Un problema social
“Esa homofobia internalizada pesa más que las directivas, una oligarquía ultramontana formada en ocasiones por mafiosos legales e ilegales”, prosigue López. “Si juntas el rechazo de los propios futbolistas al de los dirigentes, tienes la receta perfecta contra la implantación de un modelo positivo que destierre la discriminación y contra el aperturismo a la diversidad sexual por parte de los aficionados, que son conservadores nada más entrar por la puerta del estadio, porque se convierten en una masa de borregos que van a descargar sus frustraciones”.
Homofobia, xenofobia y machismo, enumera el fundador de Zero. “Esto no acaba nunca”.
Jugadores, dirigentes y público, enfatiza el orden. “La homofobia es culpa de todos”.
“Y transversal, igual que el machismo”, añade. “Son conceptos que se creen superados, pero cuando rascas un poco en la sociedad ves que el machismo está presente desde la educación. Eso provoca que luego afecte a todos los ámbitos, de la familia al trabajo. Lo mismo pasa con la homofobia: por más que hayamos tenido etapas de visibilización, va por oleadas. Ahora bien, en el deporte jamás se ha superado, porque nunca ha habido un gran debate ni un cambio de paradigma”.
López cita las campañas de sensibilización de algunos clubes y peñas —la última, protagonizada por el Montakit Fuenlabrada, cuyos baloncestistas lucieron el pasado domingo una equipación arcoíris “por una sociedad más inclusiva” con motivo del del Día Mundial contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, que se celebra el 17 de mayo—.También la lucha para que “personajes de sectores homófobos, como el Ejército y la Iglesia, saliesen del armario” para posar en la portada de su revista. “Luego se han visto más casos, pero no ha habido una gran eclosión”.
¿Las mujeres sufren menos la homofobia?
La homofobia no es exclusiva del balompié, como tampoco afecta sólo a los hombres. “Es similar en todos los deportes, pero como el fútbol es el más multitudinario, se visibiliza más, tanto en el estadio como en la televisión”, cree José Luis Lafuente, quien considera que las deportistas sufren todavía una mayor discriminación. “Además de lesbianas o transexuales, son mujeres. Incluso se cuestionan sus elevados niveles naturales de testosterona, como refleja la sentencia en contra de la atleta olímpica Caster Semenya”, ejemplifica el coordinador del grupo de Deporte de la FELGTB.
Lafuente opta por responder con varios interrogantes cuando se le pregunta si cree que las gradas son más homófobas con las mujeres: “¿Por qué el fútbol femenino no está en igualdad de condiciones que el masculino? ¿Por qué no se ponen al mismo nivel? Eso es lo que tendríamos que plantearnos. Hablamos de homofobia, pero también debemos denunciar el machismo”. María José López, abogada especialista en Derecho Deportivo, cree en cambio que el acoso es menor, dado que a su juicio el público es diferente.
“En el deporte femenino, incluido el fútbol, muchas mujeres han salido del armario. En ese aspecto, está más liberada, aunque desconozco si se debe a que la repercusión mediática es inferior”, especula la codirectora de la asesoría jurídica de la AFE, quien denuncia que la paridad brilla por su ausencia en “un mundo dominado por los hombres, empezando por sus órganos colegiados”. Esa masculinidad influiría, según ella, en que los varones eviten salir del armario. “La exposición pública tiene sus servidumbres, no sólo sobre la condición sexual, sino también sobre la orientación política. Y el fútbol tiene un efecto más intimidatorio”.
Mapi León, defensa del Barcelona y de la selección española, salió mediáticamente del armario el año pasado, días antes del Orgullo Gay. En una entrevista a La Otra Crónica, de El Mundo, declaraba: "Cuando eres alguien conocido, tienes una responsabilidad. Creo que es importante dar la cara por los derechos de todos, no hay por qué esconderse. Muchas veces oímos cosas muy feas en los campos de fútbol, insultos no sólo homófobos sino también racistas, y yo creo que en el deporte necesitamos lanzar un mensaje claro de tolerancia y en contra del odio". Como ellas, otras compañeras de La Roja también han manifestado públicamente que son lesbianas, como Lola Gallardo, portera del Atlético, y Laura del Río, delantera del Madrid CFF.
Combatir la discriminación
María José López cree que la única forma de combatir la homofobia en las gradas es “frenándola seriamente”, pues considera que la Ley 19/2007 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte no ha resuelto el problema. “Yo llevaría la lucha a los códigos, los estatutos y los protocolos de La Liga y de la Real Federación Española de Fútbol, pues en los campos sigue habiendo comportamientos que atentan contra los valores que fomenta el deporte”.
Precisamente, José Luis Lafuente resalta que la legislación no hable de homofobia, sino de intolerancia, empezando por su propio enunciado. “La ley se ha quedado bastante antigua y no recoge concretamente los casos de homofobia, por lo que debería evolucionar. La norma vigente no puede regular o no se está llevando a efecto, porque no hay multas graves, ni cierres de estadios, ni prohibiciones de entrar en un recinto”. Mientras, se alimenta el discurso del odio al que se refería el portavoz de la FELGTB.
“Una persona se muestra tal y como verdaderamente es en un ambiente festivo”. Su lado oscuro o su cara reprimida, al descubierto. “Y cuando profiere insultos, tenemos un problema, porque la ley se ha quedado anticuada”, insiste Lafuente. “Algunos comportamientos son delictivos, porque incitan al odio”, abunda la codirectora de la asesoría jurídica de la Asociación de Futbolistas Españoles, quien reconoce que no existen protocolos contra el acoso. “Si alguien saliese del armario y fuese insultado, sería denunciable. En pleno siglo XXI, es inconcebible que se estigmatice una orientación sexual. Los insultos son negativos, peyorativos e hirientes, aunque queda claro que quienes los profieren se están calificando por sí solos”, concluye López.
Besos y abrazos sobre la hierba
Si tomásemos un campo de fútbol o una cancha de baloncesto como un entorno laboral, la relación entre los trabajadores sería muy estrecha, sobre todo cuando celebran un gol o una victoria. El saludo trasciende el apretón de manos y sobrepasa el beso y el abrazo, una práctica infrecuente entre hombres que desempeñan su labor en otros sectores. “Es una reacción en caliente y una exaltación de las emociones, que se traduce en expresiones de júbilo y alegría, igual que sucedería durante un concierto o un evento anímicamente intenso”, apunta la psicóloga del deporte y la salud Patricia Ramírez.
“Es algo lógico en el ambiente deportivo”, concuerda Javier Aguado, responsable de Comunicación de la Asociación Española de Protocolo, consciente de que la actitud de los profesionales varía dentro y fuera del terreno de juego: “Sobre el césped, se dan besos, pero también se quitan la camiseta. En caliente, las reacciones son así, como el famoso cabezazo de Zidane, quien en condiciones normales no mataría ni a una mosca”. Un aficionado del Barça también considera los besos y abrazos como algo “natural”, aunque reconoce que fuera del terreno de juego hay homofobia y esos gestos no se verían con los mismos ojos: “Eso en una sauna no lo harían, pero durante un partido resulta masculino”.
¿Una cuestión de registros? Porque su comportamiento puede ser diferente lejos del campo, cuando desaparecen los roces y el contacto físico. “Ese saludo no va ligado a ningún otro significado”, añade Ramírez, descartando la cercanía en el campo y un comportamiento que deja patente su hombría, o sea, su imagen de macho heterosexual. “No hay que darle mayor importancia a su reacción dentro del terreno de juego, porque si en una empresa se cierra un gran proyecto, la gente se abrazará y se dará besos igual que en el fútbol, porque se está cumpliendo un objetivo grupal”, razona la experta en psicología del deporte. “Además, en España, ese contacto físico está permitido entre hombres, pero también entre mujeres o entre ambos sexos”.
“¿Para qué exponerse?”
Ramírez no cree que haya homofobia en el vestuario. “Todos los deportistas que conozco tienen un amigo o un familiar gay, por lo que no rechazarían a un compañero por su orientación sexual”, añade la psicóloga del deporte, quien considera que puede haber más homosexuales en disciplinas artísticas, como el patinaje o la gimnasia rítmica, aunque descarta que los jugadores eviten salir del armario porque practiquen deportes de equipo. “Simplemente, los futbolistas no lo hacen por vergüenza o por la falta de aceptación de sus compañeros, sino por la falta de necesidad de exponerte ante una afición que lo usará para atacarlos durante los partidos con el objetivo de desconcentrarlos. Un juego sucio”.
No se trataría tanto del significado del insulto, según ella, como de un ataque deliberado. “Porque un homosexual incluso podría llamarle a otro maricón”, subraya Patricia Ramírez. “¿Por qué van a exponerse en un deporte altamente competitivo y con tanta visibilidad? Hoy juegan aquí, pero mañana pueden fichar por un equipo americano, por lo que deben ser prudentes. Un jugador no está obligado a ondear la bandera arcoíris, del mismo modo que otro no sale en rueda de prensa diciendo que es heterosexual. Se sobreentiende que cada uno es lo que le da la gana, sin necesidad de dar explicaciones ni de pregonarlo”.
Contacto físico y cultura del saludo
Alejo García-Naveira, coordinador de la Sección de Psicología del Deporte del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COPM), descarta la homofobia. Antes de centrarse en el debate —ningún futbolista de élite ha salido del armario en nuestro país—, describe la cultura del saludo en España. “El contacto físico, el tocarse cuando hablas con alguien, las caricias, los besos y abrazos… Todas estas son diferentes muestras de afecto que son esenciales en las relaciones que tenemos con los demás. También una forma de comunicarnos. En nuestra identidad como seres vivos también somos seres sociales que necesitamos estar con otras personas y relacionarnos con ellas. Y la reacción o el saludo dependen en parte de cómo es la propia persona y con quien se relaciona, de su situación deportiva y de la cultura en la que vive”.
Dependiendo del contexto donde se muevan, la forma de mostrar el afecto es diferente, añade este psicólogo del deporte. “No es lo mismo como expreso a un compañero de equipo mi cariño en su cumpleaños dentro del vestuario, como luego, una vez fuera, en el bar. Como tampoco lo expreso igual a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos o a mi pareja”. García-Naveira deja claro que también responde a una cuestión cultural propia de cada país, aunque en el caso que nos ocupa influye la estrecha relación entre los trabajadores de un club. “Hay un vínculo afectivo con las personas —compañero de equipo, amigo, entrenador, etcétera— y situaciones emocionales deportivas —antes de una competición, tras un gol o después de una victoria—”.
El coordinador de la sección de deporte del COPM rechaza que cunda la homofobia en los deportes de equipo, sean baloncesto, balonmano o fútbol. “Desde mi experiencia, no. Creo que, con educación y respeto, cada uno puede ser libre para vivir su vida fuera de los terrenos de juego. Un jugador es valorado por su talento deportivo y profesionalidad. El esfuerzo, el trabajo, la fortaleza, el cumplimiento a las normas, el rendimiento, el ser buen compañero… Ésos son los aspectos importantes. Si un jugador cumple con ello, el reconocimiento del equipo hacia él será mucho mayor que cualquier cuestión política, religiosa o de orientación sexual”, concluye Alejo García-Naveira, quien recuerda casos de deportistas españoles que salieron del armario, como el patinador Javier Raya, el waterpolista Víctor Gutiérrez o el jinete Kike Sarasola, hoy empresario hotelero.
“Ellos lo hicieron en su día y no ha pasado nada. No obstante, hay que tener claro que es una decisión personal que debe respetarse”, concluye el psicólogo. Luego estaría la cultura del saludo en la grada, así como las muestras de afecto. Una pareja de chicos besándose en un estadio colombiano desató una ola de homofobia en las redes sociales que fue atajada por el exportero René Higuita con el siguiente comentario: “Hombre, ¿y cuál es el problema? Dejen a los muchachos ser felices, no le están haciendo daño a nadie”.
El caso de Justin Fashanu
El aficionado del Madrid que sacó a colación los insultos que recibió Míchel también recuerda otra experiencia homófoba con un final menos feliz. Porque el centrocampista merengue triunfó en el Bernabéu, jugó en la selección española y ha entrenado al Rayo, al Getafe, al Sevilla y al Málaga, así como al Olympiacos de Atenas y al Olympique de Marsella. Hace tres años, un usuario de Twitter intentó tocarle las pelotas, pero Míchel estuvo más vivo que Valderrama. Su respuesta, en vídeo: “Hola, Javi, me preguntas si soy maricón. No, no lo soy. Prefiero otra tendencia, pero la respeto totalmente [...]. No tengo nada en contra de los homosexuales, ni mucho menos. Estaría bueno. ¿Y tú?”.
Sin embargo, la orientación sexual de Justin Fashanu y su salida de armario en 1990 motivaron que su carrera fuese errática. Entonces, el diario The Sun tituló en portada: "La estrella del fútbol que costó un millón de libras: Soy gay”. El hincha madridista explica que el entrenador del Nottingham Forest, Brian Clough, le recriminaba sus hábitos, como dejó escrito en su biografía, donde refleja que había recibido varias llamadas para chivarse de que su delantero frecuentaba un bar de ambiente:
- ¿Adónde vas si quieres una rebanada de pan?
- Al panadero, supongo.
- ¿Adónde vas si quieres una pierna de cordero?
- Al carnicero.
- ¿Entonces por qué sigues yendo a ese maldito club de maricones?
Fashanu, nacido en el barrio londinense de Hackney, tardaría varios años en dar la exclusiva a The Sun. “Entonces se decía que la plantilla no lo encajaría muy bien: los vestuarios, las duchas, la testosterona...”, añade el aficionado blanco. “Si ningún jugador se declara gay, por algo será. Los pocos que salieron del armario lo hicieron al final de su carrera”, añade. El delantero del Nottingham Forest le echó valor cuando ya había pasado por varios clubes de categorías inferiores, británicos y extranjeros. “Gastamos un millón de libras en Fashanu y debe haber sido el dinero que peor invertimos”, escribió su entrenador en Clough: The Autobiography.
Pero el destino sería todavía más cruel: un chico de diecisiete años lo acusó de agresión sexual y, aunque la policía no encontró pruebas, el goleador se suicidó en 1998. Según él, ya había sido condenado por la sociedad y no quería hacer más daño a su familia. Su hermano, de hecho, lo consideraba un monstruo, aunque años después se arrepintió de haberle dado la espalda y de no haber contestado a sus llamadas antes de ahorcarse.
“Hay que tener en cuenta que era otra época”, concluye el aficionado merengue respecto a las hostilidad de Brian Clough hacia su jugador. “La homofobia sigue presente en la sociedad”, subraya María José López. En todo caso, tampoco se sabe qué pasaría hoy, en esta época, si un futbolista se atreviese a salir del armario. Sencillamente porque en España nadie lo ha hecho.