James Derek Mize es un ciudadano estadounidense, nació y creció en Estados Unidos. Su esposo, que nació en el Reino Unido pero cuya madre es estadounidense, también es un ciudadano de Estados Unidos.
Sin embargo, la hija de la pareja no lo es, de acuerdo con el Departamento de Estado estadounidense.
Ella nació en el extranjero mediante un vientre subrogado, para lo cual se usó el óvulo de una donante y esperma de su padre nacido en el Reino Unido. Esas circunstancias particulares significan que, debido a una política de décadas de antigüedad, ella no califica para la ciudadanía por nacimiento, aunque ambos padres son estadounidenses.
“Es impactante”, dijo Mize, de 38 años, que trabajaba como abogado y vive en Atlanta con su esposo, Jonathan Gregg, un consultor de administración. La pareja recibió una carta el mes pasado en la que le niegan la ciudadanía a su hija.
“Ambos somos estadounidenses; estamos casados”, dijo Mize. “Consideramos realmente difícil de creer que tendríamos una hija que no podrá estar en nuestro país”.
Su caso ilustra la más reciente complicación que enfrentan algunas familias que usan la tecnología de reproducción asistida, como los vientres subrogados y la fertilización in vitro, para tener hijos. Durante años, las técnicas han generado debates éticos y legales polémicos sobre qué define a la paternidad. La inmigración y la ciudadanía son el obstáculo más reciente en esos debates.
En el centro de la polémica se encuentra una política del Departamento de Estado, basada en la ley migratoria, que requiere que un hijo nacido en el extranjero tenga una conexión biológica con un padre o madre estadounidense para poder recibir la ciudadanía de nacimiento. Eso generalmente no es un problema cuando las parejas tienen bebés sin asistencia tecnológica, pero puede tener sus bemoles cuando solo uno de los esposos es el padre genético.
La política ha estado bajo un intenso escrutinio en los últimos meses por las demandas que argumentan que el Departamento de Estado discrimina a las parejas de matrimonios igualitarios y a sus hijos al no reconocer su unión. Debido a esta política, el departamento clasifica a ciertos infantes nacidos por reproducción asistida como “ilegítimos” (nacidos fuera del matrimonio), lo que fija un peldaño más alto para la ciudadanía, incluso si los padres están legalmente casados.
En un caso, una pareja israelí-estadounidense gay casada tuvo gemelos en Canadá y uso esperma de cada uno de los padres. El hijo biológico del estadounidense recibió la ciudadanía, pero a su hermano, el hijo biológico del israelí, no le fue concedida. En febrero, un juez federal estuvo de acuerdo con la pareja y calificó la interpretación de la ley migratoria como “distorsionada”. El departamento presentó una apelación.
El gobierno de Estados Unidos también enfrenta una demanda similar de parte de una pareja de dos mujeres en Londres, que no usaron un vientre subrogado. Una de las mujeres es estadounidense y la otra es italiana. Tomaron turnos para concebir y llevar en el vientre a sus dos hijos. Solo al hijo nacido de la madre estadounidense se le concedió la ciudadanía. La semana pasada, un juez federal determinó que el caso procede y tildó el predicamento de la familia como “terrible” e “indignante”.
Aunque la política es anterior al inicio del gobierno de Donald Trump, los opositores al presidente la han aprovechado. El 17 de mayo, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de California y lideresa de la fracción demócrata, la llamó “un ataque excesivo a las familias estadounidenses“.
El Departamento de Estado, que ha subrayado que la política aplica tanto a parejas heterosexuales como homosexuales, declinó hacer comentarios y dio como razón los litigios pendientes.
Una ley de los cincuenta para familias del siglo XXI
El enfoque en una conexión biológica data de la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1952, mucho antes de la llegada de la tecnología reproductiva moderna y el reconocimiento legal del matrimonio igualitario.
La política del Departamento de Estado sobre tecnología de reproducción asistida, redactada por primera vez a finales de la década de los noventa, está basada en una interpretación de esa ley, que incluye lenguaje que afirma que los niños “nacen” de sus padres y menciona una “relación sanguínea” en ciertos casos.
Las reglas para heredar la ciudadanía están pensadas para asegurarse de que los niños nacidos en el extranjero tengan una conexión suficiente con Estados Unidos.
“La prueba de la conexión biológica es necesaria para que la ruta de la ciudadanía para los nacidos en el extranjero no sea susceptible de fraude por parte de personas que aseguran ser hijos de ciudadanos de Estados Unidos cuando, realmente, no lo son”, dijo John C. Eastman, un profesor sénior en el Instituto Claremont, un grupo conservador de expertos en California.
La interpretación ha llevado al Departamento de Estado a considerar los nacimientos por tecnología de reproducción asistida como “ilegítimos”, si la fuente del esperma y el óvulo no coincide con padres casados. Tal designación tiene requerimientos adicionales para transmitir la ciudadanía, incluyendo demostrar que un padre biológico es un ciudadano estadounidense que ha vivido al menos cinco años en Estados Unidos.
Scott Titshaw, un profesor asociado en la Facultad de Derecho de la Universidad Mercer, dijo que la política refleja una “discrepancia” entre las leyes migratoria y familiar. “Va en contra del entendimiento actual de la sociedad de qué es el matrimonio”, dijo. “Y probablemente de mayor importancia, va en contra de la definición legal actual de lo que significa filiación”.
Durante el gobierno de Barack Obama, el Departamento de Estado ajustó el requerimiento para que uno de los padres pudiera establecer una conexión biológica al dar a luz, además de aportar el óvulo o el esperma. Eso permite a una pareja lésbica tener un hijo “legítimo” si una mujer aporta el óvulo y la otra lo lleva en el vientre.
No obstante, dos hombres en un matrimonio no tienen esa opción. “En esta definición, un matrimonio igualitario entre hombres no puede concebir un hijo del que ambos sean padres”, dijo Titshaw.
Un nacimiento en el extranjero
No queda claro cuántas personas son afectadas por la política ni cuántas son parejas del mismo sexo. Relativamente pocas familias viajan al extranjero para tener hijos por reproducción asistida, pero puede haber razones financieras o personales para hacerlo.
Mize y Gregg, que se conocieron en una práctica del equipo de natación en Nueva York en 2014 y se casaron al año siguiente, se pusieron de acuerdo con una amiga cercana, que es británica, para que fungiera como su vientre subrogado. Su hija, Simone, nació en un hospital británico el año pasado.
No obstante, después de obtener un acta de nacimiento en el extranjero, la pareja dice que el mes pasado solicitaron en su nombre la ciudadanía estadounidense y descubrieron que Simone no calificaba.
Gregg, que vivió en el Reino Unido durante la mayor parte de su vida antes de mudarse a Estados Unidos para estar con Mize, no tiene suficientes años de residencia en Estados Unidos, de acuerdo con una carta de la embajada estadounidense en Londres
“Es un trauma psicológico”, dijo Mize.
“Cuando fuimos a la embajada y nos dijeron: ‘No son una familia, no están casados y, Derek, no eres su padre’, fue como si todo mi cuerpo se inundara con cada emoción que he tenido desde que me llamaron ‘Maricón’ por primera vez”.
Familias en el limbo
En archivos de la corte, el Departamento de Estado dijo que los empleados deben investigar cuidadosamente todos los casos de reproducción asistida, “sin tomar en cuenta el sexo o la orientación sexual de los padres legales”. Y ha habido casos en los que a padres de sexos opuestos se les solicitó evidencia biológica, dijeron abogados en la materia.
No obstante, en la práctica, los defensores dicen que la política tiene un impacto particular en las parejas del mismo sexo.
“El Departamento de Estado está diciendo que nuestro matrimonio no cuenta”, afirmó Adiel Kiviti, de 40 años, otro padre que dijo que la ciudadanía de su hijo fue recientemente puesta en duda. “Si no vas a concedernos los beneficios de una pareja casada, ¿cuál es el punto de darnos el derecho a casarnos?”.
Adiel y su esposo, Roee Kiviti, nacieron en Israel y posteriormente se naturalizaron como estadounidenses. Los hombres, cuya entrevista con The Daily Beast captó una renovada atención a la política la semana pasada, tienen dos hijos, cada uno nacido con la ayuda de un vientre subrogado en Canadá.
Cuando buscaron la ciudadanía para su hijo mayor, Lev, en enero de 2017, dijeron que no se les cuestionó sobre su filiación y le concedieron la ciudadanía. Sin embargo, después de que su hija, Kessem, nació este año, el Departamento de Estado solicitó documentación. Adiel, que es el padre genético de Kessem, no había vivido cinco años completos en el país cuando la niña nació, dijeron integrantes de la familia. Están analizando cómo responder.
“¿A qué país van a deportar a nuestro hijo?”, dijo Roee, que trabaja como periodista de televisión. Su esposo opera un negocio de producción multimedia en Washington. “Vivimos en Estados Unidos”.
Mize, cuya hija ahora tiene 11 meses y está aprendiendo a caminar, siente una preocupación similar. Dijo que había estado viajando de Estados Unidos al Reino Unido con Simone, que tiene una visa de turista. Le preocupa afectar su desarrollo a una edad tan temprana y teme qué podría pasar si su estatus legal no se resuelve.
“Aquí es donde está nuestra vida. Aquí es donde están nuestros trabajos”, dijo. “Nuestra hija no puede estar aquí, pero no tiene nadie que la cuide”.
Jan Hoffman colaboró con este reportaje