplomáticos de Cuba actúan con indignación por el agravio, este tipo de conversación en la capital de los exiliados es música para los oídos de la dictadura.
Probablemente asustó mortalmente a todos los cubanos que viven en casas confiscadas por el gobierno, propiedad de aquellos que huyeron al exilio hace décadas y que fueron reasignadas para recompensar a los fieles a la Revolución.
Póngase en los zapatos de los cubanos comunes.
Se lo robaron todo: grandes granjas y pequeñas fincas, palacios y apartamentos, astilleros y molinos de azúcar, esos autos antiguos que se ven por toda La Habana, e incluso las muñecas exhibidas en un sofá cuando los milicianos llegaban y sellaban tu casa antes de que partieras en uno de los Vuelos de la Libertad.
Ahora Donald Trump dice que está bien poner demandas por las pérdidas, y su emisario es Díaz-Balart, sobrino de la primera esposa de Fidel Castro, Mirta, madre de su primer hijo, Fidelito, quien se suicidó el año pasado. Díaz-Balart y su relación familiar complicada como rival clave del régimen.
Otra de las medidas venideras, según Bolton, es que la mayoría de los viajes estadounidenses a la isla terminarán.
Entonces, ahora eres un cubano en la isla, sin estadounidenses que hablen sobre las noticias, y con temor que le quiten la casa en la que vives. ¿Y se preguntan por qué no vemos una oposición masiva al régimen como sucede en Venezuela?
Los cubanos temen que tienen mucho que perder con el cambio de régimen y les asusta la retórica de los Díaz-Balarts de Miami.
Mario Díaz-Balart no está en contacto con la realidad.
También dijo que sin Lincoln, su hermano ya retirado, (que estaba en la audiencia), y la congresista Ileana Ros-Lehtinen no hubieran estado en el Congreso para oponerse a Obama, “la administración anterior habría consolidado el régimen en La Habana”.
Vamos a hacer los cálculos. Fidel Castro y sus compañeros subieron al poder en 1959. Eso es hace 60 años. El régimen consolidó el poder muuucho antes de Obama: en los años 60, 70, 80, 90, ¡en el milenio!
En cuanto al impacto de Lincoln Díaz-Balart y Ros-Lehtinen en la administración de Obama, está bien documentado que quedaron al margen durante la apertura histórica de 2014 con Cuba. No crean en mi palabra al respecto. Ambos pasaron los años de Barack Obama quejándose de ello.
Se escuchará mucho sobre la política punitiva de Estados Unidos con Cuba en los próximos días si el gobierno de Trump cumple con su afirmación de que librará una guerra económica para obligar a Cuba a dejar de ayudar a los regímenes represivos de Venezuela y Nicaragua a mantenerse a flote.
O tal vez no.
Tal vez los discursos fueron solo otra ronda de palabrería política para el beneficio del Miami cubano a la luz de las elecciones presidenciales de 2020.
O tal vez sea ambos.
No se puede negar que el régimen cubano es un mal actor en el hemisferio y tiene una larga historia de represión de su pueblo y de violación de los derechos humanos básicos.
Pero el regalo del presidente Trump al gobierno cubano es un retorno al conflicto y al aislamiento de lo que fue una fuerza modernizadora que cambió la isla: la influencia estadounidense.
Fabiola Santiago, 2019