El primer viernes de marzo, unos 700 jóvenes menores de 30 años, en su mayoría hombres, esperaban en una discoteca de Madrid iluminada con focos rojos y amarillos. Mientras sonaba música épica, las luces parpadearon y apareció en escena el líder de Vox, Santiago Abascal, de barba y chaqueta de cuero. La multitud se abalanzó sobre él y, en medio de los flashes de los celulares, empezaron a corear al unísono: “¡Presidente, presidente!”.
Era el evento central de Cañas por España, la iniciativa juvenil de Vox, el partido que más ha crecido en Instagram y Youtube, las redes preferidas por el público más joven y las más aptas para viralizar mensajes con un lenguaje audiovisual simple y confrontativo.
Ivan Yanguas es más de fiestas de pueblo que de salas grandes, pero esa noche de marzo hubiera querido ir a ver a Abascal con sus amigos. No pudo, le tocaba trabajar. Yanguas tiene 18 años, estudia el último curso del bachillerato y labora a tiempo parcial en un restaurant de comida rápida en el barrio Chamartín de Madrid. “Parece que por ser joven, estudiar y trabajar tienes que ser de izquierdas, pero resulta que hoy en día ser de izquierdas es ser feminista, republicano, indie… pues no, yo voto por lo que yo considero correcto”, dice desafiante.
En su casa siempre han sido más de centro, cuenta Yanguas, pero él dice que votará “por la defensa de los símbolos nacionales: la bandera, el himno, el rey; por su defensa de la unidad y las fronteras de España sobre todas las cosas. Y, en tercer lugar, para que todos estos colectivos que por tener cierta orientación sexual o pensamiento se sienten moralmente superiores a mí”, dice.
“¿Es que yo como chico blanco, heterosexual y español soy menos que un azul, transexual y de Zimbabue?”.
Vox es el primer partido de ultraderecha que se ha hecho un hueco en las instituciones españolas desde la muerte del dictador Francisco Franco en 1975. Ha presentado un programa electoral de cien medidas que se pueden agrupar en cinco ejes: el ultranacionalismo español; combatir la inmigración; recortar la administración pública y la carga fiscal; revertir avances en igualdad de género y diversidad sexual y abrazar la mano dura en materia de seguridad y fronteras.
“A la crisis de representatividad generalizada de los partidos, en el Estado español se suma un agotamiento del régimen del 78. En 2015, Podemos y Ciudadanos ya aparecieron bajo ese paradigma, y ahora Vox es la crítica a la Constitución desde la derecha”, resume el historiador Xavier Casals, experto en ultraderecha. “Es una reacción a la globalización desde la defensa de lo nacional, de la homogeneidad cultural y moral”.
En el mitin con los jóvenes en la discoteca, Abascal apeló a los sentimientos patrióticos viscerales y les dijo a los jóvenes que no debían sentirse mal por ser etiquetados como “fachas”, el término que se usa en España para fascista. “Facha por querer a vuestro país, por identificaros con los valores de vuestros padres”, repitió, y luego tildó de “blanditos” a los liberales de Ciudadanos y de “cobardes” a los conservadores del Partido Popular (PP), donde él militó históricamente y tuvo cargos públicos hasta hace cuatro años.
En julio de 2018, después de la moción de censura que tumbó el gobierno conservador de Mariano Rajoy, el barómetro público del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) señalaba que el 9.7 por ciento de la población entre 18 y 34 años votaría al PP y el 12.5 por ciento a Ciudadanos. El último barómetro de abril les daba 5.5 y 8.5 por ciento de votos respectivamente en la misma franja de edad. La tendencia sugiere que esos votos faltantes se han desplazado hacia Vox.
“Asistimos a la futbolización de la política, Vox tiene un discurso ultranacionalista de derrotar al adversario, masculinizado, que apela a la testosterona. Esa política inflamada cala entre los sectores más jóvenes, porque vehiculan su escasa politización con sus sentimientos de identidad herida ”, explica el periodista Antonio Maestre, quien lleva ocho años cubriendo los movimientos de ultraderecha.
El ascenso político del partido ha sido meteórico desde las elecciones andaluzas de diciembre, en las que consiguió el 11 por ciento de los votos y se convirtió en el partido bisagra en un pacto de gobierno PP-Ciudadanos. La imagen más mediática de esa campaña fue un video de Santiago Abascal recorriendo a caballo la sierra con una banda sonora que remite a una gesta medieval y que lleva el eslogan “¡Andalucía por España!”. El artífice fue Manuel Mariscal, un milénial de 27 años que ha catapultado a Vox en las redes sociales.
El asesor de comunicación política Antoni Gutiérrez-Rubí explica que parte de su éxito se debe a que han generado una plasticidad y una estética combativa alrededor de los símbolos nacionales, y que buscan que quienes los siguen no se sientan usuarios, sino activistas. “La gente joven quiere hablar y ellos lo procuran”, dice.
Alejandro Quilez, de 25 años, los empezó a seguir en redes a raíz de la campaña andaluza. Criado en Granada, hace tres años se mudó con su familia a Sant Just Desvern, el cuarto municipio con más renta per cápita de España, pegado a Barcelona. No sentía que ningún partido le representase así que la primera vez que votó fue hace menos de un año y medio, como reacción al independentismo catalán. Cuando descubrió a Vox hace unos meses le sedujo su “defensa sin complejos de España”.
Además del independentismo, Quilez contó que le indigna la “ideología de género, el feminismo exacerbado que aleja la concordia en la pareja”. Lo dijo este martes 23 de abril en Barcelona, después de asistir a la presentación del libro La España viva, un compendio de entrevistas con los líderes políticos de Vox.
El libro fue presentado por otro joven: Ignacio Garriga Vaz de Concicao, 32 años, cabeza de lista por Barcelona, catalán de origen ecuatoguineano, odontólogo y padre de cuatro hijos. “Para mi este cargo es un acto de servicio. Nos estamos jugando la libertad contra el extremismo de izquierdas en toda España”, dijo desde la tarima. Y, en un acto político inusual desde la transición, despidió el acto de manera religiosa: “Que Dios os bendiga y que Dios bendiga a España”.
“En Vox queremos libertad religiosa, tenemos gente de todo tipo; por ejemplo, el presidente de Vox en Gracia (un barrio de Barcelona) es hijo de marroquíes”, se apresura a decir Amanda Puiggrós, la coordinadora de Cañas por España en Barcelona, al preguntarle por la separación entre religión y política. Puiggrós es la líder juvenil del partido en la capital catalana, tiene 22 años y es católica practicante.
“El PP nos pegó una patada al no derogar la ley del aborto. Vox defiende el derecho a la vida con una ley de maternidad que proteja a las madres y las apoye para seguir adelante”, explica.
Educada en una escuela religiosa para mujeres, se afilió a las juventudes del PP con apenas 15 años. Este partido gobernaba y había planteado una reforma de ley para restringir las tres causales en las que, desde 1985, se permite el aborto en España. En 2014 desestimó la propuesta. Aquel año se fundó Vox y recogió las demandas antiabortistas. Amanda Puiggrós cambió de carnet político cuando apenas llegaba a la mayoría de edad. Ahora es una mujer joven en un partido con mucha más aceptación entre el sector masculino. El CIS prevé que solo un tercio de sus votantes serán mujeres.
“Vox busca la verdadera igualdad y no el enfrentamiento. A mi no me deben proteger más por ser mujer, ahora parece que vivimos la guerra de sexos como antes se hablaba de la lucha de clases”, dice Puiggrós.
Rafa —quién prefiere mantener el anonimato porque firmó un compromiso de confidencialidad con el partido— vive en una ciudad pequeña de la costa de Alicante. Tiene 29 años, es comercial en una gran empresa, casado y con una hija. Dice que no está en Vox tanto por su contundencia moral, sino por la económica y nacionalista. “El PP va de liberal y luego no lo es, toma medidas fiscalmente socialistas y tibias con la migración o con Cataluña”, afirma.
Según él, habría que revisar el modelo de sanidad universal y facilitar que quien quiera un seguro privado no tribute por ese concepto. También cree que se debería eliminar toda subvención, incluso las de las fiestas populares donde él ha participado, o a los toros, una de las banderas de Vox. “Quién quiera fiesta que se la pague y si hay demanda que se genere una industria”, dice.
Rafa no va a las iniciativas de Cañas por España, pero en esta campaña asistió al mitin de Santiago Abascal en Alicante. “Estuvo espectacular, yo creo que vamos a dar una sorpresa”, resume.
De momento las encuestas dan a Vox entre 29 y 37 diputados de los 350 en juego. Y todas coinciden en que el PSOE de Pedro Sánchez ganará con el 30 por ciento de los votos. Pero con un Congreso dividido entre cinco partidos estatales y media docena de partidos regionales, lo único seguro en las vísperas de las elecciones es que el próximo gobierno de España será de pactos. Esté o no en ellos, Vox ya se lleva una victoria, sostiene Maestre. En cinco meses han logrado colar su propia agenda hasta conseguir que la derecha tradicional se haga eco de sus postulados en temas como la centralización administrativa, la migración ilegal y algunas políticas para la igualdad de género.