Unas chapas de aluminio tienen la culpa de que la Comisión de Preservación de Sitios Históricos de Nueva York haya rechazado hacerse cargo de la casa donde vivió Walt Whitman. Eso y la tercera planta que inquilinos posteriores construyeron y que, según el ente, dejó la morada muy distinta a la que habitó el escritor. Pero la ONG New York Preservation Archive Project ha pedido al Ayuntamiento que recapacite y ha abierto un Change.org que en pocas horas obtuvo más de 3.000 apoyos. Uno de ellos es el de Karen Karbiener, responsable de la Walt Whitman Initiative, entidad que en 2019 celebrará los actos del 200º aniversario del nacimiento del poeta: “Esperamos que la Comisión entienda que no se trata de evaluar el mérito arquitectónico del número 99 de la calle Ryerson, sino su valor cultural, increíblemente significativo”.
Lo relevante, asegura, es que en ese punto de Brooklyn Whitman acabó y publicó en 1855 Hojas de hierba, la obra cumbre del que está considerado el poeta más importante de Estados Unidos. Pero el Consistorio replica: el primer manuscrito entró en el registro de derechos de autor meses antes de que Whitman, sus padres y sus hermanos se mudaran a esa casa. Y aportan algo más contra la catalogación: la familia solo vivió seis meses allí. Si se compara con otras “casas de”, no hay diferencia: en la Casa Museo Karl Marx en Tréveris (Alemania), el padre del marxismo solo nació. La que tiene en Baião (Portugal) José Maria Eça de Queirós —y que es sede de su fundación— fue solo de vacaciones.
Desde que la Comisión rechazara la petición de catalogar la casa, se ha abierto una carrera por demostrar su valor. La NYC LGTB Historic Site Project, archivo que documenta y mapea lugares históricos para la comunidad homosexual, da sus motivos: “Es uno de los primeros edificios en la ciudad asociados con alguien que hoy se consideraría un individuo LGTB”. Otros optan por resaltar la obra del morador. Por ejemplo, Matthew Ward Miller, profesor de literatura inglesa en la Universidad Yeshiva, alega que allí escribió Whitman los borradores de Canto a mí mismo, poema que “es a la literatura estadounidense lo que el Infierno de Dante a la italiana”. Así lo explicó el experto a The New York Times, uno de los muchos periódicos en los que firmó Whitman, cuyos seguidores aún no explotan la faceta que más lo ligó a su ciudad: su trabajo periodístico.
Whitman no solo publicó poemas en la prensa diaria. También escribió crónicas, reportajes y noticias, aunque esa labor esté escasamente documentada y solo el Whitman Archive, con pocos recursos, va recopilando y analizando sus piezas publicadas en New York Evening Post, Life Illustrated, New York Aurora o el The Brooklyn Daily Eagle. Precisamente en este último periódico publicó el autor un artículo en 1861 donde se quejaba de que las autoridades derribaran edificios o los cambiaran de uso sin que a nadie le importara que la historia que acumulaban se borrara para siempre. “Rápido, rápido, se desvanecen y desaparecen los puntos de referencia del viejo Brooklyn”, dice un texto que bien podrían usar hoy quienes piden salvaguardar la casa de Ryerson, única de las 30 viviendas que Whitman habitó en Nueva York que sigue en pie.