Eran casi las 4 de la tarde de ayer cuando comenzó a ondear la bandera multicolor en el Parque Central. Miembros de la comunidad LGBT cubana, contrariados por la decisión del CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual) de cancelar el tradicional desfile contra la homofobia y la transfobia, respondieron espontáneamente a una iniciativa convocada a través de las redes sociales para realizar una marcha independiente.
El acontecimiento estuvo precedido por la polémica. El pasado jueves el CENESEX denunció mediante comunicado y sin presentar ninguna prueba, que la marcha alternativa estaba siendo organizada desde Miami con el objetivo de alterar la paz ciudadana y enturbiar la jornada de actividades que cada mes de mayo organiza la institución para concientizar a la sociedad cubana sobre los derechos del grupo LGBT.
El portal digital PostCuba publicó un artículo titulado “¿Quiénes tratan de cambiar los colores del Arcoiris?”; el cual además de estar plagado de errores de puntuación, rezuma un odio contumaz hacia todos los actores de la sociedad civil que deciden no plegarse a los cronogramas oficialistas cuando se trata de defender y exigir respeto por sus derechos ciudadanos. En el texto son tildados de contrarrevolucionarios tanto los activistas a favor de la diversidad sexual que promovieron la marcha del 11 de mayo, como el grupo de jóvenes que se pronunció contra el Decreto 349.
Para quienes saben leer entre líneas, resulta obvio que el régimen utiliza los estigmas habituales contra cualquier persona que rehúse depender de las instituciones controladas por el Estado para ejercer un activismo pacífico y justo. Parafraseando aquel discurso que dio origen a la enfermiza centralización que tanto daña al país: “dentro de la institución todo; fuera de la institución, ningún derecho”.
La decisión de suspender la conga del CENESEX tuvo un efecto negativo incluso entre diputados de la Asamblea Nacional; pues no se brindó un solo argumento razonable para ello. La situación económica del país no puede convertirse en un pretexto para coartar iniciativas civiles y sobre esta premisa varios integrantes de la comunidad LGBT conversaron con los medios de prensa que acudieron ayer al Parque Central.
“No hace falta economía para tomarnos de la mano”, dijo el activista Yasmani Sánchez, quien reiteró que la intención del desfile era reclamar el derecho a la diversidad y visibilidad que el colectivo LGBT procura ampliar en cada edición de la Jornada contra la Homofobia y la Transfobia.
A pesar de los oficiales de la Seguridad del Estado que se habían apostado en el Parque Central mucho antes de que iniciara la marcha, acudieron más personas de lo previsto. Con vivas a la diversidad y “por Cuba, lo más grande”, la comitiva tomó el emblemático Paseo del Prado entre silbidos, gritos, aplausos y bocinazos.
No hubo revuelta social ni manipulaciones políticas. El desfile transcurrió pacíficamente hasta llegar a la esquina de Prado y San Lázaro, donde varios patrulleros y numerosos agentes de la policía política vestidos de civil, impidieron a los manifestantes continuar su caminata por el malecón habanero hasta el Círculo Social “José Antonio Echeverría”, donde a esa misma hora tenía lugar la celebración del orgullo gay “autorizada” por el CENESEX.
Indignados, los activistas declinaron retroceder e intentaron seguir por la calle San Lázaro. Se produjeron entonces varios enfrentamientos y arrestos; entre ellos el del bioquímico Oscar Casanella, a quien oficiales de la Seguridad arrastraron violentamente hasta un edificio de la calle San Lázaro, impidiendo que otros manifestantes se acercaran para obtener noticias.
También resultaron detenidos Yasmani Sánchez, el biólogo Ariel Ruiz Urquiola, Ileana Hernández, Boris González Arenas y Yennia del Risco. Luego de los incidentes, varios activistas se sentaron en el Prado, próximos a la efigie del escritor cubano Juan Clemente Zenea, negándose a abandonar el sitio. Efectivos de la PNR y la Seguridad del Estado acordonaron la zona y un oficial del MININT trató de dialogar, argumentando que esa marcha nunca estuvo autorizada y no podía continuar.
La respuesta de la comunidad LGBT fue subirse a un banco y celebrar con besos el éxito de una marcha que se concretó sin contar con la anuencia del gobierno, en medio de un clima hostil y ante mucha prensa extranjera e independiente que en gran medida contribuyó a frenar la represión. El abusivo proceder de las autoridades dejó claro que no hacen falta patrocinadores de Miami para convertir una iniciativa de la sociedad civil cubana en un suceso lamentable que, pese a todo, adquirió una connotación diferente.
La terrible historia de los homosexuales en la Cuba postrevolucionaria nada tiene que ver con las congas que organiza el CENESEX para dar la impresión de que el colectivo LGBT ha conquistado todos sus derechos. En tal sentido, el desfile de ayer fue la mansa protesta de un grupo social que se siente traicionado por la exclusión del artículo 68 de la nueva Constitución, y guarda muy pocas esperanzas con miras al Código de Familia que será sometido a votación popular dentro de dos años, un referendo que pudiera abrir la puerta tanto al matrimonio igualitario como a las familias homoparentales.
Lo acontecido en la tarde de ayer fue el inicio de algo muy superior; las primeras luces de un despertar que será definitivo. El excesivo despliegue de fuerzas represivas corroboró la naturaleza brutal del régimen, y lo mucho que teme a la sociedad civil. Pocos lo percibieron en el calor del momento; pero durante un par de horas el miedo operó a la inversa, para que el mundo entero lo atestiguara.