El refrigerador tiene el congelador vacío. En la nevera queda una bolsa de nailon con cuatro chuletas de cerdo y algunos trozos de fruta bomba y guayaba para hacer jugo. En la despensa, seis tomates maduros, tres ajíes verdes, un pedazo de col picada, diez libras de arroz brasileño, dos kilogramos de azúcar blanca y cinco minúsculas cabezas de ajo.
“Es todo lo que hay”, señala en tono lúgubre Lázaro, un tornero jubilado que vive junto a su esposa, dos hijos y tres nietos en una amplia casona en el Reparto Sevillano, a treinta minutos en auto del centro de La Habana.
Los hijos son profesionales y aportan la mayor parte del dinero, que se gasta exclusivamente en comprar comida, cuando aparece. “Mi esposa y yo somos los encargados de administrar la economía doméstica con los 700 pesos de nuestra pensión y 1,200 pesos que nos dan los hijos”, dice Lázaro. Al cambio actual, 1,900 pesos equivalen a cerca de 80 dólares.
«¿Qué comida puede comprar una familia de siete personas con 80 dólares?», pregunto. Sin dudarlo, responde: “Viandas, vegetales y un poco de carne de cerdo y pollo, pero como no alcanza, los cuatro adultos solo comemos caliente por la noche. Los niños son los únicos que desayunan, almuerzan y comen”.
Cuenta Lázaro que se levanta a las dos de la madrugada, hace un jarro de café mezclado con chícharos, lo echa en un pomito plástico y se va a hacer cola al supermercado del Mónaco. “Nunca soy el primero. A esa hora, ya cinco o seis llegaron primero que yo. Aprovecho y marco también en la cola de la panadería, pues a la cinco y media de la mañana sacan pan suave, el que le gusta a mis nietos”.
A dos cuadras de la familia de Lázaro vive Aida, que recibe una pensión de 400 pesos mensuales como dentista jubilada. Tres veces a la semana se levanta a las cuatro de la madrugada y se dirige al supermercado del Mónaco.“A veces hacemos la cola por gusto, porque no llega nada. Ni el administrador sabe cuando entran los productos. Hay quienes descubren lo que se va vender por el tipo de camión. El otro día estaba en la cola para comprar arroz brasileño y en eso pasó el camión que trae el pescado y las croquetas al Mercomar. Dije ‘el camión de las croquetas’, y todo el mundo se fue pa’ la pescadería. Parecemos animales amaestrados, es un abuso lo que tienen con nosotros. El pan, el huevo, las croquetas de pescado y las salchichas de pollo son fundamentales en la alimentación de los más pobres”.
Lázaro se queja de que los cubanos que no reciben dólares por concepto de remesas, como es el caso de los suyos, se las ven negras. «El problema de la comida en Cuba empezó en 1959. La escasez de alimentos que estamos viviendo es igual a la que padecimos en los años 90, cuando el período especial. Con la diferencia que entonces había más dinero, pero no había que comprar. Ahora hay menos dinero y casi nada para comprar, ni por pesos ni por divisas. En el período especial, si tenías dólares comprabas en las shoppings, que estaban abastecidas. Hoy las tiendas que venden en cuc están tan vacías como las estatales que venden en pesos”.
Aunque en sus reuniones con funcionarios de la rama alimenticia el presidente designado Miguel Díaz-Canel le da seguimiento al desabastecimiento, no se ven soluciones a corto ni mediano plazo. Al contrario. En el último Consejo de Ministros se continuó hablando de tensiones financieras, producciones incumplidas y la necesidad de sustituir importaciones. Por lo expresado por los ministros de Economía y Comercio Interior, se deduce que se mantendrá el actual estado de cosas.
“Por falta de divisas, se han recortado las importaciones de alimentos en 400 millones de dólares. Si continúan las dificultades en la obtención de moneda dura, ya sea por la caída del turismo o la exportación de servicios médicos, es probable que antes de que termine el año haya nuevos recortes”, comenta un funcionario de la empresa militar GAESA.
La evolución de los acontecimientos en Venezuela son decisivos para el neocastrismo. Si Nicolás Maduro logra atornillarse en el poder, el panorama nacional sería el mismo. Pero si el pueblo venezolano y la oposición consiguen sacar del Palacio de Miraflores a la camarilla chavista, Cuba tendría que optar por un Plan B.
Ese Plan B podría contemplar la apertura de mayores espacios a los emprendedores privados; la autorización de inversiones a emigrados cubanos y la compra de combustible a Rusia o Angola. Paralelamente, la autocracia verde olivo insistiría en entablar una nueva ronda negociaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, prometiéndoles más oportunidades a los negocios extranjeros, pero sin ceder en derechos políticos.
Analistas consultados consideran que con la caída de Venezuela, la posición de Washington hacia La Habana pudiera flexibilizarse, siempre y cuando se mantenga bajo el perfil represivo contra la disidencia y el periodismo independiente. Y subrayan que a pesar de la grave crisis económica, el neocastrismo juega con la baza de estabilidad política interna y la posibilidad de controlar la emigración, en particular la que ilegalmente se pudiera producir rumbo a Estados Unidos.
Está por ver si a la actual administración estadounidense o a la que después de las elecciones de 2020 llegue a la Casa Blanca, le interesaría dialogar con Cuba. En el caso de Donald Trump, después de reunirse en dos ocasiones con el dictador norcoreano, ha evidenciado que no le da asco dialogar con violadores de los derechos humanos.
Trump, además, pudiera negociar el futuro de Venezuela a cambio de levantar las sanciones a Rusia tras la anexión de Crimea y la promesa de cobrar el dinero invertido en el país sudamericano. Estados Unidos tendría mayor margen para negociar con La Habana y también con Managua. Cuba peleará por Venezuela mientras pueda y sea razonable.
En este ajedrez político, los grandes afectados, como siempre, son los cubanos de la Isla, agobiados por el desabastecimiento crónico, los bajos salarios y una pésima gestión económica que dura ya seis décadas.
Y lo peor es que la crisis seguiría arreciando. Entre la gente de a pie se rumora que si Maduro es expulsado de Miraflores, vendrán de nuevo los apagones. Pero el régimen de La Habana, experto en diplomacia internacional, pudiera tener visto un Plan C: sentarse a hablar con Trump.